La historia nos muestra muchos amaneceres y muchos ocasos en las diferentes facetas de los seres humanos. Mirando al pasado podemos poner fecha y entender las razones para el nacimiento y auge de las ciencias. Su declive es más difícil de pronosticar, aunque hay ya razones para pensar que no está muy lejos. Después de un verano muy caliente siempre llega la estación de la caída de las hojas. Hablo aquí de las ciencias puras, en cuanto a vías del conocimiento; las ciencias aplicadas tienen un gran presente y tendrán un gran futuro por largo tiempo.
No está habiendo una revolución en las ciencias puras, sólo evolución de algo que se ha echado a rodar y se desarrolla gracias sobre todo a los desarrollos tecnológicos que no eran accesibles en el pasado
La ciencia ha ganado reconocimiento de la sociedad y es hoy en día uno de los centros de poder que toca sus resortes. Algunos de sus sacerdotes ocupan un estatus importante y se invierten en sus proyectos cantidades ingentes de dinero. Cada poco se baten nuevos récords de costes: 6.000 millones de euros por la construcción del LHC (Large Hadron Collider) del CERN más el mantenimiento de unos 700 millones de euros al año; del orden de mil o dos mil millones de euros cada telescopio espacial... Se publican muchísimos artículos, se citan frecuentemente unos autores a otros, hay muchos congresos, más que nunca, la comunicación a través de los medios de comunicación sobre los descubrimientos realizados muestra un gran interés por la ciencia del público no profesional.
Una visión superficial puede llevarnos a creer que vivimos en una época dorada de la ciencia, pero lo cierto es que el éxito aparente del presente viene más bien de las rentas del prestigio del pasado y del mucho ruido con pocas nueces actual. No está habiendo una revolución en las ciencias puras, sólo evolución de algo que se ha echado a rodar y se desarrolla gracias sobre todo a los desarrollos tecnológicos que no eran accesibles en el pasado.
Nuestra sociedad se ahoga entre inmensas cantidades de conocimientos, la mayoría de ellos sobre cosas de poca importancia para nuestra visión del cosmos, o sin producir avances en los fundamentos básicos de las ciencias puras, sólo aplicaciones técnicas o detalles secundarios"
Nuestra sociedad se ahoga entre inmensas cantidades de conocimientos, la mayoría de ellos sobre cosas de poca importancia para nuestra visión del cosmos, o sin producir avances en los fundamentos básicos de las ciencias puras, sólo aplicaciones técnicas o detalles secundarios. En los pocos campos donde surgen algunos aspectos importantes de cuestiones sin resolver, grupos poderosos controlan los flujos de información y empujan hacia verdades consensuadas en vez de haber discusiones objetivas dentro de una metodología científica, lo que da pocas garantías de que estemos obteniendo nuevas verdades sólidas sobre la naturaleza.
Además, la creatividad individual está condenada a desaparecer en favor de las grandes corporaciones de administradores y políticos de la ciencia especializados en buscar formas de obtener fondos del Estado en megaproyectos con costes crecientes y retornos decrecientes. En astrofísica y física de partículas, por ejemplo, tenemos el caso de la búsqueda de partículas supersimétricas de la supuesta materia oscura, que ha ocupado en las últimas décadas a más de un millar de investigadores en el CERN, y a una cantidad mayor aun de astrofísicos y cosmólogos en lo que se refiere a la problemática de la materia oscura en general. ¿Y qué pasa cuando, después de un largo periodo de búsqueda, se han gastado inmensas cantidades de dinero y los experimentos u observaciones no encuentran esa enigmática materia? Entonces los grupos de investigación proclaman que se deben explorar más altas energías y piden más dinero.
La creatividad individual está condenada a desaparecer en favor de las grandes corporaciones de administradores y políticos de la ciencia especializados en buscar formas de obtener fondos del Estado en megaproyectos con costes crecientes y retornos decrecientes"
Las fuerzas que empujaron a la humanidad a caminar hacia el conocimiento, la ilustración y la razón empujan ahora muy débilmente. La ciencia continúa funcionando por su inercia pero está sujeta a la fricción debida a su erosión. Camina entrelazada con las fuerzas económicas en vez de con los sueños humanos. El científico de prestigio de hoy en día utiliza más sus habilidades como gestor y administrador que como físico, matemático, químico o biólogo, con el fin de conseguir fondos para hacer un instrumento más caro que el anterior y conquistar nuevas metas del conocimiento gracias a la tecnología bruta, que no a la inteligencia.
No es vano el esfuerzo y gracias a eso se han realizado algunas hazañas gloriosas en ciencia de los últimos tiempos: como el proyecto Genoma Humano, el presunto descubrimiento del bosón de Higgs u otros. No obstante, la pregunta que cabe plantearse es hasta dónde llegará esta carrera del desarrollo de la ciencia por esta vía. Hasta que se alcance el límite de gastos que los Estados pueden soportar, y entonces oiremos a los científicos lamentarse de que no se da suficiente dinero para la investigación. Ya sucede tal hoy en día. Realmente, lo que subyace detrás de ese malestar del científico es su convencimiento de que ya no se puede hacer ciencia de primera sin hablar de cifras económicas multimillonarias, y se prefiere descargar sobre el político o sobre la sociedad la impotencia de una ciencia abocada a morir de éxito.
La ciencia sigue hoy en día la estructura del capitalismo, de modo que debe crecer siempre para no caer en crisis"
La ciencia sigue hoy en día la estructura del capitalismo, de modo que debe crecer siempre para no caer en crisis. La ciencia experimental u observacional se vuelve cada vez más cara, y ha optado por un camino sin retorno: crecer a base de incrementar los fondos invertidos en tecnología, la única salida que le queda, pues lo que se puede hacer con la sola inteligencia y con pequeñas inversiones ya ha sido hecho. Dicho en términos pesqueros: esquilmados los mares de las verdades fáciles, ya no se puede pescar con caña en ellos y hay que acceder a embarcaciones con costosos aparatos de pesca para poder sacar algo: mayores aceleradores de partículas, mayores telescopios, etc. Pero cuando la investigación científica alcance el límite donde no puede seguir creciendo a base de mayores inversiones económicas en tecnología, la crisis será inevitable.
Nuestra ciencia se ha convertido en un animal sin alma o, mejor dicho, una colonia de animales, un grupo de organismos que devoran los esfuerzos humanos y no ofrecen más que un medrar por el medrar mismo. Las organizaciones científicas se comportan como una colonia de bacterias que se reproducen mientras haya suficiente alimento/dinero. Cuanto más se los alimenta más crecen: más estudiantes de doctorado, más investigadores postdoctorales, investigadores de plantilla, superordenadores, telescopios, aceleradores de partículas, artículos, etc. Y, si se cierra el grifo del dinero, los investigadores dedicados a la ciencia y sus subproductos se reducen proporcionalmente. Ésta no es la ciencia de Galileo, Darwin, o Einstein, que produjeron sus ideas cuando sintieron la necesidad espiritual de expresarlas. Actualmente hay muy poco que expresar; casi todo en la ciencia se reduce a encontrar un pequeño feudo de la naturaleza que analizar —si hay cuestiones fundamentales que resolver en este análisis no importa—, y publicar artículos sobre ello y conseguir citas de los colegas con el propósito que conseguir puestos de trabajo y dinero extra para los gastos.
Ésta no es la ciencia de Galileo, Darwin, o Einstein, que produjeron sus ideas cuando sintieron la necesidad espiritual de expresarlas. Actualmente hay muy poco que expresar; casi todo en la ciencia se reduce a encontrar un pequeño feudo de la naturaleza que analizar"
Conseguir dinero para emplear a más estudiantes de doctorado, investigadores postdoctorales… y, cuando éstos crezcan, que lleguen a convertirse en nuevos investigadores senior que piden más dinero, y así ad infinitum. El sentido de esta industria es el de la vida primitiva: una mera lucha por la supervivencia y por la difusión de los genes (intelectuales).
El problema para las instituciones científicas vendrá probablemente cuando su influencia sobre la sociedad se vea reducida y cuando los recursos económicos que la ciencia consume empiecen a disminuir o incluso a dejar de crecer. Una posible razón para detener el crecimiento de la inversión científica y causar su colapso es que los gastos de la ciencia alcancen lo máximo que una sociedad se puede costear. Actualmente, los países más ricos invierten cerca de un 3% de su PIB en investigación y desarrollo, de lo cual un 20% es para las ciencias puras. Es un gasto mucho mayor que en el pasado, tanto en términos absolutos como relativos, y ha estado creciendo continuamente en las últimas décadas, con algunas pequeñas fluctuaciones.
El científico de prestigio de hoy en día utiliza más sus habilidades como gestor y administrador que como físico, matemático, químico o biólogo"
Posiblemente esté ya próximo al límite asintótico en términos de la cantidad de dinero que una sociedad puede costear, por lo que tal crisis podría no estar muy lejos. Posiblemente, muchos centros podrán continuar sus actividades varias décadas con un presupuesto constante o decreciente, pero con el tiempo reconocerán que no se puede avanzar sin fondos crecientes. Por consiguiente, los centros de investigación de ciencias puras y sin directa aplicación industrial dejarán de existir algún día.
Una crisis en el negocio de la ciencia, una crisis sin retorno que daría lugar a una era de estancamiento en el avance de conocimiento científico, aunque el tesoro acumulado es tan inmenso y rico que difícilmente se podrá decir que vaya a ser una época oscura. Esto no tiene visos de suceder muy rápidamente sino en un lento proceso, posiblemente extendido a lo largo de varias generaciones, ligado al hundimiento de muchos otros aspectos de nuestra civilización. En realidad, los distintos aspectos de una cultura se alimentan mutuamente.
La ciencia es una de las características más significativas de la civilización occidental y de su modo de pensamiento. Por consiguiente, el fin de la ciencia significaría el fin de la cultura europea moderna, en la línea augurada por el pensador Oswald Spengler en su obra La decadencia de occidente, el ocaso de un era iniciada en Europa alrededor del siglo XV y que se extiende hoy en día a todo el planeta: la era científica.
Martín López Corredoira es doctor. en Ciencias Físicas y doctor en Filosofía, e investigador titular del Instituto de Astrofísica de Canarias. Las ideas presentadas en este artículo están desarrolladas con amplitud en su libro 'The Twilight of the Scientific Age'.
elpais.com
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