Jack Tamisiea
Dos arañas de la especie Philoponella prominens apareándose (el macho, más pequeño y de un color más parduzco, aparece a la derecha de la imagen). [Shichang Zhang, CC BY-SA]
Para algunas arañas, el amor puede resultar devastador. En una práctica espeluznante conocida como canibalismo sexual, las hembras de muchas especies devoran a sus compañeros después de procrear, ya sea para alimentarse o para mantener abiertas sus opciones reproductivas.
Las arañas hembra suelen ser mucho más grandes que los machos, por lo que cuentan con una notable ventaja física. No obstante, un estudio publicado en Current Biology muestra cómo se protegen algunos machos. Valiéndose de la energía almacenada en las articulaciones de las patas delanteras, los machos de la especie Philoponella prominens pueden saltar lejos de una pareja voraz en una fracción de segundo. «Tras trece años estudiando la conducta sexual de las arañas, cuando observé sobre el terreno cómo se catapultaban, supe que había descubierto algo especial», comenta el autor principal del artículo, Shichang Zhang, ecólogo del comportamiento en la Universidad de Hubei.
Esas arañas viven en conjuntos de redes interconectadas que pueden alojar a más de 200 individuos. Con tantos solteros en el vecindario, las hembras pueden permitirse devorar a unos cuantos, de modo que los machos deben huir de inmediato tras procrear si quieren evitar convertirse en un aperitivo poscoital. Los investigadores observaron que las arañas macho pliegan las patas delanteras mientras se aparean, apoyándolas en la hembra. Nada más acabar, las enderezan y usan la presión hidráulica acumulada en las articulaciones tibia-metatarso para salir despedidos, como impulsados por un resorte.
Las arañas escapan de sus parejas tan deprisa que las cámaras habituales no logran captarlo. Así que los autores utilizaron una cámara especial de alta velocidad, cedida por una agencia publicitaria de Pekín, para filmar a las criaturas apareándose. Al estudiar la espectacular huida a 1500 fotogramas por segundo, hallaron que esas arañas de tres milímetros de longitud eran capaces de lanzarse a velocidades cercanas a 88 centímetros por segundo. «Es como si un hombre de metro ochenta saltara 530 metros en un segundo», compara Zhang. Mientras se elevan, los acróbatas arácnidos también giran sobre sí mismos cual peonzas de ocho patas, dando una media de casi 175 vueltas por segundo.
De las 155 parejas de arañas que filmaron en un principio, 152 machos lograron catapultarse y sobrevivir. Los tres restantes no escaparon a tiempo y fueron devorados, y otras arañas a las que los investigadores impidieron saltar corrieron la misma suerte.
Los machos que escapan son sorprendentemente fieles: durante la cópula, fijan una «cuerda de seguridad» de seda a su pareja. Y tras catapultarse, regresan por el hilo y se aparean de nuevo con ella. Llegan a repetir este ciclo hasta seis veces para aumentar las probabilidades de que la inseminación tenga éxito.
Aunque el canibalismo sexual parece algo espantoso desde una perspectiva humana, tiene un sentido evolutivo, explica Matthias Foellmer, biólogo de la Universidad Adelphi que estudia esta conducta en las arañas. En la mayoría de las especies, las arañas macho no aportan más que su esperma a la siguiente generación, por lo que las hembras no pierden nada si se los comen. «Visto así, es sorprendente que esta práctica no se halle más extendida», afirma Foellmer, que no participó en el estudio.
Según Foellmer, este trabajo ilustra cómo el canibalismo puede desencadenar una «carrera armamentística» evolutiva entre los sexos. Y añade que, aunque de momento la elevada tasa de fuga parece favorecer a los machos, «podría surgir una mutación que haga a las hembras un poco más veloces o más eficaces a la hora de apresarlos».
Este artículo apareció publicado en la sección de Actualidad Científica el 29 de junio de 2022.
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