El rango de hormigas más antiguo que se conoce tienen una edad de entre 100 y 78 millones de años. Algunas fuentes hablan de ellas como hormigas del infierno o del diablo por el aspecto de sus mandíbulas y piezas bucales y fueron descritas a partir de seis fósiles encontrados en diferentes depósitos de Laurasia (una antigua masa de tierra del hemisferio norte surgida hacia el final del jurásico a partir de la desintegración del supercontinente Pangea) y en una única localidad de Botsuana, en África. Solo dos de las 45 especies nombradas y registradas del Periodo Cretácico se pueden asignar de forma inequívoca a linajes actualmente existentes del grupo Formicidae. La mayoría de las especies primitivas son diferentes a las de linajes modernos. Reúnen rasgos modernos con otros plesiomórficos o ancestrales. Todas las hormigas del Cretácico poseen un segmento estrecho y una glándula distintiva (la glándula metapleural) visible. Asimismo, muchas hormigas primitivas exhibían antenas de visión acortadas y a menudo un escito o placa endurecida de cutícula muy demarcado que no existe en las especies modernas. Estos rasgos son muy probablemente plesiomórficos, propios de especies cretácicas pertenecientes a linajes que aparecieron antes que el ancestro común de todas las hormigas actuales. Finalmente esas hormigas primitivas se extinguieron en algún momento entre el Cretácico Tardío y el Paleoceno, así que la única ventana para estudiar aquellos linajes, su morfología y comportamiento reside en los especímenes fósiles.
Se sabe que algunos de aquellos grupos ancestrales desarrollaron y exhibieron un amplio catálogo de rasgos adaptativos, la mayoría relacionados con la boca y sus piezas. El grupo de hormigas Haidomyrmecine, caracterizadas por su mandíbula única en forma de guadaña, se conoce por cuatro géneros y seis especies descritas en Myanmar, Charente (Francia) y Canadá y conservadas en ámbar. Así pues figuran entre los más antiguos así como entre los más recientes depósitos del Cretácico abarcando un espectro temporal de 22 millones de años y lo que hoy son tres continentes. Se cree que las hormigas del infierno ocuparon una posición destacada entre las Formicidae, emparentadas con todas las demás hormigas. Esto no indica que el ancestro común de todas las hormigas poseyera piezas bucales tan especializadas, pero las enigmáticas especies Cretácicas aportan una pista sobre algunos rasgos adaptativos que se han perdido y las estrategias de alimentación, dado que las hormigas actuales carecen de ellos.
Ahora se ha descubierto una nueva especie prehistórica de hormiga del infierno cuya anatomía y hábitos respondían su diabólico nombre, incluido un aparato letal para cazar y alimentarse reforzado con metal. En vez de bocas normales, aquellas criaturas prehistóricas contaban con caras con cuchillas. Ninguna hormiga existente hoy posee esos rasgos. Sin embargo se han conservado algunos pelos alrededor de la boca que sugiere que pudieran ser reminiscencias de aquellos terroríficos aparatos bucales. Algunas tenían incluso una especie de apéndice en forma de cuerno sobre la mandíbula. Entre estas figura la nueva especie descubierta, bautizada como Linguamyrmex vladi, que Phillip Barden y sus colegas del New Jersey Institute of Technology de Newark encontraron preservada en ámbar de hace 98 millones de años.
Esta criatura empaló a otro insecto, su presa, en el cuerno ayudándose de sus mandíbulas como cuchillas. Además, un estudio con tomógrafías ha revelado que el cuerno de Linguamyrmex vladi está reforzado con metal. Probablemente este refuerzo metálico ayudara a conservar el cuerno intacto, según Vincent Perrichot, de la Universidad francesa de Rennes, que en 2016 publicó la descripción de otra hormiga del infierno con cuerno a la que llamó hormiga unicornio. Barden coincide en que tiene sentido que reforzaran ese apéndice, dado que el cuerno debía recibir impactos frecuentes de las mandíbulas. Algunos insectos actuales evitan o reducen el desgaste de forma similar, a base de reforzar sus mandíbulas con metales como zinc y hierro.
Además de lucir un unicornio con refuerzo metálico, L. vladi pudo ser una especie de vampiro, pues cuando sube las mandíbulas, estas forman un canal que les permitiría succionar la sangre de otros insectos. Junto a la hormiga, Barden y su equipo hallaron una larva de escarabajo bien preservada, probablemente destinada a ser el siguiente plato del menú de la hormiga. En todo caso, los depósitos de ámbar de Myanmar donde encontraron a Linguamyrmex vladi son tan ricos que prometen nuevas sorpresas y hallazgos.
Luis Otero para MUY INTERESANTE
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