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lunes, 5 de diciembre de 2022

Despertar volcánico

Tras más de siete meses de calma volcánica, este pasado verano la península de Reykjanes, en el oeste de Islandia, volvió a estallar en llamas. Después de que una serie de terremotos sacudiera la zona a finales de julio y principios de agosto, el volcán Fagradalsfjall escupió un torrente de lava en el valle de Meradalir (cerca de la lava expulsada por el mismo volcán en 2021, que apenas se había enfriado), ofreciendo a los turistas e investigadores el vibrante resplandor rojo anaranjado de la roca fundida a solo treinta kilómetros de Reikiavik.

Estas impresionantes exhibiciones volcánicas no son raras en Islandia, una de las masas continentales más jóvenes del mundo en términos geológicos. El país entero es el producto de millones de años de erupciones y se halla situado en un punto que favorece la actividad volcánica actual; los científicos advierten que la reciente sucesión de erupciones podría señalar el despertar de un potente sistema volcánico después de un letargo de 800 años.

La erupción de este verano brindó una valiosa oportunidad para recabar datos sobre el desarrollo del sistema y el movimiento subterráneo del magma. Las mediciones efectuadas en este escenario tan accesible ayudarán a predecir mejor el inicio y la causa de las erupciones volcánicas, afirma la geofísica Sigrun Hreinsdóttir: «En Islandia no abunda la vegetación [que obstaculice la vista], por lo que estamos obteniendo una profusión de imágenes vía satélite que nos ayudan a entender lo que ocurre realmente. El panorama completo resulta bastante sorprendente para uno de estos eventos».

Islandia se asienta a caballo entre dos placas tectónicas, enormes fragmentos de la corteza terrestre que encajan como las piezas de un rompecabezas para formar la cubierta rocosa exterior de nuestro planeta. Las placas norteamericana y euroasiática se separan a un ritmo de entre dos y cinco centímetros al año, lo cual abre gradualmente, como si fuera una cremallera, el fondo del océano Atlántico para crear una cadena de volcanes submarinos conocida como dorsal mediooceánica. Conforme las placas se separan, emergen nuevos materiales del manto terrestre: una capa de roca caliente y viscosa comprendida entre la corteza y el núcleo metálico del planeta.

Este material se funde parcialmente al ascender, suministrando magma a los volcanes de Islandia. Sin embargo, no constituye la única fuente de roca fundida de la región. Islandia, al igual que Hawái, se asienta sobre un «punto caliente», una columna de roca caliente que se eleva a través del manto, impulsada por su propia flotabilidad. Ello añade más combustible a los estallidos volcánicos de Islandia.

En la isla, esta combinación de fuentes de magma se manifiesta en diversos tipos de volcanes. El cono imponente del Hekla, en el sur, se halla más cerca del punto caliente del manto, mientras que las cadenas de pequeños cráteres y fisuras que están formándose ahora en el sistema volcánico de Reykjanes coinciden con el límite de la placa tectónica, que se extiende desde la costa tierra adentro.

«Las erupciones volcánicas que tienen lugar en esta región [Reykjanes] no se originan en la típica montaña en forma de cono, sino más bien a través de aberturas en la corteza», explica Sara Barsotti, coordinadora de riesgos volcánicos de la Oficina Meteorológica de Islandia (OMI).

Estas aberturas se producen porque la región se encuentra situada a lo largo de un pliegue de la dorsal oceánica; las grietas se forman como resultado de que las dos placas se desplazan en un ángulo extraño. Algunas de ellas se llenan de magma, el cual puede llegar a entrar en erupción; otras propician que los trozos de corteza se deslicen unos sobre otros y dan lugar a terremotos. El magma que se mueve a través de la corteza también puede causar actividad sísmica cuando las grietas se forman o se ensanchan para alojar la roca fundida.

Mientras la dorsal mediooceánica se expande a lo largo de los milenios, Reykjanes atraviesa períodos de calma que suelen durar entre 800 y 1000 años, seguidos de dos o tres siglos de erupciones espectaculares, etapa que los científicos sospechan que está iniciándose ahora. En la década de 1990, Hreinsdóttir (ahora en la empresa neozelandesa de consultoría e investigación geocientífica GNS Science, Te Pū Ao) instaló una red de estaciones de GPS en toda la península para monitorizar las lentas transformaciones del terreno, que ocurrían acompañadas de pequeños terremotos. En aquel momento no había erupciones activas. Sin embargo, en retrospectiva, estas mediciones quizá captaran «la primera señal de que Reykjanes estaba a punto de cobrar vida», según Hreinsdóttir.

Ahora parece claro que la península está despertando. Desde finales de la década de 2000, el magma que se acumula bajo la superficie ha provocado que toda la región se infle y desinfle periódicamente, abultándose para adaptarse a los movimientos de la roca fundida en el subsuelo. Barsotti y sus colegas de la OMI rastrean la ubicación de estos abultamientos, información que combinan con los datos procedentes de sensores sísmicos, GPS e imágenes vía satélite para tratar de predecir qué partes de Reykjanes pueden sufrir futuras erupciones. Justo antes de que se abrieran las primeras fisuras en 2021, la última señal de alarma la dio una serie de intensos terremotos que sacudieron el oeste de Islandia.

Hreinsdóttir había anhelado presenciar una erupción desde que emprendió el trabajo de campo en la península hace unos treinta años, pero solo pudo ver su sueño hacerse realidad desde la distancia en 2021, cuando la pandemia de COVID la obligó a permanecer en su casa de Nueva Zelanda. El pasado mes de agosto acudió en peregrinación para tocar con sus propias manos la lava enfriada del año pasado, y un terremoto de magnitud 4,5 los zarandeó a ella y a su hijo de seis años.

El temblor, ocurrido el 2 de agosto, constituyó un aviso de la erupción que se produciría al día siguiente, la cual resultó ser aún mayor y más espectacular que la que ella se había perdido, aunque de menor duración. «Tuve una sensación muy agradable», comenta. «Era como si el Fagradalsfjall estuviera diciéndome “¡Hola!”.»

El día de la erupción, Hreinsdóttir se dirigió a Meradalir junto con sus colegas de la Universidad de Islandia, donde trabajaba antes, y unos 1800 visitantes más. Todos contemplaron el resplandor naranja fluorescente de la lava que manaba de entre las rocas de la zona que ella había estudiado.

La región permaneció activa durante semanas y Hreinsdóttir confía en obtener nuevos datos sobre la geoquímica y la velocidad de ascenso del magma, así como sobre el efecto de la erupción en los sistemas volcánicos vecinos. Ahora que Reykjanes parece haber despertado de su letargo de ocho siglos, es posible que las erupciones ocurran cada pocos años, lo que proporcionará más indicios sobre el funcionamiento interno del sistema.

«Ojalá lograra vivir doscientos o trescientos años para poder observarlo durante un tiempo», bromea Hreinsdóttir. ç


miércoles, 9 de noviembre de 2022

Despertar volcánico

 Tras más de siete meses de calma volcánica, este pasado verano la península de Reykjanes, en el oeste de Islandia, volvió a estallar en llamas. Después de que una serie de terremotos sacudiera la zona a finales de julio y principios de agosto, el volcán Fagradalsfjall escupió un torrente de lava en el valle de Meradalir (cerca de la lava expulsada por el mismo volcán en 2021, que apenas se había enfriado), ofreciendo a los turistas e investigadores el vibrante resplandor rojo anaranjado de la roca fundida a solo treinta kilómetros de Reikiavik.


Estas impresionantes exhibiciones volcánicas no son raras en Islandia, una de las masas continentales más jóvenes del mundo en términos geológicos. El país entero es el producto de millones de años de erupciones y se halla situado en un punto que favorece la actividad volcánica actual; los científicos advierten que la reciente sucesión de erupciones podría señalar el despertar de un potente sistema volcánico después de un letargo de 800 años.

La erupción de este verano brindó una valiosa oportunidad para recabar datos sobre el desarrollo del sistema y el movimiento subterráneo del magma. Las mediciones efectuadas en este escenario tan accesible ayudarán a predecir mejor el inicio y la causa de las erupciones volcánicas, afirma la geofísica Sigrun Hreinsdóttir: «En Islandia no abunda la vegetación [que obstaculice la vista], por lo que estamos obteniendo una profusión de imágenes vía satélite que nos ayudan a entender lo que ocurre realmente. El panorama completo resulta bastante sorprendente para uno de estos eventos».

Islandia se asienta a caballo entre dos placas tectónicas, enormes fragmentos de la corteza terrestre que encajan como las piezas de un rompecabezas para formar la cubierta rocosa exterior de nuestro planeta. Las placas norteamericana y euroasiática se separan a un ritmo de entre dos y cinco centímetros al año, lo cual abre gradualmente, como si fuera una cremallera, el fondo del océano Atlántico para crear una cadena de volcanes submarinos conocida como dorsal mediooceánica. Conforme las placas se separan, emergen nuevos materiales del manto terrestre: una capa de roca caliente y viscosa comprendida entre la corteza y el núcleo metálico del planeta.

Este material se funde parcialmente al ascender, suministrando magma a los volcanes de Islandia. Sin embargo, no constituye la única fuente de roca fundida de la región. Islandia, al igual que Hawái, se asienta sobre un «punto caliente», una columna de roca caliente que se eleva a través del manto, impulsada por su propia flotabilidad. Ello añade más combustible a los estallidos volcánicos de Islandia.

En la isla, esta combinación de fuentes de magma se manifiesta en diversos tipos de volcanes. El cono imponente del Hekla, en el sur, se halla más cerca del punto caliente del manto, mientras que las cadenas de pequeños cráteres y fisuras que están formándose ahora en el sistema volcánico de Reykjanes coinciden con el límite de la placa tectónica, que se extiende desde la costa tierra adentro.

«Las erupciones volcánicas que tienen lugar en esta región [Reykjanes] no se originan en la típica montaña en forma de cono, sino más bien a través de aberturas en la corteza», explica Sara Barsotti, coordinadora de riesgos volcánicos de la Oficina Meteorológica de Islandia (OMI).

Estas aberturas se producen porque la región se encuentra situada a lo largo de un pliegue de la dorsal oceánica; las grietas se forman como resultado de que las dos placas se desplazan en un ángulo extraño. Algunas de ellas se llenan de magma, el cual puede llegar a entrar en erupción; otras propician que los trozos de corteza se deslicen unos sobre otros y dan lugar a terremotos. El magma que se mueve a través de la corteza también puede causar actividad sísmica cuando las grietas se forman o se ensanchan para alojar la roca fundida.

Mientras la dorsal mediooceánica se expande a lo largo de los milenios, Reykjanes atraviesa períodos de calma que suelen durar entre 800 y 1000 años, seguidos de dos o tres siglos de erupciones espectaculares, etapa que los científicos sospechan que está iniciándose ahora. En la década de 1990, Hreinsdóttir (ahora en la empresa neozelandesa de consultoría e investigación geocientífica GNS Science, Te Pū Ao) instaló una red de estaciones de GPS en toda la península para monitorizar las lentas transformaciones del terreno, que ocurrían acompañadas de pequeños terremotos. En aquel momento no había erupciones activas. Sin embargo, en retrospectiva, estas mediciones quizá captaran «la primera señal de que Reykjanes estaba a punto de cobrar vida», según Hreinsdóttir.

Ahora parece claro que la península está despertando. Desde finales de la década de 2000, el magma que se acumula bajo la superficie ha provocado que toda la región se infle y desinfle periódicamente, abultándose para adaptarse a los movimientos de la roca fundida en el subsuelo. Barsotti y sus colegas de la OMI rastrean la ubicación de estos abultamientos, información que combinan con los datos procedentes de sensores sísmicos, GPS e imágenes vía satélite para tratar de predecir qué partes de Reykjanes pueden sufrir futuras erupciones. Justo antes de que se abrieran las primeras fisuras en 2021, la última señal de alarma la dio una serie de intensos terremotos que sacudieron el oeste de Islandia.

Hreinsdóttir había anhelado presenciar una erupción desde que emprendió el trabajo de campo en la península hace unos treinta años, pero solo pudo ver su sueño hacerse realidad desde la distancia en 2021, cuando la pandemia de COVID la obligó a permanecer en su casa de Nueva Zelanda. El pasado mes de agosto acudió en peregrinación para tocar con sus propias manos la lava enfriada del año pasado, y un terremoto de magnitud 4,5 los zarandeó a ella y a su hijo de seis años.

El temblor, ocurrido el 2 de agosto, constituyó un aviso de la erupción que se produciría al día siguiente, la cual resultó ser aún mayor y más espectacular que la que ella se había perdido, aunque de menor duración. «Tuve una sensación muy agradable», comenta. «Era como si el Fagradalsfjall estuviera diciéndome “¡Hola!”.»

El día de la erupción, Hreinsdóttir se dirigió a Meradalir junto con sus colegas de la Universidad de Islandia, donde trabajaba antes, y unos 1800 visitantes más. Todos contemplaron el resplandor naranja fluorescente de la lava que manaba de entre las rocas de la zona que ella había estudiado.

La región permaneció activa durante semanas y Hreinsdóttir confía en obtener nuevos datos sobre la geoquímica y la velocidad de ascenso del magma, así como sobre el efecto de la erupción en los sistemas volcánicos vecinos. Ahora que Reykjanes parece haber despertado de su letargo de ocho siglos, es posible que las erupciones ocurran cada pocos años, lo que proporcionará más indicios sobre el funcionamiento interno del sistema.

«Ojalá lograra vivir doscientos o trescientos años para poder observarlo durante un tiempo», bromea Hreinsdóttir.


domingo, 13 de septiembre de 2015

El extraordinario volcán que sólo escupe lava azul

El volcán Kawah Ijen (2.386 metros de altura) se halla en la meseta de Ijen, en Indonesia. Es uno de esos lugares mágicos donde la naturaleza muestra su poder, y los espectadores, el asombro. El volcán tiene su día y su noche. Con la luz del sol, unos ciento cincuenta hombres penetran en su cráter principal para explotar la mina de azufre (algunos también lo hacen en la oscuridad, para engordar su pobre salario), pero por la noche surge un espectacular paisaje de lava en llamas azules.
Este volcán se ha convertido en un popular destino turístico, y un imán para los fotógrafos de todo el mundo interesados en captar las tomas más bellas de este lago de aguas ácidas y sus llamas azules o «blue fire», que solo pueden apreciarse por la noche. Según se dice, el efecto se producen debido a reacciones químicas creadas por las expulsiones de ácido sulfúrico. «Azufre fundido a 500 °C, en las fumarolas de en Kawah Ijen», explica el autor de estas imágenes, el artista estadounidense Reuben Wu.
El viaje en a esta caldera exige una caminata de dos horas por la ladera del volcán rocoso, más otros 45 minutos hasta la orilla del cráter. El fuego azul es el resultado de gas sulfúrico encendido que quema hasta a 600 grados centígrados y puede ascender cinco metros en el aire. Es la «llama azul» más grande de la Tierra.
La línea de volcanes que va desde el norte de Sumatra hasta la isla de Timor (en el país) es una de las más activas del planeta. Kawah Ijen es uno de los volcanes ubicados dentro de los 20 km de ancho de la caldera de Ijen. Este cráter tiene casi un kilómetro de ancho.
Estas fotografías fueron tomadas por Reuben Wu el pasado mes, durante su viaje a Indonesia, y las publicamos con su consentimiento. 
El volcán Kawah Ijen (2.386 metros de altura) se halla en la meseta de Ijen, en Indonesia. Es uno de esos lugares mágicos donde la naturaleza muestra su poder, y los espectadores, el asombro. El volcán tiene su día y su noche. Con la luz del sol, unos ciento cincuenta hombres penetran en su cráter principal para explotar la mina de azufre (algunos también lo hacen en la oscuridad, para engordar su pobre salario), pero por la noche surge un espectacular paisaje de lava en llamas azules.
Este volcán se ha convertido en un popular destino turístico, y un imán para los fotógrafos de todo el mundo interesados en captar las tomas más bellas de este lago de aguas ácidas y sus llamas azules o «blue fire», que solo pueden apreciarse por la noche. Según se dice, el efecto se producen debido a reacciones químicas creadas por las expulsiones de ácido sulfúrico. «Azufre fundido a 500 °C, en las fumarolas de en Kawah Ijen», explica el autor de estas imágenes, el artista estadounidense Reuben Wu.
El viaje en a esta caldera exige una caminata de dos horas por la ladera del volcán rocoso, más otros 45 minutos hasta la orilla del cráter. El fuego azul es el resultado de gas sulfúrico encendido que quema hasta a 600 grados centígrados y puede ascender cinco metros en el aire. Es la «llama azul» más grande de la Tierra.
La línea de volcanes que va desde el norte de Sumatra hasta la isla de Timor (en el país) es una de las más activas del planeta. Kawah Ijen es uno de los volcanes ubicados dentro de los 20 km de ancho de la caldera de Ijen. Este cráter tiene casi un kilómetro de ancho.
Estas fotografías fueron tomadas por Reuben Wu el pasado mes, durante su viaje a Indonesia, y las publicamos con su consentimiento. 

domingo, 7 de agosto de 2011

El Etna vuelve a entrar en erupción......

El volcán Etna  ha entrado en erupción en la isla italiana de Sicilia en las últimas horas, dejando un espectacular río de lava por una de sus laderas y poniendo en alerta a las autoridades locales.
Según informa el Instituto Nacional de Geofísica y Vulcanología de Italia (INGV), la actividad del volcán se intensificó en la noche del miércoles, llegando a incrementarse poco después de las 22.48 hora local.
Las erupciones de lava, a las que pone imágenes el diario “Corriere della Sera” en su página web y que no se descarta que vengan acompañadas de ceniza volcánica, se produjeron en un cráter situado al sureste, en la ladera del Valle del Bove, una zona desértica.
El “Corriere della Sera”, que explica que el espectáculo de lava fue visible desde las ciudades de Catania y Taormina, informa de que la actividad del volcán ha perdido intensidad en las primeras horas de la mañana de ayer y que, por el momento, han cesado las explosiones de lava de cráter.
Esta disminución de la actividad volcánica ha permitido la reapertura esta mañana del aeropuerto de Catania, la segunda ciudad más importante de Sicilia, que fue cerrado por precaución a última hora de ayer ante la posibilidad de que el Etna pudiera expulsar también cenizas.
Según los científicos del INGV, las señales registradas en los últimos días recuerdan a las fases preliminares de las violentas erupciones de 2006 y 2007 y no se descarta que la lava vuelva a correr por la ladera en las próximas horas.
La última gran erupción de este volcán de 45 kilómetros de diámetro localizado en el este de Sicilia, que estuvo acompañada de más de doscientos pequeños terremotos, tuvo lugar en mayo de 2008.

El Etna visto ayer noche desde la ciudad
  Nacho Padró
A partir de una noticia del MENORCA

domingo, 19 de diciembre de 2010

La Influencia de los Volcanes en los Patrones de Pluviosidad de Asia

Foto: NASA Earth ObservatoryLos científicos han sabido desde hace mucho tiempo que las grandes erupciones volcánicas pueden alterar el tiempo meteorológico debido a que las partículas que expulsan bloquean la radiación solar y refrescan el aire.
Algunos sospechan que ese efecto, llevado a un altísimo grado por causa de erupciones gigantescas, instauró en la Tierra hace 65 millones de años un duro invierno o crepúsculo de muchos años de duración que contribuyó a la extinción de los dinosaurios, y que un nuevo evento de esta clase provocó la extinción de los neandertales.

Durante el verano que siguió a la erupción del volcán Tambora, en Indonesia, en 1815, las heladas arruinaron cosechas hasta en zonas tan alejadas como Nueva Inglaterra, en Estados Unidos, y la erupción en 1991 del Monte Pinatubo en las Filipinas bajó el promedio global de las temperaturas en unos 0,4 grados centígrados, suficiente para enmascarar durante aproximadamente un año el efecto invernadero causado por la humanidad
Carla Gallén

lunes, 4 de octubre de 2010

Las Lecciones del Eyjafjallajökull.

El 20 de marzo de 2010 se inició la erupción volcánica del Eyjafjallajökull. Lo que al principio parecía una explosión más en la volcánica Islándia, se convirtió en un bloqueo de los aeropuertos durante varias semanas y un caos en el espacio aereo de toda Europa, debido a una densa nube de cenizas que se expandió por el contiente.
Lo que parecía una pequeña erupción de un volcán de tipo Hawaiano pasó a convertirse en un piroclástico como el de los volcanes de la Garotxa para doparse con el agua del glaciar que tiene situado en su falda para convertirse en una erupción hidromagmática que generó una columna de 10 km de altura.
Hay que tener en cuenta que el volcán Eyjafjallajökull es pequeñito comparado con el Teide (mediano grande) o con el "microbio" Croscat y que su erupción no es nada extraordinario, salvo por la influéncia del glaciar que tiene (que es a su vez pequeñita) de 200 m de grosor.
Dado nuestra limitación,  a pesar de la moderna tecnología, como no podemos hacer predicciones sobre "despertares" volcánicos, será muy interesante poder estudiarlo y ver la progresión. Entre las cosas que hemos aprendido, destaca la posible mejora de los protocolos de cierre de Aeropuertos con un terminio de tiempo de 12 horas a 3-4 dias, que si bien pudieron parecer exagerados, hay que tener en cuenta que con los conocimientos que se tenian en su momento, ha prevalecido la seguridad de los pasajeros.
El Eyjafjallajökull es un volcán del tipo Central, como lo llaman los islandeses, lo que implica un suistema de camaras magmáticas superficiales (una especie de almacen de magma a profundidades de 2 y 6 km) y asociadas al mamgma del manto terrestre desde los 23 km de profundidad.

Nacho Padró