miércoles, 27 de marzo de 2019

ARQUIMEDES Y SU CIRCULO


 
03/12/2018
  
La faz de nuestro planeta cambia. Todos los días, segundo a segundo. En medidas tan infinitamente pequeñas que son difícilmente mensurables. Por supuesto, no hablamos de lo que relatan los mapas políticos, sino los físicos. Los desplazamientos de las placas tectónicas, el alzamiento de los mares, la cara del planeta Tierra, del tercer planeta desde el Sol (para aquellos que nos lean desde los confines del Universo) se modifica. Lo ha hecho desde siempre. Lo seguirá haciendo cuando la Humanidad ya no esté -bien por extinción, bien porque nos hayamos cambiado de hogar- y seguirá cambiando hasta que esta nuestra casa se desmenuce en polvo cósmico.
Las piezas de este planeta se rompen y se recomponen, estallan y se fusionan. Y todo en microdesplazamientos. Pensadlo: microdesplazamiento que culminarán en unos pocos cientos de millones de años en la formación de un supercontinente. O sea, una sola placa terrena.
Esto ya sucedió antes: Pangea. Se calcula que existía hace algo más de 300 millones de años y comenzó a romperse hace unos 180. Pero date por avisado, ya que tenemos la convicción de que estamos en pleno movimiento pendular y hacia Pangea volvemos. ¿Cuándo se habrá consolidado esa NeoPangea? Se calcula que, como máximo, en unos 250 millones de años.
No esperes sentado. No aguantes la respiración hasta entonces. No lo veremos. ¿Pero a qué es asombroso saber que va a ocurrir?
Ahora bien, ¿cómo va a ocurrir? ¿Vamos hacia el mismo diseño?
Los investigadores Mattias Green (Universidad de Bangor, Reino Unido) y Hannah Sophia Davies y Joao C. Duarte (Universidad de Lisboa, Portugal) detallan en un artículo para The Conversation cómo sería este proceso.
Los científicos barajan cuatro teorías, cuatro caras distintas para la acumulación terrena de este planeta nuestro en forma de nuevo supercontinente. Las cuatro teorías más probables reciben estos nombres: Novopangea, Pangea Última, Aurica y Amasia.
Novopangea nace del planteamiento de que el océano Atlántico crece, mientras que el Pacífico se achica, algo que colateralmente causará una gran actividad en la mayor cadena volcánica del mundo, que allí está emplazada. América se fusionaría con la Antártida y África con Eurasia. Casi resultaría el mapa de aquella Pangea, invertido.
Pangea Última, apuesta porque el Atlántico podría iniciar un recorrido inverso a la teoría anteriormente citada. Europa y África se juntarían y el supercontinente estaría rodeado de un único y gigantesco Océano Pacífico.
La teoría de Aurica es que ambos grandes océanos se cierran y nace así otro nuevo. La gran “sorpresa”, sería el destino de lo que hoy llamamos Australia, cuyo emplazamiento sería el centro de la masa terráquea.
Lo paradójico de Amasia es que se cree que vendría determinada por las huellas más antiguas y subterráneas de aquella Pangea. Todo los continentes se estarían desplazando hacia el Norte. Todos menos la Antártida. Los océanos Atlántico y Pacífico seguirían, aunque convertidos en un único mar abierto.
¿Cuál será la opción resultante? La mayor parte del corpus científico parece inclinarse por Novopangea.
Pero, la verdad, ¿quién sabe si quedará alguien para contarlo? ¿Qué clima hostigará la Tierra? ¿Qué vida animal cruzará ese inmenso océano y esa enorme masa terrena?

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