viernes, 23 de diciembre de 2016

miércoles, 14 de diciembre de 2016

Avance en la capacidad de detectar vida alienígena gracias a un nuevo chip óptico

Unos científicos han desarrollado un nuevo chip óptico para un telescopio que permite a los astrónomos tener información más concluyente acerca de cuáles de los planetas de fuera de nuestro sistema solar observados podrían sostener algún tipo de vida.

Observar a un planeta similar a la Tierra, situado fuera del sistema solar y que está cerca de su estrella anfitriona, es algo muy difícil con los instrumentos astronómicos convencionales de hoy en día, debido en buena parte a que el brillo de esa estrella inunda todo en su entorno cercano e impide distinguir el tenue brillo del planeta.

El nuevo chip, desarrollado por el equipo de Steve Madden y Harry-Dean Kenchington Goldsmith, de la Universidad Nacional Australiana (ANU, por sus siglas en inglés), elimina la luz de la estrella anfitriona en las imágenes captadas, permitiendo a los astrónomos obtener por primera vez con esta técnica una imagen clara del planeta.

El objetivo final de esta línea de trabajo es conseguir encontrar un planeta como la Tierra que pudiera sostener vida.

Los físicos y astrónomos de la Universidad Nacional Australiana trabajaron en el chip óptico en colaboración con investigadores de la Universidad de Sídney en Australia y del Observatorio Astronómico Australiano.


Este chip es un interferómetro que añade ondas lumínicas iguales pero opuestas a las de un sol anfitrión, las cuales contrarrestan la luz de este, permitiendo que se pueda ver la del planeta, mucho más débil.

El trabajo que hace esta tecnología es parecido al realizado por los sistemas de visualización térmica que utilizan los bomberos para ver a través del humo.

La innovación aprovecha más de 10 años de investigación en materiales ópticos y dispositivos especializados.

COMUNICAR CIENCIA DESDE LA UNIVERSIDAD: DEL VOLUNTARISMO A LA PROFESIONALIZACIÓN DE LAS UNIDADES DE CULTURA CIENTÍFICA

Las cifras del sistema universitario español hablan de que sus algo más de 135.000 investigadores en plantilla son los responsables del 70 por ciento de la producción científica estatal. Esos datos, que anualmente publica el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, otorgan a las Universidades un papel protagonista en el sistema nacional de I+D+i. Por eso, cuando se habla de difusión del conocimiento o comunicación de la ciencia parece obligado tener en cuenta la labor de las Universidades en ese ecosistema de la divulgación científica al que se ha referido en más de una ocasión Juan Ignacio Pérez Iglesias, director de la Cátedra de Cultura Científica de la Universidad del País Vasco. Un sistema en el que conviven e interactúan diferentes agentes con distintas motivaciones y en el que aparecen multitud de productos o formatos. En esa -con permiso de Pérez- selva de la difusión del conocimiento, aparecieron hace una década las Unidades de Cultura Científica y de la Innovación de Universidades y centros de investigación.
Ideadas como servicios de apoyo a la investigación y promovidas desde la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT), las UCCs han cumplido sus primeros diez años dando pruebas de su utilidad. Un estudio dirigido por el catedrático de ética de la Universidad Jaume I Domingo García, por ejemplo, posiciona a las Unidades de Cultura Científica como una de las mejores herramientas para garantizar la eficacia en el nuevo modelo de gestión responsable de la investigación (RRI, según sus siglas en inglés). Y eso es así porque las UCCs son estructuras profesionales, que no dejan la divulgación en manos del voluntarismo, sino que responden a una estrategia y objetivos concretos y evaluables y están integradas por comunicadores científicos.
La Universidad de Granada, por seguir con los ejemplos, evaluó recientemente una de las líneas de trabajo de su UCC. Hay que tener en cuenta que las UCCs trabajan al menos en 4 objetivos fundamentales: promoción de la cultura científica, promoción de vocaciones, formación e investigadores en divulgación y comunicación de resultados. La Universidad de Granada, decía, ha evaluado esta última línea y llegó a la conclusión de que las noticias científicas difundidas desde su UCC en un año y publicadas en diferentes medios de comunicación alcanzaban un valor de 8,2 millones de euros.
Sin poner cifras, una investigación realizada por Ana Victoria Pérez y dirigida por Miguel Ángel Quintanilla y Bruno Maltrás constató recientemente el incremento de noticias científicas en los medios generalista a partir de 2007, el año de creación de las UCCs y de la Agencia Sinc, o lo que es lo mismo, el año en el que el sistema de I+D+i apostó por profesionalizar la difusión del conocimiento generado por sus investigadores.
Luis Zurano, de la UCC de la Politecnica de Valencia, en una sesion de Comcired.
Luis Zurano, de la UCC de la Politecnica de Valencia, en una sesion de Comcired.
Son sólo algunos ejemplos que parecen revelar la rentabilidad de las UCCs, agrupadas estratégicamente en Comcired. Sin embargo, la prueba definitiva radica en el hecho de que muchas Universidades y centros de investigación estén consolidando estos servicios dentro de sus estructuras de gestión de la investigación. Y es que las UCCs superaron hace tiempo la fase de dependencia de su principal promotor, la FECYT, y comienzan a institucionalizarse, llegando en algunos casos a aparecer incluso en las nuevas Relaciones de Puestos de Trabajo (RPT).
Las Universidades han incluido a las UCCs en sus estructuras de apoyo a la investigación de la misma forma que lo hicieron con las Oficinas de Transferencia de Resultados de la Investigación y los Gabinetes de Comunicación a finales de los ochenta. Por aportar algún dato, actualmente existen 39 UCCs universitarias, lo que significa que la mitad de las universidades españolas cuenta ya con este servicio, que en un 90% de los casos depende de los vicerrectorados de Investigación, aunque todas trabajen en estrecha colaboración con los Gabinetes de Comunicación y las OTRIs.
Mesa redonda sobre divulgación en la última sectorial de I+D de la CRUE.
Mesa redonda sobre divulgación en la última sectorial de I+D de la CRUE.
En la última reunión de la Comisión Sectorial de I+D+i de la Conferencia de Rectores de las Universidades españolas, celebrada en Vigo, se habló y mucho de divulgación científica. Se conversó sobre la obligación y responsabilidad que tienen las universidades de difundir el conocimiento que generan; se discutió sobre la conveniencia de reconocer la divulgación como mérito en la carrera de los investigadores y aunque no se llegara a conclusiones definitivas sí se pudo constatar que las universidades se han alineado definitivamente con la divulgación y la promoción de la cultura científica. Sea por obligación –la que le marcan la Constitución española, la LOM LOU o ese alegato en pro de la difusión del conocimiento que es la Ley de la Ciencia de 2011– o por responsabilidad social, las universidades divulgan. Durante años lo han hecho los investigadores de manera más o menos voluntarista; la institucionalización de la difusión continuó con el acercamiento a la sociedad a través del sector productivo usando a las OTRIs y de los medios de comunicación empleando a sus gabinetes. Treinta años después, las UCCs vienen a seguir aportando y a facilitar el diálogo con la ciudadanía. En el tiempo de la comunicación directa y de la investigación responsable, las UCCs y los profesionales de la comunicación científica que trabajan en ellas juegan un papel al que convendrá estar atentos porque lo que parece claro es que ya no hay marcha atrás.
Elena Lázaro Real de AEC

Se confirma la ola más grande jamás registrada: 19 metros de altura

Una boya automatizada, el día 4 de febrero de 2013, en el Atlántico Norte entre Islandia y el Reino Unido, registró una ola descomunal. Ahora se ha confirmado su altura, así que la Organización Meteorológica Mundial ha establecido un nuevo récord mundial de altura para una ola: 19 metros.
El récord anterior de 18,275 metros se midió el 8 de diciembre de 2007, también en el Atlántico Norte, informa la OMM en un comunicado.
La altura de las olas se define como la distancia desde la cresta de una ola hasta la depresión de la siguiente. Los patrones de circulación del viento y la presión atmosférica en el Atlántico Norte en invierno provocan intensas tormentas extra-tropicales, a menudo llamadas "bombas", por ello estas olas son típicas en el Atlántico Norte, en lugar del Océano Austral.
El nuevo récord mundial se añadirá al archivo oficial de fenómenos meteorológicos y climáticos extremos de la OMM, que se actualiza constantemente y se amplía gracias a continuas mejoras de los instrumentos, las técnicas y los métodos de análisis.
Sergio Parra para Xataca CIencia

Criaturas atmosféricas, el «otro tipo» de vida extraterrestre

¿Quién dijo que la vida extraterrestre tiene, por fuerza, que desarrollarse en la superficie de los planetas? Según un estudio que se publicará en The Astrophysical Journal, en efecto, una multitud de seres vivos podría estar prosperando en las capas superiores de las atmósferas de una gran cantidad de enanas marrones. Allí, sorprendentemente, se encuentran muchos de los elementos necesarios para la vida, y en unas condiciones de temperatura y presión que son, además, muy similares a las de la Tierra. Se calcula que, solo en nuestra galaxia, hay unos mil millones de estos objetos «subestelares», varias veces mayores que Júpiter pero no lo suficientemente grandes como para prender la llama de una nueva estrella.
La idea, además, puede aplicarse también a una enorme población de mundos gaseosos que, hasta ahora, no llevaban la etiqueta de «habitables». En palabras de Jack Yates, científico planetario de la Universidad de Edimburgo y autor principal del trabajo, «No necesitamos tener, necesariamente, un planeta rocoso con una superficie bien definida». De modo que el concepto de «zona de habitabilidad» se extiende a lugares que hasta hace poco ni siquiera habíamos considerado. Y nace el concepto de «zona atmosférica habitable».
Aquí, en la Tierra, un estudio llevado a cabo en 2013 por investigadores del Instituto de Tecnología de Georgia confirmaba que las capas altas de nuestra atmósfera están pobladas por un gran número de microorganismos, que viajan de un continente a otro aprovechando las corrientes de aire y que, lo más importante, se alimentan y reproducen sin problemas durante el viaje, dando lugar a un activo «ecosistema aéreo»que prospera sin problemas en la troposfera, a diez km. por encima de nuestras cabezas. Allí, los investigadores lograron contar hasta 5.100 bacterias por metro cúbico de aire. ¿Por qué no debería estar pasando lo mismo en otros lugares de la galaxia?

Sagan y la vida en Júpiter

Ya en 1976, Carl Sagan se atrevió a predecir qué tipo de ecosistema podría estar desarrollándose en las capas superiores de la atmósfera de Júpiter, alimentado directamente por la luz del Sol. En la visión de Sagan había plankton aéreo, y organismos flotantes capaces de subir y bajar por la atmósfera controlando la presión de sus cuerpos. En los años siguientes, algunos astrónomos llegaron incluso a considerar la posibilidad de que existan microbios en la atmósfera de Venus, lejos de su inhóspita superficie.
Yates y sus colegas han aplicado el mismo tipo de razonamiento a una clase de objetos que Carl Sagan no llegó a conocer. El nombre de «enana marrón» fue propuesto por Jill Tarter, del proyecto SETI, en el año 1975, pero hubo que esperar hasta 1995 para descubrir la primera, Teide 1descubierta por científicos españoles en el Observatorio del Teide, en Tenerife.
Más tarde, en 2011, se descubrió que la temperatura de algunas «enanas marrones frías» era muy similar a la de la Tierra, y en 2013 se encontró una enana marrón a solo 7 años luz de nosotros (llamada WISE 0855-0714) que parecía tener nubes de agua en su atmósfera. Con esos datos en su poder, Yates y sus colegas actualizaron los cálculos de Sagan para identificar los tamaños, las densidades y las posibles estrategias de supervivencia de organismos para mantenerse justo en la zona habitable de esas atmósferas lejanas.
Según los investigadores, nada impide que en ese ambiente prosperen los microorganismos predichos por Sagan en Júpiter, e incluso criaturas más grandes y pesadas que, en ausencia de luz solar, podrían alimentarse de nutrientes químicos. De hecho, los estudios llevados a cabo sobre atmósferas de enanas marrones han revelado la existencia de la mayor parte de los ingredientes necesarios para la vida; carbono, hidrógeno, nitrógeno y oxígeno. La idea, aunque especulativa, abre todo un nuevo campo de investigación en la búsqueda de vida fuera de la Tierra.
Por ahora, solo se han localizado unas pocas docenas de enanas marrones frías, pero las estadísticas sugieren que debería de haber por lo menos diez en un radio de 30 años luz de la Tierra, distancia que las pondría al alcance del nuevo Telescopio Espacial James Webb, que será puesto en órbita en 2018 y cuyos instrumentos multiplican las capacidades del Telescopio Espacial Hubble. La idea de que exista «vida extraterrestre atmosférica» es, pues, sugerente y plausible. Ahora solo se trata de encontrarla...
Jose Manuel Nieves para ABC.es

La vida podría estar desarrollándose en las atmósferas de las enenas marrones
La vida podría estar desarrollándose en las atmósferas de las enenas marrones  - Mark Garlick/Science

jueves, 8 de diciembre de 2016

Los Pilares de la ciencia

Las bases que sostienen el edificio de la ciencia según Joan Massagué.
El pasado día 25 tuvo lugar la entrega del XXVIII Premi Internacional Catalunya que este año se ha otorgado a los oncólogos Baselga, Esteller y Massagué.
Como es habitual en este tipo de actos, los premiados agradecieron la concesión en breves palabras más o menos convencionales. Sin embargo a mí me agradó extraordinariamente el de Joan Massagué.
Según él hay un decálogo de principios que sustentan el edificio de la ciencia, decálogo que voy a transcribir en traducción libre.
Se trata de un edificio figurativo de diez pisos, cada uno la suma de varios talentos. Estos son los diez:
1. Padres y maestros que destilen la ética del trabajo y estimulen la curiosidad cuando las vocaciones despuntan en los preadolescentes.
2. Profesores de enseñanza superior que preparen los mejores talentos y los encaminen hacia las oportunidades más atractivas.
3. Líderes científicos y administrativos que dirijan las instituciones de investigación bajo criterios de excelencia, dando libertad a los investigadores para perseguir sus instintos creativos.
4. Investigadores académicos y de empresa que constantemente empujen las fronteras del conocimiento o las apliquen en la empresa.
5. Estudiantes doctorales y postdoctorales que pasen por nuestros laboratorios llenos de ganas y que entiendan la investigación como una pasión, no como un trabajo.
6. Expertos clínicos que desde la cabecera del enfermo influyan con sus conocimientos en las prioridades de la investigación.
7. Profesionales que manejen las infraestructuras tecnológicas, claves para la investigación de frontera.
8. Divulgadores y periodistas que sepan transmitir al público general los retos, avances, dificultades y valores reales de la investigación.
9. Fundaciones y mecenas que generosamente inviertan en la investigación para fomentar el avance social.
10. Políticos de categoría que promuevan desde el gobierno la investigación innovadora y competitiva, vital para el progreso del país.
Diez pisos tiene pues el edificio de la ciencia, fuerte y frágil a la vez.
Hasta aquí las palabras de Massagué.
massague.jpg
Probablemente muchos podrán decir que estos principios ya se saben. Pero lo que tiene mérito es exponerlos con autoridad, de manera concisa y ante un público amplio que en buena parte está formado por quienes son responsables de aplicarlos.

Urano puede tener dos lunas nunca vistas



La nave espacial Voyager 2 de la NASA voló sobre Urano hace ya 30 años, pero los investigadores todavía están haciendo descubrimientos de los datos que consiguió enviar. Un nuevo estudio dirigido por investigadores de la Universidad de Idaho sugiere que Urano podría tener dos pequeñas lunas que todavía no han sido descubiertas cerca de dos de sus anillos. Serían muy pequeñas, apenas de 4 a 14 km de diámetro. Rob Chancia detectó patrones clave mientras estudiaba las imágenes de hace décadas de los anillos helados de Urano tomadas por la Voyager 2 en 1986. Se dio cuenta de que la cantidad de material en el borde del anillo alfa -uno de los más brillantes de los múltiples anillos de Urano- cambiaba periódicamente. Un patrón similar aún más prometedor se produjo en la misma parte del anillo beta vecino. «Cuando miras este patrón en diferentes lugares alrededor del anillo, la longitud de onda es diferente. Eso apunta a algo cambiante a medida que avanzas por todo el anillo. Hay algo que rompe la simetría», dice Matt Hedman, profesor de Física en Idaho, que trabajó con Chancia para investigar el hallazgo. Sus resultados serán publicados en The Astronomical Journal y aparecen en la página de preimpresión arXiv. Chancia y Hedman, con una gran experiencia en el estudio de anillos planetarios -han estudiado los datos de Saturno dados por Cassini-, pudieron ver los de la Voyager 2 con una nueva perspectiva. En concreto, analizaron las ocultaciones de radio - hechas cuando la Voyager 2 enviaba ondas de radio a través de los anillos para ser detectadas en la Tierra- y las ocultaciones estelares, hechas cuando la nave medía la luz de las estrellas de fondo que brillaban a través de los anillos, lo que ayuda a revelar la cantidad de material que contienen. De esta forma, encontraron que el patrón de anillos de Urano era similar a las estructuras relacionadas con la luna en los anillos de Saturno. Los investigadores estiman que las pequeñas lunas hipotéticas de los anillos de Urano tendrían de 4 a 14 kilómetros de diámetro, tan pequeñas como algunas lunas de Saturno identificadas, pero más pequeñas que cualquiera de las de Urano conocidas. Los satélites de Urano son especialmente difíciles de detectar debido a que sus superficies están cubiertas de material oscuro. Pasadas por alto «No hemos visto las lunas todavía, pero la idea es que el tamaño de las lunas que se necesita para realizar estas formaciones es bastante pequeño, y fácilmente podríamos haberlas pasado por alto», dice Hedman. «Las imágenes de la Voyager no eran lo suficientemente sensibles como para ver fácilmente estas lunas». Hedman cree que sus hallazgos podrían ayudar a explicar algunas características de los anillos de Urano, que son extrañamente estrechos en comparación con los de Saturno. Las lunas, si es que existen, pueden estar actuando como «pastoras», ayudando a evitar que los anillos se propaguen. Dos de las 27 lunas de Urano conocidas, Ofelia y Cordelia, actúan como pastoras del anillo épsilon. Chancia y Hedman dejarán que sean otros los que confirmen la existencia de las lunas utilizando imágenes de telescopios o naves espaciales. Ellos continuarán examinando los patrones y estructuras en los anillos de Urano, lo que ayudará a descubrir más de los muchos secretos del planeta. «Es emocionante ver que la exploración histórica de Urano por la Voyager 2 sigue aportando nuevos conocimientos acerca del planeta», dijo Ed Stone, científico del proyecto Voyager en Caltech, Pasadena, California. Voyager 2 y su gemela, la Voyager 1, fueron lanzadas con 16 días de diferencia en 1977. Ambas sobrevolaron Júpiter y Saturno, y la Voyager 2 también lo hizo sobre Urano y Neptuno. Se trata de la nave espacial que opera sin interrupción desde hace más tiempo. Entrará en el espacio interestelar dentro de unos años, uniéndose a la Voyager 1, que lo cruzó en 2012.

ABC.es.




domingo, 4 de diciembre de 2016

La Diversitat de les fulles

Com cada curs, hem tornat a fer la pràctica de la diversitat de les fulles. Aquest any hem pogut notar la gran quantitat de fulles de tardor (amb colors més marrons). No cal dir que hem trobat fulles molt variades: momoses, populus, quercus, moltes d0interior i de guarniment. Els alumnes ja m'han comentat que la majoria es trobaven pel terra i alguna caiguda del balcó de la veïna.....
Aquí us deixo una petita mostra de la diversitat


Nacho Padró