Difícil, muy difícil, encontrar un mineral tan versátil como el mercurio rojo. A lo largo de las últimas décadas se le han atribuido capacidades asombrosas para mejorar el revestimiento antirradar de los aviones, un poder destructivo tal que llegaría una cantidad no mayor que una pelota de beisbol para generar una explosión nuclear e incluso se ha vendido como un elixir milagroso que remontaría sus orígenes al Egipto de los farones y las pirámides. Ya puestos hay quien especula con sus propiedades sobrenaturales, incluida algunas dignas del mismísimo Conde Drácula.
Increíble, ¿verdad? Y es así porque lo es. Literalmente. Se ha especulado con que el mercurio rojo es eso y alguna que otra cosa más igual de fascinante, pero desde luego si algo está claro es lo poco creíble que resulta el relato que lo rodea y sus propiedades fantasiosas. Su naturaleza encaja mejor en los relatos de ficción o leyendas urbanas que en los manuales de ciencias.
“Es mentira, un bulo, no existe”, remarca, tajante, Manuel Regueiro, presidente del Colegio de Geólogos de España. Como apuntan en ThoughtCo puede especularse si se ha dado esa etiqueta a una u otra sustancia, o incluso si en su día se utilizó como nombre en clave; lo que ya resulta más complicado es creer literalmente que exista algo parecido al mercurio rojo mítico, al que se han atribuido desde capacidades sanadoras a un sorprendente poder destructivo.
Elixir prodigioso... y sustancia letal
Se conoce el cinabrio o bermellón, un mineral compuesto de azufre y mercurio con un color rojizo, o el yoduro de mercurio (II); pero no, recalca Regueiro, el legendario mercurio rojo que a lo largo de las últimas décadas ha azuzado la imaginación de los más fantasiosos y la pillería de quienes han visto en su aura de misterio una oportunidad para vender frasquitos y pipetas a precio de oro.
En pleno 2022 circulan por Internet anuncios acompañado de fotos desenfocadas y un halo de misterio. Eso sí, solo para “personas interesadas”… y dispuestas a pagar su generoso precio.
Y todo pese a que a lo largo de los últimos años los expertos se han esforzado en deshacer el mito a través de grandes medios internacionales, como la cadena BBC, Radio Free Europe o The Guardian. “Es una estafa y el riesgo es que engañen o roben a la gente”, advertía Lisa Wynn, del departamento de antropología de la Universidad Macquaire a la BBC en 2019, cuando circulaban vídeos de gente dispuesta a vender pequeñas dosis rojizas a cambio, en ocasiones, de miles de dólares.
Aún hoy pueden verse piezas en YouTube con miles de visualizaciones de personas empeñadas en mostrar las supuestas propiedades fantásticas del red mercury, algunas directamente vampirescas y que harían sonreír con ironía a Bram Stoker, como el efecto repelente que tiene el ajo sobre sus gotas o que cuando se muestra una frente a un espejo no aparece reflejo alguno.
¿Cuál es el origen del mercurio rojo?
No es fácil precisarlo. Sobre todo teniendo en cuenta que sus propiedades se estiran más que un chicle Boomer. Entre quienes creen que es un poderoso elixir circula la historia de que se remonta al Antiguo Egipto y se introducía en las gargantas de los faraones. Otros, convencidos que se parece más una potente arma militar, creen que salió de los laboratorios de la Unión Soviética.
No faltan incluso quienes creen que las autoridades estadounidenses llegaron a aprovecharse del bulo para usarlo a modo de señuelo y cazar a criminales que quisieran comprarlo por sus cacareadas capacidades destructivas. En 2015 New York Times llegó a publicar que habían arrestado en Turquía a terroristas mientras intentaban comprar un poco de… exacto, mercurio rojo.
Otras versiones aseguran que se trata de un nombre en clave para material nuclear con el que se traficaba de contrabando a través del telón de acero o que lo de "rojo" estaría relacionado en realidad con su origen. "Podemos suponer con certeza que, bajo la cobertura de los tratos relacionados con el 'mercurio rojo', se están llevando a cabo maquinaciones financieras internacionales", reflexionaba a principios de los 90 una comisión encabezada por el ruso Aleksander Rutskoi: "Es posible que bajo el disfraz del 'mercurio rojo' se hayan exportado valiosos materiales estratégicos".
En 2004 The Guardian se hacía eco también de expertos que no veían tan descabellado que los soviéticos llegasen a desarrollar alguna sustancia que sí mereciese atención, como el popular físico Samuel T. Cohen. En lo que atañe al mercurio rojo, como tal, la opinión de la Autoridad Internacional de Energía Atómica era por entonces bastante clara: "El mercurio rojo no existe. Es todo un montón de tonterías". En 2015 también The New York Times se hacía eco del amplio consenso en la comunidad científica de que no hay un componente similar con capacidad explosiva.
Teorías hay para dar y tomar, suficientes para que Ken Follett pueda montar una trilogía con un thriller de toques esotéricos en el que se mezclen bombas, vampiros y momias.
Imagen de portada: JJ Harrison (Wikipedia)
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