martes, 8 de septiembre de 2020

Dendrocronología, estudiar a los testigos más longevos del planeta

En la imagen, una sección de un roble con algunos de sus anillos fechados por la Sociedad de Ciencias Aranzadi. EFE/Javier EchezarretaArchivo EFE: Sección de un roble / Javier Echezarreta

Felipe Larach. -EFEverde.- Durante cientos e incluso miles de años, los árboles han permanecido en el mismo lugar, siendo testigos de los cambios que se han producido a su alrededor y han sido imprescindibles para revelar acontecimientos, que los registros climatológicos no son capaces de demostrar, como por ejemplo que el planeta está viviendo los años más calurosos de los últimos dos mil años.

La única forma de saber cómo ha sido el clima hace miles de años es a través de disciplinas como la dendrocronología que “de forma indirecta” permite estimar cuál fue la temperatura en un año en concreto estudiando los anillos que conforman los troncos de los árboles ha explicado a EFEverde el investigador del departamento de Geografía de la Universidad de Zaragoza, Martín de Luis.

Los anillos están formados por el cambium- el tejido vegetal encargado de que el árbol crezca en anchura- y en climas estacionales como en España se forman anualmente, concretamente empieza en primavera “cuando más crece en grosor”, se detiene en verano, debido a las sequía, y continúa en otoño hasta el invierno cuando las células pasan a una fase durmiente. 

La dendrocronología se encarga de datar esa secuencia de anillos, que el investigador Martín de Luiscompara con huellas dactilares, para saber a qué año corresponde cada círculo y a partir de su identificación y asignación por fechas, los árboles ofrecen una ingente cantidad de información sobre épocas pasadas.

FUENTE DE SABIDURÍA

Problemas ecológicos como la sequía y sus efectos en la mortalidad de los árboles han sido los sujetos de estudio de los trabajos más recientes en los que ha estado inmersos el investigador del Instituto Pirenaico Ecología del CSIC, Jesús Julio Camarero, que a través de estudios dendroecológicos ha observado el legado de las sequías “en la pérdida de crecimiento” de los árboles, que en ocasiones llega a durar años.

Al comparar las secuencias de anillos que contienen la madera de los marcos de obras de arte o de las vigas de una construcción con secuencias de crecimiento de árboles de una determinada zona “puedes datar el año en que esa estructura fue construida” detalla el investigador del departamento de Geografía de la Universidad de Zaragoza, Martín de Luis.

Además, los árboles actúan como estaciones de mediciones de aire al ser capaces de registrar la contaminación atmosférica a través de la química de los anillos, ya que durante el proceso de la fotosíntesis “el árbol abre sus poros y absorbe lo que hay en el ambiente y deja registro en la madera”, recuerda el investigador de Luis.

Esta “memoria” de los árboles, puede incluso llegar a “reconstruir la historia de incendios en una determinada zona”, declara Martín de Luis, ya que el fuego deja “heridas” que permanecen en la madera mientras que el árbol sigue creciendo, por lo que lo importante para reconstruir la información, señala Camarero, es “que el árbol sobreviva”.

TÉCNICAS DE EXTRACCIÓN

En vida, se puede obtener muestras de los anillos a través de la Barrena de Pressler, una especie de “sacachorchos” con la que se extrae un canuto cilíndrico, un “testigo de madera en donde se ven los anillos” y que deja una pequeña marca en el tronco que no daña al árbol.

Aunque son las rodajas las que ofrecen una información más precisa al permitir hacer un seguimiento del anillo a lo largo de todo el árbol, y en el caso de aquello de zona secas o con épocas climáticas muy adversar, como el Valle del Ebro, se forman anillos incompletos, por lo que en la muestra “puede que no aparezca un anillo, aunque exista”  matiza el investigador del CSIC, Camarero.  

Allí donde la información que aportan los anillos es insuficiente- debido a que éstos no son lo suficientemente visibles o que las muestras no están debidamente conservadas-, los expertos del Instituto Pirenaico Ecología del CSIC han utilizado el Carbono 14 como método de datación y que, aunque tienen una variación en la estimación de “varias décadas”, ha sido imprescindible para conocer la edad de las Sabinas en la Sierra de Guara en Huesca, que a pesar de su menor tamaño- entre 6 y 8 metros de altura- tienen alrededor de mil años.

EL FUTURO

La dendrocronología, como cualquier otra ciencia, “tiene poco que decir del futuro” comenta Martín de Luis, aunque sí puede proveer de predicciones que ayuden a contextualizar y a “situar las condiciones actuales en un contexto más amplio de los 50 o 60 años de los que tenemos datos climáticos”, lo que permite estudiar cómo responden los bosques a las variaciones climáticas para realizar estimaciones de clima futuros.  

Además, esta disciplina permite hacer proyecciones de los ciclos de vida y la viabilidad de determinadas especies forestales y su resistencia a determinadas condiciones climáticas, lo que hace posible evaluar la continuidad de la plantación de una especie o su sustitución por otra más resistente. EFEverde

 
En la imagen, el tronco de un árbol cortado en el barrio de Zorroaga de San Sebastián. EFE/Javier Echezarreta

San Sebastián. Las manifestaciones más drásticas del cambio climático como sequías, inundaciones, heladas o el fenómeno de “El Niño” comienzan a ser acusadas por los árboles de nuestro país, que registran con precisión matemática en sus anillos cada uno de los desastres naturales que se producen en el planeta. En la imagen, el tronco de un árbol cortado en el barrio de Zorroaga de San Sebastián. Archivo EFE/Javier Echezarreta

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