Con el paso del tiempo la presencia de mujeres en las áreas STEM (acrónimo inglés para designar ciencia, tecnología, ingeniería y medicina) ha ido en aumento. Pero si nos preguntan por mujeres científicas reseñables de la historia es habitual que al nombre de Marie Curie le surja escasa compañía.
Sin embargo no han sido pocas las mujeres que han contribuido notables avances a diversas áreas de la ciencia a lo largo de la historia.
De hecho podemos encontrar ejemplos en la antigüedad grecorromana. Tanto que el nombre más antiguo de esta lista está envuelto en el misterio. Se trata de María la Judía, también conocida como María la Hebrea o Miriam la Profetisa. Es muy poco lo que sabemos de esta protocientífica de la antigüedad. Se estima que vivió entre los siglos I y III de nuestra era y tenemos constancia de su existencia por el interés que en ella mostraron los alquimistas de la edad antigua.
Sus aportaciones a la ciencia habrían sido diversas, pero podemos destacar dos. El primero es de corte popular: María la Judía es la María a la que nos referimos cuando hablamos del “baño María”. La segunda es de calado científico, ya que las fuentes con las que contamos le atribuyen el descubrimiento de la fórmula del ácido clorhídrico.
Hipatia de Alejandría no solo fue una de las primeras científicas de las que tenemos constancia, la matemática helénica se convirtió en una mártir de la ciencia al ser torturada y ejecutada a mediados de la década del 410 de nuestra era.
Las contribuciones de Hipatia no se adscribían a la matemática. Además de aportar nuevos símbolos algebráicos que facilitaban la comunicación del saber en este campo, la científica temprana también se dedicó a la astronomía, a través del estudio del trabajo de Tolomeo.
La vida de Hipatia fue llevada al cine en 2009, algo que no ha pasado con la siguiente protagonista: Lise Meitner. Es más, pese a sus contribuciones a los eventos descritos en la reciente Oppenheimer, la trama del film pasó de puntillas sobre la “madre de la bomba atómica”. Junto con Otto Hahn, esta alemana demostró la divisibilidad de los núcleos de uranio y la consiguiente liberación de energía. Es decir, la fisión nuclear.
Meitner fue olvidada por el cine y por el comité del Premio Nobel, que en en 1944 recibió el galardón en la disciplina de química. Pero no es la única. Otro ejemplo importante es el de Jocelyn Bell Burnell. Esta británica nacida en 1943 fue la primera en observar un púlsar, un tipo de estrella de neutrones que se caracteriza por emitir “pulsos” regulares de ondas de radio.
Bell, entonces doctoranda, ideó junto con su supervisor de tesis una antena de radio que fue la que captaría por primera vez este tipo de objetos. El descubrimiento valió un premio Nobel, pero Bell no se encontraba entre los premiados. Como nota curiosa, una observación posterior del púlsar descubierto, PSR B1919+21, acabó ilustrando una de las portadas más famosas de la música: el Unknown Pleasures de Joy Division.
La lista de las “ignoradas” por la academia Sueca tiene más miembros. Como el de Chien-Shiung Wu. Los conocimientos de esta científica nacida en China también contribuyeron al advenimiento de la “era nuclear”.
La llamada “primera dama de la física” realizó diversas aportaciones pero quizás la más significativa fuera el experimento que lleva su nombre, el “experimento de Wu”. El experimento demostró que la conservación de paridad no era universal ya que no se observaba en la interacción nuclear fuerte. Una prueba de que a veces los avances científicos se dan por la obliteración de algunas ideas preconcebidas muy asentadas. El experimento valió de nuevo un Nobel, no para la científica.
Mujeres y tecnología
La aportación de las mujeres en el ámbito tecnológico es también digno de reseña. En este sentido seguramente el primer nombre que nos venga a la cabeza sea el de Augusta Ada Byron, la Condesa de Lovelace. La hija de Lord Byron no destacó en las letras sino en las ciencias, sino que se alió con Charles Babbage para crear una “máquina analítica”. La aportación de Lovelace a esta protocomputación fue significativa: a ella le debemos el algoritmo.
Otra mujer que dejaría su impronta en la era de la información sería Grace Hopper, “Amazing Grace”. Durante la II Guerra Mundial, Hopper formó parte del programa informático Harvard Mark I, pero su aportación a la ciencia iría más lejos, todo gracias a su labor en el desarrollo del primer compilador y el lenguaje de programación COBOL. Un lenguaje con 65 años a sus espaldas pero aún en uso.
También aportó su granito de arena al esfuerzo bélico la actriz e ingeniera de origen austriaco Hedy Lamarr. Lamarr ayudó a los aliados en distintos frentes, pero el más significativo sería el de las comunicaciones. El trabajo de Lamarr serviría a los aliados para guardar el secreto de sus telecomunicaciones y, décadas después, serviría de base para una aplicación bien distinta: el desarrollo del WiFi.
Podemos cerrar esta compilación de mujeres que han escrito la historia de la ciencia con la que quizás sea la entrada más reciente: Katalin Karikó. A diferencia de otras de sus compañeras en esta lista, Karikó si recibiría el galardón de la academia sueca. Su aportación a la ciencia: el desarrollo de las vacunas basadas en el ARN mensajero, una tecnología que no solo aceleraría el fin de la pandemia de Covid sino que ha abierto innumerables nuevos frentes en la lucha contra enfermedades tan diversas como el cáncer.
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