Los autores explican que si un paciente participa en un ensayo clínico o recibe tratamiento en una consulta médica, un fármaco con un efecto biológico comprobado podría parecer ineficaz si un individuo es condicionado para que esto sea así.
Los investigadores sugieren que la actividad neural en ciertas áreas del cerebro podría ser controlada como forma de evaluar lo bien que un fármaco está funcionando para un paciente en particular. Aunque los médicos saben que las creencias y expectativas de una persona pueden influir en la eficacia de un fármaco, se han realizado pocas investigaciones para aclarar los mecanismos cerebrales que controlan cómo las expectativas diferentes en realidad interactúan con los efectos biológicos de los fármacos.
Los científicos, dirigidos por Ulrike Bingel, utilizan las imágenes de resonancia magnética funcional o IRM para examinar cómo las predicciones sombrías u optimistas de un tratamiento para el dolor alteran la actividad cerebral en un grupo de personas sanas.
Los investigadores pusieron un estimulador térmico avanzado, un dispositivo utilizado para inducir y evaluar dolor en el laboratorio, a la parte inferior de la pierna de cada voluntario. Antes de administrar un analgésico llamado remifentamilo a los participantes, los investigadores les dijeron a algunos de ellos que el fármaco no tendría efecto, a otros que disminuiría la sensación de dolor y a algunos que empeoraría el dolor.
Los que esperaban que el fármaco tuviera efecto no se molestaron, estos individuos experimentaron el doble de alivio que aquellos que no esperaban beneficios del fármaco, aunque este grupo en realidad sí consiguió cierto alivio. Por otro lado, aquellos que esperaban que el fármaco empeorara el dolor informaron de que el dolor no había cambiado.
Al examinar los escáneres cerebrales de los voluntarios, los investigadores descubrieron que la expectativa del mayor dolor estaba acompañada por una mayor activación de las neuronas en el hipocampo, la corteza media-cingulada y la corteza prefrontal media, áreas cerebrales que median en el estado de ánimo y la ansiedad. Una mucho menor actividad se observó en estas regiones en los individuos que esperaban que el remifentamilo redujera su dolor.
Además, los investigadores observaron más actividad neural en la corteza cingulada anterior y el estriado de los individuos optimistas. La actividad en estas regiones indica que los mecanismos derivados de la inhibición del dolor estaban implicados, lo que hacía más difícil que las señales de dolor accedieran a la médula espinal y el cerebro.
Carla Gallén
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