jueves, 27 de diciembre de 2018

Manipulación y persuasión numérica

Ha llegado la Navidad y Madrid, como muchas ciudades del mundo, parece haberse convertido en un gigantesco zoco. ¿Se siente el lector abrumado por la multitud de luces que adornan su ciudad? ¿Experimenta una mezcla de excitación y ansiedad? ¿Se desorienta con tanto gentío y algarabía?
Esa inquietud anímica es resultado de sutiles manipulaciones. Estas consiguen que usted, que busca un producto concreto, experimente el impulso incontrolado de consumir. Está sufriendo los efectos de la «transferencia de Gruen», así llamada en honor al arquitecto austríaco Victor Gruen, quien diseñó el primer centro comercial en 1956. Hasta finales del siglo XIX, los comerciantes no usaban el entorno de venta como acicate para el consumo. Como mucho, un vendedor que competía por una buena posición en el mercado apilaba sus productos de manera atractiva. La ambientación coercitiva cambió totalmente este panorama: los científicos habían descubierto que nuestro inconsciente generaba respuestas irracionales pero mecánicas frente a determinados estímulos.
A partir de numerosos experimentos, inicialmente de corte conductista, en áreas como la mercadotecnia, la publicidad o la organización del trabajo, así como de los avances en psicología y neurología de la conducta, han surgido nuevas áreas como el neuromárketing o la economía conductual. La economía clásica supone que las personas toman decisiones racionales y, si se equivocan, esos errores se corrigen con rapidez. Sin embargo, décadas de investigaciones han demostrado que, frente a determinados estímulos, nuestro comportamiento se torna indefectiblemente irracional.
En principio eso sería una mala noticia para economistas y publicistas, ya que ¿cómo prever el comportamiento de las personas si estas son erráticas e insensatas? Sin embargo, la buena noticia para ellos, y mala para nosotros, es que somos previsiblemente irracionales. Nuestro comportamiento irracional es sistemático y muestra patrones repetitivos. Debido al funcionamiento de nuestro cerebro, todos cometemos los mismos errores frente a ciertos condicionamientos. Para ilustrar cómo se usan estos conocimientos, y ya que esta es una columna de matemáticas, a continuación nos centraremos en su uso con los números.

Lléveselo a casa por 19,99
Comencemos con un ejemplo conocido desde los años treinta del siglo xx: los precios que terminan en 90, 95 o 99. Este truco es tan viejo que ya nadie debe caer en él, ¿verdad?
Gumroad es una plataforma estadounidense en línea que permite a creadores variopintos vender sus productos sin más intermediarios. En la tabla adjunta, recogida por el psicólogo del consumo Nick Kolenda en su página web, vemos el porcentaje de personas que compraron cierto producto tras ver el mismo anuncio pero con precios distin­tos: en un caso, n dólares; en otro, n dólares menos un céntimo. No puede negarse el efecto, que en algunos casos casi dobla las ventas.
Truco viejo pero efectivo: Por más que todos lo sepamos, los precios acabados en 99 nos siguen incitando a consumir más. Estos datos, extraídos de la plataforma estadounidense de venta en línea Gumroad, muestran el porcentaje de personas que compraron cierto producto tras ver el mismo anuncio con precios distintos. En algunos casos, rebajar el precio en tan solo un céntimo casi llegó a doblar las ventas.
Truco viejo pero efectivo: Por más que todos lo sepamos, los precios acabados en 99 nos siguen incitando a consumir más. Estos datos, extraídos de la plataforma estadounidense de venta en línea Gumroad, muestran el porcentaje de personas que compraron cierto producto tras ver el mismo anuncio con precios distintos. En algunos casos, rebajar el precio en tan solo un céntimo casi llegó a doblar las ventas.


Pero ¿por qué percibimos tan distinta la magnitud de un precio acabado en 9 y la de otro tan solo un céntimo más caro? Según los psicólogos del consumo Manoj Thomas y Vicki Morwitz, nuestro cerebro codifica de manera inconsciente el tamaño de un número antes de terminar de leerlo: «Al evaluar 2,99, el proceso de codificación de magnitudes empieza en cuanto nuestros ojos encuentran el número 2. En consecuencia, la magnitud percibida de 2,99 queda anclada al dígito situado más a la izquierda (es decir, 2) y se vuelve significativamente inferior a la magnitud 3,00».
El efecto en realidad debería llamarse del «dígito de la izquierda», pues, como apuntan estos investigadores, afecta a nuestra percepción de magnitud solo si cambia la primera cifra de todas. Así, un céntimo de diferencia entre, por ejemplo, 3,60 y 3,59 carece de importancia.
Pero eso no es todo. ¿Se han fijado en que algunas tiendas enfatizan este efecto disminuyendo el tamaño de los dígitos después del decimal en los carteles de precios? Se trata de un efecto persuasivo basado en la tipografía: el público percibe que un precio que figura en una fuente menor es también más bajo. Por supuesto, todo esto sucede de manera inconsciente, sin nuestro control ni conocimiento.
Las investigaciones muestran también que eliminar los puntos (por ejemplo, escribiendo 3299 € en vez de 3.299 €) crea la ilusión de un producto más barato. De modo similar, una fuente con menos interletraje (el espacio que se añade entre las letras) también influye para que el precio se perciba como menor. Incluso la disposición espacial nos condiciona: si un precio se halla a la izquierda o en la parte inferior de un cartel, lo percibiremos como más bajo que si se encuentra a la derecha o en la parte superior.

Productos fluidos
Es probable que todos los efectos anteriores guarden alguna relación con lo que los psicólogos llaman «fluidez». Al cerebro humano no le gusta la complejidad, así que los mensajes simples que podemos procesar de manera fluida y automática nos generan sensaciones positivas. Esto es el abecé de la manipulación: piensen, sin ir más lejos, en el triste espectáculo de la política pública. Cuanto más rápido entendamos algo, más nos gustará de manera inconsciente. Por ejemplo, se ha determinado que, cuando leemos un precio, nuestro cerebro accede de forma no consciente a su versión auditiva. Y puesto que resulta más sencillo procesar precios fonéticamente más cortos, percibimos como más bajas las cantidades con menos sílabas.
Pero los números no aparecen solo en los precios. Muchas marcas usan cifras para nombrar sus productos, como Nikon D40 o D50, o BMW 1, 3 y 5. Tales números ayudan a distinguir el producto, pero también aumentan su atractivo: ¿no le suena mejor KH7 que KH? Pero ¿por qué KH7 y no KH27? Diversos estudios han demostrado que evaluamos de manera más positiva los números que usamos más a menudo. Los procesamos con mayor facilidad y nos resultan más fluidos.
Más aún: en un experimento reciente se pedía a los participantes elegir entre dos marcas de sopa: Campbell y V8. En un grupo de sujetos, V8 se anunciaba como: «Obtén la aportación diaria de vitaminas y minerales esenciales en una botella de V8». En otro, se presentaba como: «Obtén la aportación diaria de 4 vitaminas y 2 minerales esenciales en una botella de V8». Presentada de la segunda manera, acompañada con los números 2 y 4, esta opción fue mucho más elegida. El número 8 es una de esas cifras corrientes de las que hablábamos y, según los investigadores, la sencillez de la conexión con el producto 2×4 = 8 facilitaba el procesamiento fluido, ya que tenemos totalmente automatizadas las tablas de multiplicar.
Debido a la fluidez, un precio que puede procesarse rápidamente, como los números redondos 10 o 100, nos parecen más justos que 9,73 o 99,68. Ocurre así siempre y cuando nuestra compra sea «emocional». Los segundos, que requieren más recursos mentales, resultan sin embargo más efectivos cuando nuestra compra es «racional».
Adquirir una casa debería ser una compra racional. Pero, como los números pequeños con los que estamos acostumbrados a trabajar nos resultan fluidos, asociamos de forma inconsciente «preciso» con «más barato». Un análisis de 27.000 transacciones inmobiliarias mostraba que los compradores estaban dispuestos a pagar más dinero si el precio parecía más preciso, como 363.785 € frente a 360.000 €, por ejemplo. En un experimento, se pidió a los participantes que estimasen el precio real de un televisor de plasma a partir de un precio de venta sugerido. Cuando estos eran precisos, como 4.998 € o 5.012 €, concluyeron que el precio real debía estar próximo a esas cifras. Sin embargo, frente a un precio redondo, como 5.000 €, se decantaron por pensar que debía valer mucho menos.

Anclas mentales
Conteste en orden a las dos preguntas siguientes: ¿El río Nilo mide más o menos de 300 kilómetros? ¿Qué longitud diría que tiene el río Nilo?
La respuesta a la segunda pregunta varía de manera ostensible si cambiamos los 300 kilómetros de la primera por 15.000. El número 300 ejerce de «ancla» y lo tomamos inconscientemente como número de referencia para nuestra estimación. Así, cuando se usan 300 kilómetros en la primera pregunta, la gente da una estimación media de 450 kilómetros en la segunda. Sin embargo, si se usa 15.000 como ancla, la estimación media asciende a unos 9000 kilómetros.
Fueron los famosos psicólogos cognitivos Amos Tversky y Daniel Kahneman, este último premio nóbel de economía, quienes descubrieron esta forma de condicionamiento, conocida como anclaje. Cuando pidieron a un grupo de participantes que estimaran mentalmente el resultado del producto 1×2×3×4×5×6 ×7×8, obtuvieron una evaluación media de 512. Sin embargo, cuando solicitaron lo mismo para el producto invertido, 8×7×6×5×4×3×2×1, la estimación subió a 2250. ¿Por qué, si en ambos casos el resultado es 8! = 40.320? Tversky y Kahneman sugirieron que los primeros números de la serie influían de manera decisiva al ejercer de ancla en nuestra estimación final.
Desde el descubrimiento de este sesgo cognitivo, su estudio y empleo en publicidad ha sido imparable. En un experimento en el que se vendían discos de música en el puesto de un mercadillo, el vendedor adyacente alternaba cada 30 minutos el precio de una sudadera expuesta de 10 $ a 80 $. Esa cantidad sirvió como ancla: cuando la sudadera se vendía a 80 $, los compradores pagaban más por los discos, y viceversa. Por tanto, solo hace falta exponer el precio de cualquier cosa para que actúe como ancla.
El anclaje no solo funciona con los precios, sino con cualquier número, como demostraron el economista conductual Dan Ariely y sus colaboradores. En un famoso experimento se mostraba a los sujetos una serie de productos sin precio y con valor medio en el mercado de 70 $. Un participante lanzaba una moneda y, si salía cara, se le preguntaba si compraría el producto al precio en dólares indicado por los dos últimos dígitos de su número de la seguridad social. Cuando salía cruz, se le preguntaba qué cantidad estaría dispuesto a pagar como máximo por ese producto. Los resultados mostraron que, cuanto mayor era la cifra aportada por el número de la seguridad social (un número de dos cifras escogido al azar), mayor era el precio medio que estaban dispuestos a pagar.
El efecto ancla es muy común. Piense, por ejemplo, que los saldos y rebajas se benefician de este fenómeno al mostrarnos un supuesto precio original junto al nuevo valor rebajado. Los vendedores usan también este truco cuando comienzan presentándonos el artículo más caro de todos, aun sabiendo que no lo vamos a comprar. Y, de igual manera, el comerciante de un zoco árabe siempre comenzará a negociar fijando un precio muy elevado.

Señuelos
Veamos con detalle un último truco: el señuelo. Esta estratagema es frecuente en restauración. Suponga que desea un café y que dispone de dos opciones: un vaso pequeño por 2 € o uno grande por 5 €. Usted se debate entre el precio y el tamaño. ¿Qué sucede si añadimos una tercera opción, consistente en un vaso mediano por 4 €?
Acabamos de introducir un señuelo. Puede que usted no quisiera un café tan grande, pero de repente este se ha convertido en una buena opción si lo comparamos con el mediano. De hecho, más personas escogerán el café grande en lugar del pequeño si añadimos el señuelo.
Cuando nos ofrecen diferentes versiones de un producto, las comparamos. Para que nos decantemos por la opción más cara y rentable para el vendedor, se añade una versión similar pero peor de un producto caro: el señuelo. Entonces, como por arte de magia, el mismo producto caro se nos antoja más atractivo.
En otro famoso estudio, Ariely y su equipo presentaban una oferta de suscripción para la revista The Economistcon dos opciones: (1) solo web por 59 $, y (2) impresa y web por 125 $. Así planteada, el 68 por ciento de los clientes optaban por la opción (1) y el 32 por ciento lo hacía por la (2).
Luego añadieron un señuelo: solo impresa por 125 $. La situación cambió por completo. Nadie elegía esta última opción, ya que, por el mismo precio, la oferta (2) original ofrecía además la versión web. Pero, bajo estas condiciones, nuevas solo en apariencia, la oferta (2) fue elegida por el 84 por ciento de los clientes, frente al 1 por ciento que se siguió decantando por la (1). La opción solo impresa impulsó al público a comparar las otras dos. Y, como era una oferta similar pero peor que la segunda, el cliente podía reconocer con facilidad el valor de esta última. Como consecuencia, The Economist obtuvo un 43 por ciento más de ingresos.
Acabamos de describir una pequeña muestra de las posibilidades manipuladoras solo a través de simples números. Si quieren saber más, busquen términos como «regla del 100» (si se ofrece un descuento en un producto cuyo precio original es menor que 100, es mejor presentar la rebaja en forma de porcentaje; en caso contrario, mejor usar el valor absoluto), «sorpresa y reformulación» (este producto cuesta 300 céntimos —sorpresa—; eso son solo 3 € —reformulación—); «portazo en la cara» (¿me prestas 100 €? ¿Y 10 €?); «recencia y primacía» (sobre el efecto de colocar un mensaje al principio o al final) o «enfoque de pérdidas y ganancias» (basado en las célebres investigaciones de Kahneman sobre la toma de decisiones). En la página web de Kolenda podrá encontrar hasta 42 estrategias de persuasión basadas en números.
Imaginen qué nivel de refinamiento han alcanzado las técnicas de manipulación y persuasión si lo que han leído aquí se centra solo en meros números. ¿Qué podemos hacer frente a ellas los simples consumidores? Nuestra única esperanza es divulgar estas técnicas para que el ciudadano sea consciente de su uso y actúe en consecuencia. Pero mucho me temo que, si nuestras respuestas son irracionales, inconscientes y automáticas por naturaleza, nunca mejor dicho, «estamos vendidos».
Bartolo Luqye para I&C

miércoles, 19 de diciembre de 2018

¿CÓMO SABEN LOS ASTRÓNOMOS EL TAMAÑO QUE TIENE UNA ESTRELLA?

Swarovski Star Raising For 2013 Rockefeller Center Christmas Tree
John Lamparski
Los científicos consiguen conocer esta magnitud aplicando la fórmula para calcular el área de la superficie de una esfera, 4πr2, donde r es el radio de la estrella. Parece fácil, pero requiere ser capaz de conocer dos datos: la distancia que nos separa del astro, para lo que se recurre a distintos métodos en función de su lejanía, y la temperatura de su superficie, una información que llega codificada en el color de su luz y que es vital (define cuánta luz emite el cuerpo celeste por unidad de superficie). 
Una vez que estos parámetros dejan de ser incógnitas, es posible calcular el brillo total del objeto a partir del que observamos en la Tierra, siempre que se conozcan las leyes físicas que dictan el ritmo con el que la luz se apaga en caminos tan largos. Como las estrellas son esféricas, una vez que se sabe el brillo total es posible conocer su superficie y utilizar la fórmula para hallar su radio. El método es extremadamente preciso y pone de manifiesto las enormes diferencias que existen en el tamaño de las estrellas. Por ejemplo, Próxima Centauri es una décima parte de nuestro Sol, y el radio de la estrella R136a1 es treinta veces mayor que el del astro rey.

La NASA descubre 'delfines' nadando en la superficie de Júpiter

Júpiter está dejando de ser un misterio para la NASA gracias a la sonda espacial Juno. Desde mediados de 2016, Juno está completando vueltas al planeta tomando datos y fotografías sobre el planeta más grande del Sistema Solar.
Durante su decimosexto giro alrededor del planeta, la sonda espacial ha obtenido una serie de imágenes sobre su atmósfera y las formaciones nubosas de su superficie que no han pasado desapercibidas para la propia NASA, que ha compartido en sus perfiles de redes sociales un peculiar detalle en varias de sus fotos.
Hace unas semanas se hacían públicas algunas de estas imágenes, en las que se podían observar con detalle las asombrosas tormentas de Júpiter, en concreto, el cinturón de clima templado del norte del planeta. Sin embargo, en esta ocasión la NASA ha publicado nuevas imágenes de la zona sur del planeta y ha destacado los 'delfines' que se pueden apreciar en las nubes.
"Durante su decimosexto giro en torno a Júpiter, la sonda ha capturado imágenes de formaciones nubosas a lo largo del hemisferio sur. Si miras fijamente, podrás observar una nube con la forma de un delfín nadando entre las nubes del cinturón templado de Júpiter", relata la agencia espacial en su publicación.

El segundo mensaje de la humanidad a los extraterrestres llega al espacio interestelar


El segundo mensaje de la humanidad a los extraterrestres llega al espacio interestelar

La sonda 'Voyager 2', lanzada en 1977, transporta un disco con música de mariachis a 18.000 millones de kilómetros

Proceso de fabricación de los discos enviados a bordo de las 'Voyager', en 1977. NASA/JPL-CALTECH
Por segunda vez en la historia, un objeto fabricado por el ser humano ha llegado al espacio interestelar, según ha anunciado hoy la NASA. La sonda Voyager 2, lanzada por la agencia espacial estadounidense el 20 de agosto de 1977, cruzó el pasado 5 de noviembre la heliopausa, el límite en el que el viento solar se une al viento estelar procedente de otras estrellas. La Voyager 1, que despegó días después que su hermana, rebasó esta frontera el 25 de agosto de 2012.
Ambas sondas llevan a bordo “una especie de cápsula del tiempo destinada a comunicar una historia de nuestro mundo a extraterrestres”, en palabras de la NASA. Son dos discos fonográficos de cobre cubiertos de oro, que transportan sonidos de aves y otros animales y 115 imágenes codificadas, como las fotografías de una mujer dando el pecho a un niño, de un atasco de coches en Tailandia y de la primatóloga Jane Goodall rodeada de chimpancés.
Fotografía codificada en el disco de las 'Voyager'.
Fotografía codificada en el disco de las 'Voyager'. NASA/JPL-CALTECH
El contenido del mensaje, elegido por un comité dirigido por el astrónomo estadounidense Carl Sagan, incluía saludos en 55 idiomas y una selección de canciones del mundo, como la mexicana El cascabel, interpretada por Lorenzo Barcelata y sus mariachis; Melancholy Blues, de Louis Armstrong; y la Quinta sinfonía de Beethoven.
La sonda Voyager 2 —diseñada inicialmente para una misión de cinco años a Júpiter y Saturno— se encuentra a unos 18.000 millones de kilómetros de la Tierra, pero sus mensajes siguen llegando a nuestro planeta, con un desfase de 16 horas y media. El aparato, a diferencia de la Voyager 1, lleva a bordo un instrumento operativo que detecta el viento solar a su alrededor. Desde el 5 de noviembre, la nave no ha observado este flujo en su entorno, por lo que los científicos de la misión asumen que ha salido de la heliosfera, la región del espacio bajo la influencia del viento solar. Las señales de la Voyager 2 se reciben en el Complejo de Comunicaciones con el Espacio Profundo de la localidad madrileña de Robledo de Chavela, además de en otras dos instalaciones en EE UU y Australia.
Ninguna de las dos Voyager ha salido del sistema solar, subraya la NASA en un comunicado. La agencia espacial estadounidense apunta que el límite del sistema solar se sitúa más allá de la Nube de Oort, un conjunto de objetos que todavía se encuentra bajo la influencia de la fuerza de gravedad producida por el Sol. La Voyager 2 tardará unos 300 años en llegar a la Nube de Oort y unos 30.000 años más en atravesarla.
“La nave espacial será encontrada, y el disco será reproducido, solo si hay civilizaciones avanzadas capaces de viajar por el espacio interestelar. Pero el lanzamiento de esta botella al océano cósmico lanza un mensaje esperanzador sobre la vida en este planeta”, declaró Carl Sagan hace ya cuatro décadas.

Descubierto el planeta más lejano dentro del sistema solar


Reconstrucción del planeta enano 2018 VG18. En vídeo, imágenes del nuevo planeta. ROBERTO MOLAR CANDANOSA/CARNEGIE
Un equipo de astrónomos ha descubierto el objeto más lejano dentro del sistema solar. Se trata de un planeta enano que es el primero que se ha observado a más de 100 veces la distancia entre el Sol y la Tierra. Si el promedio de separación entre estos dos cuerpos es de 150 millones de kilómetros —una unidad astronómica—, el nuevo objeto está 120 veces más lejos, a unos 18.000.000.000 kilómetros. Hasta ahora, el objeto más lejano conocido era Eris, a 96 unidades astronómicas, mucho más distante que Plutón, a 39,5.
El Centro de Planetas Menores de la Unión Astronómica Internacional ha anunciado hoy la existencia de este cuerpo. Su nombre oficial es difícil de recordar —2018 VG18— pero sus descubridores lo apodan Farout, que en inglés significa tanto distante como excéntrico, dos señas de identidad de este objeto en los confines del sistema solar.
Farout
Imagen del planeta enano tomada por el telescopio japonés Subaru, en Hawai. CARNEGIE
Los estadounidenses Scott Sheppard, de la Institución Carnegie, David Tholen, de la Universidad de Hawái, y Chad Trujillo, de la Universidad del Norte de Arizona, han descubierto el nuevo planeta por casualidad. Lo que realmente buscaban es un planeta varias veces mayor que la Tierra que sería el noveno conocido tras Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno. Aunque por ahora no se ha podido observar este planeta X, el equipo de astrónomos cree que existe por la supuesta influencia que ejerce su gravedad en otros cuerpos de menor tamaño, como El Duende, un planeta enano a 80 unidades astronómicas descubierto el pasado octubre.
El 10 de noviembre el telescopio japonés Subaru en la cima del volcán hawaiano Mauna Kea captó la primera imagen del planeta enano. La observación fue confirmada por otro telescopio en el Observatorio de Las Campanas, en Chile, este mismo mes.
“2018 VG18 está más lejos y se mueve más despacio que cualquier otro objeto del sistema solar, por lo que nos llevará años determinar cuál es su órbita", explica Sheppard en un comunicado de prensa. El planeta fue hallado “en un punto del cielo cercano al de otros de los cuerpos más lejanos conocidos, por lo que puede que tenga una órbita similar al resto. Las similitudes en las órbitas de muchos de estos objetos son la base para la posible existencia de un planeta masivo a varios cientos de unidades astronómicas que influye en sus órbitas a distancia”, resalta el astrónomo.
2018 VG18
Esquema de la ubicación de 'Farout' dentro del sistema solar. CARNEGIE
El nuevo planeta tarda más de 1.000 años en dar una vuelta al Sol. Por su brillo calculan que tiene unos 500 kilómetros de diámetro y un color rosado que generalmente delata la presencia de gran cantidad de hielo.
El astrónomo español Guillem Anglada-Escudé cree que probablemente se descubrirán más planetas enanos incluso más lejanos. “Tiene que haber decenas de ellos y cuando haya suficientes se podrá tener una mejor idea de la dinámica de estas órbitas lejanas, lo que es un registro fósil de la formación del sistema solar y debería ir afinando la existencia o ausencia del planeta X que, si las simulaciones son correctas, podría estar a 500 unidades astronómicas”, señala

Mujeres de ciencia: Gabriela González

Días después de que el experimento LIGO difundiera la primera detección de ondas gravitacionales, el 11 de febrero de 2016, Mauricio Macri, presidente de Argentina, saludó a su compatriota Gabriela González: “El honor es mío, hablo con la científica de la semana... o del año… o de varios años”. La agencia de noticias SINC habla con la investigadora que dio la bienvenida al comienzo de una nueva era.
Ni siquiera Einstein, que predijo hace un siglo la existencia de las ondas gravitacionales, creía que fuera posible detectarlas.
Medir la importancia de Gabriela González es difícil. Muchos la asociarán para siempre a uno de los más trascendentes hallazgos de la ciencia porque fue ella, como portavoz de LIGO, quien lo explicó oficialmente: “Es el comienzo de una nueva era”, dijo entonces en una rueda de prensa triunfal. Ni siquiera Einstein, que predijo hace un siglo la existencia de las ondas gravitacionales, creía que fuera posible detectarlas.
Pero González -Córdoba, Argentina, 1965- ha adquirido sin esperarlo un valor añadido. Tras el anuncio recibió “muchos mensajes de mujeres que son o que quieren ser físicas” –dice–, y tomó conciencia de su papel como modelo, que es doble: mujer e hispana.
En su opinión, “por supuesto” que hacen falta acciones positivas para combatir la desigualdad de género en ciencia. Ella, que no tuvo ni una sola profesora durante la carrera, se convirtió en 2008 en la primera catedrática de su departamento en la Universidad del Estado de Luisiana -Estados Unidos- donde sigue actualmente.
“Me encanta que ese 11 de febrero coincida con la primera vez que se celebró el Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia”, dice. Dos años y seis detecciones de ondas gravitacionales después del histórico anuncio de 2016, la ya exportavoz de LIGO está inmersa en la mejora de la sensibilidad del instrumento, que iniciará su tercer periodo de operaciones el próximo febrero. Esta entrevista se ha hecho en Tenerife, donde González ha participado en el ciclo Enciende el Cosmos
Desde que se produjo la primera detección de ondas gravitacionales hasta que se anunció el hallazgo pasaron varios meses. Usted ayudó a que un millar de científicos, en Estados Unidos y Europa, guardaran el secreto. ¿Cómo lo consiguieron?
Cuando llegó la señal, al principio no nos lo creíamos. Los detectores estaban todavía en pruebas, ni siquiera habíamos empezado a tomar datos oficialmente. Lo que siguió fue un periodo de trabajo intensísimo para comprobar todo una y otra vez. Y hubo muchos rumores, pero creo que todos sabíamos lo que nos jugábamos si anunciábamos un hallazgo que resultaba ser falso. Éramos muy conscientes de la importancia de hacerlo bien, de estar seguros.
"Todos sabíamos lo que nos jugábamos si anunciábamos un hallazgo que resultaba ser falso"
LIGO ha tomado datos durante dos períodos de varios meses y se prepara ahora para el tercero. ¿Qué destacaría de lo hallado hasta ahora?
Para mí el sueño es tener muchas maneras de observar el universo: con ondas electromagnéticas, con partículas como los neutrinos, con ondas gravitacionales... En ese sentido ha sido un hito la detección de ondas gravitacionales tras la fusión de dos estrellas de neutrones, que detectamos con LIGO y con VIRGO, el detector situado en Italia. Eso fue impresionante.
Pudieron ver el mismo fenómeno con diferentes telescopios. ¿Cómo ocurrió?
Gracias a los datos de Virgo pudimos localizar el origen de la señal en el cielo con precisión suficiente como para decirles a los astrónomos dónde mirar. Se concentraron en ese área y, entre las decenas de galaxias que había, encontraron una donde se veía un puntito luminoso. Y ahí fue cuando los demás observatorios empezaron a tomar datos. Eso fue la misma noche que lo detectamos nosotros, apenas horas después.
Más de 70 observatorios apuntaron a esa región. ¿Por qué es tan importante observar con diferentes telescopios?
Cada telescopio es sensible a un tipo de emisión diferente y cada emisión se produce por fenómenos distintos, por eso podemos aprender tanto. Lo que se detectó casi a la vez que las ondas gravitacionales fue la explosión de rayos gamma; después hubo una explosión más isotrópica -como una burbuja, igual en todas las direcciones- que produjo las señales visibles; y casi diez días después se detectaron las emisiones de radio y rayos X. Estas observaciones han mostrado por primera vez cómo se expande la burbuja de material que queda tras la colisión de dos estrellas de neutrones y cómo en el proceso se crean elementos químicos como el platino y el oro.
"Muchos científicos decían que nunca veríamos colisiones de agujeros negros"
La primera detección les pilló por sorpresa. ¿Y si no hubiera habido más? ¿Era esperable que detectaran tantas ondas gravitacionales en poco tiempo?
Todo ha sido una sorpresa. Había muchos escenarios posibles, incluso algunos en los que los agujeros negros nunca forman sistemas binarios. Muchos científicos decían que nunca veríamos colisiones de agujeros negros; otros, que ya teníamos que haberlos detectado. Sabíamos qué sensibilidad necesitábamos para detectar estrellas de neutrones, pero no para agujeros negros, así que la primera detección fue una tremenda sorpresa. Después estábamos ansiosos por saber cuándo veríamos la segunda. Podíamos haber visto una de casualidad y después ya no más... La segunda llegó tres meses después, aún no habíamos acabado de analizar la primera

La mayoría de los agujeros negros que ha detectado LIGO tienen masas unas decenas de veces superiores a la del Sol. Y ninguna teoría preveía la formación de agujeros de esos tamaños. ¿Se sabe cómo se formaron?
Lo que no había era evidencias astrofísicas de agujeros negros de masa intermedia. Sí las había de agujeros negros más pequeños con masas similares a la del Sol, o muchísimo más grandes. Cuando interpretábamos los datos de la primera detección, preguntábamos a los astrofísicos si era posible que hubiera agujeros negros de 30 masas solares y nos decían que no lo creían, que no tenían observaciones. Claro, nosotros queríamos saberlo porque, ¿y si nuestros códigos estaban mal? Lo cierto es que ahora hay toda una controversia sobre cómo se forman los agujeros negros de masa intermedia.
¿Cómo se puede averiguar?
Comprobando sus predicciones. Las teorías solo se pueden admitir si hacen predicciones sobre nuevas observaciones. Ese es el método científico. No se trata solo de explicar las observaciones que ya se tienen. Por ejemplo, las teorías sobre formación de agujeros negros de masa intermedia hacen predicciones sobre cómo giran los agujeros negros antes de fusionarse, y eso lo podemos medir.
A todo esto, ¿cómo empezó a trabajar en LIGO?
Fui con mi esposo, el físico teórico Jorge Pullin, a Estados Unidos a hacer el doctorado en la Universidad de Siracusa; él iba a hacer una estancia posdoctoral. Yo era física teórica, pero en mi segundo año tenía que tomar cursos de laboratorio. Justo había entrado en la universidad un profesor que participaba en un proyecto rarísimo que iba a medir ondas gravitacionales. Era a principios de los 90, LIGO recién había sido aprobado. Empecé con un proyecto de seis meses que pasó a ser mi tesis. Me convertí en experimental, un cambio importante para mí, y tuve que aprender hasta a soldar… Pero me encantó. Realmente LIGO me encontró a mí.
La sensibilidad que se necesita para detectar ondas gravitacionales es tanta que debió de haber muchos escépticos respecto al éxito de LIGO.
Entre quienes trabajaban en el proyecto no, pero no en la comunidad sí, había muchos escépticos. Hay que medir distancias con una precisión de milésimas de protón; necesitamos detectar diferencias de ese orden en cuatro kilómetros. El desafío tecnológico es enorme. Yo pienso que en este momento a lo mejor no se aprobaría un proyecto como LIGO. Ahora hay que buscar mucho más la aplicación inmediata, no hay tanto anhelo de apostar por grandes réditos corriendo grandes riesgos.
"Las teorías solo se pueden admitir si hacen predicciones sobre nuevas observaciones"
¿Cómo se están preparando para la siguiente tanda de observaciones?
Estamos mejorando la sensibilidad, empezaremos a medir en febrero de 2019.Nos gusta medir la sensibilidad usando la distancia promedio a la que podemos ver fusiones de estrellas de neutrones. En la primera observación esa distancia era de 200 millones de años luz, en febrero esperamos llegar a unos 350 millones de años luz con los dos detectores de Ligo.
¿A qué distancia de la Tierra tendría que producirse una fusión de agujeros negros para que nosotros llegáramos a percibir el paso de la onda gravitacional?
La primera detección se debió a dos agujeros negros de 29 y 36 masas solares que se fusionaron a 1.300 millones de años luz de la Tierra. Para que la onda gravitacional generada por un fenómeno así tuviera efectos de una parte por millón, apreciables en los sistemas de telecomunicaciones o los sismógrafos terrestres, la fusión debería ocurrir a 40 segundos luz de distancia. Más o menos unas 40 veces la distancia a la Luna.
Sería muy peligroso tener agujeros negros tan cerca…
Bueno, si hubiera un agujero negro a esa distancia el sistema solar sería muy diferente, desde luego. ¡Todo orbitaría en torno a él! Pero no es que los agujeros negros sean peligrosos… Si el Sol se convirtiera de golpe en un agujero negro su fuerza de gravedad sería la misma, y los planetas seguirían rotando a su alrededor sin enterarse. Ahora eso sí, ocuparía mucho menos espacio.
¿Cuánto espacio?
El Sol sería mucho más pequeño, así que los satélites podrían acercarse mucho más, y claro, girarían mucho más rápido. En concreto, si el Sol se convirtiera en un agujero negro tendría 3 kilómetros de diámetro; se podría estar girando a su alrededor a 5 kilómetros, pero rapidísimo.