miércoles, 21 de noviembre de 2018

Qué es el espectro de Brocken, la aparición fantasmal que ha aterrado a sus habitantes por siglos

¿Alguna ves has visto un fantasma? Muchas personas dicen haber sentido o incluso observado la presencia de un espectro en su hogar, en hogares ajenos, en el trabajo, el bosque, etc. Pero, ¿realmente existen los fantasmas, o todo tiene una explicación razonable que aun no hemos descubierto?å
Si bien no podemos hablar por todas las apariciones espirituales, existe un "fantasma" conocido mundialmente que aparece bajo ciertas condiciones en las montañas Hartz, en Alemania rural. La leyenda del "espectro de Brocken" supera los dos siglos y quizás sus rumores sobre apariciones del más allá son aun más antiguos.
En 1780, el biólogo y naturista Johann Esaias Silberschlag se encontraba por esta zona cuando descubrió los rumores de un espectro que aterraba el lugar, conocido como el espectro de la montaña o Brockengespenst. Sin dejarse llevar por las habladurías, decidió aplicar el método científico y descubrir la verdad detrás de esta aparición tan peculiar.

Fuente: Shutterstock
Pero, ¿qué es el espectro de Brocken? Como puedes observar en las fotografías, se trata de una sombra de gran tamaño que emerge con imponencia de la niebla, muy frecuente en el el pico Brocken y la sierra a la que pertenece. Más peculiar aún es lo que aparenta ser un aura de luz que refleja los colores del arcoiris y rodea la gran figura misteriosa.
No sorprende que esta imagen haya capturado la imaginación y el temor de los lugareños durante siglos. Sin duda es una vista muy peculiar que puede fácilmente confundirse con un fenómeno sobrenatural, pero no hay nada sobrenatural al respecto. En realidad se trata de un juego de luces en el que la niebla es parte de la clave.
Lo que realmente sucede es que el "fantasma" de Brocken aparece cuando el está detrás de la persona que observa la aparición, haciendo que la sombre se alargue y se refleje sobre la abundante niebla. Y debido a la refracción de la luz aparece este halo mágico iridiscente que cautiva a tantos.
Fuente: Shutterstock
Debido al ángulo, la intensidad de la luz y otros factores, la sombra puede tomar formas distintas. La más famosa es la de una figura humana que, con el movimiento de la niebla, parece moverse y camiar de profundidad constantemente, pero también puede reflejar un ave volando o incluso un globo aerostático. Todo depende del cuerpo reflejado en la niebla.
Esta ilusión óptica ha fascinado a muchos personajes famosos durante siglos. Lewis Carroll, escritor de Alicia en el País de las Maravillas, Charles Dickens (Un cuento de Navidad) y muchos otros escritores hacen referencia a esta aparición en sus escritos y memorias, y es que realmente es una vista impresionante, pero es completamente natural y no hay nada de fantasmal al respecto.

miércoles, 14 de noviembre de 2018

El fin del kilo tal y como lo conocemos: más de un siglo después estamos a punto de cambiar cómo 'pesamos' la materia

No hay muchas veces que se pueden decir estas palabras y que, además, sean verdad: estamos a punto de vivir un momento histórico. La semana que viene culmina uno de los proyectos sociales e intelectuales más complejos que han existido jamás
Algo que tiene la capacidad de impactar la vida cotidiana de la gente y, a la vez, involucrar alguna de la tecnología más completa jamás inventada: la semana que viene la Conferencia General de Pesos y Medidas matará el kilo tal y como lo conocemos y dará luz verde a una nueva definición de la unidad básica de masa. Cambiará todo para que nada cambie jamás. A esto hemos dedicado los últimos 130 años de la metrología.

La medida de todas las cosas

kilo
Antes de la Revolución, sólo en Francia había 250.000 de unidades de medida diferentes. Algo así ocurría en toda Europa. En España, como cuenta José Manuel Blanco, una libra pesaba 351 gramos en Huesca, 575 en Coruña o 372 en Pamplona. 
Era un sindiós, un terreno abonado a la trampa, el timo y el fraude que solo se sostenía por la preeminencia de la economía local y por el celo con el que las autoridades perseguían a los mentirosos. En Granada, como en muchos otros sitios, aún podemos el ver el lugar donde, desde el siglo XII, se colgaban las pesas confiscadas por defectuosas, inexactas o fraudulentas.
Conforme el mundo se hacía más pequeño, la falta de medidas unificadas era un problema que sólo beneficiaba a la vieja aristocracia conservadora y rural. Por eso, durante la última década del siglo XVIII, los revolucionarios franceses reformaron el sistema de pesos y medidas de arriba a abajo. Y durante el siglo XIX, las unidades de medida pasaron a uno más de los terrenos de batalla donde se jugaba el futuro el proyecto ilustrado y racionalista.
El 20 de mayo de 1875 por representantes de 17 países firmaron el Tratado del Metro por el que el 'metro' pasó a ser, de facto, el sistema de referencia internacional de longitud. En ese momento se creó también la Oficina Internacional de Pesos y Medidas, el organismo encargado de velar por la consistencia de las medidas.
Y digo medidas en plural porque rápidamente quedó claro que se necesitaban referencias internacionales para muchas más cosas. En 1889, se definió el kilogramo como la masa del Gran K, una pesa construida en platino-iridio y guardada por la Oficina. En 1913 se unificaron las unidades de temperatura. 
En 1943, se definieron el amperio, el bar, el newton, el voltio o el vatio. Y en 1960 se establecieron las seis (más tarde, siete) unidades básicas: el sistema internacional de unidades estaba cerrándose. En aquellos días, parecía que íbamos a ser capaces de encontrar una medida para cada cosa. Qué optimistas éramos. 

Busca certidumbre en el corazón de la realidad

kilo
En los años 40, un segundo fue definido como 1/86400 parte de la rotación de la Tierra. En los años 50, lo redefinimos como 1/31556925.9747 parte de lo que tarda la Tierra en girar alrededor del Sol. Pero imaginad que conseguimos viajar a otro sistema solar o que la Tierra modifica su órbita por cualquier razón:** ¿cómo sincronizaríamos los relojes?** 
Dudas similares surgieron con el metro, pero el mejor ejemplo es el del kilo. la Grand K pierde masa, 50 microgramos cada cien años, para ser exactos. Como dice Max Fagin, esto es paradójico porque la Grand K es el único objeto que no puede perder masa jamás: por definición, siempre siempre siempre va a pesar un kilo. El problema es que, si esperamos lo suficiente, el kilo ya no pesará nada.
grand k
En realidad, si de verdad queríamos crear un sistema universal de unidades teníamos que ir más allá: no bastaba con usa medidas más o menos arbitrarias, necesitábamos tener unidades basadas en las propiedades fundamentales de la materia. Sin eso, el problema iba a seguir siempre encima de la mesa.
Así fue como el segundo pasó a definirse como "la duración de 9.192.631.770 oscilaciones de la radiación emitida en la transición entre los dos niveles hiperfinos del estado fundamental del isótopo 133 del átomo de cesio (133Cs), a una temperatura de 0 K" y el metro como "la distancia que recorre la luz en el vacío durante un intervalo de 1/299.792.458 de segundo".
Con el paso del tiempo, todas las unidades fueron definiéndose en virtud de esas propiedades fundamentales de la naturaleza. Todas menos una: el kilogramo. Durante décadas, muchos científicos han dedicado horas y horas de trabajo para ser capaces de hacerlo. Sin éxito. Hasta ahora.

El final del camino

Watt Balance Large View
Como señalamos hace unos años, dos líneas de trabajo (una sobre la balanza de Watt y otra sobre la constante de Avogadro) estaban tratando de definir el kilo gracias a la constante molar de Planck. El problema es que, durante años, las dificultades técnicas hacían que las dos formas de definir la constante de Planck dieran resultados muy distintos. Ya no.
Tras más de 30 años de investigación y un desarrollo tecnológico imponente, la semana que viene la Conferencia General de Pesos y Medidas por fin está lista para cambiar la definición del kilo usando la balanza de Watt. 130 años después, estamos a punto de cerrar uno de los proyectos intelectuales más ambiciosos y complejos de la historia de la humanidad.
Javier jimenez

El experimento más lento del mundo y otros estudios impactantes de la historia de la ciencia

Alexander Graham Bell, uno de los científicos más eminentes de nuestra historia, decía: "Nunca andes por el camino trazado pues él te conducirá únicamente a donde otros ya fueron". En ciencia, a veces, hay que arriesgarse. Eso implica las críticas, el escepticismo y el rechazo. Otras, sencillamente, la falta de resultados.
Como consecuencia, la ciencia puede avanzar por vías que jamás habríamos imaginado. Tanto si es productivo, como si no, algunos experimentos dan mucho que hablar, creando situaciones impactantes o llamativas de las que aprender. Estos son algunos ejemplos dados por la historia de la ciencia.

La rana que levitaba

Viajemos a 1998. El físico Andre K. Geim publicaba por entonces un estudio titulado "El magnetismo de todo el mundo", basado en uno de los estudios más extraños que jamás se hayan hecho. Y es que Geim hizo levitar una pequeña rana viva en un potentísimo electroimán.
Básicamente, lo que hizo Geim fue convertir a la ranita en una especie de levitrón vivo para demostrar que toda la materia, incluyendo la orgánica de la que estamos hechos, es capaz de reaccionar ante los campos magnéticos. El fenómeno físico es relativamente simple de explicar: el campo magnético generado sobre las moléculas magnéticas del cuerpo de la rana (básicamente el agua) permite anular la fuerza de la gravedad.
De esta manera, al ser un campo tan intenso, esta flota en el enorme imán. ¿Y por qué una rana? Además de este animal, el equipo consiguió hacer levitar una bellota o unos mililitros de agua. Pero el escoger a la rana, según explicaba el propio Geim, atiende a la respuesta: "¿Y por qué no?".
El experimento fue tan llamativo que le valió a Geim y el equipo un premio Ig Noble
El experimento fue tan llamativo que le valió a Geim y el equipo un premio Ig Noble, dados a las investigaciones que "primero hacen reír a la gente, y luego le hacen pensar". Este estudio, por cierto, es el que más nos ha acercado nunca a la antigravedad, real, y la rana salió completamente ilesa del experimento. ¿Podremos aplicarlo algún día a los seres humanos? 
Sería bonito, pero muy difícil debido a nuestro peso y la energía que necesitaríamos para generar un campo magnético adecuado. Pero quién sabe. El propio Andre Geim ganó años después, en 2010, el premio Nobel de Física por sus estudios sobre el grafeno. Así que tan disparatados no deben ser sus experimentos.

El experimento más largo de la historia

A Thomas Parnell, de la Universidad de Queensland en Brisbane, Australia, le debemos el que ha sido titulado como el "experimento de la gota de brea" o el más largo de la historia. Este experimento fue diseñado por el profesor para demostrar que algunas sustancias que consideramos como sólidas, en realidad, son fluidos altamente viscosos.
Esto ocurre con la brea. En 1927, el profesor dispuso un embudo especial con brea caliente y la dejó solidificar durante tres años, sin que nada la molestase. En 1930, Parnell cortó el cuello del embudo, dando comienzo a la medición del experimento. Y no fue hasta diez años después que cayó la primera gota de brea sobre la placa de Petri.
University Of Queensland Pitch Drop Experiment White Bg
Por ahora se han formado y caído varias gotas de esta sustancia, habiendo superado el experimento a su creador, quien murió en 1948, y a su principal observador, el profesor John Mainstone, que falleció en 1990. La octava gota cayó el 28 de noviembre del año 2000.
Según se calcula, la brea es unas 2,3 x 10^11 (casi un billón) de veces más densa viscosa que el agua, pero sigue siendo un fluido. Curiosamente, el hecho de que se colocara aire acondicionado en 1988 ha alargado el tiempo de goteo de la brea, haciendo el experimento aún más largo. Por cierto, tanto Parnell como Mainstone ganaron un premio Ig Noblel por este experimento que nos demuestra que la frontera entre sólidos y fluidos no es tan clara como parece.

El peso del alma

Probablemente ya conozcas la peregrina idea de que el alma pesa 21 gramos. Hasta hay una película '21 gramos' donde aparecen Benicio del Toro o Sean Penn, entre otros, hablando de esta idea. Lo más interesante es que tiene una base científica. Si nos remontamos a principios del Siglo XX veremos que un profesor llamado Duncan MacDougall se dedicó durante casi una década a demostrar la existencia del alma científicamente.
Según este médico, el alma es una entidad que tiene una parte material, como casi todo. Su fundamentación era claramente cristiana, identificando el alma como el elemento teológico católico. Para MacDougall el alma existía en el cuerpo y, por tanto, tenía que tener unas variables físicas, como el peso. De hecho, si el alma iba a parar al cielo o el infierno, por tanto, se perdería su peso en el proceso de la muerte.
Duncan Macdougall Physician
¿Y cómo se mide eso? MacDougall diseñó una cama especial capaz de calcular el peso con una precisión de centésimas de onza (casi 0,30 gramos). Con su ingenio, MacDougall hizo sus experimentos con seis ancianos enfermos, en un hogar para personas mayores. El resultado fue publicado en la prestigiosa American Society for Psychical Research, indicando que el peso del alma corresponde a 21 gramos. 
Para hacer un experimento control, afirma en el paper, MacDouggall comprobó el peso con perros, obteniendo un cambio de cero, es decir, que los perros no tienen alma. Huelga decir que este planteamiento, en sí mismo, es sesgado y supone un origen místico y dogmático de una sustancia etérea que, además, es inexistente en otros seres vivos, por lo que es un mal planteamiento desde el primer punto de partida. 
Por otro lado, los experimentos de MacDougall tienen serios problemas metodológicos, tal y como puede leerse en sus resultados (que no son consistentes en todas las mediciones), razón por la que el doctor exhortaba a realizar más pesados. Además del peso, MacDougall también dijo ser capaz de ver el alma de las personas a través de los "recientes" rayos X, cosa que nunca pudo probar con un estudio. El valor que le dio la comunidad científica y la sociedad a sus estudios solo se justifica a nivel social y de fe, pero en ningún caso a nivel científico.

Robert E. Cornish, reanimador (de perros)

La época de H. P. Lovecraft, allá a principios de siglo, fue increíblemente rica en inquietudes científicas. Acababa de aparecer la "radiación", las primeras teorías cosmológicas modernas, la física de partículas y la genética florecían... Y la idea de dominar la naturaleza a nuestro antojo estaba más cerca que nunca. El autor reflejó muchas de estas ideas en historias como la de Charles Dexter Ward o Herbert West, ambas relacionadas con la resucitación.
Historias que tienen mucho más de realidad de lo que creemos. Y si no que se lo digan a Robert E. Cornish, un doctor en medicina de California cuyos experimentos con perros también fueron probados en humanos. Estos experimentos consistían en devolver a la vida a los animales, recién muertos. La idea de Cornish es que el cuerpo es una maquinaria y si se puede recuperar el flujos sanguíneo normal, con ayuda de algunas sustancias estimulantes, se puede recuperar la vida.
El balancin de Cornish
Así que construyó una especie de balancín para hacer mover la sangre y, junto a unas inyecciones de anticoagulantes y epinefrina, trató de resucitar a algunas personas recién muertas por paro cardíaco, electrocución y ahogamiento. Huelga decir que sin éxito, lo que no le hizo cejar en su intento. Más tarde probó con perros, donde alcanzó el cenit de su éxito.
En una demostración pública, en 1934, Cornish asfixió a cinco perros y los mantuvo durante 10 minutos muertos
En una demostración pública, en 1934, Cornish asfixió a cinco perros y los mantuvo durante 10 minutos muertos. Tras esto, les administró su técnica de resucitación, tras lo que consiguió resucitar a dos de ellos, según indica la prensa de aquel entonces. Los perros, supuestamente, sobrevivieron durante meses, pero con importantes daños cerebrales. 
Debido al éxito de su "técnica", Cornish trató de realizar el mismo procedimiento en un reo sujeto a la pena de muerte que se puso en contacto con el doctor para "donarle" su cuerpo. El Estado, sin embargo, no permitió que Cornish realizara el experimento por riesgo a que el reo inquiriese en el riesgo de "doble sanción", ya que resucitar no le eximía de su culpabilidad.

El hombre más rápido del mundo

A John Paul Stapp, la palabra "impactante" no debía resultarle demasiado extraña. A este médico militar le preocupaba la salud de los miembros de la fuerza aérea. En los años cuarenta, una época en la que la carrera espacial estaba terminando de perfilarse, todavía no sabíamos cuál era la fuerza máxima, en "gs" que puede resistir un cuerpo humano.
Así que a Stapp no se le ocurrió otra cosa que buscar la respuesta. En 1946, un bombardero B-17 modificado alcanzaba la estratosfera, a casi 14 kilómetros sobre la superficie. En la bodega de carga, en vez de bombas, había un hombre realizando experimentos: era el propio John Stapp, que se utilizó a sí mismo como conejillo de indias.
Rocket Sled Track
Este no fue ni el primero ni el último de sus experimentos, pero sí de los más importantes porque permitió conocer la altitud a la que podíamos viajar, perdiendo el miedo a lo que hay más allá de la superficie terrestre. El experimento más impactante de Stapp, sin embargo, es el conocido como "la bala humana". En el desierto de California, un motor de cohete situado en unos raíles y con una silla atada al frente se convirtió en la herramienta principal de su trabajo.
Stapp demostró que un ser humano, bien pertrechado, puede resistir hasta las 46,2 gs sentado en la silla del avión de manera adecuada
Por entonces se pensaba que el ser humano solo puede resistir, como máximo, unas 18 gs de fuerza antes de morir. Stapp demostró que un ser humano, bien pertrechado, puede resistir hasta las 46,2 gs sentado en la silla del avión de manera adecuada. Y nunca mejor dicho, porque fue el propio Stapp el sujeto del experimento.
Junto con otros voluntarios, Stapp probó numerosas veces su cohete experimental, alcanzando los 1.017 Km/h. Esto lo convierte, por el momento, en el hombre bala más rápido del mundo, pero lo más importante es que John Paul Stapp ayudó a marcar los límites, los procedimientos y las técnicas asociadas a las grandes fuerzas que sufren los aviadores. También ayudó a diseñar muchos de los primeros elementos de seguridad, como el cinturón triangular de los paracaídas y otros elementos que todavía se usan a día de hoy.
Santiago Campilllo

miércoles, 7 de noviembre de 2018

Urano, Neptuno y… Duende

Recreación del hipotético planeta X
Recreación del hipotético planeta X CARNEGIE INSTITUTION
Repasemos el Sistema Solar, nuestro minúsculo barrio cósmico: Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y… ¡Duende! Ah, a lo mejor tú esperabas oír Plutón al final del palmarés, pero de ser así estás muy anticuado. Plutón se incorporó a la lista cuando fue descubierto, en 1930, pero se cayó en 2006, hace ya 12 años. Lo habían descubierto mal. Hubo entonces lamentos y protestas de profesores de primaria y astrónomos aficionados. ¿Quién nos ha robado a Plutón?, decían. Pero los científicos tienen en la agenda un regalo mucho mayor que ese “planeta enano” que perdimos entonces. Se trata de una hipotética “supertierra”, un gigante del tamaño de Neptuno, que está más lejos que ninguna otra cosa que hayamos conocido en la órbita del Sol, como puedes leer en Materia. Y sí, hay un nuevo planeta enano llamado Duende, al menos oficiosamente, que refuerza la teoría de la existencia de un noveno planeta del Sistema Solar. Así no sé si aconsejarte que te vayas aprendiendo la lista del inicio de este texto.
¿Cómo es posible que hayamos descubierto 3.851 exoplanetas (planetas que giran en torno a otras estrellas) y se nos haya escapado hasta ahora uno enorme que mora delante de nuestras narices? Bueno, la verdad es que este hecho no tiene nada de extraordinario. A otra escala, los geólogos suelen quejarse de que conocemos mejor la superficie de Marte que el fondo de nuestros océanos. Nada de esto son manías nuestras, sino consecuencia de la muy distinta viabilidad técnica de cada exploración, que no siempre es mayor cuanto menor sea nuestra distancia al objeto.
La superficie de Marte se nos pone a tiro de telescopio, y hasta del ojo desnudo, mientras que investigar el fondo de los océanos terrestres requiere batiscafos, robots, satélites, presupuestos y otras penalidades de la vida del oceanógrafo. La ciencia siempre ha sido oportunista, y se ha ocupado de las cosas que podíamos saber en cada época, dado el estado de la teoría y de la tecnología. Por muy cerca que la tengamos, la célula viva solo se conoció tras la invención del microscopio, que fue posterior a la del telescopio. No hay nada raro en que hagamos sufrir a lo que más cerca tenemos.
Por muy cerca que la tengamos, la célula viva solo se conoció tras la invención del microscopio, que fue posterior a la del telescopio
Consideremos el descubrimiento de Neptuno, el habitante más exterior del Sistema Solar según la lista actual. Pese a ser un planeta gigante, es el único de ellos que no podemos ver a simple vista. Su brillo en el cielo nocturno es cinco veces más débil que el de las más débiles estrellas observables con el ojo desnudo. Algunos dibujos de Galileo, la primera persona que miró al cielo con un telescopio, indican que pudo verlo el 28 de diciembre de 1612, Día de los Inocentes, pero aun cuando fuera así no logró identificarlo como un planeta. Un siglo y medio después, sin embargo, el astrónomo prusiano Johann Titius descubrió una fórmula matemática que parecía expresar a la perfección la distancia de cada planeta al Sol. Y esa fórmula predecía que debía haber un planeta inobservado más allá de Urano. Es lo que hoy llamamos Neptuno, y este gigante vecino no se habría descubierto de no ser por esa fórmula… ¡que al final resultó falsa! Las vías del descubrimiento son largas y tortuosas.
El lejano planeta X no se ha observado aún, y quizá no lo sea nunca. Pero todo va según lo previsto y, creedme, yo pondría mi dinero en que acabará observándose. Si para entonces los dos estamos muertos, no aceptaré reclamaciones.

La naturaleza del escorpión

Dos especies distintas de escorpión con los aguijones alzados.
Dos especies distintas de escorpión con los aguijones alzados.  GETTY IMAGES
Orson Welles, en su película Mr. Arkadin, propone un brindis no sin antes hacer referencia a una fábula atribuida a Esopo y que cuenta la historia de un escorpión que quiere cruzar el río. Para ello, el escorpión pide ayuda a una rana.
—No —dijo la rana—, no, gracias. Si dejo que subas sobre mí, podrías picarme y la picadura de un escorpión es mortal.
— ¿Dónde —dijo el escorpión—está la lógica de eso? Los escorpiones siempre intentan ser lógicos. Si yo te pico, tú te mueres y yo me ahogaría..
La rana quedó convencida y permitió al escorpión subir sobre ella. Pero, en medio del río, la rana sintió un terrible pinchazo y se dio cuenta de que el escorpión la había picado a pesar de todo.
—¡Lógica! —gritó la rana mientras se hundía, viendo que el escorpión se hundía también—. ¡ Esto no tiene lógica!
—Lo sé —respondió el escorpión—, pero es mi naturaleza.
La naturaleza del escorpión
Lo que nos viene a decir Gregory Arkadin es que el carácter del escorpión se manifiesta en su naturaleza y, por lo mismo, no puede librarse de ella cuando se trata de clavar su aguijón en el lomo de la rana. Científicamente, el escorpión realiza su picadura depositando veneno de efecto neurotóxico a través de su aguijón, situado al final de las cuentas de una cola que es lo más parecido a la espina de una rosa.
Por seguir con escorpiones y fábulas, hay otra leyenda muy común, que nos presenta al escorpión como un animal con instintos suicidas. En numerosas ocasiones, hemos escuchado que si se rodea a un escorpión con un círculo de fuego, el escorpión acaba clavándose el aguijón a sí mismo, en un acto de dignidad. Pero nada más lejos. La verdad es otra, ya que, los escorpiones al ser incapaces de regular su temperatura corporal, se deshidratan cerca del fuego y empiezan a mostrar convulsiones, arqueándose hasta la muerte. Por ello, parece que se clava el aguijón a sí mismo, convirtiendo su suicidio en una leyenda urbana, ya que, el aguijón no puede atravesar la armadura de su propio esqueleto y, de hacerlo, el escorpión sería inmune a su propio veneno.
En el libro del biólogo Gerald Durrell titulado Mi familia y otros animales (Alianza), se nos presenta a un viejo pastor de Corfú, que cuenta a nuestro protagonista la historia de un muchacho, pastor también, que se fue de fiesta a un pueblo lejano. A la vuelta, embriagado, el muchacho se tumbó a dormir echándose a un claro entre los arrayanes pero, con tan mala suerte, que apareció un escorpión y le picó en una oreja. Según contaba el viejo pastor, el muchacho cayó muerto con la cabeza inflada “como si tuviera preñados los sesos”.
Gerald y Lee Durrell con unos lémures.
Gerald y Lee Durrell con unos lémures. VANESSA MONTERO 
Tal y como nos lo cuenta el viejo pastor en este libro autobiográfico de Gerald Durrell, la picadura del escorpión puede resultar mortal para el ser humano. La potencia de su veneno ha llevado a la sabiduría popular a buscar remedios contra su picadura. Tal y como nos cuenta Durrell, el mismo viejo pastor tiene un frasquito lleno de aceite de oliva, donde, suspendido por la densidad del líquido, se aprecia un pequeño escorpión con la cola curvada sobre su cuerpo. El cadáver del escorpión está rodeado de una bruma que no es otra cosa que su propio veneno. Según contó el viejo pastor a Gerald Durrell, un escorpión macerado en aceite de oliva sirve como antídoto para la picadura de otro escorpión. Se frota el líquido en el sitio donde ha picado y “no duele más que el pinchazo de una espina”.
Por lo mismo, los antiguos hombres de campo colgaban de los árboles tarros con escorpiones macerados en aceite de oliva, no sólo para utilizarlos contra la picadura del escorpión, sino también contra la de las abejas. El veneno de escorpión, además de servir para curar picaduras, se ha utilizado como remedio en la farmacopea antigua para combatir molestias en las vías urinarias a la hora de eliminar los desechos nitrogenados del metabolismo.
Sin ir más lejos, en la quinta edición de la Farmacopea Española, editada por la Imprenta Nacional, en Madrid, en 1865, aparece la preparación farmacéutica del "Aceite de Alacranes" cuya receta consistía en macerar los alacranes en aceite, a los que se añadía un poco de agua; luego se calentaba la mezcla al fuego para así evaporar la humedad y se pasaba por un lienzo para filtrarla. De esta manera, el resultado servía para aliviar los problemas de las vías urinarias. Dicho todo esto, brindemos ahora por la naturaleza fabulosa del escorpión.
El hacha de piedra es una sección donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad científica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.