sábado, 24 de octubre de 2015

El riesgo de pisar Marte

Radiación letal, temperaturas extremas, aire irrespirable para el hombre, frecuentes tormentas de arena, suelo incultivable... El desértico entorno marciano no es precisamente un lugar acogedor para el ser humano, como refleja Marte (The Martian), el nuevo film de Ridley Scott que se estrenará en España el próximo 16 de octubre. Basada en la novela de Andy Weir (publicada en castellano por Nova), la película narra la angustiosa y solitaria lucha del astronauta de la NASA Mark Watney (interpretado por Matt Damon) para intentar sobrevivir en Marte con provisiones para pocas semanas y sin posibilidad de comunicarse con la Tierra. Debido a una fuerte tormenta de arena que les obliga a abortar la misión, sus compañeros se marchan a bordo de la nave espacial Hermes y le dejan allí, solo, tras darle por muerto. 
Pese a que se trata de un planeta extraordinariamente hostil para la vida, Marte es el mejor candidato en el Sistema Solar, si no el único, para acoger una futura colonia humana. Desde que el hombre pisó la Luna hace 46 años, es el siguiente objetivo de la exploración espacial. Para preparar el camino a los humanos, desde hace décadas se envían sondas y vehículos robóticos, cada vez más sofisticados, como Curiosity: examinan y analizan el terreno, seleccionan los lugares propicios para aterrizar y buscan indicios de agua y vida.
El anuncio, el pasado lunes, del hallazgo de nuevas pruebas que demuestran la existencia de agua que fluye en Marte, es un paso esperanzador: «Tiene importancia para la exploración humana porque significa que se puede obtener agua del subsuelo y también por la posible existencia de microorganismos», explica Javier Gómez Elvira, ex director del Centro de Astrobiología (CAB/CSIC-INTA), un instituto asociado a la NASA.


En 2010, Barack Obama dio un impulso a la misión tripulada a Marte asegurando que los astronautas de la NASA pisarían su superficie a principios de los años 30. Sin embargo, van pasando los años y los avances en la preparación de ese viaje se suceden lentamente y se intercalan con retrasos. Hace dos semanas, Robert Lightfoot, uno de los responsables de la NASA, anunció que la primera prueba tripulada de la cápsula Orion, que consideran clave para la misión marciana, se retrasaría un par de años, hasta 2023. 


Para poner en órbita esta nave se está construyendo un imponente lanzador, el SLS (Space Launch System), cuyo calendario de pruebas también ha sufrido retrasos. Tan sólo en la fabricación y en los test de las cápsulas Orion y del cohete SLS, la NASA va a invertir unos 18.000 millones de dólares. Y es que, más que agua, lo que realmente se necesita para ir a Marte es una gigantesca inyección de dinero, según los expertos consultados por EL MUNDO.
«Creo que faltan, al menos, dos décadas para lograrlo, quizás un poco más. La pregunta es qué pasos hay que dar para lograrlo porque aún hay algunos aspectos tecnológicos complejos que resolver. Si vamos a enviar humanos a Marte y, por supuesto, queremos traerlos de vuelta, harán falta al menos dos años de viaje. Es mucho tiempo. Estamos usando la Estación Espacial Internacional (ISS) como plataforma para preparar tecnologías que serán útiles para ese viaje», explica el alemán Thomas Reiter, director del programa de vuelos tripulados y operaciones de la Agencia Espacial Europea (ESA), durante una entrevista.


«No es ninguna sorpresa que la Luna, que está a sólo 380.000 kilómetros, nos será muy útil», señala este ex astronauta durante su visita a laEstación de seguimiento de la ESA en Cebreros (Ávila), desde donde se transmiten los datos que mandan las sondas espaciales. Según Reiter, «a diferencia de las misiones Apolo, cuando los humanos vuelvan a la Luna es muy probable que se queden para hacer mucha ciencia. Hay muchas cosas que se pueden ensayar, como la producción de oxígeno o la fabricación de combustible para los cohetes». La tecnología de impresión 3D, añade, también puede ser muy útil para fabricar componentes espaciales directamente en la superficie de la Luna y Marte, permitiendo aligerar las naves.


Uno de los quebraderos de cabeza de los ingenieros es el diseño de la nave espacial que transportaría a los astronautas a Marte, y que en la película resuelven con un minimalista y espacioso vehículo que por fuera recuerda a la ISS y por el que flotan elegantemente la comandante interpretada por Jessica Chastain y su tripulación. Tiene que ser lo suficientemente robusta como para proteger a los astronautas de la dañina radiación espacial, pero lo más ligera posible para ser muy rápida y limitar el consumo de combustible.
La duración del viaje tripulado dependerá de la posición en la que se encuentre Marte respecto a la Tierra y de las tecnologías de propulsión de la nave. Según detalla José Antonio Rodríguez Manfredi, responsable del Departamento de Instrumentación del CAB, donde desarrollaron una de las estaciones meteorológicas del Curiosity, el cálculo de las distancias es un asunto un tanto enrevesado por las órbitas tan diferentes que tienen los dos planetas. 


«Por ejemplo, en el momento del lanzamiento de Curiosity, Marte estaba a unos 248 millones de kilómetros de la Tierra. La distancia que recorrió en su viaje a Marte fue de 567 millones de km, a unos 22.000 km/hora [tardó ocho meses y medio]. Lo más cerca que Marte y la Tierra pueden estar, lo que se denomina oposición en perihelio, es unos 59 millones de kilómetros», añade Rodríguez Manfredi, investigador principal del instrumento que el CAB está desarrollando para Mars2020, el futuro rover de la NASA.
Cuando viajen personas, se elegirá una ventana de lanzamiento que permita reducir el viaje a menos de cinco meses para minimizar los riesgos para la salud.
«La radiación espacial es dañina para los humanos y su impacto, al igual que ocurre con la energía nuclear, es proporcional al tiempo que estén expuestos porque se va acumulando. Hay maneras de protegerse pero hacen la nave mucho más pesada. En la Tierra utilizamos plomo, pero lanzar al espacio plomo te impide hacer otras cosas. Cuanto más ligera hagas la nave, menos protege de la radiación. Y todo esto hay que resolverlo. No estamos seguros de cómo se haría», confiesa Álvaro Giménez Cañete, director de ciencia y exploración robótica de la ESA.
«Lo más complicado es aterrizar en Marte y despegar de nuevo», asegura Giménez. Por ello, ve más viable «hacer primero un vuelo tripulado de ida y vuelta a Marte, sin aterrizar, como se realizaron las primeras misiones a la Luna, para probar tecnologías y hacer investigaciones durante unos días en órbita con medidas reales». En cualquier caso, no cree que esta misión sin pisar Marte se pueda hacer antes de los años 30: «Aunque no se aterrice, es complicado y tienes que hacer las cosas paso a paso. En total, calcula, ese viaje podría durar alrededor de un año, la mitad de lo que haría falta si se incluyera el aterrizaje.
Otra cuestión a resolver, añade este experto de la ESA, «es el de la telemetría, es decir, cómo mandamos los datos de vuelta a la Tierra. Contamos con redes de antenas gigantes como la de Cebreros, pero no son suficientes porque cuando haya astronautas será más complejo todavía. Tenemos que mejorar las comunicaciones para ver qué ocurre en la superficie. A un rover puedes dejarlo durmiendo, pero no puedes abandonar a un astronauta», señala. Pese a todo, Giménez se muestra «optimista» y cree que se logrará hacer esa misión tripulada, «porque hay interés en lograrlo».


Uno de los retos de la exploración marciana, repasa Javier Gómez, «es usar los recursos que hay en Marte para sobrevivir». Y es que es poco práctico enviar toda la comida, agua y oxígeno para que 5 o 6 personas sobrevivan durante meses. «Uno de los experimentos de la NASA que hará el vehículo robótico Mars2020 será coger el CO2 de la atmósfera para generar oxígeno, que puede servir para tener una atmósfera respirable e incluso combustible para los cohetes. Pero también habrá que ver cómo sacar el agua del subsuelo, cómo recoger minerales e incluso construir hábitats usando el suelo y las rocas de Marte», enumera. «De momento, no se ha planteado ningún experimento para sacar agua del suelo».
El plan es mandar previamente a Marte en naves no tripuladas lo que necesiten los astronautas. También habrá que enviar por adelantado el vehículo que utilizarán para regresar, como ocurre en la película MarteUn sofisticado traje que, como narra la novela, puede tener múltiples usos, es otro elemento imprescindible. Les protegerá de la radiación y del frío extremo, con temperaturas que bajan de los -93º C. Y también de las tormentas de arena, como la que hace abortar la misión en la película: «Los pequeños tornados son muy comunes y, obviamente, complican la vida porque ensucian los paneles solares y por tanto, la obtención de energía. Además, hay grandes tormentas», explica Ricardo Amils, científico del CAB.
La alimentación es otro capítulo fundamental. En la ficción, Mark Watney se afana en cultivar patatas en un improvisado invernadero. En la vida real, las agencias llevan años haciendo experimentos para intentar producir alimentos frescos y mejorando los productos envasados de muy larga duración. Recientemente, los astronautas de la ISS probaron una lechuga cultivada en ausencia de gravedad. 
En la novela de Weir, las misiones a Marte del Programa Ares son llevadas a cabo por la NASA. Entre los tripulantes de la misión Ares 3 que protagonizan el libro sólo hay uno que no es de la agencia de EEUU, el alemán Vogel, que representa a la Unión Europea. Sin embargo, será tan caro que pocos creen que EEUU u otro país pueda llevar a cabo en solitario un viaje tripulado a Marte. "La colaboración internacional será necesaria para hacer realidad esa misión y Europa puede jugar un papel decisivo", explica Thomas Reiter, quien confía en que algún astronauta europeo formará parte de la primera tripulación que pise Marte. 
«Se trata de un viaje muy largo, así que hay una serie de aspectos que hay que considerar y resolver, tanto desde el punto de vista tecnológico como de la psicología humana. Obviamente, el presupuesto también es importante. Pero creo que se terminará haciendo esa misión», explica Alaudin Bhanji, Jefe de Proyecto de Deep Space Network, la Red del Espacio Profundo de la NASA, durante su visita a Cebreros.


Y es que, al inhóspito ambiente marciano se suman los riesgos y las tensiones que podrían surgir entre los astronautas durante el largo viaje. Estarán meses aislados en una nave viendo siempre a las mismas personas. Su carácter y su capacidad para soportar el estrés, trabajar en equipo y resolver conflictos será decisivo para el éxito de la misión.
Una de las pocas personas que han vivido una experiencia parecida en la Tierra es el ingeniero italo-colombiano Diego Urbina, uno de los seis participantes en la misión Mars500, realizada conjuntamente por la ESA y Roscosmos, la agencia rusa. Este experimento psicológico simuló en Moscú durante 520 días las condiciones de rutina y aislamiento de un viaje a Marte: «Para mí el reto más grande fue estar aislado de la sociedad, aunque como Mark Watney, descubrí que el ser humano es muy flexible, y puede resistir más de lo que esperamos».
Naturalmente, la misión se simplificaría si los astronautas no regresaran. Una posibilidad que defienden veteranos astronautas y cosmonautas como Buzz Aldrin o Valentina Tereshkova y rechazan tajantemente las agencias espaciales. 
Mars One es un controvertido proyecto que está reclutando personas para establecer la primera colonia en Marte a finales de la década de la década de 2020. De las 200.000 personas que se presentaron, pagando cuotas de inscripción que, según detalla un portavoz, oscilan entre los 5 dólares para los residentes en países como Afganistán y los 73 dólares que pagaron en Catar, han quedado 100. En 2016 la lista se reducirá a 24 aspirantes.
Mars One estima en 6.000 millones de dólares el coste de mandar el primer grupo de humanos a Marte, aunque los expertos del sector dudan que puedan llevarlo a cabo en ese plazo y con ese presupuesto. «Creo que es poco realista y, además, están las consideraciones éticas», reflexiona Thomas Reiter, el jefe de los astronautas de la ESA. «No me parece bien mandar personas a Marte y no traerlas de vuelta, aunque haya gente dispuesta a hacerlo».

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