jueves, 5 de julio de 2018

El necesario y útil estudio histórico de la ciencia

Lejos de la imagen de la historia de la ciencia como el relato de grandes genios y de las fechas de sus victorias, la historia de la ciencia constituye un área de estudio e investigación necesaria y útil. Área que ha producido narrativas históricas en ocasiones muy distintas a las que podemos encontrar en los libros de Ciencias con fines educativos o divulgativos. Por ello se hace fundamental la creación de espacios de encuentro y diálogo renovado entre historia, didáctica y comunicación de la ciencia.

Ferdinand Hoefer (1811-1878), autor y traductor de numerosas obras sobre historia de la química y de divulgación, concebía el desprecio del pasado en las ciencias como una muestra del arrogante dogmatismo que solo podía conducir la ciencia al desastre. Si bien decimonónica, la idea del autor de Historie de la Chimie se revela bastante actual. La visión dogmática con la que en ocasiones suele ser presentada la ciencia es un tema recurrente en la educación y la divulgación científica de nuestro tiempo. Para ello, se ha apuntado que no se trataría solo de enseñar, aprender o divulgar ciencia; sino también de enseñar, aprender o divulgar sobre ciencia. Es decir, de mostrar y valorar la ciencia como actividad humana, más allá de la concepción de la misma como un conjunto de fórmulas y enunciados. Lo que en ocasiones se ha denonimado humanizar la ciencia.
Para esta tarea, la historia de la ciencia se erige especialmente eficaz y pertinente. Sin embargo, la presencia de narrativas históricas en nuestros libros de Ciencias, ya sea con fines divulgativos o educativos, no garantiza la ausencia de otras visiones cuestionadas y cuestionables sobre la ciencia como actividad humana. Un ejemplo de especial interés lo encontramos en los libros de texto de Ciencias. Desde la investigación en historia y didáctica de las ciencias se ha puesto de manifiesto que la historia de la ciencia presente en dichos materiales educativos presenta una imagen netamente diferenciada e incluso antagónica respecto a la producida por la labor de los historiadores de la ciencia. Así, la historia de la ciencia que encontramos en manuales y libros de texto -ora escasa, ora anecdótica- se sitúa frecuentemente en sintonía con una imagen de la ciencia como una actividad humana producida por genios aislados que en determinadas fechas acaban de forma contundente con los saberes y prácticas que les preceden. De este modo, la historia de la ciencia sería una lista de nombres de personajes heroicos y de las fechas de sus victorias. Una sucesión lineal de modelos, teorías y leyes obsoletas que se sucedieron en el tiempo.
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Evolución histórica de los modelos atómicos que suele encontrarse en nuestros libros de texto de Ciencias. Fuente: Concepto.de
Estas narrativas heroicas y mitificadas, que también es posible encontrar en materiales y contextos divulgativos, suelen conformar la memoria de las disciplinas científicas. Disciplinas que presentarían dichas narrativas a modo de genealogía que constituye parte inherente de su ser actual. Una línea recta que conectaría las ciencias actuales con sus predecesoras. Un discurso del éxito por el cual la historia de la ciencia se revelaría anticuaria, quedando la deseada humanización de la ciencia desprovista de instrumentos intelectuales útiles. En palabras de George Sarton (1884-1956) en su artículo Est-il possible d'enseigner l'histoire des Sciences? de 1950:
«La ciencia-nos dirán- puede abandonar su propio pasado. Los artistas debieran estudiar la historia del arte, o al menos, les sería provechoso estudiarla, porque el arte del pasado es o puede ser tan nuevo y viviente como el de hoy. Por el contrario, la ciencia del pasado es inferior a la nuestra puesto que esta ha remplazado a aquella. Los últimos tratados científicos contienen todo lo que de bueno había en los tratados anteriores: han conservado lo mejor y rechazado lo que era erróneo o fútil. La perfectibilidad de la ciencia vuelve inútil el estudio de su pasado.»
Sarton, fundador de la revista Isis en 1913 (hoy, una de las más destacadas publicaciones del área) y de la History of Science Society en 1924, fue uno de los principales actores en la conformación de la historia de la ciencia como disciplina académica en el marco norteamericano. Si bien desde entonces (y especialmente, en las ultimas décadas) la historia de la ciencia ha ampliado sus temas de estudio, renovado sus preguntas e interaccionado con otras áreas, los resultados de dicho trabajo no han permeado en contextos y materiales educativos y divulgativos. Todo ello, en consonancia con la escasa visibilidad social, cultural y académica que en ocasiones presenta la historia de la ciencia en nuestro tiempo presente.
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A medio camino entre las humanidades y las ciencias y muchas veces desatendida por ambas, la historia de la ciencia constituye un necesario marco de encuentro y diálogo entre las dos culturas. Incómoda, por no obeder los cánones que parcelan el conocimiento de forma tan frecuente, la historia de la ciencia constituye una valiosa herramienta de análisis. Útil para pensar críticamente la ciencia, su enseñanza y su divulgación. Participativa, pues ofrece innumerables oportunidades para la colaboración entre historiadores de la ciencia y humanistas, científicos interesados en la historia de sus disciplinas, docentes o comunicadores, entre otros muchos campos profesionales.
Con este fin nace Esto no salía en mi libro de Ciencias. Un espacio dirigido principalmente a tres públicos. En primer lugar, a todos aquellos interesados en la educación científica. La historia de la ciencia, acompañada de la didáctica de las ciencias y siempre atendiendo a las necesidades del profesorado, constituye una valiosa herramienta pedagógica que requiere de una comunicación fluida entre docentes, didactas e historiadores de la ciencia. Todo ello desde una concepción de la didáctica de las ciencias como facilitadora del acercamiento del trabajo de los historiadores de la ciencia al profesorado de ciencias. Profesorado que, conocedor de primera mano de la realidad de las aulas, pueda encontrar en la historia de la ciencia un útil recurso didáctico.
En segundo lugar, a todos aquellos interesados en la historia de la ciencia, tanto del ámbito de las ciencias, como del de las humanidades. Visibilizar socialmente el trabajo de los historiadores de la ciencia, además de un desafío para la disciplina, constituye una oportunidad para trabajar por una cultura en la que ciencia e historia sean algo más que dos asignaturas de los años de estudio, contrarrestando el caracter compartimentado de los currículos escolares. Finalmente, este espacio estaría dirigido a todos aquellos interesados en la comunicación científica, pues la historia de la ciencia puede marcar la diferencia entre la comunicación social de la ciencia entendida como propaganda o como oportunidad para reflexionar críticamente sobre cuestiones científicas, haciendo partícipes a los públicos de la ciencia. Públicos todos bienvenidos a este recién inaugurado espacio de diálogo y reflexión sobre todo aquello que no salía en nuestros libros de Ciencias... ni en los de Historia.
Luis Moreno Martinez.

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