Lo que hasta ese momento había sido una tundra fría y seca en el extremo noroccidental de Europa se fue haciendo más caliente y más húmeda con el derretimiento de las capas de hielo.
El Mar de Irlanda, el Mar del Norte y el Canal eran tierra seca, aunque tierra que se iba sumergiendo con la subida del nivel del mar.
Pero no fue hasta el 6.100 a.C. cuando las islas británicas se separaron de Europa continental definitivamente, durante el periodo Mesolítico, a mediados de la Edad de Piedra.
Se cree que deslizamientos de tierra en Noruega provocaron uno de los mayores tsunamis jamás registrados en la Tierra, cuando un mar cercado en el canal de Noruega desbordó sus orillas.
La velocidad del agua fue enorme"
El agua alcanzó el noreste de Gran Bretaña con tanta fuerza que entró unos 40 kilómetros en la tierra, convirtiendo unas llanuras de baja altitud en lo que hoy es el Mar del Norte, y unas marismas en el sur en lo que hoy es el Canal de la Mancha.
Fue así que se volvieron insulares.
Y el carácter insular se suele mencionar como una de las diferencias con Europa continental, especialmente ahora que se acerca el referéndum sobre la pertenencia de Reino Unido a la Unión Europea.
Olas de 10 metros
En aquel momento, tenía una población frágil y desperdigada de unos 5.000 cazadores-recolectores, descendientes de los primeros humanos que habían seguido a los rebaños migrantes de mamuts y renos hacia la abrupta península.
"Las olas debieron ser de unos 10 metros de alto", dice el geólogo David Smith, de la Universidad de Oxford.
"Cualquiera que hubiera estado en las planicies de barro en aquel momento hubiera sido desmembrado por las olas. La velocidad del agua fue enorme".
En Montrose, en la costa noreste de Escocia, Smith ha descubierto huellas de este antiguo desastre.
Una capa de arena antigua atraviesa lo que deberían ser orillas de arcilla, una arena llevada hacia adentro por la inundación.
Los restos de estos tiempos preinsulares están siendo recuperados de debajo del mar de la isla de Isle of Wight, al sur de Gran Bretaña.
Se cree que unas maderas estriadas preservadas por la sal marina son los restos de barcos de hace 8.000 años, y estos apuntan a que el lugar fue en otro momento un sitio de construcción de barcos, asegura Garry Momber, del Consejo de Arqueología Marítima de Hampshire and Wight.
El tsunami fue un punto de inflexión en la historia, según el arqueólogo Neil Oliver, presentador del canal BBC Two.
"La gente que vivía en la tierra que luego fueron las islas británicas, cambió. Esto los cambió. Y al mismo tiempo, se convirtieron en gente un poco especial".
Estar rodeados de agua hizo de la construcción de barcos y la navegación en una forma de vida.
Muchos milenios después del tsunami, los británicos navegaron las olas oceánicas para encontrar nuevas tierras y construir un imperio.
Su historia más reciente está repleta de héroes navales, batallas marítimas y famosos exploradores.
Migrantes ingleses, escoceses, galeses e irlandeses se establecieron lejos de sus lugares nativos.
E Isabel I no fue sólo una reina notable por ser mujer, sino también por presidir una famosa victoria naval, y por las incursiones inglesas en la exploración del Nuevo Mundo.
Pero la idea de Inglaterra como una nación marítima tiene sus raíces tanto en la propaganda como en la realidad, dice Nigel Rigby, del Museo Marítimo Nacional de Reino Unido.
Un exponente fue el escritor del siglo XVI Richard Hakluyt.
"Su libro 'Voyages' (Viajes) vende la idea de que los ingleses habían sido siempre incitadores y exploradores en el exterior. Pero realmente la isla no había empezado a ver un futuro en el mar".
Un miedo recurrente
Para cuando Carlos I de Inglaterra (1600-1649) llegó al trono, el atractivo del poder marítimo se había arraigado.
"Él llamó a su gran buque de guerra el Soberano de los Mares. Fue una declaración de intenciones", relata Rigby.
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Durante centenares de años buques, bienes y personas llegaron y salieron de las islas británicas.
Buques mercantes y navales llegaron con gente de lugares lejanos, algunos de los cuales se establecieron en los puertos.
Pero así como el reino podía llegar a todos los lugares del mundo gracias a sus seguros puertos, el mundo también podía llegar al reino.
Y eso despertó sentimientos de vulnerabilidad.
Si un invasor podía atravesar las defensas marítimas de alguien, la costa británica ofrecía abundantes lugares para recalar.
"En momentos de amenaza nacional, este es un miedo recurrente. De ahí la importancia de ser capaz de vencer a los enemigos en el mar", explica Rigby.
"La idea de una nación insular es un constructo cultural".
"En Gran Bretaña nunca estás a más de 100 kilómetros del mar. Así que es importante ser capaz de defender la costa, y ser capaz de ganarse la vida a lo largo de toda la costa también".
Muchos creen que el estatus insular de Gran Bretaña también ha dado forma a su actitud actual, más bien distante con respecto a Europa, a la cual los británicos describen con frecuencia como "el continente".
En el pasado, el historiador David Starkey ha afirmado que la ruptura de Enrique VIII con la Iglesia Católica de Roma lo convirtió en el primer euroescéptico.
"En los planes de las elaboradas defensas costeras que pidió Enrique podemos ver cómo Inglaterra ya no se definía a sí misma como parte de Europa, sino como separada de ella, una nación aparte", escribió en la revista Camden New Journal.
"La Europa católica era ahora la amenaza, la plataforma de lanzamiento para la invasión. En otras palabras, Enrique fue el primer euroescéptico: las políticas xenófobas e insulares que creó han ayudado a definir la historia de Inglaterra de los últimos cinco siglos".
Megan lane para BBC MUndo
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