Los ancestros de los insectos provenían del mar. Hace unos 475 cronos (o millones de anos), las plantas empezaron a ocupar el espacio terrestre y en 100 millones de años les siguieron los primeros insectos terrestres. Eran similares a los lepistas (los pececillos de plata o de cobre que nos encontramos en los lavabos al encender de golpe la luz): invertebrados pequeños y sin alas, con un exoespqueleto duro de quitina. Cuando estos insectos primitivos empezaron a colonizar la Tierra, también empezaron a ocuparla otros invertebrados (arañas ciempiés, milpiés, escorpiones...) algunos de los cuales les depredaban.
Para escapar, que mejor que conquistar el cielo y huir volando. Las primeras alas aparecen siendo muy simples, como las de las libélulas u odonatos: membranas grandes y muy delicadas que se extendían desde el cuerpo del insecto pero que aunque buenas para volar, era muy difícil caminar con ellas en el suelo. De ahí que con el tiempo las alas pasan a desarrollarse como algo más avanzado que hasta se podía plegar hacia atrás.
Nacho Padró