El
sonar militar más avanzado empequeñece al lado de la ecolocalización
que las marsopas despliegan para detectar a las presas, los depredadores
y los obstáculos. Al emitir chasquidos a través de su espiráculo
(orificio respiratorio), los cetáceos pueden percibir objetos de unos
pocos centímetros de tamaño situados a cien metros de distancia, lo que
equivaldría a que nosotros distinguiéramos una nuez desde el extremo
opuesto de un campo de fútbol. Los buques equipados con sonar, en
cambio, han de emitir las ondas acústicas desde distintas fuentes
separadas por varios metros de distancia. Un estudio sugiere ahora que
la prodigiosa capacidad de ecolocalización de las marsopas se debe a la
existencia de ciertas estructuras en su cabeza que son ajustables, un
descubrimiento que podría contribuir a refinar el sonar humano.
Este opera emitiendo
ondas acústicas sobre los objetos y midiendo el tiempo de retorno del
eco. Normalmente, si la fuente generadora de los impulsos sónicos es más
pequeña que la longitud de onda del sonido, emite las señales acústicas
en todas direcciones, como la luz dispersada por las esferas de
discoteca. Si se quiere enviar un haz focalizado en una dirección
concreta, la fuente ha de ser forzosamente mucho mayor que la longitud
de onda. Sin embargo, la marsopa logra eludir ese requisito.
Para desvelar su secreto se ha examinado la cabeza de la marsopa sin aleta (Neophocaena phocaenoides)
mediante tomografía axial computarizada (TAC). Se ha averiguado así que
posee una anatomía compleja, constituida por sacos aéreos, el melón y
otras partes blandas, además de los propios huesos del cráneo. Todos
estos componentes conforman capas que son atravesadas por el sonido con
distintas velocidades, lo que permite al animal controlar la amplitud de
los haces. «Si logramos desentrañar los entresijos de esas estructuras,
podremos rediseñar los sistemas de sonar e instalarlos en embarcaciones
[más pequeñas]», afirma Wenwu Cao, físico de la Universidad Estatal de
Pensilvania y coautor del estudio, publicado el pasado diciembre en Physical Review Applied.
El trabajo indica que las marsopas comparten la emisión de chasquidos
con otro mamífero conocido por sus dotes de ecolocalización: el
murciélago. «Me intriga la posibilidad de que las marsopas puedan
modificar su patrón de emisión comprimiendo los componentes del melón»,
afirma Rolf Müller, catedrático de ingeniería mecánica del Instituto
Politécnico de Virginia, que ha estudiado el sonar de los quirópteros
pero no ha participado en el estudio de las marsopas. Todo apunta a que
murciélagos y cetáceos nos llevan bastante ventaja en este campo.Moskowitz, Clara
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