“Para mí, sería un disgusto enorme descubrir que hay otra vida, como dicen muchos, porque eso haría que pasáramos por ésta de puntillas”, me confesó Eduard Punset hace ya bastantes años mientras le entrevistaba en su casa en Barcelona para el ‘Estilos de vida’ de La Vanguardia. Aquel suplemento salía los sábados y cada semana un famoso escogía un objeto a partir del cual conversábamos; para aquella ocasión, Punset escogió su colección de fósiles, que atesoraba desde hacía más de 40 años.
“Los fósiles te demuestran que no hay que sorprenderse ante los contratiempos. La gente quiere tenerlo todo bien controlado y seguro, pero la felicidad es efímera, finita. Depende de la intensidad con la que disfrutes de las cosas”.
Entonces corría 2008, hacía apenas unos meses que yo había entrado a trabajar como guionista en el programa de TVE ‘Redes”, que él dirigía desde 1996, y aquella era una de las primeras ocasiones en que tenía la oportunidad de charlar con él, cara a cara. Era un seductor nato. Que sabía jugar con la entonación. Con los silencios. Con las pausas. Con la mirada. Con la gesticulación de las manos. Conseguía captar la atención y con ese peculiar don para la comunicación -con el que también se granjeaba detractores-, Punset logró colarse en millones de hogares españoles y acabar erigiéndose en un personaje de la cultura popular. Carismático, aunque también polémico. Admirado y denostado, casi a partes iguales.
Eduardo Punset
“La gente quiere tenerlo todo bien controlado y seguro, pero la felicidad es efímera, finita. Depende de la intensidad con la que disfrutes de las cosas”
La historia de Punset transcurrió siempre con una maleta a cuestas. Comenzó en Barcelona en 1936 y siguió en un pueblecito del Alt Empordà (Girona), Cistella, donde su padre era médico rural. A los 18 lo mandó a Madrid a estudiar “para que aprendiera castellano”. Allí cursó derecho en la Universidad Complutense de Madrid, se involucró en el Partido Comunista en plena dictadura y con poco más de 20 años le tocó salir pitando hacia Francia por haber repartido en la facultad unas octavillas a favor de un científico en el exilio. Era 1958. “Nunca he pasado tanto miedo como entonces, ni siquiera en la noche en la que Tejero se presentó en el Congreso, donde estaba como Ministro de Relaciones con las Comunidades Europeas, por el partido de Adolfo Suárez”.
1996, arranca Redes
También fue, aunque fugazmente, conseller de la Generalitat y eurodiputado. Hasta que en 1996 comenzó a dirigir y a presentar el programa de divulgación científica Redes, que se emitía en La 2 de madrugada. Se trataba de uno de los primeros programas de televisión consagrados a la ciencia en la parrilla nacional. Duraba una hora, durante la cual Punset entrevistaba a un experto internacional en un tema y luego se celebraba un debate en plató con otros sabios ‘locales’.
Y éramos muchos los que nos quedábamos hasta las tantas viéndolo, con ansias de aprender de todo. En la facultad había incluso tráfico de cintas VHS y más tarde de DVD con programas antiguos o capítulos ‘gloriosos’. No era para menos. Por primera vez, y gracias a Punset, habíamos podido ver y escuchar en castellano a científicos top mundiales como los descubridores de la estructura molecular del ADN, James Watson y Francis Crick; o al neurocientífico Steven Pinker; o a los biólogos Lynn Margulis y O.Wilson; a los primatólogos Frans de Waal y Jane Goodall, entre muchos, muchos otros.
Gracias a Punset, convertido ya en personaje con su pelo a lo Einstein, muchos españoles que quizás no estaban interesados a priori en la ciencia empezaron a oír hablar de bacterias, de genes, de enanas blancas, de evolución, de capacidad cognitiva. Y comenzaron a sentir curiosidad. Tanto que empezó a ser frecuente escuchar en los bares o en el metro a gente comentar la entrevista del Redes de la noche anterior.
Gracias a Punset, empezó a ser frecuente escuchar en los bares o en el metro a gente comentando la entrevista del Redes de la noche anterior.
Si había algo que Punset tenía claro es que había que explicar a la gente ciencia que le interesara, que les explicara cómo eran por dentro, qué les pasaba, por qué eran como eran. Ciencia popular. “Tenemos que contarles algo que después puedan explicar en una cena con amigos”, nos repetía al equipo que hacíamos el Redes, durante las comidas que celebrábamos cada final de temporada en la masía que tenía en Fonteta, en el Empordà. Apostaba claramente por el “infotainment”, muy al estilo anglosajón, que era novedoso aquí en España entonces: conciliar el conocimiento con el entretenimiento.
Nos pedía que huyésemos de las ‘cabezas parlantes’, en alusión a incluir a personas entrevistadas en los reportajes que acompañaban la entrevista central. También se negaba a que contrastásemos la opinión del entrevistado principal. “Si le damos voz es porque apostamos por él. No lo sacamos en el programa para cargárnoslo”, insistía.
Y nos exigía imaginación, mucha imaginación, lo que suponía un reto muy estimulante como guionista. Por eso, por el Redes han pasado desde trogloditas que asan trozos de mamut para explicarnos que cocinar nos hizo humanos, hasta la misma naturaleza hablándonos de tú a tú y reprochándonos lo poco que la cuidamos.
“La curiosidad es un motor extraordinariamente potente para la divulgación y Punset tenía curiosidad, con la ventaja de que esa curiosidad era contagiosa”, valora Antonio Calvo, al frente de la Asociación Española de Comunicadores Científicos. “Punset jugó un papel muy importante en la divulgación de la ciencia en una época en que no había apenas nada de ciencia en la televisión. Hacía entrevistas en profundidad, de las que tenías que estar pendiente, que no te permitan ser un espectador pasivo. Te proponía pensar y reflexionar. Era capaz de bajar a grandes sabios, como Richard Dawkins, a un nivel que todos pudiéramos entender”, añade.
Más tarde han venido otros excelentes programas de divulgación de la ciencia, como Órbita Laika o El Cazador de Cerebros, ambos en Televisión Española, que han bebido con éxito de la manera de hacer instaurada por Punset. Seguramente a él le debamos, en buena medida, que la ciencia también sea ahora popular y no cosa de cuatro ‘frikis’. Es, de hecho, una de las personas que más ha hecho por la cultura científica y por la divulgación en español y en España. Por ello ha recibido galardones como la Creu de Sant Jordi de la Generalitat, en 2011.
“La curiosidad es un motor extraordinariamente potente para la divulgación y Punset tenía curiosidad, con la ventaja de que esa curiosidad era contagiosa”
Aunque es también un personaje polémico y controvertido. Porque fue él, también, quien dio voz a Uri Geller, el charlatán que decía poder doblar una cuchara con la mente. O a Deepak Chopra, un conferenciante hindú muy conocido que se dedica a usar supuestos conceptos de la física cuántica para defender la medicina alternativa ayurvédica.
Ese tipo de entrevistas y el flirteo con algunos conceptos carentes de base científica hicieron que su labor divulgativa fuera fuertemente cuestionada, tanto por otros divulgadores como por científicos. Además, el hecho de que Punset se prestara a participar como ‘estrella’ en alguna feria de terapias alternativas junto con el viraje hacia la autoayuda y la psicología positiva que dio el programa en los últimos años y que reforzó con la incorporación de su hija, Elsa Punset,acabaron de socavar su credibilidad como divulgador.
“Su muerte es una pérdida para el mundo de la divulgación. Me quedo, no obstante, con el primer Punset, el de los primeros programas, porque luego cruzó líneas que iban más allá de la evidencia científica”, dice Calvo.
La última vez que lo vi en persona fue en 2016, cuando coincidimos en la entrega de los Premios de Periodismo de Salud Concha García Campoy, en Madrid. Entonces, me miró sin verme, sonriente, con inocencia. Subió con torpeza al escenario, encogido. Costaba creer que aquel hombre curioso que nos había hecho preguntarnos por qué somos como somos, que nos había acompañado en viajes al interior de las partículas elementales, fuera aquel viejecito. Las ideas se le escapaban y apenas podía tejer el discurso. Nos explicó que una médico en el Reino Unido le había dicho que tenía Alzheimer. Aunque, al parecer, resultó más tarde que no era así. O tal vez sí. Hoy nos levantamos con la noticia de que Eduard Punset ha muerto a los 82 años a causa de un cáncer.
“No hay que sorprenderse ante los contratiempos”, me decía en aquella entrevista para el ES de la Vanguardia. “La gente quiere tenerlo todo bien controlado y seguro. Pero cuando acaricias un fósil como éste eres consciente de que la felicidad es efímera, finita. De que depende de la intensidad con la que disfrutes de las cosas”.
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