P: Hola Elvira, en primer lugar muchas gracias por tu tiempo. Parece que la Universidad de Helsinki te trae bastantes recuerdos. ¿Podrías contarme brevemente cuál ha sido tu trayectoria investigadora?
R: Mi carrera empezó a mediados de los noventa con tres títulos, todos obtenidos en Italia con la máxima nota: Diploma en Interpretación de Piano (Conservatorio de Bari, 1993), Máster en Filosofía (incluyendo estudios en Epistemología, Lógica, Psicología y Humanidades; Universidad de Bari, 1996) y un postgrado en Educación Especial (Centro Socio-Pedagógico Toscano, Pistoia, 1998). Durante esos años, tuve la oportunidad de participar en conferencias en Europa y conocer a investigadores como Isabelle Peretz, Mari Tervaniemi y Karl H. Pribram que me inspiraron para realizar estudios en Neurociencia Cognitiva. Para perseguir este sueño, busqué becas individuales para estudios en el extranjero y obtuve una de la Universidad de Palermo y otra del Ministerio de Asuntos Exteriores de Italia. A mediados de 1998, las becas obtenidas me permitieron empezar mi aventura en la Universidad de Helsinki en Finlandia, con la que mantengo vínculos muy estrechos en el presente. Tras años de estudios (en Neurociencia, Psicología Experimental y Métodos de Investigación del Cerebro) y trabajo (como asesora científica de neurofisiología) en universidades y hospitales en Finlandia, Canadá e Italia, en enero de 2007 finalmente obtuve un doctorado en Psicología en la Universidad de Helsinki (área principal, Neurociencia Cognitiva; área secundaria, Métodos de Investigación del Cerebro). Poco después, en 2007-09, trabajé como investigadora postdoctoral dentro del Proyecto "Afinando tu cerebro para la música" ("BrainTuning", del acrónimo en inglés) de la Comisión Europea de Investigación (ERC, de las siglas en inglés). De 2009 hasta 2013, contribuí a fundar el Centro Finés de Excelencia en Investigación Interdisciplinar de la Música, con patrocinio de la Academia de Finlandia, y dirigí su módulo de Estética. A continuación trabajé para el Departamento de Ingeniería Biomédica y Ciencia Computacional en Aalto, Espoo, Finlandia, y en el Colegio de Helsinki para Estudios Avanzados, en la Universidad de Helsinki, antes de trasladarme a Dinamarca en 2015. Aquí conseguí una posición de profesora en Neurociencia y he contribuido a fundar el centro de excelencia Música en el Cerebro (MIB, de las siglas en inglés) de la Fundación de Investigación Nacional Danesa. Mis principales intereses de investigación comprenden neuroplasticidad, neuroestética y diferencias individuales en audición usando metodologías innovadoras y multimodales.
P: ¿Qué fue lo primero que te hizo interesarte por las emociones inducidas por la música y la neuroestética?
R: Como suele ocurrir, mi interés en la investigación de las emociones musicales tiene su origen en la experiencia personal. La música me emociona profundamente y recuerdo de forma vívida la fuerte experiencia que tuve cuando era una niña de seis años al escuchar el "Rondo alla turca" de W. A. Mozart en la tv. Quedé tan impresionada y fascinada que tomé la decision de aprender a tocarlo en el piano. En mi caso, quizá de forma similar a los aspirantes a músicos, el simple acto de escuchar música no era suficiente; necesitaba recrear esas emociones en mi propio cuerpo y mente. Interpretar música te permite moldear emociones con las que te relacionas, con las que te sientes identificada, y así pasan a ser completamente tuyas. Al mismo tiempo te da cierto poder sobre el oyente. De la misma manera sucede con otras artes escénicas: la recompensa del artista es la respuesta emocional de la audiencia, en una constante comunicación expresiva y mutua interacción. Más tarde, en los años en los que todavía me esforzaba por convertirme en concertista clásica de piano pude experimentar en mí misma este tipo de recompensa estética. En mi segunda vida como investigadora, primero me centré en los fundamentos de la percepción musical, particularmente del tono y después abordé cuestiones relacionadas con las emociones, especialmente en músicos, con la convicción de que la teoría dominante en la historia de la psicología y neurociencia de una aproximación analítica y no emocional de los músicos a la música no podía ser cierta. En este sentido, el estudio de las emociones musicales dentro del marco de la estética podría ser más apropiado para explicar las experiencias de recompensa que los músicos experimentan cuando tocan o escuchan música, y que suelen ser la razón por la que deciden convertirse en músicos antes que nada (como me ocurrió a mí). Estudiar la experiencia estética en su totalidad implica no restringir el estudio a la percepción o la emoción sino extenderla también al disfrute, la recompensa y la evaluación. Bajo este marco neuroestético, es posible identificar si las repetidas respuestas de recompensa a la música pueden tener un impacto en el cerebro del músico. Este conocimiento tiene el potencial también de poder ayudarnos a entender las experiencias estéticas a la música en la población general y, posiblemente, fomentar políticas que apoyen a las artes, la cultura y la música como fuentes de muchos efectos beneficiosos para la felicidad y bienestar humanos (lo que se conoce como eudemonia).
P: En 2015, publicaste junto con tus colegas un artículo en la revista Frontiers of Human Neuroscience titulado: "Regulación emocional adaptativa y maladaptativa a través de la música: un estudio conductual y de neuroimagen en hombres y mujeres". ¿Hay pruebas de que los hombres y las mujeres usen diferentes estrategias de escuchar música para regular sus emociones? ¿Podrías explicarnos un poco lo que implica la disociación en la actividad de la corteza media prefrontal (mPFC, de las siglas en inglés) y si opinas que esto podría ser debido a diferencias de género o más bien a diferencias individuales en general?
R: De hecho, este artículo fue la primera prueba de una diferencia cualitativa en cómo mujeres y hombres usan la música en su vida diaria y cómo este uso puede tener un impacto a largo plazo en su salud mental. La música es una forma de autocuidado emocional. Sin embargo, nos dimos cuenta de que entre las diferentes estrategias de escucha, había una que no ayudaba: Descarga -usar la música para expresar emociones negativas-, ya que correlacionaba con altos niveles de ansiedad y neuroticismo en todos los participantes, pero sobre todo en hombres. Además, los datos de neuroimagen revelaron que aquellos hombres que usaban más la estrategia de descarga mostraban una actividad reducida en la mPFC durante una tarea que implicaba escuchar música con carga emocional. Este resultado recuerda a lo que ocurre durante la rumiación, que se sabe que es una estrategia maladaptativa caracterizada por pensamientos negativos compulsivos y está asociada con depresión. Cabe destacar que la hipoactivadad en mPFC ha sido asociada con depresión incluyendo casos subclínicos y en remisión. En cambio, en las mujeres, que preferían una estrategia de distracción (de pensamientos negativos), la mPFC estaba más activa durante la escucha de música, lo que apoya una interpretación de la distracción como una estrategia saludable para regular nuestro estado de ánimo con la música en la vida diaria.
P: Se ha visto que la música induce la liberación de dopamina en el sistema de recompensa, en concreto el estriado. ¿Crees que las personas podrían volverse adictas a la música?
R: Podríamos llamar adicción a la dependencia que tienen algunos individuos de la música. Recuerdo que cuando era una pianista clásica en activo, no podía imaginarme a mí misma lejos del instrumento, incluso planeaba mis vacaciones de forma que no parara de tocar más que unos pocos días seguidos. Para períodos más largos, incluso alquilaba un piano. Esto es algo común entre los músicos profesionales hasta donde sé. Sin embargo, esta forma de adicción probablemente no está relacionada con la adicción farmacológica a sustancias. Que yo sepa no hay síntomas de abstinencia asociados con la falta de música. Sin embargo, este tema merece ser investigado. Una vez intenté iniciar una investigación relacionada pero me resultó difícil convencer a los músicos de permanecer sin música por el bien del experimento sin que esto les causara demasiadas incomodidades...
P: ¿En qué estás trabajando en este momento?
R: Desde que empecé a trabajar en el centro de Música en el Cerebro (MIB) en Aarhus (Dinamarca), he estado involucrada en varios estudios de neurociencia mientras trabajaba a la vez en una gran base de datos que recabé en Helsinki con mi equipo de allí. En esos estudios, nos preguntábamos acerca de los mecanismos neurales responsables de la audición en general y de la música en particular. Además, estudio cómo los sonidos, como el ruido y la música, pueden afectar al bienestar en nuestra esperanza de vida y cómo este efecto varía entre individuos en función de la biografía o la biología. Por ejemplo, en un estudio de neuroimagen estoy mirando cómo los genes que determinan los niveles basales de factores neurotróficos modulan la forma en que nuestro cerebro cambia con el entrenamiento musical. En otro estudio, estoy trabajando en determinar los factores objetivos (acústicos) y subjetivos (relacionados con la persona) que predicen los juicios de belleza de la música y sus correlatos neurales. También podría mencionar una serie de estudios centrados en la identificación de los mecanismos cerebrales de la sensibilidad al ruido, principalmente la aversión individual a sonidos no deseados. Por últimos, los esfuerzos más recientes de mi equipo tienen como finalidad determinar los efectos del entrenamiento musical en niños con una conducta impulsiva.
P: ¿Cuáles son las implicaciones clínicas de tu investigación?
R: Muchas porque la música a través de su capacidad de inducir emociones estéticas constituye un instrumento reconocido en medicina complementaria y alternativa. Se están publicando varias revisiones, por ejemplo, los efectos de la regulación del estado de ánimo en una intervención musical en los síntomas de depresión y agitación en pacientes con demencia, en pacientes con cáncer bajo tratamiento y el efecto analgésico en dolor agudo y crónico. Estos hallazgos, no obstante, deberían ser tratados con precaución, ya que parecen tener un tamaño del efecto pequeño y están caracterizados por una gran variabilidad interindividual. En mi opinión, es de importancia capital identificar las intervenciones basadas en el arte que mejor se adaptan al paciente en función de su personalidad, biografía e incluso repertorio genético.
P: ¿Cómo crees que evolucionará el campo de las emociones inducidas por la música en los próximos años?
R: Esperaría que en el futuro los estudios estén centrados en métodos de neurociencia de redes y más inspirados en neuroestética y neuroeconomía. También tengo la esperanza de que, después de nuestro primer intento de examinar la relación entre el polimorfismo de los genes dopaminérgicos y el ánimo inducido por la música (Quarto et al. 2017 Neuroscience), la investigación seguirá y determinará los orígenes biológicos de las variaciones individuales en las respuestas estéticas a la música.
P: Como investigadora principal en el centro MIB, ¿cuál es tu consejo a las futuras generaciones de mujeres que aspiran a liderar su propio equipo de investigación?
R: Mi consejo es seguir la propia pasión, ya sea por la investigación, la familia o ambos. Para algunas mujeres, formar una familia puede ralentizar su carrera e incluso detenerla. Esto no debe ser considerado como un fracaso. Si la motivación y la pasión por la investigación existen, creo que se sentirán inspiradas a tomar las decisiones correctas. A veces, juegos oportunistas (como estudiantes casándose con profesores influyentes de bastante mayor edad) pueden parecer una forma más conveniente de proceder en la carrera pero a largo plazo conducen a la decepción y la desilusión. Es muy importante aliarse con investigadores senior pero hacer esto deber responder a nuestro propio ímpetu por resolver una cuestión científica más que a seleccionar a un científico y luego tener una cuestión asignada. Solo entonces, cuando asalten las dudas, los años hayan pasado y la motivación inicial se haya desvanecido, será posible mirar atrás con orgullo y sin vergüenza a las razones que te llevaron a donde estás y recargar las pilas para continuar el viaje.
P: El destape reciente de la mala conducta sexual del productor de cine Harvey Weinstein desencadenó el movimiento #MeToo en las redes sociales para denunciar el asedio sexual y desarrollar códigos éticos de conducta e igualdad en el trabajo. Como investigadora principal y mujer, ¿te has encontrado en alguna situación en la que te hayas sentido discriminada por razón de género a lo largo de tu carrera, por ejemplo en lo concerniente a entrevistas de trabajo, pertenencia a juntas, aceptación de artículos revisados por pares, etc.?
R: No puedo decir la hora y el día en que este tipo de discriminación ha ocurrido pero he notado que en algunas ocasiones el género se ha interpuesto en las relaciones con mis colegas. A menudo, mi género se ha recordado de manera positiva, mediante el comportamiento galante de compañeros que se ofrecían a llevar mi cochecito, con cumplidos amables hacia mí y otras colegas mujeres y similares. En otros casos, los cumplidos hacia mí o hacia otras resultaban demasiado invasivos e inapropiados en un contexto profesional y lo he tenido que remarcar a las personas que decían esas palabras inapropiadas. Debería añadir que la cultura desempeña un papel importante en determinar lo que es aceptable en la conducta hacia el género femenino, incluso en un contexto profesional. Normalmente, me he sentido muy bien respetada como mujer en Finlandia y recuerdo quizá solo un colega hombre que se atrevió a decir algo poco delicado hacia mí y otra colega mujer. Pero realmente en el trabajo me parece que en Finlandia los hombres han aprendido a respetar la profesionalidad de otra persona del género opuesto. En Italia, y en cierta medida incluso en Dinamarca, todavía queda trabajo por hacer. Sin embargo, soy optimista al ver que estamos yendo en la buena dirección, especialmente en Dinamarca, donde la racionalidad de la población facilita corregir ciertas impropiedades cuando alguien las señala.
Para finalizar, me gustaría hablar de algo que me parece que no está bien mencionado en el debate actual, que es el hecho de que la discriminación de género muchas veces se produce de mujeres hacia otras mujeres. Las peores acusaciones por razón de género que he tenido hasta este momento de mi vida, han venido de mujeres, independientemente del país o cultura de origen. En algunos casos, a algunas mujeres parece irritarles mucho otras mujeres profesionales con hijos y se vuelven realmente agresivas e insultantes en las relaciones personales e incluso peor, pueden tomar acciones en detrimento de tu carrera. En mi vida, he seguido mis pasiones y curiosidad. Tener una familia está muy separado de mi profesión y no debería marcarla o interferir con ella (aunque debo admitir que me he vuelto más eficiente en mi trabajo cuando me he visto obligada a gestionar el tiempo). No siento que los niños deban ser una ventaja ni una desventaja. En la vida, una simplemente puede ser que los tenga, invierta algún tiempo en criarlos pero también recurriendo a mucha ayuda de familiares (cuando sea posible) y la comunidad. En cierto sentido, los niños son un bien de la sociedad entera y todo el mundo debería sentirse responsable de criarlos adecuadamente contribuyendo a hacer de la sociedad un lugar dignificado y habitable. Así que las palabras y acciones negativas de ciertas personas hacia las mujeres con familia están totalmente fuera de lugar, además de ser injustas.
P: Estoy segura de que recuerdas las declaraciones misóginas del premio Nobel Tim Hunt en la Conferencia Mundial de Periodistas Científicos en Seúl el 8 de junio de 2015: "Déjame decirte una cosa sobre mis problemas con las chicas... tres cosas pueden ocurrir cuando están en el lab...Te enamoras de ellas, ellas se enamoran de ti y cuando las criticas, lloran." ¿Podrías dar un ejemplo de algún quizá más sutil pero aun así inapropiado comentario que hayas recibido en el mundo académico que demuestre este tipo de prejuicios?
R: Como he dicho antes, la mayor parte de mi vida profesional he trabajado en un país donde semejantes comentarios por parte de hombres son muy raros. Sin embargo, en otros lugares, como Italia, me ha ocurrido tan a menudo escuchar comentarios similares que es difícil recordar un caso en concreto. Pero sí que recuerdo un caso de una colaboración con un manuscrito donde un profesor más mayor me estaba tratando como su joven estudiante inexperta dándome órdenes continuamente y encomendándome tareas por debajo de mi formación (e.g. comprobar sus referencias cuando él era el autor principal) a pesar de ser una investigadora senior por aquel entonces y de hecho más experta en el tema que él. En otros casos, personal masculino de la administración me ha pedido realizar tareas administrativas en absoluto relacionadas con mi perfil de trabajo como profesora, lo que me hace sospechar comportamiento sexista en este caso, por no mencionar la machoexplicación, que se ha dado recientemente con algunas de mis estudiantes. Y he escuchado comentarios sobre colegas mujeres relacionados con su tendencia a quedarse embarazadas, lo que encuentro totalmente inapropiado. Diré claramente lo que pienso: quedarse embarazada supone solo unos meses de la carrera profesional y en general no afecta a la calidad del trabajo. Por supuesto, si no hay motivación para hacer la investigación, cualquier suceso de fuerza mayor puede revelar esto, pero lo mismo es para los hombres que para las mujeres. Es más fácil apuntar con el dedo a las mujeres y especialmente a las estudiantes de doctorado, pero baste este ejemplo: seleccionamos a un estudiante de doctorado (hombre) que había sido muy bien cualificado recientemente aunque en un campo de estudio relacionado de forma que no parecía ahondar directamente en nuestro tema de investigación. El embarazo de su mujer fue el detonante que le hizo rechazar nuestra oferta. Cuando tuvo que elegir, decidió buscar otra cosa. Una motivación más fuerte le habría hecho convencernos de que teníamos que esperar unos meses hasta poder contratarle, pero no fue el caso.
P: El informe de la Comisión Europea She Figures 2017 muestra que las mujeres todavía están infrarrepresentadas en las posiciones académicas más altas, ¿cuáles son las razones que en tu opinión están favoreciendo esta brecha de género y cuáles podría ser las medidas/políticas para contrarrestar este desequilibrio? ¿Estás a favor de las cuotas de género en ciencia?
R: Hay varias razones y sería difícil nombrarlas todas aquí. Además, como he mencionado anteriormente, la cultura y las diferencias nacionales tienen su función. Sin embargo, en muchos casos hay algunos aspectos de la carrera académica que no son tan atractivos así que las mujeres pueden ser incluso más listas al tomar otras decisiones. Estoy siendo un poco irónica aquí, pero no del todo. Así que, de alguna manera, no fomentaría una intervención de arriba-abajo como las cuotas de género sino más bien cambiaría la cultura de abajo-arriba, haciendo el género sea un agente menos visible en las conversación.
P: Como mentora, ¿qué podrías hacer para que las jóvenes científicas en tu equipo se sintieran empoderadas?
R: Como mentora, intento cultivar el talento natural, descubrir la fortaleza individual de cada estudiante y hacerles conscientes de eso. También trabajo con mis estudiantes sobre sus limitaciones ya que un estudiante que es demasiado seguro y piensa que ya lo sabe todo es alguien poco abierto al aprendizaje de cosas nuevas. Y esto lo hago sean hombres o mujeres. Esa es mi manera de empoderar a los científicos. También les explico lo importante que es gestionar las propias capacidades. Aunque es muy útil visitar un laboratorio líder o aliarse con un profesor famoso, esto no debería ser la medida del éxito. Somos nosotras quienes debemos evitar que los demás chismorreen sobre nuestras relaciones con otros profesores famosos (mucho mayores). Deberíamos tener la suficiente confianza para saber que podemos llegar a lo más alto sin ninguna ayuda externa que sea ajena a nuestras habilidades intelectuales. Al fin y al cabo, lo que es importante para mí es que lo que he conseguido y también lo que no se debe a lo que he elegido y a lo que soy capaz de hacer con mis propias habilidades y talentos.
P: Y para concluir, ¿hay alguna mujer en neurociencia que te haya servido de modelo?
R: En mi propio campo de neurociencia de la música, sin duda Isabelle Peretz. Ella se ha dejado llevar por sus propias pasiones, trasladándose de Bélgica a Canadá y a Australia y de vuelta a Canadá, sin comprometer su dedicación a la investigación. Ha sido innovadora y ha servido de inspiración a toda una generación de psicólogos y neurocientíficos, incluyéndome a mí. Todavía recuerdo cuando vi su charla en una conferencia que me hizo estudiar las funciones auditivas en el cerebro. Otro modelo que me ha inspirado mucho ha sido Rita Levi-Montalcini, italiana ganadora del premio Nobel, otra mujer fuerte que salió de su zona de confort a explorar el mundo y seguir su pasión. Tuve el privilegio de encontrármela en una conferencia cuando casi tenía cien años. Era una mujer muy menuda pero con esa chispa interna de carisma que podía ser reconocida incluso a distancia.