Tanto las aguas subterráneas como las tierras contaminadas con arsénico afectan a millones de personas de todo el mundo; la sustancia puede producir lesiones cutáneas, cáncer y otras enfermedades si llega al agua destinada al consumo y a los cultivos. Pero el helecho chino, Pteris vittata, acumula de forma natural niveles de arsénico que matarían a la mayoría de organismos y, a pesar de ello, sigue viviendo. Desde hace mucho tiempo, el mecanismo que hay detrás de esta tolerancia constituye un auténtico rompecabezas bioquímico.
Ahora, los botánicos Jody Banks y Chao Cai, ambos de la Universidad Purdue, y sus colaboradores lo han aclarado. Y lo han hecho insertando los genes del helecho en otras plantas. Banks opina que un día los bioingenieros podrán aprovechar esta habilidad de la planta para ayudar a limpiar zonas contaminadas.
Banks ha constatado que hay tres genes de la planta que se activan más cuando esta se topa con arsénico. Para comprobar si son los responsables de la tolerancia a él, utilizó una técnica biológica habitual para desactivar cada gen en diferentes muestras (las cuales murieron cuando fueron expuestas al veneno). Después de eso, y junto a su equipo, utilizó un microscopio para localizar las proteínas que codifican estos genes en el helecho, y reconstruyeron cómo operan juntas para recoger y neutralizar el arsénico cuando este se distribuye por las hojas.
Una de las proteínas, GAPC1, se halla en la mayoría de los organismos y utiliza fosfato para ayudarles a romper los azúcares y obtener energía. El arsenato, la forma de arsénico que se encuentra en el suelo, es tóxico porque reemplaza al fosfato en este proceso e impide así la producción de energía. Pero, en el helecho, la GAPC1 tiene una estructura ligeramente diferente que le permite unirse químicamente al arsenato. Otra proteína llamada OCT4, codificada por uno de los otros genes, ayuda a transportar el arsenato a través de las membranas y a introducirlo en unas estructuras diminutas celulares llamadas vacuolas. En el interior de estas, la proteína GST (codificada por el tercer gen) transforma el arsenato en una forma llamada arsenito. Los investigadores han descubierto que las vacuolas transfieren este compuesto a partes de la planta en las que se acumula de forma segura como defensa contra insectos hambrientos. Su estudio se publicó en mayo en Current Biology.
En 2016, el bioquímico Barry Rosen, de la Universidad Internacional de Florida, que no participó en el estudio, identificó un proceso mediante el que se secuestraba y neutralizaba el veneno en una especie bacteriana tolerante al arsénico, Pseudomonas aeruginosa, que utilizaba genes casi idénticos. Mientras que el helecho atrapa arsenito en células especializadas, la bacteria lo devuelve al entorno. «La constatación de que este mecanismo tan novedoso sirve a la vez a plantas y bacterias», comenta Rosen, «demuestra que los organismos han desarrollado un modo de evitar ese arsenato tóxico».
El helecho Pteris vittata. [JODY BANKS, UNIVERSIDAD PURDUE]
Un grupo de aves batiendo al unísono sus alas es un espectáculo grandioso para el ser humano. Las aves obtienen de sus compañeras protección frente a los depredadores y ayuda en la navegación. Un nuevo estudio demuestra que las palomas pagan un precio muy alto por volar juntas, incluso en pares. Con todo, siguen haciéndolo.
Algunas aves, como los gansos, vuelan en V para ahorrar energía aprovechando las corrientes de aire creadas por sus vecinas de viaje. Pero las especies de menor tamaño, como las palomas, se agrupan en bandadas desorganizadas que carecen de este beneficio; un estudio de 2011 reveló que las palomas baten las alas incluso más rápido, es decir, realizando un mayor esfuerzo, cuando vuelan en grupos densos.
Para estudiar más de cerca este fenómeno, científicos de la Universidad de Oxford y de la Royal Holloway de la Universidad de Londres registraron la frecuencia del aleteo de las palomas y su ruta de vuelo al viajar en solitario o en pareja. Observaron que las aves batían las alas una vez más por segundo cuando iban en pares. Ello suponía un aumento de la frecuencia del 18por ciento respecto al vuelo en solitario, además de una diferencia muy superior a la detectada entre los grupos dispersos y densos del estudio de 2011. Sin embargo, la mayoría de parejas se mantuvieron juntas. El nuevo estudio se publicó en junio en la revista PLOS Biology.
Los autores del estudio plantean que, en su intento por seguir juntas, las aves baten más rápido sus alas para mejorar el control y la estabilidad visual. «Lo cierto es que vuelan a gran velocidad», explica la autora principal Lucy Taylor. «Vuelan muy rápido y sin chocarse con nada, lo cual es sin duda una gran proeza.» Los dispositivos de seguimiento de las palomas indican que las mayores frecuencias de aleteo les proporcionaron mayor estabilidad, aunque Bret Tobalske, de la Universidad de Montana, opina que se necesita una medición más directa (como la que ofrece una cámara sujeta a la cabeza del ave) para poder hallar una respuesta definitiva. «Es una investigación novedosa e importante que parte de estudios previos», explica Tobalske, que investiga el vuelo de las aves y no participó en ninguno de los dos estudios.
Taylor cree que el mayor gasto energético que entraña pasar de volar en pareja a volar en bandada será mucho menor que el que requiere dejar de volar en solitario para hacerlo en pares, ya que, al fin y al cabo, los nuevos pormenores de agruparse nacen del hecho de viajar en pareja. «Hay que coordinarse con otro», comenta. «A mayor número de aves, mayor será la necesidad de coordinación.» Aun así, Taylor opina que el experimento debería ampliarse para examinar qué cambios se producen a medida que la bandada aumenta en número.
Con todo, emparejarse también aporta beneficios. Los investigadores descubrieron que las rutas de las palomas eran más directas cuando viajaban en pares. Además, cada miembro de la pareja logra percibir mejor la cercanía de un depredador, y tiene una oportunidad de que la elegida por él sea su compañera.
Las palomas aceptan el precio energético de estos beneficios porque, como bien dice Tobalske, «nada es gratis en esta vida»
Un día vas a la peluquería y, mientras esperas tu turno, escuchas como el peluquero explica con pelos y señales algo que, aunque lo habías leído de pasada en alguna ocasión, nunca esperarías ver en vivo y en directo. "Bueno, te lo voy a decir. Mira, la Tierra está hueca".
Y así, con unas palabras parecidas y 20 minutos de desarrollo, fue como las teorías y movimientos en torno a la huequicidad de la Tierra llegaron a nuestra vida. Y menudo shock. Uno espera oír estas cosas en canales de misterio en YouTube, en grupos de Facebook de tercera regional o, no sé, en el programa de Risto Mejide: pero no en una peluquería del barrio.
Pero como la realidad siempre supera a la ficción solo cabe una pregunta: ¿En qué creen realmente los defensores de que la Tierra es hueca?
El terrahuequismo explicado en tres minutos
La 'Tierra Hueca' es una hipótesis mucho menos desarrollada que la de la 'Tierra Plana'. Por eso, es más complejo encontrar una versión común que poner a prueba. No obstante, la idea es sencilla y, como veréis, bastante transparente: la Tierra está hueca. El suelo que pisamos, la corteza de la Tierra, es una especie de caparazón que esconde un enorme hueco en su interior. Lo curioso es que, según creen, en ese hueco hay cosas.
Y no cualquier cosa: un mundo prácticamente igual al nuestrocon sus cordilleras, sus mares y su vida salvaje pululando justo debajo de nuestros pies. En realidad, la cosa no se queda ahí: los defensores de la Tierra Hueca sostienen que en lo que sería el núcleo del planeta lo que hay es un sol (pequeñito, pero sol, al fin y al cabo).
Como colofón, los terrahuequistas afirman que hay (al menos) dos enormes agujeros situados en los polos que comunican ambos mundos. Teóricamente, podría haber más accesos (túneles y cuevas), pero poco importa porque los gobiernos están confabulados para ocultarlo controlando los accesos al polo y sobornando a todos los astronautas que han podido verlos. Sí, a todos.
¿Tiene algún sentido todo esto del terrahuequismo?
Lo cierto es que resulta una teoría realmente difícil de justificar. Los propios defensores suelen quejarse de que el terraplanismo lo tiene más fácil que ellos porque, en fin, es mucho más sencillo de entender. Y es que, mientras las falsas pruebas de la planicidad de la tierra son engañosamente intuitivas, a ver cómo convences a alguien de que el planeta es una alcancía.
Por ejemplo, ellos tienen que recurrir a V838 Monocerotis una estrella variable situada unos 20.000 años luz de nosotros que en 2002 exhibió una explosión muy llamativa. Basta con ver la imagen que rescató el telescopio Hubble el 12 de diciembre de ese mismo año para entender por qué el movimiento la considera una "prueba irrefutable" de que todos los planetas son huecos (y contienen una estrella).
Recurren a ello porque en la realidad hay poco que rascar. Como cuenta Jose Luis Crespo, un poco de física elemental es suficiente para entender que la idea de que haya un mundo como el nuestro al otro lado de la corteza terrestres es inviable. Si la Tierra estuviera hueca, la gente que viviera dentro de ella no experimentaría la fuerza de la gravedad.
La explicación es que, al ser (algo muy parecido a) una esfera, las distintas fuerzas gravitacionales se cancelarían entre ellas y los habitantes del hueco flotarían por su interior. Es más, si nos ponemos estrictos, nosotros no experimentaríamos la fuerza de la gravedad que experimentamos.
Al fin y al cabo, la única explicación científica que tenemos para explicar la gravedad de la Tierra es la inmensa densidad de su núcleo. Si estuviera vacío y solo dependiéramos de la masa de la corteza para andar sobre la superficie, esto sería una fiesta digna de John Carter.
Algo similar ocurre con los terremotos. La estructura sísmica del planeta está perfectamente estudiada y es una de las cosas que nos ha permitido entender cómo se organiza geológicamente. La hipótesis de la Tierra Hueca sencillamente es incapaz de explicar cómo es posible que las ondas sísmicas se muevan como lo hacen. Y todo eso sin entrar a debatir lo complejo que sería meter una estrella dentro de un planeta como el nuestro.
Sí, es cierto que durante años se ha hablado de las esferas de Tyson, pero esto dejaría sin explicar una enorme cantidad de problemas. El más evidente de los cuales es el de cómo explicar que todos los planetas del sistema solar sean, en realidad, estrellas cubiertas de enormes cantidades de tierra o gas.
¿Y entonces? ¿Qué es realmente?
Hace años, explicábamos que los defensores del Terraplanismo no eran cuatro frikis, sino grupos ideológicos que llevan siglos organizándose contra el progreso científico. En el caso de las ideas terrahuequistas pasa algo muy similar. Se tratan de ideas más excéntricas y llamativas, pero si tiramos del hilo histórico solo nos encontramos con sectas espiritualistas y mistéricas.
Lo interesante de este momento es que estas elaboradas creencias son capaces de desgajarse de esos grupos y alcanzar al internauta medio. Aquí es donde empiezan las incógnitas. ¿Sirven estas creencias conspiranoicas de anzuelo para atraer nuevos miembros o se independizarán las teorías de la 'tierra hueca' de esos grupos y se convertirán en entidades con vida propia? Ese es el verdadero misterio.
Durante 17 meses, una cámara en la Instalación Australiana para la Investigación Experimental Tafonómica ha estado tomando imágenes de un cadáver cada 30 minutos durante las horas del día. Los investigadores encontraron que el cadáver continuó moviéndose “significativamente” durante más de un año.
Al parecer, los investigadores trabajaron en una “granja de cuerpos”, término utilizado coloquialmente para definir el área donde se estudia lo que ocurre con un organismo después de la muerte.
El equipo había colocado la cámara para llevar a cabo un time lapse filmando cadáveres en descomposición. Según ha explicado la autora principal y científica médica Alyson Wilson, de la Universidad Central de Queensland, esperaban algún movimiento post-mortem en las primeras etapas de descomposición, pero el hecho de que continuara durante toda la filmación fue una completa sorpresa:
Lo que descubrimos fue que los brazos se movían significativamente, comenzaron al lado del cuerpo y terminaron al otro lado del cuerpo. Creemos que los movimientos se relacionan con el proceso de descomposición, ya que el cuerpo momifica y los ligamentos se secan. Este conocimiento podría ser significativo en investigaciones de muerte inexplicables.
Los investigadores cuentan en su trabajo que el hallazgo podría cambiar la forma en que los científicos analizan e interpretan las escenas del crimen, particularmente cuando los restos humanos no han sido descubiertos durante algún tiempo. Hasta ahora, a menos que hubiera evidencia de que algo o alguien lo hubiera movido, los forenses generalmente asumían que la posición de un cuerpo descubierto es la posición en el momento de la muerte.
Dicho de otra forma, el nuevo trabajo es la primera evidencia de que la suposición sobre la posición del cuerpo al morir puede no ser (siempre) cierta.
Tras la filmación del time-lapse, el equipo de Wilson comparó las imágenes resultantes con un sistema de asignación de puntos para niveles de descomposición en todo el cuerpo y así determinar el intervalo post-mortem: cuánto tiempo había estado muerta esa persona.
Dicho sistema de puntos coincidía perfectamente con las fotografías del vídeo, lo que aumentaba la validez del sistema como herramienta forense. No sólo eso, los resultados también validan la utilidad de la técnica del time-lapse en la investigación forense. “Se podrán mapear las escenas del crimen, la posición del cuerpo de la víctima y cualquier evidencia física que se encuentre y puedan entender la causa de la muerte”, zanjó Wilson. [ScienceAlert]
“La Ilustración fue un vuelo de Ícaro de la mente que se extendió por los siglos XVII y XVIII. Una visión del saber secular al servicio de los derechos del hombre y del progreso humano fue la mayor contribución de Occidente a la civilización. Inició la era moderna para todo el mundo; todos somos sus herederos.”
La cita de Wilson contiene tres elementos significativos. Alude, por un lado, al saber secular, por oposición al saber que durante los siglos anteriores y hasta el XVII y XVIII se había cultivado en monasterios y en universidades, cuyos enseñantes eran clérigos o estaban vinculados, de una u otra forma, a la Iglesia.
Era también un saber al servicio de los derechos humanos y del progreso. Los ilustrados fueron los que desarrollaron, en el terreno de la ética y el pensamiento político, las nociones sobre las que se asientan las sociedades democráticas modernas. Son principios y valores que, en lo sustancial, siguen siendo el fundamento de nuestro ordenamiento político. A eso se refiere con el tercer elemento: todos somos sus herederos.
La noción del saber al servicio de los seres humanos es importante, pues constituye, quizás, el elemento diferenciador con relación al propósito con el que se había cultivado el saber hasta entonces.
Se suele utilizar la expresión “revolución científica” para denominar a un periodo de especial relevancia en la historia de la ciencia, tanto por los descubrimientos que se realizaron en el mismo, como por haberse producido –supuestamente– un cambio radical en forma de creación de conocimiento, de hacer ciencia.
De acuerdo con una visión muy extendida, durante la Edad Media el conocimiento era heredero de la tradición greco-latina y se basaba, sobre todo, en el método hipotético-deductivo, tratando de hacer compatible razón y fe.
Según esa idea, la revolución científica -que ocurrió en la primera etapa de la Ilustración o, incluso, en las décadas anteriores- se habría basado en la adopción progresiva de la observación, el experimento, y la inducción, y el rechazo a la autoridad, al método deductivo y a la teoría.
Aunque no es este el lugar para abordar una discusión pormenorizada del particular, y resumiendo mucho, hoy se reconoce que la transición del pensamiento escolástico al empirismo y la inducción no fue un cambio tan marcado como se ha pretendido ni, mucho menos, revolucionario, puesto que ya en la Edad Media se hacían observaciones y “experimentos” y durante la Edad Moderna la teoría y el pensamiento hipotético-deductivo no dejaron de formar parte inseparable del modo en que se hacía ciencia en la realidad.
Durante la Edad Media el desarrollo del conocimiento no obedecía a una intención explícita de obtener beneficio del mismo, de darle una utilidad. A partir del Renacimiento, sin embargo, el conocimiento científico empezó a ser considerado una herramienta al servicio de la nación. Es a Francis Bacon a quien se atribuye haber formulado esa idea de manera explícita: Knowledge is power. Así, según Popper, “Bacon es verdaderamente el padre espiritual de la ciencia moderna. No a causa de su filosofía de la ciencia y de su teoría de la inducción, sino porque se convirtió en el fundador y el profeta de la iglesia racionalista, una suerte de antiiglesia. Esa iglesia no se fundó sobre una roca, sino sobre la visión y la promesa de una sociedad científica e industrial, una sociedad basada en el dominio del hombre sobre la naturaleza. La promesa de Bacon es la promesa de la autoliberación de la humanidad a través del conocimiento.”
A partir de Bacon los filósofos naturales (o científicos) trataron de desentrañar los misterios de la naturaleza con la intención de “dominarla” y obtener de ella un beneficio. Bacon puede considerarse, de hecho, el inspirador de lo que hoy denominamos “política científica” y de la creencia de los responsables políticos y del público en general de que dedicar recursos a crear conocimiento es útil desde el punto de vista económico.
Esas ideas cuadran a la perfección con la ideología burguesa que se va configurando en la transición de la Edad Media a la Edad Moderna. Según Stephen Bronner (2004) la vanguardia científica del siglo XVII formaba parte de una esfera pública burguesa que aglutinó una diversidad de tradiciones asociadas al grupo humano más amplio del mundo ilustrado, del que formaban parte el legado democrático de las ciudades libres medievales, las tendencias humanistas heredadas del Renacimiento y el entusiasmo por el desarrollo científico y, sobre todo, por Isaac Newton, su figura más sobresaliente. Newton hizo visible lo invisible y permitió adentrarse en la naturaleza con nuevas investigaciones gracias al descubrimiento de sus leyes universales, que contribuyeron a configurar la creencia laica en los derechos, también universales.
Es significativo que la vanguardia científica desarrollase su actividad, en gran medida al menos, al margen de las universidades, en las que seguían prevaleciendo los estudios teológicos. Los primeros filósofos de la naturaleza promovieron la creación de instituciones independientes con orientación laica, como la Royal Society.
El progreso
El desarrollo de la ciencia durante los siglos XVII y XVIII formó parte de un movimiento intelectual más amplio, un movimiento que no sólo hizo avanzar las ciencias naturales, sino que trajo el progreso en otras áreas, especialmente en filosofía moral y política, y en las instituciones sociales.
Se dice que la Ilustración constituyó una forma de rebelión frente a la autoridad en el ámbito del conocimiento. Y que ese rechazo a la autoridad resultó ser una condición necesaria para el progreso, porque en el periodo anterior había prevalecido la noción de que todas las cosas importantes que se podían llegar a conocer ya se conocían, y estaban contenidas en las obras de las autoridades del pasado. No es que fuera una idea universalmente aceptada en el mundo occidental, pero eran mayoría quienes así pensaban.
Los pensadores modernos se propusieron liberar la indagación científica de la subordinación a cualquier condición, creencia, costumbre o texto de autoridad previos. Y elaboraron todo un programa para la reforma social, intelectual y moral, que transformó en primer lugar los países en que se desarrolló, casi toda Europa más tarde y, a la postre, gran parte del mundo.
Es obvio que los pensadores ilustrados estaban en deuda con el canon de filósofos empiristas y científicos del XVII. La apertura de horizontes que produjeron los filósofos naturales (cambios en la concepción del cosmos, leyes científicas universales, nueva concepción del organismo humano, etc.) tuvo una importante incidencia en el pensamiento moral y político que se desarrolló durante los siglos XVII y XVIII.
Un buen ejemplo es el de Thomas Hobbes, fundador del pensamiento político británico y materialista radical; Hobbes se sentía fascinado por los descubrimientos de Galileo y por las ciencias empíricas en general, y veía en ellas el rigor que debía presidir cualquier forma de conocimiento. Y en un sentido inverso, David Hume, el gran empirista, sostuvo que todo el conocimiento, incluso las matemáticas y la filosofía natural (lo que hoy llamamos ciencias naturales), dependen en alguna medida de la ciencia del ser humano, puesto que tienen una relación, más o menos directa, con la naturaleza humana.
La Ilustración alumbró un sistema de valores distinto del que había presidido la vida intelectual occidental en los siglos anteriores.
Esos valores, entre los que se incluyen la tolerancia (para con las ideas diferentes de las propias), la crítica (con su compañero el escepticismo), la humildad (que permite reconocer la falibilidad propia) y el optimismo (que empuja a esforzarse por ensayar nuevas posibilidades o abrir nuevos caminos) son los que propician un desarrollo científico cada vez más intenso y, a la par, también la democracia.
Ciencia y democracia comparten, pues, un origen común porque son hijas de los valores que emergieron con fuerza en la segunda mitad del siglo XVII y ganaron presencia y aceptación durante el XVIII.
Los defensores de la nueva política del pragmatismo, la tolerancia y el respeto a los derechos humanos, notablemente John Locke (a quien dedicaremos la próxima anotación), reconocieron de manera explícita su deuda con la ciencia por haber desterrado la brujería, la superstición y el dogma y por enseñarnos a basar el conocimiento en las pruebas y no en la autoridad. El desarrollo de la ciencia y la nueva libertad de pensamiento estaban en aquella época interrelacionados y eran interdependientes.
Hay pocos aspectos de la biología humana más complejos en sus implicaciones científicas y sociales que la orientación sexual. Un estudio masivo ha concluido que las variantes genéticas de una persona tienen poca influencia en su inclinación sexual, tras analizar datos de medio millón de individuos.
El proyecto de la asociación de genoma completo (GWAS), el más grande sobre las bases genéticas de la sexualidad hasta ahora, ha señalado que no existe un 'gen gay' porque hay miles de variantes genéticas vinculadas a la sexualidad, y cada una tiene sus efectos.
Académicos de 30 instituciones participaron en el estudio, que demostró que la probabilidad de que una persona sea homosexual esatribuible a los genessolo entre un 8% y un 25%, dependiendo al menos tres cuartas partes de influencia de otros factores, como el entorno. Los científicos compararon estas métricas con la altura, porque lo genético tiene parte de responsabilidad en el crecimiento de un individuo, pero la nutrición es un factor clave en el desarrollo de este.
Los investigadores encontraron cinco puntos en el genoma que parecen ser comunes entre las personas que han tenido al menos una experiencia homosexual. Dos de estos están vinculados a hormonas sexuales y olfativas, factores que pueden desempeñar un papel en la atracción sexual. Pero, tomados en conjunto, los cinco explicaron menos del 1% de las diferencias en la actividad de los implicados en el estudio.
Los autores argumentan que el hecho de que la homosexualidad no esté “escrita en los genes” no significa que sea una cuestión de elección o algo que pueda ser alterado. "Muchos genes están involucrados en la orientación sexual de las personas y en conjunto explican quizás una cuarta parte de esta. Esto significa que la genética no es ni la mitad de la historia. El resto es atribuible probablemente al entorno. Hay que tomar en cuenta ambas variables, biología y ambiente, que trabajan juntas de formas muy complicadas”, explicó Ben Neale, científico de Harvard, al diario británico 'Telegraph'.
"Es el final del gen gay", según Eric Vilain, un genetista del Sistema Nacional de Salud Infantil en Washington, que no participó en el estudio, basándose en la nueva teoría de que lo genético no puede demostrar por sí solo si una persona es homosexual.
Es importante tener en cuenta que toda investigación tiene limitaciones. En este caso, casi todos los participantes eran de Estados Unidos o Europa, y los individuos encuestados tienen un promedio de 51 años. Aun así, los investigadores agradecen los datos: "Mucha gente quiere entender la biología de la homosexualidad, y la ciencia se ha quedado atrás de ese interés humano", asegura William Rice a 'Scientific American'. "Ha sido un tema tabú, y ahora que estamos obteniendo información, creo que el campo va a florecer".
La cuenca del Polo Sur-Aitken (SPA) es el cráter de impacto conservado más grande de la Luna y quizás la estructura de impacto más grande reconocida en el Sistema Solar.
Aunque indudablemente en todo nuestro vecindario ocurrieron eventos de este tipo, la mayoría se han borrado. Por lo tanto, la cuenca del SPA es un remanente importante de un proceso que dio forma a los cuerpos del Sistema Solar en sus formas actuales.
Analizando datos
Además, la cuenca del SPA es una de las estructuras más antiguas conservadas en la Luna, en consecuencia, la formación y la estructura de la cuenca del SPA contienen importantes pistas sobre la historia y la evolución de nuestro satélite natural.
Se cree que el gigantesco cráter, que tiene unos 2.500 kilómetros de ancho y varios kilómetros de profundidad, fue creado por el impacto de un gran asteroide que golpeó la superficie lunar hace unos 4.000 millones de años.
Aunque es increíblemente vasto, este cráter no se puede ver desde la Tierra porque está ubicado en el llamado lado oscuro de la Luna, el cual nos da la espalda en todo momento.
Utilizando datos tomados por la nave espacial GRAIL de la NASA, que orbitó la Luna entre el año 2011 a 2012, un equipo de investigadores analizó los sutiles cambios en la fuerza de gravedad alrededor de la Luna.
Laboratorio natural
Cuando los investigadores combinaron las mediciones registradas por GRAIL con los datos de topografía del Orbitador de Reconocimiento Lunar, encontraron una masa inesperadamente grande debajo de la cuenca del Polo Sur-Aitken. Para poner en contexto, la masa detectada es equivalente a una pila de metal 5 veces más grande que la isla más grande de Hawái.
Una de las explicaciones de esta masa adicional es que parte del metal del asteroide que formó este cráter todavía está incrustado en el manto de la Luna.
Los científicos simularon una posible colisión con un asteroide en una computadora, y encontraron que algunos tipos de metal podrían estar instalados en la capa entre la corteza y el núcleo.
De ser este el caso, la masa anómala podría permitir dar una mirada sin precedentes a los tipos de colisiones que ocurrieron en una etapa temprana del Sistema Solar. Otra posibilidad para la inexplicable masa es que podría ser un área donde se compilan óxidos densos que surgieron después de la última etapa de la solidificación del océano de magma lunar.
En cualquier caso, señalan los investigadores, la cuenca es uno de los mejores laboratorios naturales para estudiar eventos de impacto catastrófico, un proceso antiguo que dio forma a todos los planetas rocosos y lunas que vemos hoy.