jueves, 8 de mayo de 2014

El universo profundo, visto en infrarrojo, desvela la presencia de galaxias ocultas

Hacía falta un gran telescopio cuyo espejo capte mucha luz de las estrellas y una excelente cámara de infrarrojo para echar una nueva mirada al universo ultraprofundo. Con uno de los telescopios gigantes europeos VLT, instalados en Chile, y la cámara de infrarrojo ISAAC se acaba de hacer este tipo de observación y se ha descubierto en el universo lejanísimo una multitud de galaxias ocultas a la luz visible y desconocidas hasta ahora. Los primeros análisis de estas observaciones indican que ya había galaxias evolucionadas cuando el universo tenía sólo unos 3.000 millones de años.
Bien porque la luz de algunas galaxias remotas está oscurecida por el polvo o porque en otras dejaron de formarse hace tiempo estrellas nuevas y brillantes, y los viejos astros que ahora tienen son menos ardientes, lo cierto es que muchos conjuntos estelares escapan a la detección con telescopios de luz visible, mientras que aparecen de las tinieblas si se los busca en infrarrojo.
También hay que tener en cuenta que debido a la expansión del universo, la luz emitida por las galaxias se desplaza en el espectro electromagnético hacia longitudes de onda más grandes (hacia el rojo), y que cuanto mayor es la distancia de un objeto emisor, mayor es su velocidad de alejamiento aparente del observador y mayor su desplazamiento al rojo. Por ello, no es extraño que fenómenos que emitan en ultravioleta, por ejemplo, se desplacen hacia el rojo y sean perfectamente observables en luz visible o en infrarrojo si están suficientemente lejos.
Los astrofísicos que estudian la formación de galaxias y estructuras a gran escala del universo, así como los cosmólogos, tienen un enorme interés en echar un vistazo al universo joven, cuando sólo habían transcurrido unos 3.000 millones de años desde la gran explosión inicial, lo que significa aproximadamente el 20% de la edad actual del cosmos. La verdad es que muy poco se conoce sobre la distribución de los objetos en el espacio en aquellas épocas cósmicas, y hay dudas acerca del proceso de formación de galaxias.
Ahora los científicos han podido utilizar el primero de los cuatro telescopios gigantes VLT, el bautizado Antu, del Observatorio Europeo Austral (ESO), en Cerro Paranal (Chile), para captar en su espejo de 8,2 metros de diámetro la luz procedente de un rincón del cielo conocido, denominada AXAF Campo Profundo. "Esta zona está notablemente libre de estrellas brillantes y proporciona una visión clara del universo remoto, ya que, además, hay relativamente poco polvo de nuestra galaxia, la Vía Láctea, en esa dirección". Por eso, la zona AXAF Campo Profundo ha sido seleccionada en otras observaciones de distinta longitud de onda, por ejemplo en rayos X.
Para hacer esas observaciones ultraprofundas en infrarrojo hay que hacer exposiciones muy prolongadas de campos amplios con gran sensibilidad, algo más allá de las capacidades de las cámaras de infrarrojo de telescopios de cuatro metros de diámetro. Con la cámara ISAAC de Antu los astrónomos han obtenido imágenes (en infrarrojo cercano) de una amplitud de campo sin precedentes, cubriendo unas siete veces más de lo logrado con los instrumentos anteriores.
Estos estudios, explica el ESO, abren una nueva ventana al universo ultraprofundo. Con la cámara ISAAC se puede pensar en medir la tasa media de formación estelar y el contenido total de estrellas en galaxias que están muy oscurecidas y que, por tanto, no son observables en el rango visible aunque son una parte importante de la población galáctica primitiva del universo.
Es más, combinando los datos con las imágenes de los telescopios de rayos X y ópticos, seguramente será posible echar un vistazo a los centros galácticos, e incluso observar los efectos de agujeros negros masivos y los procesos de formación estelar.

ALICIA RIVERA 

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