El planeta rebosa de microbios hasta un kilómetro bajo el suelo. Hace tiempo que se pensaba que esas comunidades microbianas subterráneas, habitantes de los acuíferos y los manantiales geotérmicos, experimentaban pocas variaciones ecológicas. Investigaciones recientes indican, en cambio, que esas poblaciones son en realidad bastante dinámicas, con cambios en la composición de las especies que se precipitan en el plazo de días, no de siglos, y que la actividad geológica, como las fracturaciones de rocas a causa de las fuerzas de compresión o expansión, podría estar detrás de esas variaciones.
Las bacterias y los virus acuáticos que viven bajo la superficie permanecen aislados de alteradores ecológicos como la radiación solar, los cambios climatológicos y los impactos de meteoritos. Por su acceso limitado a los nutrientes y a la luz natural, tienden a crecer y a evolucionar con suma lentitud. Yuran Zhang, ingeniero de recursos energéticos de la Universidad Stanford, estaba estudiando el flujo de agua entre acuíferos de aguas geotermales cuando tuvo la idea de usar los microbios como indicadores. Como los embolsamientos de agua subterránea suelen estar aislados de los demás, su equipo y ella pensaron que el ADN microbiano podría servir como un buen identificador del agua de cada acuífero. Gracias a trabajos de ingeniería que estaban en marcha, «tuvimos acceso a valiosas muestras de líquido. Así que funcionó», explica.
En el estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences USA, Zhang y sus colaboradores explican cómo analizaron el agua de tres pozos de perforación conectados a acuíferos subterráneos. A lo largo de 10 meses tomaron muestras semanales y secuenciaron su ADN para saber los microbios contenidos en ellas. Al principio parecía que la composición de aquellos ecosistemas microbianos en miniatura estuviese esculpida en piedra. Pero para su sorpresa, la situación comenzó a cambiar en poco tiempo a raíz de la aparición de fisuras en el subsuelo de la zona de muestreo.
El equipo no tardó en reparar que cerrando y abriendo diminutos canales entre esos embolsamientos separados, los episodios de fracturación podían dar un vuelco completo a la ecología microbiana del acuífero en cuestión de días. «Nuestros resultados son interesantes porque no solo muestran un mecanismo distinto para la constitución de la comunidad, sino un mecanismo que es mucho más rápido», afirma la autora del estudio Anne Dekas, microbióloga de Stanford.
La geomicrobióloga de la Universidad de Colorado Alexis Templeton, ajena a la nueva investigación, califica el descubrimiento como fascinante: «No hay muchos estudios que expliquen cómo se desplaza el agua a través de los ambientes subterráneos y cómo eso afecta a la microbiología».
Investigaciones como la que nos ocupa darán pistas de cuál es el mejor modo para almacenar materias peligrosas, como residuos nucleares o dióxido de carbono, aclara Dekas. Hasta podrían ser útiles en la búsqueda de vida extraterrestre, pues se cree que las lunas del sistema solar que albergan agua, como Europa (satélite de Júpiter), albergan acuíferos en rocas duras similares.
Resulta tentador pensar en la geología como en una disciplina separada del reino de la vida, pero Templeton opina que estudios como este «nos muestran el estrecho vínculo que las une».
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