El embarazo de nueve meses en los seres humanos está influenciado de manera significativa por la estructura de la placenta, según una nueva investigación sobre la evolución de la reproducción en mamíferos, que resuelve un misterio de cien años.
El estudio, realizado por expertos de las universidades de Durham y Reading, en el Reino Unido, muestra que la diferencia en las tasas de crecimiento dentro del útero materno entre mamíferos (una diferencia que ha surgido a través de la evolución de las especies) parece deberse a la estructura de la placenta y al modo en que ésta conecta a la madre y al feto.
El estudio, realizado por expertos de las universidades de Durham y Reading, en el Reino Unido, muestra que la diferencia en las tasas de crecimiento dentro del útero materno entre mamíferos (una diferencia que ha surgido a través de la evolución de las especies) parece deberse a la estructura de la placenta y al modo en que ésta conecta a la madre y al feto.
El equipo de Isabella Capellini y Robert Barton ha constatado que cuanto más íntima es la conexión entre los tejidos de la madre y el feto, más rápido será el crecimiento del feto y más corto el embarazo. Los resultados ayudan a explicar por qué en la especie humana las mujeres, cuyas placentas no forman la compleja estructura reticular de las hembras de animales tales como perros y leopardos, tienen embarazos relativamente largos.
Sorprendentemente, la estructura de la placenta difiere mucho entre especies de mamíferos, a pesar de que cumple la misma función básica en todas ellas. Aunque muchas teorías han sido propuestas, las razones de esta variación han sido un misterio durante más de un siglo. Ahora el enigma puede que se haya aclarado de manera definitiva.
Este estudio muestra que no es necesariamente el contacto con la sangre materna lo que determina la velocidad del crecimiento, sino hasta qué grado los tejidos de la madre están "entrelazados" con el feto.
En el caso de la especie humana, la placenta tiene una serie de ramificaciones simples, comparables a dedos, con una conexión relativamente limitada entre los tejidos de la madre y el feto, mientras que en los leopardos, por ejemplo, forma una compleja red de interconexiones que crean una mayor área de superficie para el paso de nutrientes.
Carla Gallén
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