domingo, 16 de marzo de 2014

La ruta hacia el átomo cuántico

En otoño de 1911, el físico danés Niels Bohr inició en Inglaterra una estancia posdoctoral de un año con «estúpido e impetuoso coraje». Así describió su estado de ánimo en una carta a su prometida, Margrethe Nørlund. Bohr iba a necesitar todo ese coraje en su ruta hacia el revolucionario átomo cuántico de 1913.
A Bohr no le faltaban razones para creer que estaba destinado a hacer historia. En 1908, con 23 años, había ganado la medalla de oro de la Real Academia de Ciencias Danesa con un estudio experimental y teórico sobre los chorros de agua, publicado por la Real Sociedad de Londres. Su tesis doctoral, sobre la teoría electrónica de los metales, era tan avanzada que nadie en Dinamarca fue capaz de evaluarla.

Escogió la Universidad de Cambridge, en el Reino Unido, a fin de trabajar con Joseph John (J. J.) Thomson, ganador del premio Nobel de física de 1906 por el descubrimiento del electrón [véase «El electrón y su familia», por Jaume Navarro; Investigación y Ciencia, febrero de 2013]. Bohr descubrió que Thomson, «un genio capaz de guiar a todo el mundo», estaba demasiado concentrado en sus propias ideas como para atender a un extranjero cuyo inglés apenas podía entender. «Cuentan que sería capaz de plantar al mismo rey —escribió Niels a su hermano Harald—, lo cual dice más en Inglaterra que en Dinamarca.»

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