martes, 21 de abril de 2020

Cómo detectar noticias sobre ciencia falsas y leerlas como los científicos

Cuando las noticias falsas, la información errónea y las teorías alternativas abundan, la lectura de las noticias se torna todo un desafío. Existe mucha desinformación respecto a la pandemia de coronavirus, el cambio climático y otros temas científicos que circulan en las redes sociales. Las noticias, aun las que provienen de publicaciones conocidas, deben tomarse con precaución.
Últimamente hemos visto titulares que sugieren que las vacunas contra el coronavirus son inminentes. Al mismo tiempo los científicos tratan desesperadamente de controlar las expectativas: llevaría más de un año poder producir una vacuna apta para ser usada. Entonces, ¿cómo abordamos las noticias científicas de manera que podamos ver más allá de lo sensacionalista y descubrir la verdad?
En un estudio reciente cotejamos 520 investigaciones junto a los artículos periodísticos que las comunicaban. Nuestro propósito era rastrear la presentación de los conocimientos científicos en su recorrido desde su punto de origen hasta que alcanzaban al público en general a través de la prensa.
De esta manera comprobamos que el conocimiento científico a veces se reproduce, pero más a menudo se reinterpreta, y su significado suele perderse en el recorrido. Basados en los resultados de nuestro estudio, creemos que existen algunas estrategias que los lectores pueden aplicar para detectar cuándo se está comunicando información científica de una manera engañosa o errónea y poder así acceder a lo que la evidencia realmente muestra.
Por medio de nuestra investigación, comprobamos que la transformación de contenidos se da de varios modos. El objetivo principal de un estudio a menudo es cambiado, de forma que se hacen conjeturas sobre cómo los resultados podrían afectar a la gente, aun en aquellos casos en que este no era el propósito de la investigación. Por ejemplo, frecuentemente se considera que las investigaciones con roedores tienen implicaciones para los seres humanos.
De la misma manera, se cambia el lenguaje sumamente técnico, no solo por frases más comunes sino también por descripciones más evocativas y sensacionalistas. Se reemplazan gráficos y diagramas por imágenes que dan la impresión de que los artículos están más relacionados con los seres humanos, cuando no es el caso.
Un ejemplo que analizamos en detalle fue el de un artículo periodístico en el sitio web del Daily Mail de 2016 que mencionaba que los implantes cerebrales pronto podrían ayudarnos a desarrollar una visión nocturna de superhéroes
Dicho artículo establecía que “científicos han usado implantes cerebrales para proveer a roedores de un ‘sexto sentido’ que les permite detectar y reaccionar a una fuente lumínica normalmente invisible.” Agregaba que este hallazgo “haría posible que el cerebro adulto se adapte a estas nuevas formas de interpretación de datos, haciendo de esta manera factible que los seres humanos desarrollen un sinnúmero de sentidos sobrehumanos.”
Una revelación realmente emocionante. Sin embargo, si este avance era tan impactante y revolucionario, ¿por qué tan pocos medios de comunicación le dieron cobertura?
La investigación en la que se basó la noticia fue publicada originalmente en el Journal of Neuroscience por un equipo de científicos del Centro Médico de la Universidad de Duke en los Estados Unidos. El trabajo exploraba cuán fácilmente se podría cambiar el procesamiento sensorial de roedores adultos con el implante de un dispositivo cerebral para enseñarles a identificar la ubicación de las fuentes de luz infrarroja. Asombrosamente, los roedores implantados aprendieron a hacerlo en menos de cuatro días.
Los científicos a cargo de la investigación sugerían que los resultados podrían tener implicaciones importantes para la ciencia básica y la medicina de rehabilitación. Pero el artículo del Daily Mail llevó esta sugerencia a otro nivel y lo interpretó como la posibilidad de brindarnos una cantidad de sentidos sobrehumanos.
El experimento se había publicado con anterioridad en New Scientist, que aparentemente fue la fuente principal de información del artículo publicado en el Mail. El artículo en New Scientist, que efectivamente hacía referencia a roedores, afirmaba que la investigación preparaba el terreno para un cerebro humano aumentado y usó imágenes que representaban el control de la mente humana. Esto facilitó que el medio informara que la investigación era una iniciativa dirigida a darle a la gente poderes sobrehumanos.
Todo esto deja a los lectores en una posición en la que tienen que intentar dilucidar qué es correcto y qué no. Les exige que lean como un científico, aun sin el entrenamiento necesario.

Estrategias para leer como un científico

Basados en nuestra investigación, hemos compilado seis estrategias para ayudarle a hacer una lectura crítica de la información científica.
  1. Lo primero es ser conscientes de que la información importante en la fuente original puede ser reinterpretada, modificada y hasta ignorada, dependiendo de lo que entiende el periodista o de lo que opte por presentar. Esto recuerda al juego del “teléfono escacharrado”, en el que los jugadores pasan un mensaje susurrándolo unos a otros.
  2. Se debe tener cuidado especial ante afirmaciones asombrosas que puedan ser exageradas (como darle a la gente un “sexto sentido”). Las afirmaciones excepcionales requieren a su vez evidencia excepcional.
  3. Compruebe la precisión y la claridad de los detalles presentados en el artículo periodístico sobre una investigación. Aseverar que un experimento ha probado un hecho en particular es mucho más contundente que decir que sugiere que algo podría ocurrir en el futuro.
  4. Busque una referencia o vínculo a la fuente original en el artículo periodístico que está leyendo como los provistos en este texto. Si los hay, es probable que el periodista haya leído la investigación original y entienda qué dice y qué no.
  5. Trate de comprobar si los argumentos presentados en el artículo periodístico pertenecen a los científicos que realizaron la investigación o al periodista mismo. Esto puede implicar tener que buscar citas o, de ser necesario, hacer comparaciones con el artículo científico original.
  6. Fíjese si otros medios están publicando la misma noticia. Si un solo medio está cubriendo un “avance asombroso”, quizás sea el momento de actuar con un poco más de escepticismo.
Estas estrategias le podrán ayudar a discernir en qué fuentes puede confiar y en cuáles no, y a detectar cuándo las noticias están siendo exageradas o mal interpretadas, aun cuando se trate de medios normalmente confiables.

El origen del coronavirus SARS-CoV-2, a la luz de la evolución

La situación tan extraordinaria que estamos viviendo como consecuencia de la pandemia de COVID-19 es solo comparable, salvando las distancias, a la que hace poco más de un siglo padeció el mundo con la de gripe de 1918. Los efectos que ha producido el nuevo coronavirus SARS-CoV-2 en todos los países son de enorme gravedad desde los puntos de vista clínico, económico y social. Ante ello, el personal sanitario está dando su vida (en algunos casos de forma literal, lamentablemente) para intentar salvar la de los demás. Nunca les agradeceremos lo suficiente todo lo que están haciendo. Los científicos intentamos aportar también nuestro trabajo y experiencia al conocimiento de este virus y a la lucha contra él.
Sin embargo, a la vez también se están difundiendo por distintas vías informaciones falsas, sesgadas y malintencionadas sobre todo lo relacionado con esta pandemia. En un mundo globalizado en el que triunfan los bulos propagados a velocidad meteórica por todo el planeta, uno de los temas que está generando mayor desinformación es el relativo al origen del SARS-CoV-2. Así, los conspiranoicos más imaginativos han afirmado que es un virus artificial, fabricado en un laboratorio.

La ciencia no se basa en opiniones

A diferencia de los opinadores, los científicos se basan en datos y en el pensamiento racional. Así, tras comparar a escala molecular este virus con otros relacionados que se han caracterizado durante las últimas décadas (desde que en 1965 fue descrito el primer coronavirus), nos dicen precisamente lo contrario. 
El SARS-CoV-2 no es un virus artificial, sino que ha surgido por selección natural a partir de otros del género Betacoronavirus, dentro de la familia Coronaviridae. Su genoma (una cadena de ARN de unos 29 900 nucleótidos de longitud) muestra diferentes porcentajes de similitud de secuencia con respecto a los otros seis coronavirus humanos conocidos. Entre ellos hay dos que se hicieron tristemente famosos en los primeros años de este siglo: el SARS-CoV-1, causante de la epidemia del síndrome respiratorio agudo grave (SARS) en 2002, y el MERS-CoV, que produjo la epidemia del síndrome respiratorio de Oriente Medio en 2012.
Los análisis de las secuencias genómicas muestran que, como los demás coronavirus humanos, SARS-CoV-2 es también de origen animal. Representa un nuevo caso de zoonosis, es decir, una infección producida a través de un “salto de hospedador” del patógeno desde otra especie animal hasta la nuestra
Por ejemplo, un coronavirus muy similar al SARS-CoV-1, responsable de la epidemia de 2002, fue en su día identificado en civetas de palmera comunes (Paradoxurus hermaphroditus) de un mercado de animales vivos en Guangdong (China), así como en trabajadores del mismo mercado. 
Por su parte, el nuevo SARS-CoV-2 no tiene al SARS-CoV-1 como el pariente más cercano. A día de hoy, los miembros del género Betacoronavirus más parecidos al virus causante de la COVID-19 se han encontrado en murciélagos (el virus llamado BatCoV RaTG13, que infecta a la especie Rhinolophus affinis) y en pangolines malayos (con varias secuencias detectadas en la especie Manis javanica).
Pero la transmisión directa desde estos mamíferos a los humanos en épocas recientes es muy poco probable, dada la gran distancia genética entre dichos virus: el linaje del SARS-CoV-2 podría haberse separado de los coronavirus de murciélago conocidos hace al menos 40 años. Por tanto, se están buscando coronavirus más similares al SARS-CoV-2 en otra u otras “especies X” que hayan podido actuar como intermediarias en el salto definitivo hasta los humanos. 
Otra opción es que, a partir de una transmisión lejana desde murciélagos o pangolines, este coronavirus haya evolucionado en nuestra especie durante mucho tiempo de forma asintomática, hasta que hace pocos meses aumentó su virulencia y comenzó a producir la enfermedad COVID-19.
Un dato muy interesante es que, al analizar en detalle la secuencia de aminoácidos de la proteína que forma las características espículas de diferentes coronavirus, la del SARS-CoV-2 presenta algunas diferencias muy claras con respecto a las demás de la familia. 
Dichas mutaciones, y sobre todo la inserción de cuatro aminoácidos en un lugar concreto de su estructura, no podrían haber sido predichas por ningún científico a partir de los datos genómicos previamente conocidos. De hecho, el genoma del SARS-CoV-2 ni siquiera contiene los “rastros” que dejarían atrás las técnicas usadas para hacer ingeniería genética en el virus.
Además, se ha comprobado que la interacción entre esta proteína de las espículas del SARS-CoV-2 y el receptor celular (nuestra proteína de membrana llamada ACE2) no se produce según sería esperable de un proceso “diseñado” para optimizar el contacto y, por tanto, para tratar de generar un virus más eficiente infectándonos. 

Desprecio de la ciencia

A diferencia de cómo trabajan los ingenieros (sean industriales o genéticos), la evolución biológica no va en busca de la “perfección” o la “optimización” sino que hace bricolaje con lo disponible: las soluciones que adopta no son las óptimas, sólo aquellas suficientemente viables en cada caso como para seguir avanzando. Este es un buen ejemplo de ello.
Por tanto, no es defendible que uno de esos “científicos locos” de las malas películas de ficción hubiese sido capaz de idear (y, mucho menos, sintetizar) un virus como el SARS-CoV-2. De hecho, esta es una curiosa característica de los conspiranoicos: desprecian toda evidencia que les llega desde la ciencia, pero a la vez nos otorgan a los científicos unas capacidades extraordinarias, como sería la de construir un nuevo virus en el laboratorio. 
Por el contrario, la naturaleza sí sabe hacerlo cuando dispone del tiempo suficiente y se produce un contacto estrecho entre distintas especies animales con la frecuencia necesaria. En este caso, ambos requisitos se han podido dar en el sureste asiático, especialmente en los mercados de animales vivos (como el de Huanan en Wuhan, en la provincia china de Hubei), con lo que la naturaleza ha podido exhibir todo su potencial.
La comparación del genoma completo del coronavirus SARS-CoV-2 con coronavirus de murciélagos y pangolines, sugiere que el virus que ha causado la pandemia de COVID-19 comparte un antepasado común más próximo con el virus de murciélagos (izquierda). Cuando la comparación se restringe a la proteína S del virus que reconoce el receptor ACE2, se observa una mayor similitud entre el virus que afecta a los humanos y el de pangolines (centro). Sin embargo, otros rasgos del virus humano lo separan por igual de los virus presentes en murciélagos y pangolines (derecha). Figura adaptada de Zhang et al. (2020).

Propaganda conspiranoica

Otra de las hipótesis infundadas en relación con el origen de la pandemia, que se está poniendo sobre la mesa desde el 14 de abril en algunos medios de comunicación norteamericanos, como un columnista del Washington Post y la cadena Fox, alentados desde la Casa Blanca, es que el SARS-CoV-2 se liberó desde un laboratorio del Wuhan Institute of Virology
En este Centro sí se ha trabajado con el coronavirus de murciélago BatCoV RaTG13 que citábamos anteriormente. Pero, tal como ha indicado en un comunicado del 16 de abril el eminente virólogo Edward H. Holmes (investigador de la Universidad de Sídney, Australia, y autor de varios artículos sobre el origen del SARS-CoV-2, entre ellos dos citados más arriba), dada la gran distancia genética ya comentada resulta evidente que este virus de murciélago no puede ser el antecedente directo del que está produciendo la pandemia de COVID-19. De forma muy gráfica Rasmus Nielsen, genetista de la Universidad de California en Berkeley, ha indicado en su cuenta de Twitter que ambos virus son “tan similares entre sí como una persona y un cerdo”.
Sin embargo, a la hora de valorar el impacto de esas noticias infundadas no podemos pasar por alto que una encuesta recientecifra en un 48 % la proporción de ciudadanos estadounidenses que consideran al presidente Trump como una fuente de información fiable sobre el coronavirus. 
Además, al bulo del virus fabricado en un laboratorio y luego liberado desde él se ha sumado incluso un premio Nobel que propone, sin ningún fundamento bioquímico, genético o evolutivo, que el SARS-CoV-2 contiene secuencias del virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), causante del sida, introducidas de manera artificial. 
Muchos virus, incluyendo los coronavirus, el VIH y el virus del resfriado común, contienen fragmentos genómicos similares adquiridos en algún momento lejano de su pasado evolutivo, pero esto no tiene nada de extraordinario.
Ante toda esta serie de bulos, la OMS ha tenido que salir al pasopara, nuevamente, recordar que el origen más probable del coronavirus SARS-CoV-2 es la infección desde animales no humanos

El culpable es la promiscuidad viral

Contrariamente a la idea del escape desde un laboratorio, el origen de este nuevo coronavirus humano en la naturaleza está claramente apoyado por esa promiscuidad viral que mencionábamos. En este contexto, merece la pena recordar los datos aportados por el zoólogo y ecólogo norteamericano Peter Daszak desde su cuenta de Twitter: en torno al 3 % de la población rural del sudeste asiático tiene anticuerpos frente a coronavirus de murciélagos, y se ha calculado que aproximadamente 1,7 millones de personas se exponen cada año a estos virus animales. A partir de ahí, sin duda la evolución puede hacer el resto.
Así, por todo lo que hoy sabemos es inverosímil que el “paciente 0” de esta pandemia fuera un trabajador del Wuhan Institute of Virology infectado por el BatCoV RaTG13. No hay ninguna prueba de que, en ese Instituto o en ningún otro, se hubiera trabajado con el virus humano SARS-CoV-2 antes de que las autoridades chinas comunicaran las primeras infecciones en Wuhan, el 30 de diciembre de 2019. De todos modos, dado cómo se suele manejar la información en ese país y los antecedentes que existen, valdría la pena investigar a fondo si se ha producido una ocultación de datos sensibles sobre este tema.
En cualquier caso esta hipótesis, sin fundamento científico pero probablemente útil en el tablero de la geoestrategia mundial (sobre todo en el contexto de la rivalidad entre Estados Unidos y China), debería responder a algunas preguntas clave. ¿El supuesto escape del laboratorio habría sido deliberado o accidental? Si fue intencionado, ¿con qué objetivo? ¿Quién sería el responsable? Ante las afirmaciones sin pruebas, estas preguntas quedan sin respuesta.
Por otra parte, incluso suponiendo que fuera cierta la idea del escape desde ese laboratorio (o desde cualquier otro), con ello no se estaría diciendo nada acerca del origen evolutivo del SARS-CoV-2. Por todo lo comentado más arriba parece imposible que el virus fuera artificial. Si su origen es natural nos encontraríamos de nuevo en el punto de partida. 
Esa postura es parecida a la de quienes, en el ámbito de la investigación sobre origen de la vida, mantienen que microorganismos ya completamente formados llegaron a nuestro planeta hace unos 4 000 millones de años a bordo de meteoritos o núcleos cometarios: tal hipótesis, conocida como “litopanspermia”, no responde a las preguntas sobre el origen de la vida, sino que simplemente las cambia de lugar. Lo que es peor, se convierte en un problema intratable por la ciencia, indistinguible del creacionismo. 
En el siglo XVIII, David Hume y Pierre-Simon Laplace nos enseñaron que las afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias. Ante las afirmaciones de un origen artificial del SARS-CoV-2 o de un escape desde el laboratorio de Wuhan, sus autores no aportan ninguna prueba. Ni siquiera ordinaria. Por tanto, no demos ningún crédito a los bulos y centrémonos en lo que dice la ciencia, porque solo la investigación en los campos de la virología, la genética y la evolución nos permitirá conocer cómo se originó este virus. Ello contribuirá de manera decisiva al desarrollo de fármacos y vacunas, con los que finalmente lograremos vencer a la pandemia de COVID-19.

El universo tiene forma de rosquilla

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Stephen Hawking (a la derecha, sosteniendo el pañuelo) posa con el Club de Remo de la Universidad de Oxford, ca. 1960. Fotografía: Gillman & Soame / Stephen Hawking: A Brief History of Mine. Cortesía de Darlow Smithson Productions.
Varias veces he visto, y una más antes de escribir estas líneas, aquel viejo programa de la BBC titulado Dios, el universo y todo lo demás en el que tres de los más grandes divulgadores científicos de nuestra época —Carl Sagan,Arthur C. Clarke y Stephen Hawking, los tres, ¡maldición!, fallecidos ya— respondían preguntas sobre el cosmos. No por el contenido de lo que dicen, que ya casi sé de memoria y, de cualquier modo, se explica mejor y con mucho más detalle en sus libros, sino por el mero placer de verlos hablando, de contrastar sus personalidades. Sagan se conduce con su habitual elocuencia, precisa y solemne. Clarke se muestra afable y con los pies en la tierra, como siempre. Stephen Hawking, que había perdido la capacidad del habla un par de años atrás, pero, aun casi por completo inmóvil, es el más vivaz de los tres invitados. Las intervenciones de Hawking estaban plagadas de chascarrillos que, una vez pronunciados por su célebre voz electrónica, esa que nunca quiso cambiar por otra más moderna, rubricaba con una amplia sonrisa y un brillo travieso en la mirada.
El humor de Stephen Hawking es lo que más me impresionaba de él, por colosales que fuesen sus aportaciones al conocimiento de la raza humana. Sabemos las condiciones en las que vivió y sería infantil pretender que no sufrió por ello, pero su sarcasmo, afilado y contagioso, nunca decreció un ápice. De hecho, era, de entre los científicos de su generación, el gamberro de la clase. Era una de las personas más inteligentes del planeta Tierra, esto no es ninguna sorpresa. Será recordado siempre como uno de los científicos más importantes de la historia. Era su faceta gamberra, sin embargo, lo que lo hacía tan cercano. Al saber su fallecimiento de Hawking, la periodistaAshley Feinberg publicó un tuit que recorrió las redes como un relámpago: «Una de mis cosas favoritas sobre Stephen Hawking es que era borde con la gente indicada». Es célebre su afición de hacer rodar su silla sobre los pies de la gente que no le caía bien, en especial personas poderosas. En 1976 le pisó los dedos al príncipe Carlos de Inglaterra. Hawking lo hizo a propósito, según comentaban los divertidos testigos. Parece ser que, además, lamentaba no haber podido pisarle los dedos a Margaret Thatcher. Eso sí, cuando le preguntaron sobre esto, el físico negó que fuese cierto. Y lo negó, claro, a su manera: «Es un rumor malintencionado. Atropellaré a cualquiera que lo propague».
El público no sentía lástima hacia él porque, al verlo en pantalla, parecía estar jugando siempre. Sus padecimientos, fueran cuales fuesen, quedaban lejos de nuestro alcance. Por el contrario, Hawking se dejaba ver en comedias de las que era un gran seguidor, como The SimpsonsFuturamaThe Big Bang Theory y toda una pléyade de sketches en programas diversos. Incluyendo, por descontado, algún cameo en su serie favorita, Star Trek, en la que se daba el gusto de ganarle una partida de póquer a Einstein. «Creo que soy más conocido por mis apariciones en estas series que por mi trabajo científico», decía, aunque sus libros hubiesen vendido ya millones de ejemplares. Y eso lo hacía feliz. Le encantaba interpretar el papel de científico engreído y antipático, broma recurrente que mantuvo durante años. Jamás se dejó colocar sobre un pedestal.
Habla por sí solo que al físico más insigne de nuestro tiempo ya se lo esté recordando más por su efervescente personalidad que por sus teorías científicas. Quienes no somos físicos no podemos pretender que entendemos a fondo esas teorías —sospecho que incluso algunos físicos tampoco—, pero Hawking huía del envaramiento como de la peste y no parecía importarle lo más mínimo el sentimiento de reverencia que despertaba como el Isaac Newton contemporáneo que era. Recuerdo un divertido sketch en el que mantenía una conversación telefónica con Jim Carrey, afirmando que estaba muy contento de que al actor le hubiesen gustado «mis últimas teorías sobre el universo ecpirótico. Ni me molesto en explicárselas al resto de personas. Sus cerebritos de guisante no pueden siquiera captar la idea. Y ahora tengo que irme, estoy demasiado ocupado viendo Dos tontos muy tontos; me asombra su pura brillantez. Jim, eres un genio». A lo que Carrey respondía: «No, no. Tú eres un genio». Hawking zanjaba la cuestión con lógica de patio de colegio: «No. Tú eres un genio multiplicado por infinito». Hawking, capaz de los más agudos sarcasmos, producía la impresión de disfrutar mucho también con el humor más chorra.
Es de una relevancia extraordinaria que Stephen Hawking ayudase a iluminar un poco más el camino hacia la resolución de los misterios cósmicos, pero no es menos relevante el ejemplo de lo que hizo con su vida desde una posición tan desfavorable. Sus aportaciones científicas quedarán para la posteridad, pero su personalidad nos servía y nos continuará sirviendo de ejemplo a quienes hemos compartido su época y lo hemos visto sonreír con mirada de regocijo después de cada una de sus inofensivas maldades de escolar. No todos podemos entender su ciencia, pero sí podemos entender su mensaje vital: «Cuando cumplí veintiún años, mis expectativas fueron reducidas a cero. Era importante que llegara a apreciar lo que tenía. Y es también importante no enfadarse, sin importar cómo de difícil sea la existencia, porque puedes perder toda esperanza si no eres capaz de reírte de ti mismo y de la vida en general».
Así lo dijo el hombre que, sin ninguna vergüenza, le robó a otro de los referentes filosóficos de nuestros días, Homer Simpson, la teoría de que el universo tiene forma de rosquilla.

martes, 14 de abril de 2020

enseñanzas de una pandemia: la peste negra

Las pandemias han sido habituales durante toda la historia, pero si una fue especialmente cruenta por su mortalidad y sus consecuencias fue la peste negra. Resulta relevante recordar esas consecuencias para evitar desastres como los ocurridos con anterioridad.

Un médico saja un bubón a una paciente. Fresco de la capilla de San Sebastián. Siglo XV. Lanslevillard, Francia.

Foto: Scala, Firenze.
la mayoría de la gente no piensa en la muerte. Esto nos lo recuerda la muerte misma mientras juega al ajedrez en la playa de El séptimo sello, la película más conocida de Ingmar Bergman. Siempre llega el día, apunta su contrincante, en que estando al borde de la vida uno no tiene más remedio que confrontarse con la oscuridad.
A lo largo de la historia ha habido pocas ocasiones más propicias para reflexionar sobre la propia mortandad como las pandemias. De entre todas ellas, la peste negra ha sido la más devastadora. Aún hoy impregna la imagen de época oscura que muchos tienen del medievo, al que Petrarca ya denominaba saeculum obscurum antes de la plaga, por otros motivos.
Esta pestis se llevó por delante al menos a un tercio de la población europea, alcanzando su máximo punto de virulencia entre 1348 y 1350.

UN MISTERIO RESUELTO 500 AÑOS DESPUÉS

Hoy conocemos el origen de la enfermedad, descubierto en 1894 por Alexandre Yersin y por Kitasato Shibasaburō: un bacilo llamado Yersinia pestis, natural en los roedores ytransmitido a los humanos a través de la pulga de rata. También sabemos que esta bacteria ha sido la causante de tres grandes brotes: la plaga de Justiniano en el siglo VI, la citada peste negra y la más reciente, la llamada tercera pandemia, que provocó la muerte de millones de personas en China e India en la segunda mitad del siglo XIX. Dejemos que sea Boccaccio el que describa la dolencia:
“Y no era como en Oriente, donde a quien salía sangre de la nariz le era manifiesto signo de muerte inevitable, sino que en su comienzo nacían a los varones y a las hembras semejantemente en las ingles o bajo las axilas, ciertas hinchazones que algunas crecían hasta el tamaño de una manzana y otras de un huevo, y algunas más y algunas menos, que eran llamadas bubas por el pueblo (…) inmediatamente comenzó la calidad de la dicha enfermedad a cambiarse en manchas negras o lívidas que aparecían a muchos en los brazos y por los muslos y en cualquier parte del cuerpo, a unos grandes y raras y a otros menudas y abundantes”.
El escritor italiano dedicó las primeras páginas de El Decameróna relatar la plaga que asoló Florencia en 1348 y explicó sin saberlo los tres tipos principales de peste: la bubónica, la neumónica y la septicémica, provocadas por la picadura de la pulga o por la inhalación de gotitas de Flügge.

CONTAGIO GLOBAL A TRAVÉS DEL COMERCIO

El texto nos da además una idea del origen oriental de la enfermedad, que entró en Europa en los barcos mercantesitalianos provenientes de Crimea y de Constantinopla. Aunque el foco primigenio es aún hoy motivo de debate, sabemos que a partir de 1347 la epidemia se extendió de manera imparable por todo el continente a través de las redes comerciales y de los viajeros, vectores inevitables en una época en la que la gente se movía mucho más de lo que se suele pensar.
La peste negra se convirtió con el tiempo en una enfermedad recurrente y fue asociada junto a la guerra y al hambre en lo que Julio Valdeón llama la trilogía de grandes catástrofes que conforman la crisis del siglo XIV.
para saber más
El triunfo de la muerte
Edad Media

La peste negra, la epidemia más mortífera

En 1348, una enfermedad terrible y desconocida se propagó por Europa, y en pocos años sembró la muerte y la destrucción por todo el continente
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AISLAMIENTO Y EFECTOS A LARGO PLAZO

Los estragos sufridos en esta primera ola de mediados del XIV no se olvidaron fácilmente y, aunque con el tiempo la gente se acostumbraró a convivir con la enfermedad, no dejaron de aparecer fuentes que nos recuerdan su incómoda presencia. Por ejemplo, las Andanzas del caballero cordobés Pedro Tafur, que nos indica lo difícil que era acceder a Constantinopla por el mar Negro en 1437 debido a las cuarentenas y a los bloqueos.
También tenemos textos como el diccionario de Georg von Nürnberg, pensado para alumnos venecianos de lo que hoy llamaríamos una escuela de negocios, donde se aporta el vocabulario básico para informarse sobre la pestilencia y sobre los peligros del camino en 1424.

CONSECUENCIAS ECONÓMICAS Y RACISMO

Las consecuencias inmediatas de la pandemia no fueron únicamente sanitarias. La morbilidad, curiosamente mucho más alta en zonas rurales y con menos densidad de población, supuso la despoblación de muchos núcleos rurales, la pérdida de rentas de señores y terratenientes y una inflación disparada de productos básicos, combatida con una subida de salarios.
En muchas regiones la economía tardó una generación en recomponerse y en numerosos casos la actividad se modificó sustancialmente. El cambio al teletrabajo de los tiempos actuales del coronavirus tuvo en la época un equivalente en la expansión de la ganadería, para la que no hacía falta tanta mano de obra y en la que se aprovechaban los espacios abandonados.
En cuanto a sus repercusiones sociales, la epidemia terminó por cristalizar el antijudaísmo en Europa.
De poco sirvió que los judíos enfermasen de la misma manera o que el Papa Clemente VI condenara la violencia contra ellos. Entre 1348 y 1351 numerosas comunidades, acusadas de contaminar las aguas y los pozos, sufrieron pogromos y persecuciones. En algunas ciudades, como Maguncia y Colonia, la minoría hebrea fue eliminada casi por completo.
Parece conveniente recordar estas enseñanzas del pasado, en un momento en que el coronavirus despierta la solidaridad entre vecinos, pero en ocasiones también el miedo al otro y el racismo.
para saber más
04 medico bacteria peste negra
Murió el 25% de la población

La peste de Justiniano

En el año 541, el Imperio bizantino fue golpeado por una terrible epidemia de peste en la que el emperador estuvo a punto de morir
Leer artículo
*Pedro Martínez García es profesor de Historia Medieval en la Universidad Rey Juan Carlos. Esta nota apareció originalmente en The Conversation y se publica aquí bajo una licencia de Creative Commons.

Ébola : retrato de un virus letal

NOTICIAS
Un miembro del personal médico se ajusta la indumentaria protectora antes de entrar en un centro de tratamiento del ébola dirigido por la Alliance for International Medical Action, el 12 de agosto de 2018 en Beni (República Democrática del Congo)
Un miembro del personal médico se ajusta la indumentaria protectora antes de entrar en un centro de tratamiento del ébola dirigido por la Alliance for International Medical Action, el 12 de agosto de 2018 en Beni (República Democrática del Congo)© AFP/Archivos John Wessels

El Ébola, del que se declaró un nuevo caso el viernes en República Democrática del Congo tras 52 días sin anunciar ninguno, es un virus feroz para los humanos, responsable de más de 15.000 muertes desde 1976.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) este virus ha matado a 2.273 personas en el este del país desde la declaración de la más reciente epidemia, el 1 de agosto de 2018.

¿Cuál es su origen?

El virus del Ébola fue identificado por primera vez en 1976 en la República Democrática del Congo (RDC, que en ese momento se llamaba Zaire). Este virus de la familia filoviridae (filovirus) debe su nombre a un río en el norte del país, cerca de donde se registró la primera epidemia.
Una proveedora de carne de animales gesticula mientras despacha en el mercado de Bimbo (República Centroafricana) el 2 de junio de 2018. La mayoría de los reservorios animales del virus del Ébola provienen de Lobaye, una zona al suroeste del país
Una proveedora de carne de animales gesticula mientras despacha en el mercado de Bimbo (República Centroafricana) el 2 de junio de 2018. La mayoría de los reservorios animales del virus del Ébola provienen de Lobaye, una zona al suroeste del país© AFP/Archivos Florent Vergnes
Desde entonces se han identificado cinco “subtipos” distintos: Zaire, Sudán, Bundibugyo, Reston y Tai Forest. Los tres primeros son la causa de grandes epidemias en el continente africano.

¿Cómo se transmite?

El virus circula entre murciélagos frutícolas, considerados el huésped natural del Ébola, pero no desarrollan la enfermedad.
Otros mamíferos como los grandes simios, los antílopes o los puercoespines pueden transportarlo y luego transmitirlo a los humanos.
Durante una epidemia, el virus se transmite entre humanos a través del contacto directo y cercano. Una persona sana está contaminada por los “fluidos corporales” de una persona enferma, tales como sangre, vómito o heces.
A diferencia de la gripe, este virus no puede transmitirse por el aire. Así, el Ébola es menos contagioso que muchas otras enfermedades virales.
Cómo actúa el virus de Ébola
Cómo actúa el virus de Ébola© AFP John Saeki/Adrian Leung
Pero este virus tiene una “tasa de mortalidad” muy alta: alrededor del 50% y hasta el 90% para ciertas epidemias, según la OMS.

¿Cuáles son los síntomas?

Después de un período de incubación de 2 a 21 días (en promedio, alrededor de cinco días), la enfermedad se manifiesta como fiebre repentina, debilitamiento, dolor muscular y articular, dolor de cabeza y dolor de garganta, y en algunos casos hemorragias.
Las secuelas que se observan en los sobrevivientes incluyen artritis, problemas de visión, inflamación ocular y discapacidad auditiva.

¿Cuáles son los tratamientos?

La primera vacuna, fabricada por el grupo estadounidense Merck Shape y Dohme, demostró ser eficaz contra el virus en un importante ensayo realizado en Guinea en 2015.
Esta vacuna, precalificada en noviembre de 2019 por la OMS para su aprobación, se usó en más de 300.000 dosis en una campaña de vacunación durante este último brote en la RDC.
Ébola: tratamientos prometedores
Ébola: tratamientos prometedores© AFP Simon MALFATTO
Una segunda vacuna experimental, del laboratorio estadounidense Johnson & Johnson, fue introducida en octubre de 2019 como medida preventiva en áreas donde el virus está ausente y más de 20.000 personas fueron vacunadas.

La peor epidemia (2013-2016)

Surgida en el sur de Guinea en diciembre de 2013, la epidemia más violenta de la historia se ha extendido a los países vecinos de África occidental.
Según la OMS, la epidemia terminó en marzo de 2016 pero se cobró la vida de más de 11.300 personas de los casi 29.000 casos registrados. Más del 99% de las víctimas eran de Liberia, Sierra Leona y Guinea.

Décima epidemia en la RDC

La epidemia en la RDC comenzó el 1 de agosto de 2018 en la provincia de Kivu del Norte antes de extenderse marginalmente en Ituri y en Kivu del Sur (en el este del país). La OMS la convirtió en una emergencia sanitaria internacional en julio de 2019, cuando amenazó a los países vecinos.
Es la décima epidemia del virus del Ébola en suelo congoleño y la segunda más grave en África después de la de 2013-2016. El último informe de la OMS muestra 2.273 muertes en unos 3.340 casos.

Las epidemias el siglo XXI, menos mortíferas que las del siglo XX

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Una integrante del personal sanitario iraní trabaja en la producción de pruebas de detección del coronavirus, el 11 de abril de 2020 en un centro médico de Karaj, al norte de Irán
Una integrante del personal sanitario iraní trabaja en la producción de pruebas de detección del coronavirus, el 11 de abril de 2020 en un centro médico de Karaj, al norte de Irán© AFP Atta Kenare

Antes del nuevo coronavirus, que ha dejado hasta ahora 100.000 muertos en el mundo, el siglo XXI vivió otras epidemias pero menos mortíferas que las del siglo anterior.

Las principales epidemias del siglo XXI

2013-2016 y desde 2018: Ébola en el oeste de África

El virus del Ébola, identificado por primera vez en 1976, provocó entre finales de 2013 y marzo de 2016 una epidemia hemorrágica en Guinea, Sierra Leona y Liberia. Se trata de un virus menos contagioso que otros pero con una tasa de mortalidad muy elevada (un 50%).
Balance: 11.300 muertos.
El virus reapareció en agosto de 2018 en el este de la República Democrática del Congo. Tras 52 días sin casos, la RDC tenía que declarar el 13 de abril de 2020 el fin de la epidemia pero hubo otro deceso y habrá que esperar al menos 40 días para tener la certeza de que terminó.
Balance: al menos 2.273 muertos.

2009-2010: gripe A (H1N1)

Balance: 18.500 muertos según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Según la revista médica The Lancet son muchos más, entre 151.700 y 575.400.
La gripe, llamada primero gripe porcina por la OMS, apareció en México en marzo de 2009. El 11 de junio fue declarada pandemia pero finalmente fue mucho menos mortal de lo esperado.
Varios países organizaron campañas masivas de vacunación pero a posteriori fueron criticados, igual que la OMS, por una movilización excesiva, teniendo en cuenta que la gripe estacional mata cada año entre 250.000 y 500.000 muertos (cifras de la OMS).

2002-2003: SRAS

Balance: 774 muertos.
Epidemias: curar y protegerse a través de los siglos
Epidemias: curar y protegerse a través de los siglos© AFP Alain BOMMENEL
El Síndrome Respiratorio Agudo Grave (SRAS) apareció en 2002 en el sur de China. Fue transmitido del murciélago al hombre a través de la civeta, un mamífero salvaje que se vende vivo en los mercados chinos.
El SRAS, muy contagioso y que provoca neumonías a veces mortales, afectó en particular a Hong Kong (80% de los casos) y a otros 30 países pero con un número limitado de víctimas y una tasa de mortalidad del 9,5%.

2003-2004 : gripe aviar

Balance: 400 muertos
Afectó primero a los criaderos de pollos en Hong Kong y luego se transmitió a los humanos pero dejó un balance limitado de víctimas.

Les grandes epidemias del siglo XX

De 1981 a la actualidad: sida

Balance: 32 millones de muertos, según ONUSIDA.
En 2018 unas 770.000 fallecieron por enfermedades relacionadas con el VIH, que afecta al sistema inmunitarios.
Hoy 24,5 millones de personas tienen acceso a tratamientos antirretrovirales contra el sida.

1968-1970: gripe de Hong Kong

Balance: un millón de muertos (cifra de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades estadounidenses, CDC)
Entre 1968 y 1970 esta enfermedad, que mataba a niños, surgió en Asia y llegó a Estados Unidos y luego a Europa.
Está considerada la primera pandemia moderna porque se transmitió gracias al transporte aéreo rápido.

1957-1958: gripe asiática

Balance: 1,1 millones de muertos (cifras de los CDC).
El virus, que provocaba graves problemas pulmonares, apareció en China en febrero de 1957 y al cabo de varios meses pasó a América y a Europa. Las principales víctimas fueron personas mayores.

1918-1919: gripe española

Balance: hasta 50 millones de muertos (cifras de los CDC).
Esta gripe llamada “española”, activa en 1918 y 1919, está considerada como la más mortal de la historia en un periodo tan corto.
Dejó cinco veces más muertos que los combates de la Primera Guerra Mundial. Se detectó por primera vez en Estados Unidos y luego se propagó a Europa y al mundo entero. Su tasa de mortalidad era de más del 2,5%, según los CDC.