La investigación científica, tal y como la conocemos, tiene por base fundamental la realización de experimentos destinados a poner a prueba una hipótesis. Estos experimentos contemplan habitualmente diversos aspectos del problema en cuestión y sus hipótesis y resultados -convenientemente contrastados con los de experimentos anteriores propios o realizados por otros investigadores- permiten que se avance, de alguna manera, en el conocimiento de la estructura t funcionamiento del mundo en que vivimos.
Un elemento clave en la consolidación de los conocimientos adquiridos es la replicación, por parte de otros investigadores, de la totalidad o parte de los resultados de un estudio.
La imposibilidad de confirmar resultados de otros autores es precisamente lo que ha llevado al descubrimiento de dos o tres casos famosos de falsificación. Los casos detectados recientemente no son más que la consecuencia de un sistema que ejerce una extraordinaria presión sobre el investigador para que publique mucho y pronto, y pueda así conseguir los fondos necesarios para continuar sus trabajos.
Por ello, para prevenir posibles fraudes, la mayoria de las grandes revistas científicas exigen actualmente que todos los autores de un manuscrito presentado para publicarlo se hagan responsables por escrito del contenido del mismo. Con ello se pretende que los autores cuya contribución principal es la concepción de trabajos y la supervisión de miembros más jóvenes de su equipo, realicen en efecto esa tarea. Con ello se ha tratado de elevar la calidad de la investigación y a la vez garantizarla.
Aunque por otro lado puede llegar un momento en que la denuncia de fraude constituya por sí mismo un camino hacia la fama, independientemente de la validez o no de la denuncia.
Nacho Padró (A partir de un articulo de Sergi Erill).
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