viernes, 29 de mayo de 2020

Cultura mediática y declive científico

José Manuel Chillón
SCIENCE ON THE ROPES
DECLINE OF SCIENTIFIC CULTURE IN THE ERA OF FAKE NEWS
Carlos Elías
Springer, 2019
330 págs.
Solo con leer el título de este libro podremos comprobar que su actualidad queda fuera de toda duda. Bombardeados incesantemente por noticias, en un contexto en el que la cantidad de información resulta imposible de asimilar y se aproxima a marchas forzadas a la desinformación, parece «inevitable» que vayan colándose más o menos intencionadamente contenidos cuya veracidad resulta discutible. Hemos pasado ya la fase de la mentira, estamos en otro momento. ¿Cómo afecta todo esto a la ciencia?
Carlos Elías, uno de los referentes en el campo teórico y práctico de la divulgación mediática de la ciencia, propone un trabajo de análisis soportado por la siguiente tesis: la manera de construir la cultura contemporánea, que ya se puede denominar cultura mediática, es la que está entre las causas más perspicuas del declive de la ciencia en Occidente. Qué mejor que un científico periodista, que ha vivido profesionalmente esos dos modos de búsqueda de la verdad, comparta un diagnóstico de lo vivido y de lo pensado para ofrecer, después, el pronóstico de lo que le espera a una cultura posmoderna. Dicha cultura no distingue géneros; promueve modos alternativos de búsqueda de la verdad, todos ellos con la misma legitimidad; asume el pluralismo como renuncia a cualquier jerarquía (por su renuencia a lo impositivo y a lo totalitario), y termina dando la palabra por igual al mago y al científico, al novelista y al investigador.
Según Elías, la verdad de la información en esta atmósfera que nos envuelve ya no tiene nada que ver con los hechos. En la hora de la posfactualidad solo cabe la posverdad: el rumor, el bulo y la falsedad son ya patrimonio de nuestro tiempo, por no hablar de la vida como espectáculo, de la cultura de lo fácil y del consumismo, que triunfan con la potencia insustituible de la imagen, la televisión y lo digital, en un contexto tecnológico que no soporta lo complejo y que implanta un modo de desvalorización de los valores que nos construyeron culturalmente. Valores de los que nació y a los que decididamente contribuyó el saber científico.
Pero, además, a este humus mediático de desafección por la ciencia ha de sumársele el paraguas intelectual del rechazo al saber científico. Tal rechazo se origina en algunas teorías y filosofías alternativas a la modernidad, como las de Kuhn, Lakatos, Popper y Feyerabend, pasando por la Escuela de Frankfurt hasta llegar a la filosofía contemporánea francesa. Añádase a ello la habitual carga de responsabilidad que se atribuye a la ciencia como causante de los grandes desastres de la humanidad, en la línea que va desde Rousseau hasta las acusaciones actuales que señalan a la ciencia como causa de las crisis ecológicas o de los problemas nucleares. Para muchos, en suma, no es cierto hoy que el método científico sea el modo privilegiado de obtención de la verdad.
Los datos son tercos y muestran que Occidente se ha dejado llevar por el tipo de vocaciones profesionales vinculadas a las humanidades y a las ciencias sociales. Elías vincula todo ello al auge de lo irracional, de lo que Umberto Eco denominó «lo mágico», donde se incluyen también las artes y el cine, con su aprecio por la ficción y por lo pseudocientífico. Mientras, el este asiático se ha convertido en primera potencia debido al incremento de los estudiantes de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés). Puede ser vivido como un drama científico, por ejemplo, el cierre en 2006 del Departamento de Química de la Universidad de Sussex, de donde salieron tres premios nóbel. No es extraño, pues, que Occidente, ante la demanda de estas profesiones vinculadas a las ciencias duras, tenga que importar talento.
El texto de Elías, excelente en actualidad bibliográfica, en estudios de campo y en datos, expone un amplio conjunto de explicaciones sociológicas, económicas y políticas de esta dejación vocacional y de esta falta de incentivos científicos, así como las causas intracientíficas de este declive. Entre estas últimas están la precariedad laboral y el exceso de competitividad en una actividad como la investigación, dependiente cada vez más de fuertes inversiones, de apoyo empresarial, de proyectos públicos y de trabajo colectivo. Todo ello quizá redunde en un sistema que, si se piensa bien, aunque ha incrementado exponencialmente sus publicaciones —con todo un modelo editorial que también alberga fraudes—, en la opinión de Elías ya no aporta nada significativamente nuevo.
Lo que en mi opinión debe discutirse con el autor de este excepcional trabajo de investigación es por qué, aun coincidiendo con su tesis, reafirmándonos en su análisis cultural, insistiendo en su determinación y apasionamiento racional, e incluso acogiéndonos al patrocinio de Aristóteles (modelo para los científicos que no deben rechazar la retórica expositiva, para los estudiosos de humanidades que deben reconocer la potencia del método científico, y sobre todo garante de que puedan darse «otros modos de verdad»), opta por un tono de enfrentamiento entre las ciencias humanas y las naturales —con la acrítica aceptación de que el método científico experimental goza del patrimonio de la verdad— y por afirmaciones excesivas y poco fundadas que quizá rebajen el alto nivel investigador de su trabajo.
Así, Elías llega a lamentar que el modelo universitario salmantino haya influido en la universidad latinoamericana, haciendo de esta influencia la causa de la pobreza estructural de estas regiones. O a insistir en que, después de la Contrarreforma, un católico no puede defender la ciencia; a preguntar si no podrán ser los sociólogos y los filósofos posmodernos los nuevos jesuitas de la contrarreforma; a sostener que la derecha es religiosa y anticientífica mientras que la izquierda es atea y apasionada por la ciencia; a asumir que la potencia de China tiene que ver con que allí hayan sido irrelevantes Kant, Shakespeare o Velázquez, y no los estudios de química, biología o física; o a advertir que santa Teresa y sus éxtasis, por poner un último ejemplo, son expresión de brujería y de irracionalidad.
Para superar el tono de enfrentamiento y las aseveraciones inveraces que empañan el resultado investigador, resulta muy apreciable la última parte del libro, en la que el autor modera sus posiciones iniciales hacia un punto de encuentro. A la vez, reclama un escrupuloso trabajo científico ajustado al método estrictamente matemático-racional, y reconoce la importancia que para las ciencias naturales tienen las ciencias humanas y viceversa. ¿No exigió Platón al filósofo en ciernes saber geometría? ¿No fueron los grandes médicos impresionantes filósofos? ¿No se entendió la física de la Revolución Científica como filosofía natural? ¿No influyó la teoría atómica de Demócrito y Leucipo en el materialismo dialéctico de Marx? Si hay alguna verdad, es esta: que la verdad necesita una mirada mucho más amplia que la que nos proponen la anticiencia, por un lado, y el cientificismo, por el otro.
Y es que, cuando buscamos culpables absolutos para fenómenos complejos, a veces la cuenta no sale del todo bien. No sé si, como propone Elías, con La estructura de las revoluciones científicas Kuhn será el padre de todo el declive del proceder científico natural. Lo que sí es cierto es que, gracias a la pragmática de la ciencia, nos hemos dado cuenta de que el trabajo científico no tiene que ver solo con una construcción lógico-matemática, sino que nace en un contexto determinado, con unos problemas concretos y con unos objetivos en muchos casos extracientíficos. Quizás haya que insistir en que determinadas metodologías de humanidades y ciencias sociales revelan intereses a veces dudosamente racionales, menos empeñados en la búsqueda de la verdad que en la justificación de presupuestos ideológicos. Y tampoco se puede negar que en la voluntad de unificación metodológica trasluce una concepción reduccionista de la ciencia, con la consiguiente «fetichización de los hechos», que diría Husserl. Es posible que el método hipotético-deductivo popperiano y su criterio falsacionista tengan más de convicción que de ciencia. Pero es difícil señalar un teórico de la ciencia con más y mejor repercusión sobre lo político (en lo que significa su falibilismo) y con mayor aprecio hacia la verdad, de la cual todos «somos buscadores, pero nunca sus poseedores».
En definitiva, debo recomendar este libro por su potencia investigadora, su encomiable acopio documental y su convicción y pasión racional, no sin reconocer, a la vez, que todas esas fortalezas pueden sostenerse desde un tono más dialogante, menos cientificista y, por tanto, más científico todavía.

El significado de la menopausia

Nereida Bueno Guerra
THE SLOW MOON CLIMBSTHE SCIENCE, HISTORY AND MEANING OF MENOPAUSE
Susan P. Mattern
Princeton University Press, 2019
480 págs.
¿Qué tienen en común todas las abuelas? Con independencia de esa habilidad especial para encontrar remedios a cualquier dolencia, todas ellas comparten algo más: la incapacidad biológica para seguir teniendo hijos. Esto no sucede en los abuelos, quienes, como ­ocurrió en el famoso clan de los Iglesias, pueden llegar a tener hijos y nietos de la misma edad. Ahora bien, si el principal motor de la vida es la expansión de los propios genes a través de la reproducción, no parece que tenga mucho sentido para la especie ni para el individuo que las mujeres perdieran esa capacidad a partir de determinada edad. Desde un punto de vista evolutivo, por tanto, la menopausia plantea un gran enigma. Y sin embargo, algo deberá aportar a la humanidad para que haya perdurado a lo largo de los siglos.
De hecho, ¿qué sabemos de la menopausia? El inicio de la vejez y todo lo que conlleva no suele ser tema habitual de conversación. Sin embargo, seguramente todos podamos, con mayor o menor detalle, hablar sobre la menstruación: hay productos higiénicos para ello; apps para controlarla y ayudar a prever síntomas o período de fertilidad, e incluso bromas al respecto. Sobre la menopausia, en cambio, todos hemos oído hablar de los sofocos, del cansancio en las articulaciones o del insomnio, pero posiblemente poco más. Así presentada, desde nuestra mirada occidental resulta difícil recibir la menopausia como un ingenio útil de la evolución, y desde luego no parece una etapa vital que la mujer espere con impaciencia. Parece interesante debatir entonces sobre su aporte evolutivo: comprobar, por ejemplo, si alguna otra especie animal distinta de la humana experimenta la menopausia y qué implicaciones tiene sobre su conducta, o analizar qué se lleva diciendo desde antiguo sobre este período de la vida en distintas culturas y épocas. Tal vez así logremos sacar algo en claro.
Esa es la idea de Susan Mattern: abordar la menopausia desde todos los ángulos posibles, desde la perspectiva científica, histórica y antropológica. Se trata sin duda de una buena idea y muy pertinente (no conozco ningún otro libro que lo haya hecho antes con ese afán de detalle), pero creo que la ejecución no es afortunada. Me ha ocurrido como esas veces en las que un tráiler convierte una película en prometedora, pero luego termina siendo mejor que la película en sí.
El origen etimológico de la palabra menopausia, por ejemplo, no aparece hasta más allá de la mitad del libro, a pesar de que la definición de un concepto resulta esencial para situar al lector y enmarcar un discurso. Ello es debido a que la autora se pierde en extensas narraciones sobre cuestiones presumiblemente afines a la menopausia pero muy tangenciales, con lo que se va alejando progresivamente del discurso y el lector acaba preguntándose qué tiene que ver todo aquello con lo que había venido a leer. Esto es especialmente visible en uno de los capítulos donde se dedica a desmenuzar las tradiciones y formas de vida de distintas tribus, con el pretendido objetivo de entender cómo afectan a su concepto de menopausia. Sin embargo, las páginas avanzan y el objetivo no llega. Las descripciones son interesantes, no cabe duda. Es precioso saber qué comen los miembros de esas tribus tan apartadas o cómo estructuran su día a día; cualquier estudiante de antropología cultural las recibiría encantado. Pero la autora no llega a transmitir cómo todos esos contextos culturales y modos de organización social han influido sobre la vivencia de determinados eventos biológicos.
Ahora bien, si se capta la reflexión implícita en sus palabras, el debate que se puede extraer es maravilloso. ¿Son universales las enfermedades? ¿Qué sucedería si dos culturas viviesen de forma diferente los mismos síntomas porque los interpretan de distinta manera? [véase «¿Qué significa estar sano o enfermo?, por Cristian Saborido; Investigación y Ciencia, enero de 2018»]. Por ejemplo, si una cultura interpreta ciertos síntomas como incapacitantes y otra como naturales, parecería obvio que los diagnósticos y la producción de toda una industria farmacéutica no sean los mismos en una y otra. Darse cuenta del impacto social que puede tener la vivencia cultural sobre la salud no es una cuestión baladí. Y tal vez ese sea el caso de la menopausia.
Muchas mujeres podrían estar sufriendo al ver llegar su declive reproductivo y sentirse yermas, mientras que otras vivirían con orgullo ser partícipes de la comunidad contribuyendo con su conocimiento acumulado a distintas actividades para las que antes no tenían tiempo. En estas últimas sociedades, la menopausia estaría despatologizada y subyacería la idea de high productivity and zero reproductivity («alta productividad y cero reproducción»), que es la base de la denominada «hipótesis de la abuela», la cual entiende a las abuelas como pilares fundamentales de las sociedades, al ser miembros cuidadores y organizativos de las generaciones más jóvenes. Esta reflexión me recuerda a la vivencia de la jubilación: hay quien la interpreta como el final de la producción laboral y quien la ve como el principio de un nuevo tipo de producción, más personal y participativa. En todo caso, impacta reconocer que la cultura pueda influir tanto sobre la salud y la medicina en general.
The slow Moon climbs es, en definitiva, una amalgama interesante de datos, con un hilo discursivo lento, descarrilado y en ocasiones muy repetitivo, pero al que hay que reconocer el valor de haber sido pionero en abordar un tema poco estudiado. La experiencia profesional de la autora, historiadora, se halla presente en la manera de exponer las diferentes teorías y contextualizarlas en sus distintas épocas, lo que resulta de gran ayuda para entender otras culturas.
No obstante, también su opinión está presente desde las primeras páginas, y resulta difícil despegarse de ella para generar una visión propia. Creo que esto es un error, ya que en los libros divulgativos los autores adquieren el compromiso de acercar un determinado campo a lectores legos, y eso conlleva la responsabilidad de conseguirlo mediante una neutralidad impecable. Esa neutralidad permite al lector recibir toda la información para después decidir por sí mismo cómo afecta a su vida y a su forma de pensar. Podemos hablar de un acto generoso y hasta paternal por parte del autor, que lo convierte en descubridor y guía. En cambio, la apuesta firme por una postura concreta puede vivirse como tendenciosa o poco rigurosa. Quizás en el caso que nos ocupa algo así sea necesario para combatir todos los prejuicios que han podido generarse sobre la menopausia, así como para poner en valor el esfuerzo de millones de mujeres que, una vez incapacitadas para tener hijos, fueron capaces de gestionar hogares, criar nietos y aconsejar a hijos sobre el futuro que les esperaba. Ojalá este libro sea el acicate de muchos otros que encuentren en la menopausia un terreno fértil

jueves, 28 de mayo de 2020

Colisiones en Plutón


Tombaugh Regio, una estructura reflectante con forma de corazón, es uno de los elementos más llamativos de Plutón. Durante su sobrevuelo de 2015, la nave espacial New Horizons de la NASA captó bellas y nítidas imágenes de este colosal accidente geológico. Su lóbulo occidental, una depresión elíptica de unos 2000 kilómetros de longitud conocida como Sputnik Planitia, llamó la atención de los investigadores, ya que parece un cuenco tallado por un antiguo y descomunal impacto. Hoy la llenan témpanos de hielo de nitrógeno más recientes y sometidos a procesos convectivos.
Aunque la New Horizons apenas pudo ver la otra cara de Plutón, logró echar un vistazo lejano y detectar una región que parecía un rompecabezas de grietas, montículos y hoyos, justo en las antípodas de la Sputnik Planitia. A falta de un mecanismo claro de formación, los científicos comenzaron a especular sobre el origen de esa zona.

Una nueva investigación señala a la colisión que creó la Sputnik Planitia. Según las simulaciones, el cataclismo produjo potentes ondas sísmicas que se propagaron alrededor y a través de Plutón, y rasgaron la superficie de la cara opuesta. Pero lo más importante es que la transmisión de esas ondas —y la consiguiente creación de un terreno caótico de esas dimensiones concretas— parece depender de que Plutón albergue un océano subterráneo de agua líquida de 150 kilómetros de espesor, una posibilidad que los científicos contemplan desde hace tiempo.
El estudio iba a presentarse el pasado marzo en la Conferencia de Ciencia Lunar y Planetaria, que fue cancelada. El modelo se halla en una fase inicial y aún no se ha sometido al proceso de revisión por pares. Sin embargo, relacionar impactos con estructuras geológicas distantes para deducir la estructura interna de Plutón es «una idea realmente novedosa», valora James ­Tuttle Keane, planetólogo del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA, quien no participó en el estudio.
Según Paul Byrne, geólogo planetario de la Universidad Estatal de Carolina del Norte que tampoco tomó parte en la investigación, si este método basado en simular la sismología planetaria resulta ser válido, tal vez desvele más secretos aparte de los de Plutón. La idea podría aplicarse a todo tipo de mundos helados, desde las lunas de los gigantes de hielo del sistema solar hasta los gélidos mastodontes que se ocultan en el cinturón de Kuiper. Para Jani Radebaugh, planetóloga de la Universidad Brigham Young ajena al nuevo trabajo, este nos recuerda el valor incalculable de la fugaz visita de la New Horizons a Plutón. «Es increíble todo el partido que le estamos sacando», subraya

La ubicación de la Sputnik Planitia sugiere que hay un océano bajo la superficie de Plutón, pero hacen falta más pruebas para confirmarlo. Los científicos emplean robots para detectar las ondas sísmicas que cruzan la Tierra, la Luna y Marte. Tales ondas se reflejan, desvían y retuercen en función del material que atraviesan, brindándonos una imagen de las capas subterráneas del astro. Pero este método no es viable en el remoto Plutón, donde no hay robots exploradores.
Los investigadores encontraron ayuda a miles de millones de kilómetros de distancia, en Mercurio. Su cuenca Caloris, un cráter de impacto de unos 1525 kilómetros de diámetro, se halla en las antípodas de un desbarajuste geológico de rocas quebradas e intrincada topografía ondulante. «No hay nada igual en ningún otro lugar del planeta», afirma Radebaugh. Durante mucho tiempo, los investigadores han pensado que ese terreno caótico fue producto de la violenta creación de Caloris, igual que la accidentada región opuesta a la Sputnik Planitia pudo deberse a la colisión que excavó esta llanura.
Así que los científicos se preguntaron: ¿por qué no recrear la sismología de Plutón para averiguarlo? Recurrieron al modelo ­iSALE, que simula impactos a escala planetaria y reproduce la física de los choques. Adeene Denton, geóloga planetaria de la Universidad Purdue y autora principal del estudio, comenta que «ha hecho volar Plutón en pedazos en incontables ocasiones».
La simulación que mejor reproduce las dimensiones de la Sputnik Planitia y del terreno destrozado en las antípodas de Plutón se basa en el impacto de un proyectil de 400 kilómetros de diámetro y que se desplaza a 7200 kilómetros por hora. En el modelo, la potente onda de choque que se propaga a través de Plutón mientras se forma la Sputnik Planitia va seguida de una onda de presión, que causa deformaciones y cuyo movimiento depende de la velocidad del sonido en el material por el que viaja. Esta onda atraviesa el núcleo rocoso de Plutón con relativa rapidez y se propaga lentamente a través de la corteza de hielo del planeta, y aún más despacio por el océano de agua líquida de 150 kilómetros de espesor que habría entre ambas capas.
En la simulación que mejor se ajusta a los datos, el núcleo de Plutón está compuesto de serpentina, una roca que transmite las ondas de presión más despacio que otras posibles candidatas. Eso reduce la diferencia entre la velocidad del sonido en el núcleo y en el océano, lo cual permite que se propague más energía sísmica a través de este último hacia el lado opuesto del planeta. Como resultado, una enorme cantidad de esa energía alcanza la región opuesta a la Sputnik Planitia, la suficiente para crear las características geológicas observadas por la New Horizons.
Aun así, Byrne advierte de que las imágenes de esa mitad de Plutón tienen menor resolución que las del lado de la ­Sputnik ­Planitia, por lo que no es fácil determinar qué es lo que muestran. «Se observan muchas estructuras extrañas en la cara alejada de Plutón», apunta Keane, «y podemos imaginar muchas formas distintas de generarlas». Una de ellas son los hielos volátiles de metano, dióxido de carbono y nitrógeno que erosionan el paisaje de Plutón a medida que fluctúan entre los estados gaseoso
y sólido. Tales gases podrían ser los responsables de algunos terrenos inusuales, como el situado en las antípodas de la ­Sputnik ­Planitia. (Otro estudio reciente e independiente también achaca la creación del terreno caótico opuesto a la cuenca Caloris, en Mercurio, a las sustancias volátiles.)
Pero si el nuevo modelo es correcto, confiere más credibilidad a la idea de que Plutón y sus parientes helados pueden presentar grandes océanos bajo la superficie. Lejos de ser meras bolas de nieve congeladas, concluye Denton, «todos podrían tener historias geológicas increíblemente ricas».

Difundiendo astrobiología a través de la ciencia ficción

MILLONES DE MUNDOS, ¿DESPERDICIADOS?
Posiblemente nos hayamos preguntado alguna vez si hay vida más allá de la Tierra. Podemos abordarlo desde diferentes perspectivas, desde plantearnos sobre la existencia de la vida microbiana en Marte o en otros cuerpos planetarios del Sistema Solar o incluso en alguno de esos miles de exoplanetas descubiertos hasta la fecha. Nuestra imaginación quizás se desborde un poco, aún más si pensamos en la llamada paradoja de Fermi: si la vida es tan común y los números de estrellas y planetas son tan enormes, ¿por qué no nos han visitado todavía los extraterrestres?
El caso es que todavía nos quedan por responder muchos aspectos claves sobre el origen de la vida en la Tierra y sobre los límites físico-químicos de la vida terrestre, el único ejemplo de vida que conocemos hasta la fecha, basada en la química del carbono. Una antología de historias, tan trepidantes como exóticas, ve ahora la luz. Esta obra, promovida y publicada desde el Instituto de Astrobiología Europeo, profundiza en esas cuestiones mediante historias de ciencia ficción escritas por autores de renombre mundial y que se acompañan por ensayos sobre la ciencia que hay detrás de cada historia.
La portada del libro "Lo más extraño de todo" editado por Julie Nováková
La portada del libro "Lo más extraño de todo" editado por Julie Nováková

UN LIBRO QUE EXPLORA LA VIDA EN OTROS MUNDOS
Este conjunto de historias, recopiladas en el libro "Lo más extraño de todo" en complicidad con la novela "La Guerra de los mundos" de H. G. Wells, ha sido editada por la autora, editora y científica Julie Nováková de la Charles University de Praga, que además lidera el grupo de divulgación del Instituto de Astrobiología Europeo. El libro contiene ensayos escritos por G. David Nordley, Geoffrey Landis, Gregory Benford, Tobias S. Buckell, Peter Watts, D. A. Xiaolin Spires y por la propia editora. Me permito dar unas pinceladas de cada historia con el ánimo de motivar su lectura.
La historia de G. David Nordley "Guerra, Hielo, Huevo, Universo" transporta a sus lectores a una civilización acuática que habita un mundo oceánico parecido al que pensamos alberga Europa, la luna de Júpiter. La historia viene seguida por un ensayo que lleva a los lectores a comprender las condiciones de vida actuales en algunos de los satélites de los planetas gigantes: Europa, Encelado, Ganímedes y de otros mundos oceánicos.
En la historia escrita por G. Landis "Adentrándonos en el abismo azul" el protagonista se sumerge en un océano completamente diferente: la capa de líquido de alta presión que sabemos existe en el planeta Urano. Precisamente en ese ambiente extremo se han identificado recientemente ciertas sustancias que podrían indicar la existencia de formas de vida, aunque queda por ser demostrada. Dejando volar un poco nuestra imaginación, quizás sería posible que la vida existiese también en esas condiciones extremas de igual manera que hoy la hemos descubierto a gran profundidad del océano y, quizás tales entornos de alta presión podrían llegar a encontrarse entre los hábitats más comunes del Universo. 
En esa jornada hacia las regiones más distantes del Sol, "Backscatter" de G. Benford nos habla de la vida en un lugar insólito: un asteroide helado en el Cinturón de Kuiper. Ese ensayo que lo sigue proporciona el fondo necesario acerca de la posibilitat de vida en asteroides y cometas, profundizando en la posibilidad de la vida basada en el silicio en vez del carbono. Quizás esa vida podría llegar a lugares fríos donde no existiese agua líquida. En la siguiente historia titulada "Un bote de buena voluntad" de T.S. Buckell, abandonamos el Sistema Solar y los entornos similares, para visitar un extraño exoplaneta donde las plantas metabolizan cloro. El principal problema al que se enfrenta el protagonista es descifrar si sus habitantes, parecidos a hormigas, pueden ser considerados verdaderamente inteligentes. La fotosíntesis basada en halógenos ha sido propuesta de manera teórica por lo que podríamos esperar este tipo de vida insólita. Incluso más exótica es la criatura protagonista de la siguiente historia de P. Watts titulada "La Isla": una esfera de Dyson viva. En el ensayo, veremos como podríamos buscar estas esferas de Dyson, a modo de oásis eternos en medio de la inmensidad cósmica. 
En las últimas narraciones G. Benford regresa con un microrelato  "SETI con ánimo de lucro", una interesante perspectiva para intentar revivir el interés en el programa de búsqueda de inteligencia extraterrestre, conocido por su acrónimo anglosajón SETI. La narración nos explica sobre los esfuerzos realizados para escuchar mensajes de extraterrestres potenciales y que podríamos esperar en un futuro. Y justo en ese tema del programa SETI, tan vinculado a la llamada Paradoja de Fermi, es motivo de la narración siguiente de D.A.X. Spires titolat "Pero, todavía, sueño". Como podemos explicar nosotros la paradoja con todo aquello que conocemos hasta ahora, y como la explicación de esa historia relata nuestro propio mundo? Finalmente, la historia adicional de J. Nováková, "Fiebre Marciana", ejemplifica que podría pasar si la exploración de Marte fuese mal, por lo que respecta a los riesgos de la contaminación biológica entre planetas y la consiguiente necesidad de la protección planetaria.

Figura 2. El ciclo cósmico que surge con la síntesis de elementos pesados en las estrellas tiende a incrementar progresivamente la complejidad con ayuda de la química orgánica. ¿Podría ser que la vida fuese un fenómeno común en el universo? (NASA)
Figura 2. El ciclo cósmico que surge con la síntesis de elementos pesados en las estrellas tiende a incrementar progresivamente la complejidad con ayuda de la química orgánica. ¿Podría ser que la vida fuese un fenómeno común en el universo? (NASA)

Lo más interesante de esta antología es que cada historia viene seguida por un ensayo científico completo con referencias pero también actividades para debatir en las escuelas o facultades. De hecho, podríamos decir que la mayoría de actividades podrían ser adecuadas para los últimos cursos de secundaria o para los primeros de universidad. Entre las tareas, por ejemplo, pensar en cómo descifrar un mensaje de una civilización extraterrestre teniendo en cuenta lo que conocemos sobre las diferencias sensoriales y cognitivas entre las diversas especies que encontramos en nuestro propio planeta. Y es que, aunque para la mayoría de cuestiones no pueda encontrarse una respuesta ni sencilla ni definitiva, lo más importante es suscitar en los alumnos la curiosidad por el debate científico y la investigación. 
De este modo, "Lo más extraño de todo" se convierte en el primero de diversos proyectos divulgativos comenzados por el Instituto Europeo de Astrobiología (EAI). Este instituto nacido en 2019 tiene el objetivo de dar apoyo a la investigación interdisciplinaria en astrobiología a lo largo y ancho de Europa pero también en otros países. La iniciativa desea promover la difusión de investigación en este fascinante campo y promover la educación y divulgación de la astrobiología y ciencias afines. También está involucrada en la organización de escuelas de verano junto al Forum AbGradE de estudiantes graduados.
Mientras la astrobiologia es actualmente un campo excitante y en plena expansión, la ciència ficción es una herramienta poderosa para acercarla al público. Lo más interesante es que nos capacita para imaginarnos otros entornos y motivarnos en el descubrimiento científico. La mayoría de esos esfuerzos los realiza el equipo del proyecto del EAI "Ciencia Ficción como herramienta para la divulgación de l'astrobiologia y la educación" que, de hecho, hace un llamamiento a participar a otros miembros interesados en ese tipo de materiales divulgativos. 
En definitiva, la antología "Lo más extraño de todo" no nos dejará indiferentes y puede ser vista como un material excelente para trabajar en nuestras aulas. Además, esta iniciativa podrá ser descargada de manera gratuita en diversos formatos (véase el enlace en la referencia adjunta)
REFERENCIA

el Mapa Geológico Unificado de la Luna

Los mapas son una pieza fundamental en el desarrollo de cualquier exploración. En Geología constituyen uno de los pilares básicos de todo estudio, y cuando nos referimos al espacio, con la Geología planetaria sucede exactamente lo mismo. Como ya hemos comentado en este mismo foro, se ha demostrado que las leyes físicas y químicas son extrapolables a otros mundos y así sucede también con los principios y leyes geológicas, que están sirviendo para desentrañar y comprender el origen y evolución de los distintos cuerpos planetarios de nuestro sistema solar.
La geología moderna no comenzó hasta mediados del siglo XVIII y principios del XIX con William Smith, quien diseñó los primeros mapas geológicos y abordó el proceso de ordenación de estratos, examinando fósiles y James Hutton, considerado el primer geólogo moderno, con su famosa Teoría de la Tierrapresentada en 1785 en la Royal Society of Edinburgh. Más adelante, fue Charles Lyell, en 1830 con sus Principios de Geología, quien estableció los pilares de la Geología como ciencia moderna, influyendo en Charles Darwin (quien, incluso de su propio puño y letra, también se autodefinía como geólogo).
Obviamente los estudios geológicos se remontan mucho más atrás, con Aldrovandi, Jean André de Luc, Steno y Leonardo Da Vinci, entre los siglos XIII a XV, Shen Kuo, en China, en el siglo XI y, aun más atrás en el tiempo, Avicena, Abu al-Rayhan al-Biruni y Teofrasto, quien nos remonta en este último caso a siglos antes de Cristo. Un largo periplo disciplinar de la búsqueda del conocimiento sobre la naturaleza (y también el universo), teniendo en cuenta que el término "científico" surgió siglos después, en 1840. Dicho término se asigna al inglés William Whewell, en 1833 coincidiendo prácticamente con el nacimiento de la geología en su concepto moderno.
Obviamente, el arranque oficial de la geología planetaria o astrogeología es muy posterior, en los inicios de 1960, conllevando precisamente los primeros desarrollos modernos de mapas lunares para las misiones Apollo. Aunque no existe una definición concreta y estandarizada de la astrogeología o geología planetaria, una de las mejores corresponde a la utilizada por la Arizona State University: una institución emblemática y pionera en esta línea de investigación. Atendiendo a los principios fundacionales definidos por el Dr. Eugene Shoemaker(astrogeólogo e instructor de astronautas, considerado el padre de esta disciplina), la geología planetaria puede definirse como "el estudio a distintas escalas del origen, evolución y distribución de la materia condensada en el universo en forma de planetas, satélites, cometas, asteroides y partículas de distintas dimensiones y génesis".
Durante el último medio siglo ha habido una auténtica explosión de los estudios sobre geología planetaria. El espacio se ha convertido en otro entorno donde realizar nuestras actividades y, probablemente, junto con la astronomía y astrofísica, la geología planetaria constituye la disciplina que está proporcionando más información y está demostrando su utilidad en el estudio de los diferentes cuerpos planetarios del sistema solar (incluyendo aspectos que varían desde el origen de los mismos a su evolución, paleoambientes, paleo-habitabilidad y recursos naturales), así como muchos otros relacionados con la futura habitabilidad de los astronautas en la Luna y también en Marte.
De aquellos primeros y muy "simples" mapas lunares (simples, vistos ahora con la retrospectiva de medio siglo de avance de las técnicas cartográficas geológicas y el uso de orbitadores), se vienen realizando y ya disponemos de mapas geológicos (astrogeológicos), de diferente detalle y escala, desde MercurioVenus o Marte a Plutón, de Europa o Ceres a Titán e incluso en cometas, como el Cometa 67P/Churyumov–Gerasimenko). Hace apenas unas semanas, el Centro y Programa de Astrogeología del Servicio geológico de EEUU (USGS) acaba de presentar el mapa más detallado hasta la fecha de nuestro satélite, el denominado Mapa Geológico Unificado de la Luna, una auténtica maravilla astrogeológica.
Este nuevo mapa escala 1:5.000.000 de la Luna se apoya en todos los realizados previamente, en particular en otros seis mapas geológicos renovados y digitalizados, así como en los resultados científicos obtenidos a partir de las numerosas misiones realizadas que nos han proporcionado información pormenorizada sobre materiales, estructuras y contactos geológicos entre las distintas formaciones lunares y sus respectivas edades. El mapa fue presentado oficialmente en la 51º Lunar and Planetary Science Conference (2020), por un equipo de geólogos planetarios de USGS, estando el proyecto liderado por el Dr. Corey Fortezzo.
El mapa consiste en 43 grandes unidades geológicas de la superficie lunar. Los datos de elevación de la región ecuatorial de la Luna proceden de las observaciones estéreo recopiladas en la misión SELENE dirigida por JAXA. La topografía para los polos norte y sur se complementó con los datos del altímetro láser del Orbitador Lunar de la NASA. Este mapa será muy útil para las futuras exploraciones humanas ya que combina y compila datos estratigráficos, estructurales, geomorfológicos y composicionales cruciales para la exploración de recursos, futura habitabilidad, y también desde el punto de vista educativo.
Estoy convencido de que, tanto la misión de la NASA Artemisa a la Luna, todavía prevista para 2024, como cualquier otra que vaya a desarrollarse, se beneficiará de este nuevo y extraordinario mapa astrogeológico lunar.

Observando el cometa SWAN (C/2020 F8)

Imagen del cometa C/2020F8 SWAN tomada por Gerald Rhemann desde Farm Tivoli, Namibia el 29 de abril (con permiso del autor).
Imagen del cometa C/2020F8 SWAN tomada por Gerald Rhemann desde Farm Tivoli, Namibia el 29 de abril (con permiso del autor).

Otro cometa pone en marcha a los expertos y a los astrofotógrafos de todo el planeta. Descubierto por la cámara SWAN a bordo del Solar Heliospheric Observer (SOHO) el pasado 25 de marzo ha mostrado una evolución muy favorable y es actualmente visible a simple vista en la constelación de la Ballena (Cetus). Y es que, justo nos estábamos consolando de la fragmentación del cometa ATLAS C/2019 Y4, cuando este otro cometa hace que tengamos un nuevo objetivo científico entre estos esquivos y fascinantes cuerpos helados. 
El cometa presenta una preciosa cola de gas o iónica (véase Figura 1) dado que la sublimación de sus hielos por la luz solar hace que el viento solar barra en dirección antisolar las especies moleculares que se desprenden de su superficie. Y es que, a diferencia de los asteroides, los cometas son cuerpos compuestos en buena parte de materiales volátiles.
Trayectoria aparente del cometa SWAN (C/2020F8) en el firmamento desde el 5 de mayo al 3 de junio (<a href="https://skyandtelescope.org/astronomy-news/new-comet-alert-trio-of-comets-grace-our-skies/" target="_blank">cortesía Sky & Telescope</a>)
Trayectoria aparente del cometa SWAN (C/2020F8) en el firmamento desde el 5 de mayo al 3 de junio (cortesía Sky & Telescope)

El cometa posee una órbita muy abierta con una excentricidad cercana a 1 que lo haría seguir una parábola. Nuevas observaciones astrométricas permitirán precisar mejor su órbita. En consecuencia vamos a ver su paso por el perihelio a lo largo de muchos días, aunque su rango de observación quedará bastante restringido por su baja elongación. Durante las dos próximas semanas el cometa será visible en el cielo de la mañana, justo en plena madrugada pero moderadamente bien situado para realizar fotografías. No requiere demasiada instrumentación, con unos simples prismáticos o una cámara dotada de un teleobjetivo será perfectamente visible. La carta adjunta nos ayudará a situarlo, surcando en las próximas semanas las constelaciones de Cetus-Piscis-Aries, justo a la izquierda del famoso cuadrado de Pegaso.

martes, 26 de mayo de 2020

Nueva probabilidad de encontrar vida extraterrestre

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Pixaba
A pesar de saber cuándo apareció por primera vez la vida en la Tierra, los científicos aún no entienden cómo ocurrió, lo que tiene implicaciones importantes para la probabilidad de encontrar vida en otras partes del universo. Ahora, un nuevo estudio realizado por investigadores de la Universidad de Columbia muestra mediante una técnica estadística llamada inferencia bayesiana de qué forma la vida extraterrestre compleja podría evolucionar en mundos alienígenas.
"La rápida aparición de la vida y la evolución tardía de la humanidad, en el contexto de la línea de tiempo de la evolución, son ciertamente sugerentes. Pero en este estudio es posible cuantificar realmente lo que nos dicen los hechos", explica David Kipping, líder del trabajo que publica la revista Proceedings of the National Academy of Sciences.
Sabemos por el registro geológico que la vida comenzó relativamente rápido, ya que el entorno de nuestro planeta fue lo suficientemente estable como para soportarla. También sabemos que el primer organismo multicelular, que condujo a nuestra civilización actual, tardó mucho más en evolucionar, aproximadamente 4.000 millones de años.
Nuestras búsquedas dentro del sistema solar no han arrojado ninguna evidencia directa de vida extraterrestre, y la detección remota de biomarcadores químicos en exoplanetas sigue años por delante de las capacidades de observación con las que contamos a día de hoy.
Así que Kipping utilizó la cronología de las primeras pruebas de la vida y la evolución de la humanidad preguntándose con qué frecuencia esperaríamos que la vida y la inteligencia volvieran a surgir si la historia de la Tierra se repitiera, volviendo a ejecutar el reloj una y otra vez. Enmarcó el problema en términos de cuatro respuestas posibles:

  • la vida es común y a menudo desarrolla inteligencia
  • la vida es rara pero a menudo desarrolla inteligencia
  • la vida es común y rara vez desarrolla inteligencia
  • la vida es rara y rara vez desarrolla inteligencia

Este método de inferencia estadística bayesiana, utilizado para actualizar la probabilidad de una hipótesis a medida que se dispone de evidencia o información, establece creencias previas sobre el sistema que se está modelando, que luego se combinan con datos para emitir probabilidades de resultados.
"La técnica es similar a las probabilidades de apuestas", comenta Kipping. "Fomenta la prueba repetida de nuevas pruebas contra su posición, en esencia un ciclo de retroalimentación positiva para refinar sus estimaciones de probabilidad de un evento".


¿Y cuáles han sido los resultados?

El análisis se basa en la evidencia de que la vida surgió dentro de los 300 millones de años de la formación de los océanos de la Tierra como se encuentra en los depósitos de circón empobrecido en carbono 13, un comienzo muy rápido en el contexto de la vida de la Tierra.
Esto quiere decir que si planetas con condiciones y líneas de tiempo evolutivas similares a la Tierra son comunes, entonces el análisis sugiere que la vida debería tener pocos problemas para emerger espontáneamente en otros planetas. ¿Y cuáles son las probabilidades de que esta vida pueda ser complejas, diferenciada e inteligente? Solo hay 3:2 probabilidades de encontrar vida inteligente, lo que se resume en un 40%. Lo que a todas luces sugiere que no es un proceso ni fácil ni seguro.

"Si volvemos a jugar la historia de la Tierra, la aparición de inteligencia es en realidad algo improbable", dijo Kipping, señalando, además, que las probabilidades en el estudio no son abrumadoras, están muy cerca de 50:50, y los hallazgos deben tratarse como un simple empujón hacia una hipótesis, sin certezas o garantías.
"Sin embargo, de manera alentadora, el caso de un universo lleno de vida emerge como la apuesta favorita. La humanidad no debe desanimarse en la búsqueda de vida inteligente en mundos más allá de la Tierra ", concluye Kipping.

Tras 17 años bajo tierra, un ejército de cigarras está a punto de emerger

Probablemente, 2020 no es el año que teníamos en mente, pero para algunas criaturas del planeta es exactamente el momento largamente esperado para emerger después de casi 20 años bajo tierra. El verano ya asoma, y ese será el instante en que un ejército de cigarras desembarquen en Estados Unidos.
Para ser más exactos, este grupo de insectos del género Magicicada ya está comenzando a aparecer en varios estados de la costa este: el noroeste de Carolina del Norte, el suroeste de Virginia y el sureste de Virginia Occidental.
En cuanto a la invasión, no hay que temer. Se trata de insectos inofensivos que tienen tan solo unos meses de vida (aunque son muy ruidosas). La mayor parte la pasan como ninfas en la tierra, chupando la savia de las raíces de los árboles. Luego, cuando el clima se calienta en su decimoséptimo año, es la señal para romper la superficie, escalar un árbol u otra superficie vertical y arrojar sus exoesqueletos inmaduros.
El insecto grande y oscuro que emerge es la cigarra con la que la mayoría de la gente está familiarizada. Después de unos meses de volar, aparearse y llenar el bosque con sus canciones ensordecedoras, las cigarras adultas mueren al final del verano.
Cuentan los expertos que las diferentes crías de cigarras siguen diferentes líneas de tiempo, y 2020 es el año en que la nueva generación de las llamadas Brood IXhace su debut. Se estima que el grupo comprende casi 1.5 millones de insectos, cuando el suelo se calienta alcanzando el punto necesario a mediados de mayo, aunque debido al clima frío reciente en el Atlántico medio, las cigarras pueden llegar más tarde de lo habitual.
En cuanto al sonido ensordecedor, se consideran algunos de los insectos más ruidosos de la Tierra. La razón se debe a las cigarras macho en busca de una pareja, y el sonido puede llegar a alcanzar hasta 100 decibelios.
En cambio, las cigarras también son beneficiosas para los ecosistemas. Su aparición en la tierra aumenta las flores y los frutos en los años posteriores. [ScienceAlert]