miércoles, 18 de diciembre de 2019

Frankenstein y el aceite Dippel


Johann Konrad Dippel.
Johann Konrad Dippel.
Que Mary Shelley escribiese la novela Frankenstein es un hecho incuestionable. Todo el mundo lo sabe. Lo que la mayoría de la gente desconoce es que existe un castillo con el mismo nombre de su novela y que data de mediados del siglo XIII, es decir, la Edad Media; época europea que duró algo así como diez siglos y cuya característica arquitectónica principal fue la construcción de fortalezas o castillos para defenderse de los moros. Uno de ellos fue el citado castillo de Frankenstein, en Alemania, muy próximo a la ciudad de Darmstadt.
Etimológicamente, Frankenstein viene a significar en alemán algo así como la piedra de Frank y los primeros en utilizar dicho nombre fueron los hijos de Konrad Reiz von Breuberg, responsable de levantar el castillo. El verdín de la Historia fue tiñendo las piedras de la fortaleza y con el musgo fueron creciendo sus habitantes durante generaciones, así como los pleitos entre ellos. Al final, el castillo se troceó debido a una resolución salomónica y la familia Frankenstein quedó dividida. Cosas que pasan. Asunto nada original el de los pleitos de familia.
Al final, mediando el siglo XVII el castillo se pone en venta y es adquirido por el conde de Hesse-Darmstadt. Con todo, lo que aquí nos interesa es que en el citado castillo nació y llevó a cabo sus experimentos el teólogo y alquimista Johann Konrad Dippel (1673- 1734), descubridor del aceite que lleva su nombre y que se utilizó para desnaturalizar el alcohol y también para envenenar el agua de los depósitos durante la Segunda Guerra Mundial. Como no es una sustancia letal, se aceptó su uso en los acuerdos de Ginebra.
El aceite se utilizó para desnaturalizar el alcohol y también para envenenar el agua de los depósitos durante la Segunda Guerra Mundial
Dicho aceite se obtiene de la destilación de huesos descompuestos. Es posible que Dippel lo descubriera por casualidad, y que en uno de sus continuos experimentos alquímicos consiguiese dar con este aceite de color marrón oscuro -pongamos que diarreico- y con un aspecto semejante al alquitrán líquido. Su desagradable olor completa el calificativo. Pero a lo que vamos, que el tal Dippel era un tipo curioso que firmaba las cartas como "Frankensteinensis" y que dio a la imprenta un libro escrito bajo el seudónimo de Christiano Democrito, titulado Vitae animalis morbus et medicina (1730). Entre sus páginas podemos encontrar apuntes acerca de experimentos realizados con huesos y carne de animales hervidos con el objetivo de sanar a personas endemoniadas. Porque Dippel sostuvo que el ser humano tiene alma y que esta puede ser trasladada de un cuerpo a otro mediante un embudo.
Los rumores acerca de sus experimentos son sólo eso: rumores sin base científica alguna. Lo único cierto es que las habladurías en torno a su figura hicieron crecer su leyenda muchos años después de su muerte. Por lo mismo, el descubrimiento del aceite que sirvió para desnaturalizar el alcohol se vio eclipsado por la ficción y, de esta manera, Dippel pasaría a la Historia como ladrón de cadáveres. Cuerpos inertes que almacenaba en las estancias del castillo y con los que experimentó día y noche, injertando trozos de unos en otros, construyendo así monstruos a retales. Parece ser que murió en uno de sus experimentos, probando una mezcla alquímica que le hizo espumar por la boca.
Es posible que Mary Shelley visitase el castillo en 1816, en el verano más frío de su vida, antes de llegar a Villa Diodati en Coligny, Suiza, donde una noche creo a su criatura más literaria a la que puso por nombre Frankenstein. Es posible.

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