n cuanto un avispón percibe una señal química de alarma de un árbol Aquilaria, vuela raudo hacia él y revolotea esperando devorar algunas orugas, como de costumbre. Pero una vez en el lugar, no encuentra ninguna y ha de conformarse con algunas semillas, que el insecto engañado se lleva consigo, ayudando involuntariamente a propagar el árbol. En un nuevo estudio publicado en Current Biology se afirma que este es el primer caso conocido en el mundo vegetal del uso de sustancias químicas defensivas con el fin de diseminar las semillas.
Aquilaria sinensis es una especie propia de la China tropical. Cuando las orugas comienzan a devorar sus hojas, activa un medio de defensa presente en muchas plantas: libera una serie de compuestos volátiles estimulados por la herbivoría (HIPV, por sus siglas en inglés), con el fin de atraer a los depredadores hambrientos. «La mayoría de los vegetales dispone de HIPV», explica Jessamyn Manson, ecólogo en la Universidad de Virginia, que no ha formado parte de esta nueva investigación.
En el estudio se ha demostrado por medio de análisis químicos y experimentos de campo que el fruto de la Aquilaria segrega compuestos que forman parte de los HIPV aunque el árbol no esté siendo atacado por orugas. De esa forma atrae con rapidez a varios tipos de avispones, que se alimentan de unos apéndices suculentos y nutritivos de las semillas, los eleosomas. El avispón suele desechar la semilla cerca del avispero, en zonas ensombrecidas donde puede germinar sin desecarse. Si quedase expuesta a los rayos del sol, la semilla moriría en cuestión de horas.
El estudio arroja luz sobre un fenómeno poco estudiado. «No se ha prestado la debida atención a la dispersión rápida de las semillas», asegura uno de los autores del estudio, Gang Wang, ecólogo del Jardín Botánico Tropical Xishuangbanna de la Academia China de Ciencias. La entomocoria de los avispones permanece inédita en gran parte. Se calcula que las hormigas, parientes de los anteriores, esparcen las semillas de más de 11.000 plantas, pero los ejemplos comprobados en el caso de los avispones son muy pocos.
Los resultados del estudio también repercuten en la esfera de la conservación, pues los habitantes de la región comen las larvas de avispón y usan con fines medicinales la Aquilaria, un árbol amenazado por la regresión del hábitat. «La conservación de estos árboles va ligada a la de los avispones», opina Wang. Manson está de acuerdo: «No podemos limitarnos a proteger una planta y cruzar los dedos. Hemos de conocer bien la comunidad donde habita», concluye.
Este artículo apareció publicado en la sección Actualidad científica el 20 de septiembre de 2022.
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