Publicado por Martín Sacristán
Por qué una de las físicas más brillantes del mundo, reconocida como una de las diez grandes por la revista Nature, dedica varias horas al día a ser editora de la Wikipedia.
«¡Hola! Soy Jess. Hago OLEDs que emiten luz circular polarizada. Uso Wikipedia para incluir biografías de mujeres científicas negras y de minorías raciales y LGBTQ+ que están haciendo enormes contribuciones a la ciencia y la ingeniería, pero que no tienen la atención que merecen. Si tienes una sugerencia, o crees que alguien merece tener una página, puedes decírmelo en mi Talk page. Si no te gusta lo que hago, lo siento, no me voy a ir a ninguna parte.»
Casi resulta difícil, leyendo estas palabras, asociar a su editora con la Jess Wade cuyas investigaciones miramos a diario, materializadas en nuestros móviles, tablets, en cualquiera de nuestras pantallas. Sus avances en física de materiales han permitido que tengan menos consumo energético y sean más sostenibles. Y es que si su vocación científica nació de la necesidad de entender el mundo, su labor diaria está orientada a cambiarlo. Con ideas audaces que comienzan en el Blackett Laboratory del Imperial College, en Londres, con su frase favorita: «Sería genial si lográramos hacer esto».
Sería genial, pensó hace tres años, que las contribuciones científicas de mujeres, y de otros colectivos infrarrepresentados en la ciencia perduraran para la posteridad. Más aún, que cualquiera pudiera leerlos, sentirse inspirada, y sentir el deseo de hacer cosas increíbles.
Mientras lees estas líneas es muy posible que Jess Wade esté redactando una nueva biografía. En sus días más entusiastas llegó a hacer tres diarias. Y en la semana en que he estado siguiendo su producción, ha creado seis nuevas. Ahora ya suma casi mil quinientas entradas, y es un logro increíble si recordamos su punto de partida. Si nos pasan desapercibidas las aportaciones de mujeres, minorías y personas LGTBQ+ a la ciencia, ¿no será porque apenas trabajan en ella? Están, pero en menor proporción. Wade cree que es así porque entre los roles que la sociedad les asigna no está el de ser científicas, y eso es especialmente llamativo en el caso de las mujeres.
Los datos parecen darle la razón. En Reino Unido, su país de origen, solo el veinte por ciento de sus científicos son mujeres, y pese a los intentos institucionales, ha sido imposible elevar ese porcentaje. Wade es muy crítica con los programas creados para alentar vocaciones. Vídeos de chicas analizando la composición química del pintalabios y la sombra de ojos. Charlas de unos minutos en el instituto de mujeres que trabajan en la ciencia. Cuando lo que se debería hacer, sugiere, es que las científicas en activo trabajaran estrechamente con el profesorado de los institutos.
Un mujer llega a científica, nos explica, con varios estímulos. El primero, ser alentada a seguir esa carrera si tiene las cualidades y la vocación. Fueron sus profesores de instituto quienes más la animaron, viendo sus cualidades, a seguir una trayectoria STEAM, el nuevo modelo de aprendizaje donde ciencia, tecnología, ingeniería, arte y matemáticas se aprenden de forma interdisciplinar. En casa sus padres, médicos, le habían enseñado el amor y respeto por la ciencia. A menudo señala que solo cayó en la cuenta de qué pocas mujeres siguen estas carreras su primer día de clase en Físicas. La mayoría de sus compañeros eran varones.
Y esto es algo que sucede en la mayor parte del mundo. En la actualidad solo en unos pocos países musulmanes y de Latinoamérica está aumentando el número de graduadas en ingeniería o ciencia. En el resto se quedan igual o descienden, y en España su número ha bajado de manera drástica. Y no porque no existan referentes de gran prestigio.
Como M. Carmen Galan, química, graduada por la universidad de Alicante, y en la actualidad profesora en la Universidad de Bristol. Está llevando a cabo una investigación para el diagnóstico rápido de tuberculosis mediante nanopartículas. Podría suponer un avance diagnóstico de primer orden en todos los ámbitos de la medicina. Victoria Reyes García, antropóloga y profesora de investigación en ICREA, ha puesto en valor el conocimiento ecológico de los pueblos indígenas —Amazonía, Borneo— para adaptarse al medio modificando el propio sistema ecológico. Cristina Nevado, química y profesora en la Universidad de Zurich, desarrolla modelos computacionales para que ayuden a comprender la metástasis y progresión del cáncer. Seguro que no has oído sus nombres a menudo. A menos, claro, que hayas leído sus biografías, escritas por Jess Wade, en la Wiki.
La red ha sido un medio hostil a las mujeres desde el principio, por eso es tan importante actuar allí. Un hecho que señala a menudo María Sefardi, presidenta española de la Fundación Wikipedia. Pero no es el único ámbito con barreras. Cuando Jess Wade alcanzó su puesto en el Blackett Laboratory comenzaron a hacérsele patente hechos tan llamativos como que había sesgos de género en las publicaciones científicas, o que son más aceptados y revisados los papers escritos por hombres.
También descubrió el problema de ser mujer en los congresos científicos. A menudo se organizan allí charlas de mujeres científicas, como si su sexo fuera más importante que el campo a que se dedican. A ella misma la han invitado a menudo para cumplir con la cuota de género, especialmente tras haberse hecho relevante como activista por la igualdad en la ciencia. Desalentada al descubrir, una vez que llegaba, que los organizadores estaban menos interesados en sus avances en OLEDs de luz polarizada que en su nombre.
Pero si se pregunta a Jess Wade si fueron todas esas experiencias las que la impulsaron a su labor de fomento de la igualdad, contesta que no. Lo que cambió completamente su idea de lo que es la desigualdad fue un libro. Inferior.Cómo la ciencia se equivocó con las mujeres y la nueva investigación que está reescribiendo la historia. Su autora, Angela Saini, periodista científica, analiza con detalle y partiendo de datos cómo fue creada «científicamente» la idea de que la mujer era inferior en capacidades. El argumento biológico ha sido casi universalmente rechazado, pero el prejuicio permanece.
Hay mucho por hacer, y no es una labor exenta de polémica, ni siquiera para Jess Wade, ahora que ha sido reconocida, además de como científica, como una de las pioneras actuales en el destacar el papel de la mujer y las minorías en la ciencia. En Wikipedia sus contribuciones han sido muy discutidas, e incluso se han borrado algunas de sus entradas, bajo el argumento de que no estaba recogiendo a personas relevantes, sino a sus amigas. Sí, las primeras entradas contenían biografías de sus colegas en el Blackett Laboratory, pero también de muchas otras científicas. Además ha sido acusada de dar más importancia a que la persona sea mujer, minoría racial o LGTBIQ+, y anteponer eso a los avances científicos que haya realizado.
Y cuál es su entrada favorita, de todas las que ha creado. Esta. La de Gladys West. Una mujer negra que en los años 50 estudió en la por entonces única universidad pública para negros en Estados Unidos. Todavía era un país segregado, el movimiento por los derechos civiles ni siquiera había comenzado como tal, y el sueño de Martin Luther King estaba muy, muy lejos. Pero eso no impidió que esta matemática fuera la primera capaz de programar un ordenador IBM 7030 para calcular la superficie de la Tierra, el geoide. Porque no es una esfera bonita como solemos representarla, sino más bien una informe bola de papel arrugada. Su modelo de algoritmos fue capaz de calcular las variaciones producidas por las fuerzas de la gravedad, mareas, etc., y la deformación que producen. Y este modelo fue la base para crear el GPS. Así que debemos a una mujer científica negra y segregada por su raza poder usar hoy nuestro teléfono para llegar a cualquier sitio sin perdernos.
Es solo una de las muchas entradas inspiradoras creadas por Jess Wade. Que se ha convertido en un referente por esta iniciativa, y por el resto de su labor de visibilización. Una de sus últimas campañas ha sido lanzar un crowdfounding para comprar tiradas completas del libro Inferior, y regalarlas a todos las bibliotecas de los institutos públicos de Reino Unido. Iniciativas como esta mueven el mundo, y lo cambian. Demostrando que las chicas pueden hacer cualquier cosa, y hacerlas si se ponen a ello. Un ejemplo: este 2021, de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona ha salido la primera promoción de Ingeniería Matemática en Ciencia de Datos. El cincuenta por ciento de sus graduados son mujeres.
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