martes, 18 de junio de 2024

¿Tienen emociones los animales?

 ¿Siente pena un elefante que ha perdido a sus crías ¿Siente vergüenza un chimpancé que se ha caído de una rama frente al líder del grupo? Hasta qué punto podría decirse que una cría está disfrutando del momento cuando está jugando con sus congéneres. En otras palabras, ¿pueden los animales experimentar emociones parecidas a las que sentimos los humanos? ¿Qué sienten, si es que sienten algo? La respuesta sencilla es sí, aunque una explicación más rigurosa obliga a matizar algunas cuestiones.

¿QUÉ SE ENTIENDE POR EMOCIÓN? 

Según el diccionario de la RAE, emoción es una ‘alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática”. Partiendo de esta acepción, podríamos concluir que los animales sienten emociones, igual que lo hacen las personasEl propio Darwin sostenía que existe una continuidad entre la vida emocional de los seres humanos y la de otros animales, y que en cuestión de emociones las diferencias entre muchos animales son de grado más que de especie. Sin embargo, determinar qué emociones experimentan los animales y hasta qué punto son distintas de las de los humanos no es una tarea fácil, especialmente en especies salvajes.  

PELIGRO DE ANTROPOMORFISMO

Uno de los mayores problemas a la hora de estudiar las emociones en animales es la imposibilidad de conocer de cerca su casuística. Un vídeo subido a la plataforma TikTok que se hizo viral mostraba una vaca que parecía dar saltos de alegría cuando alguien le dio una galleta. ¿Estaba realmente feliz? Difícil saberlo, habida cuenta que para conocer la vida emocional de los animales, según explica el experto etólogo Mark Bekoff en este estudio, publicado en Bioscience, es dedicarles tiempo considerable, realizar investigaciones tanto etológicas como neurobiológicas y endocrinológicas. Pero eso no significa que los animales no puedan tener emociones. “Afirmar que no conocemos a los elefantes, los delfines u otros animales porque no somos uno de ellos no nos lleva a ninguna parte”, concluye el experto.  

Xavier Manteca. catedrático del departamento de Ciencia Animal y de los Alimentos de la UAB, llega a una conclusión parecida. Explica a National Geographic España que documentar las emociones en animales es una tarea compleja, pues " no tenemos la posibilidad de una comunicación verbal directa", lo que dificulta sobremanera la analogía con el equivalente a las emociones humanas, "pero eso no quiere decir que no puedan demostrar estas emociones. Solo significa que es más difícil identificarlas".

ALGUNOS TIPOS DE EMOCIONES DEL MUNDO ANIMAL 

Algunos de los estados emocionales de los animales pueden reconocerse fácilmente observando sus rasgos físicos. La cara, los ojos y la forma de comportarse permiten deducir con certeza qué están sintiendo en determinados momentos. Incluso alguien con poca experiencia en observar estos estados anímicos podría saber qué está estar sintiendo un animal en concreto. Cualquiera que observe una vaca dando saltos después de recibir una galleta o un perro que mueve la cola deducirá que están contentos, mientras que una oca que hunde sus ojos en sus órbitas después de perder a su pareja puede deducir que experimenta tristeza.  

Así, las emociones primarias, consideradas emociones innatas básicas, incluyen respuestas generalizadas, rápidas y actos reflejos, que pueden ser automáticas o programadas. Es algo innato, relacionado con la supervivencia, y son consecuencia de la actividad del sistema límbico, en el que participan distintas partes del cerebro, entre ellas la amígdala. Podríamos deducir, pues, que los animales sí que experimentas emociones primarias como la alegría, la tristeza, el miedo, la sorpresa.

Una de las propuestas científicas existentes identifica una serie de emociones básicas controladas por circuitos neuronales presentes en todos los mamíferos, y probablemente todos los vertebrados, entre las que se encuentran las 7 emociones primarias (curiosidad, juego, temor, ira, deseo sexual, angustia). Lo cual no quiere decir que las experimenten del mismo modo que nosotros, sino que su cerebro está equipado con la maquinaria celular que les permitiría sentirlas. 

"Podemos deducir  que se trata de una emoción similar a la nuestra, pero no podemos ir más lejos". Xavier Manteca, catedrático del departamento de Ciencia Animal y de los Alimentos de la UAB

El problema reside en las emociones secundarias. ¿Hasta qué punto un animal puede sentir vergüenza, culpa, placer, orgullo o incluso celos? Estas emociones están intrínsecamente ligadas al comportamiento humano, pero son difícilmente encajables en la etología. El problema de partida es que no podemos ‘leer la mente’ de un animal con la simple observación, pero, aunque pudiéramos hacerlo, eso no significa que podamos establecer una correlación directa entre una reacción y un comportamiento.

“Incluso si investigaciones futuras demuestran, por ejemplo, que en los perros o los chimpancés se activan las mismas regiones cerebrales que en los humanos cuando están contentos o tristes, ello no significa que estén experimentando esas mismas emociones”, apunta Bekoff en su estudio.

"Con los animales no tenemos la posibilidad de una comunicación verbal directa, y la analogía es tanto más difícil cuanto más diferentes son de nosotros. Podemos deducir  que se trata de una emoción similar a la nuestra, pero no podemos ir más lejos", argumenta Manteca.

ALEGRÍA 

La experiencia nos dice que un perro que mueve la cola es feliz, mientras que un gato que ronronea está contento. Pero esto no significa que estos comportamientos siempre denoten la misma emoción. Existen casos de perros que han mordido a sus dueños mientras están moviendo la cola, mientras que los gatos también ronronean cuando sufren alguna herida. Pero existe un comportamiento que sí que podemos asociar a la felicidad: el juego. “Una vez observé a un alce joven en el Parque Nacional de las Montañas Rocosas corriendo por un campo nevado, saltando en el aire y girándose, deteniéndose y recuperando el aliento. Había mucha hierba alrededor, pero él eligió el campo nevado”, recuerda Bekoff, quien sostiene que sería difícil negar que estos animales se estaban divirtiendo y disfrutaban de lo que hacían.

 

Emociones positivas
ISTOCK

El juego es una de las emociones positivas más documentadas por los etólogos. 

Los estudios químicos apoyan la idea de que el juego es placentero, y han demostrado que libera dopamina, un neurotransmisor asociado con la felicidad. Se sabe, por ejemplo, que las ratas muestran un aumento de la actividad dopaminérgica cuando anticipan la oportunidad de jugar. Aunque la felicidad es un término propiamente humano, podríamos deducir que algunos animales experimentan una emoción similar en determinadas situaciones, como, por ejemplo, cuando están jugando. "Los animales experimentan estas emociones positivas cuando juegan, cuando exploran, cuando tienen una relación social agradable con otro animal, o con una persona, si es doméstico", apunta Xavier Manteca, quien explica que este tipo de emociones positivas se empezaron a estudiar más tarde, pero que fueron clave para definir lo que hoy se entiende como bienestar animal. 

MIEDO 

En ocasiones oímos decir que “el miedo es humano”. En realidad, el miedo no es solo humano, sino que es una de las emociones básicas que compartimos con la mayoría de los animales. Y tiene una explicación evolutiva: se trata de una respuesta casi automática ante un posible peligro que hemos adquirido como consecuencia de la evolución. Lo curioso es que muchos animales sienten miedo de forma innata ante determinados objetos o estímulos, incluso sin reconocerlos. Por ejemplos, ciertos sonidos, olores determinan la presencia de un peligro potencial para muchas especies, que reaccionan de forma innata.  Uno de los argumentos de quienes defienden las emociones animales es, precisamente, su función evolutiva. El hecho de que los animales experimenten una emoción positiva cuando cuidan de sus crías significa que aumentará su éxito reproductivo", explica Montalbán.

DUELO 

En febrero de 2024, Natalia, un chimpancé de 21 años del Bioparc de Valencia, perdió a su cría de forma inesperada. Tres meses después, era incapaz de desprenderse del cuerpo inerte. Este comportamiento lo interpretaron los etólogos como una emoción similar al duelo de los humanos cuando pierden a uno de sus seres queridos. ¿Estaba experimentando un duelo propiamente dicho? Lo curioso de este caso es que no solo la hembra expresaba este sentimiento. También sus familiares cercanos (su padre, su hermana y su sobrina) se abrazaban a la madre durante las primeras semanas después del fallecimiento de la cría. El caso de Natalia no es el único documentado entre los chimpancés.

La propia Jane Goodall observó un comportamiento similar entre varios miembros de esta especie durante sus investigaciones en Gombe. Flint, un chimpancé de ocho años y medio de edad, alejó de su grupo, dejó de alimentarse y finalmente murió después de fallecer su madre. Abundan otros ejemplos, por ejemplo, en elefantes, en los que se han documentado que montan guardia frente a sus crías muertas. También los delfines y las orcas muestran comportamientos de duelo. En 2018, una noticia sobrecogedora recogía el caso de una orca que había viajado más de 1.600 kilómetros durante dos semanas arrastrando a su cría muerta, el comportamiento de duelo más largo documentado en esta especie. 

Duelo en animales
BIOPARC VALENCIA

Una hembra de chimpancé del BIOPARC de Valencia estuvo meses sin separarse de su cría en un comportamiento similar al duelo. En la imagen, una hembra de la familia junto a otra cría.

"Si estos cambios son similares a los que experimenta una persona, suceden en el mismo contexto y los animales tienen la maquinaria neuronal necesaria para tener emociones, la conclusión más razonable es que con toda probabilidad, algunos animales pueden experimentar algo similar a lo que experimentamos los humanos en el duelo", afirma Xavier Manteca. Ejemplos como estos demuestran que no somos tan distintos en cuanto a emociones se refiere. 

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