Es considerado uno de los experimentos más elegantes de la historia. Un joven Galileo Galilei (1564-1642) deja caer esferas de diferente masa desde lo alto de la torre de Pisa frente a un asombrado público formado por profesores, eruditos y estudiantes de su universidad. Pero es posible que la escena nunca tuviera lugar.
Lo único seguro es que, de haber ocurrido, habría tenido lugar en algún momento entre los años 1589 y 1592, cuando Galileo ejercía de profesor de matemáticas en la Universidad de Pisa. En ninguno de los escritos del italiano se hace referencia alguna a estos experimentos. La única fuente de información son un par de líneas en una biografía escrita en el año 1654 (doce años después de la muerte de Galileo y más de sesenta tras el supuesto experimento) por Vincenzio Viviani (1622-1703), su asistente personal durante sus tres últimos años de vida. Esta no fue publicada hasta el año 1717:
“[…] demostrándolo mediante repetidos experimentos desde lo alto de la torre de Pisa (Campanile di Pisa) en presencia de otros profesores, filósofos y los estudiantes.”
Durante sus años de profesor en Pisa, Galileo no publicó ningún trabajo sobre sus investigaciones, aunque sí que escribió una gran cantidad de notas acerca de sus estudios sobre la caída de los cuerpos en un medio. Todo ese material no apareció publicado por primera vez hasta finales del siglo XIX en un texto denominado De motu.
A la vista de las pruebas existentes, no hay consenso entre los estudiosos de la historia de la ciencia sobre la autenticidad de la anécdota. A lo largo del siglo pasado aparecieron publicaciones que argumentaban tanto a favor como en contra de su veracidad.
Según el investigador Michael Segre, las primeras críticas surgieron de dos importantes estudiosos de Galileo: Rafaello Caverni, un sacerdote florentino (en una enciclopédica obra de seis volúmenes entre 1891-1900), y Emil Wohlwill, un ingeniero e historiador de la ciencia alemán (en dos artículos publicados en 1903 y 1905).
Ambos consideraban que la historia de Viviani era contradictoria con lo aparecido en los escritos del propio Galileo. Caverni consideraba que la culpa era de Galileo, que había mentido a la hora de contar la historia a Viviani, mientras que Wohlwill consideraba que Viviani se había inventado la historia y que no había ningún otro dato en la biografía del sabio que la respaldara. Por tanto, nunca habría tenido lugar.
Sin embargo, en dos trabajos publicados en 1916 y 1917, el estudioso de la vida y obra de Galileo, Antonio Favaro, argumentaba contra las objeciones de estos dos autores. Señalaba que sus críticas se basaban en unos trabajos que Galileo no había publicado, quizás porque no estaba muy conforme con los resultados. Apuntaba a que dichas investigaciones no se habían llevado a cabo necesariamente durante su estancia en Pisa (1589-1592), por lo que los pasajes que contradecían a Viviani podían no ser de esa época.
Sí reconoce que, en ocasiones, el propio Viviani distorsionó algún hecho en su biografía del genio italiano.
Por otra parte, también es cierto que en De motu Galileo menciona hasta siete veces la posibilidad de realizar experimentos desde una torre alta, aunque no da nombres ni aporta una descripción experimental precisa. En una ocasión dice “eso es algo que he probado a menudo.” Todo ello, sin embargo, sigue sin constituir una prueba directa de que el experimento tuviera lugar.
Contradicciones por doquier
Así quedó la cosa durante casi veinte años, hasta que en 1935 apareció publicado un libro de Lane Cooper, catedrático de lengua inglesa de la Universidad de Cornell. En él se pone de nuevo en duda la veracidad de la historia de Viviani.
El autor basa sus conclusiones en dos puntos: por una parte, en el análisis de las diferentes versiones que circulaban de la historia; indica que esta aparece de forma muy esquemática y que hay contradicciones entre versiones.
Por otra, en el estudio de las cartas intercambiadas entre Galileo y el profesor de matemáticas de la Universidad de Pisa Vincenzio Renieri en marzo de 1641. En dichas misivas le contaba que había dejado caer esferas de diferente tamaño y misma densidad desde lo alto de la torre de Pisa y que llegaban al suelo a tiempos distintos. Estos resultados contradecían la historia de Viviani, que afirmaba que llegaban al suelo a la vez. Cabe destacar que en esa fecha Viviani ya era el asistente personal del anciano (y totalmente ciego) Galileo, de modo que tuvo acceso a esta correspondencia.
Desde entonces se han estudiado muchos documentos nuevos, pero ninguno arroja luz sobre el misterio. Uno de los últimos aportes a esta controversia se encuentra en la biografía publicada en 1978 por Stillman Drake, un referente en el estudio de los trabajos del sabio italiano.
A pesar de la ausencia de pruebas, Drake considera que el experimento de la torre de Pisa sí que tuvo lugar. Viviani se limitó a dejar por escrito los recuerdos que Galileo le contó cuando recibió la carta de Ranieri, si bien reconoce que le cuesta entender que Galileo recordara de repente en su vejez un hecho que nunca antes había mencionado.
Drake también conjetura que el propio Viviani escribió la carta de respuesta a Ranieri, incluyendo el pasaje de la torre. De conservarse dicha carta sería la prueba definitiva de la veracidad de la historia, pero desafortunadamente dicha misiva no se ha localizado.
Un experimento mental
En definitiva, la historia se basa en una frase de dos líneas aparecida en la biografía escrita por su asistente personal (del que se sabe que falseó algún dato, como la fecha de nacimiento), según el supuesto recuerdo del anciano de un hecho sucedido medio siglo antes. Eso, junto con la contradicción con lo indicado en las cartas de Ranieri, y la falta de alguna prueba testimonial más de la época, ponen en duda la autenticidad del pasaje.
Precisamente por eso, en un libro de reciente publicación se afirma sin ningún tipo de cortapisas que “la razón de que ninguno de los supuestos testigos de la singular actuación de Galileo desde lo alto de la torre la mencionase, es que no tuvo lugar”.
Por otra parte, el relato de Viviani debe entenderse en el contexto del siglo XVII. A la hora de escribir biografías la veracidad era menos importante que embellecer la imagen del personaje mediante anécdotas, en ocasiones inventadas o adornadas.
Incluso hay autores, incluyendo al gran filósofo e historiador de la ciencia Alexander Koyré, que van un paso más allá y consideran que Galileo no llevó a cabo los experimentos que detalla en De motu. Se trató, en realidad, de experimentos mentales.
Sea como sea, la cuestión ya no es tan solo si el experimento de la torre de Pisa tuvo lugar o no, sino el hecho de que, en realidad, y a diferencia de lo que se cuenta en los libros, Galileo Galilei no quería demostrar exactamente que “cuerpos de diferente peso llegan al suelo a la vez”, y que tampoco fue el primero en cuestionar las ideas de Aristóteles sobre la caída de los cuerpos.
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