Empezamos desentrañando la estructura genómica más probable del ancestro de las aves y las tortugas, para después rastrear los cambios ocurridos desde entonces hasta la actualidad. Este linaje se inició con los dinosaurios y pterosaurios de hace unos 240 millones de años, siguió con los dinosaurios terópodos (entre cuyos miembros se encuentran T. rex y Velociraptor) y finalizó con las aves.
Aunque no hemos dicho que hayamos extraído ADN de dinosaurios, la pregunta que está en boca de la mayoría de la gente es: «¿nos acerca este avance a un verdadero Parque Jurásico?». La respuesta es un rotundo «NO», y estos son los motivos:
Primero, la idea de que pueda existir ADN de dinosaurio intacto dentro de insectos chupadores de sangre que se han conservado en ámbar simplemente no tiene ningún sentido. No se ha hallado ni un solo mosquito prehistórico que contenga sangre de dinosaurios, pero, si se hallara, el ADN que contuviera esa sangre hace mucho tiempo que se habría degradado. Se ha podido aislar con éxito ADN de neandertales y de mamuts lanudos, pero el de dinosaurio es demasiado viejo. El ADN más antiguo que se ha hallado jamás tiene una antigüedad aproximada de un millón de años, pero, si queremos hallar ADN de dinosaurio, este tendrá unos 66 millones de años, así que, siendo realistas, estamos muy lejos.
segundo, incluso si pudiéramos extraer ADN de dinosaurio, estaría troceado en millones de pedacitos y no tendríamos mucha idea de cómo organizarlos. Sería como intentar recomponer el rompecabezas más difícil del mundo sin tener delante la imagen que hemos de imitar o sin saber si nos falta alguna pieza.
En Parque Jurásico, los científicos averiguan qué piezas les faltan y las sustituyen por ADN de rana, pero esto no nos daría un dinosaurio, sino un híbrido al que podríamos llamar «ranasaurio». Estos segmentos de ADN de rana podrían tener toda una serie de efectos negativos en el desarrollo del embrión. También sería mucho más adecuado utilizar ADN de aves en lugar del de rana, ya que son parientes más cercanos (aunque seguiría sin funcionar).
Tercero, la idea de que todo lo que necesitamos es una hebra de ADN y que a partir de ahí se puede recrear un animal completo es, de nuevo, ciencia ficción. El ADN es un punto de partida, pero para que el animal se desarrolle con éxito dentro del huevo se produce una intricada «danza» de genes que se activan y desactivan en el momento adecuado gracias a una serie de señales ambientales.
En resumen, se necesita un huevo de dinosaurio en perfectas condiciones y con toda su compleja química intacta. En el libro generan huevos artificiales y en las películas utilizan huevos de avestruz. Ninguna de las dos opciones funcionaría, ya que no se puede insertar ADN de gallina dentro de un huevo de avestruz y esperar obtener una gallina (hay quien lo ha intentado). Y lo mismo se puede decir si se inserta ADN de un Velociraptor.
Y todo esto es sin entrar en temas legales, la obtención de permisos, las protestas de determinados grupos y el efecto que tendría nuestra acción sobre el ecosistema.
Así pues, no podemos resucitar dinosaurios, pero...
El tema es el siguiente: los dinosaurios nunca se extinguieron. Más bien todo lo contrario, están entre nosotros. Las aves no evolucionaron a partir de los dinosaurios, no son parientes cercanos de ellos. Las aves SON dinosaurios.
Los dinosaurios (incluidas las aves) son los supervivientes de al menos cuatro episodios de extinción masiva, de cada uno de los cuales surgieron dando lugar a formas más diversas, extrañas y maravillosas. Un elemento clave de nuestro trabajo es que damos por hecho que su capacidad para haber conseguido ese éxito se debe, en parte, a la estructura de su genoma. Hemos descubierto que las aves y la mayoría de dinosaurios no aviares tenían un montón de cromosomas (paquetes de ADN). Contar con tanto ADN hace posible para los animales generar variación, el impulsor de la selección natural.
Sin embargo, aunque es poco probable, en el futuro se podría utilizar la tecnología de Parque Jurásico para ayudar a deshacer una parte de los daños causados por los humanos. Hemos sido testigos de la extinción de dinosaurios aviares bien conocidos como el dodo o la paloma migratoria. Recuperar el ADN de estas aves es un proyecto mucho más realista, ya que tiene solo unos pocos cientos de años de antigüedad. También es posible que los huevos de especies con las que comparten un parentesco muy cercano sean lo suficientemente buenos. En las condiciones adecuadas, podríamos utilizarlos para resucitar algunas de estas especies extintas.
Darren Griffin y Rebecca O'Connor
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