Universo 25 estaba diseñado para ser el paraíso terrenal de los ratones: era un hábitat construido de tal modo que todas las necesidades básicas de esta especie (alimento, agua, material de nidificación y lugares para construir nidos) fueran infinitos. El espacio era limitado, pero todo lo demás sobraba, y continuó sobrando durante toda la duración del experimento; porque ése era el objetivo, comprobar lo que ocurría cuando la escasez material no era el obstáculo. Cuatro parejas de ratones hipersanos y especialmente seleccionados entraron al Universo 25. Hacia el día 104, tras un periodo de familiarización con el entorno, empezaron a procrear. Hacia el día 315 había más de 600 ratones en el hábitat; en ausencia de escasez la reproducción había sido exponencial. Pero curiosamente el crecimiento empezó a ralentizarse, y no por la falta de recursos. Lo que empezaba a faltar era el espacio: más de 300 machos competían ahora por conquistar y mantener territorios, sin los cuales no podían reproducirse. Ante el exceso de competencia el territorio se convirtió en un recurso demasiado estresante, y los machos comenzaron a abandonarlos. El resultado fue un menor atractivo para las hembras, y que la tasa de reproducción se rebajara. Lo que en realidad estaba ocurriendo es que el tejido social de la sociedad ratonil estaba colapsando.
La agresividad aumentó y se hizo generalizada. Los machos más débiles empezaron a quedar acorralados en el centro del hábitat, lejos de los recursos; estos machos secundarios se sumían en la apatía, pero de repente podían montar en cólera y atacar en masa a otros ratones sin provocación. Los atacados se convertían a su vez en agresores. Las hembras eran abandonadas por sus parejas, y al quedar solas en los nidos eran vulnerables a los ataques; el estrés hizo a algunas atacar y devorar a sus propias crías. Un grupo de machos se atrincheró en una zona protegida y sus componentes se dedicaron al cuidado extremo del cuerpo en medio de la indolencia, sin entrar en peleas y sin intentar siquiera acercarse a las hembras; el experimentador los bautizó como 'Los guapos'. Para el día 520 la población llegó a 2.200 ratones que vivían en un universo caótico y violento, casi sin reglas, empapado en agresión y sin sexo. A partir de ese momento la población comenzó a decrecer hasta que pasado el día 600 se extinguió. Significativamente, el cambio de comportamiento y el colapso de la sociedad ratonil no revirtieron cuando los números volvieron a ser mucho más reducidos: ejemplares como 'los guapos' o sus contrapartes femeninas, que estaban en mejores condiciones físicas para sobrevivir, no sabían cómo establecer relaciones sexuales. El colapso social era irreversible, y acabo en la muerte completa de la colonia.
Lo llamativo es que esto sucedía en un entorno de completa abundancia: la comida, el agua, los lugares de nidificación o el material para nidos no faltaron jamás. Universo 25 era un paraíso materialista: las muertes no se produjeron por hambre o sed y jamás hubo escasez. Sencillamente la estructura social y mental de los ratones colapsó por el exceso de individuos, aunque no hubiese competencia ninguna por los recursos físicos. Como explicó John B. Calhoun, en cierto sentido los ratones habían dejado de ser ratones mucho antes de morir; lo que él denominó 'la primera muerte', el colapso del modo de vida ratonil, precedió y causó la segunda muerte, la física. El paraíso se transformó el infierno cuando Universo 25 eliminó todo límite al crecimiento. Y el fin llega cuando colapsan la mente y la sociedad. Un interesante resultado, que hace pensar, y quizá soñar pesadillas.
Pepe Cervera
RTVE
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