martes, 30 de abril de 2024

La Tierra tiene dos mini lunas y al fin tenemos pistas sobre el origen de una

 Además del enorme satélite natural de la Tierra, se han identificado al menos dos ‘mini lunas’ orbitando en las proximidades. Estas cuasilunas se encuentra tan lejos y son tan pequeñas que los astrónomos comenzaron a dar con ellas hasta hace menos de una década. Aunque generalmente se les considera meras curiosidades astronómicas debido a su escasa influencia en el planeta, uno de ellas podría proporcionar información valiosa sobre la historia caótica de la Luna.

2016 HO3 es una roca que mide entre 40 y 100 metros de diámetro y que danza en el espacio a una distancia de entre 100 y 30 distancias lunares . Fue descubierta gracias a la misión Tianwen-2 de China, dedicada al muestreo de asteroides, y desde entonces ha sido considerado la cuasiluna más estable conocida. Aunque tradicionalmente se ha pensado que procede del Cinturón de Asteroides, entre Marte y Júpiter, un estudio publicado en Nature Astronomy sugiere que podría tratarse de material expulsado por la propia Luna tras el impacto que creó uno de los cráteres más recientes del satélite, el ‘Giordano Bruno’.

La idea ha estado en la imaginación de los astrónomos durante años. Por ejemplo, las primeras observaciones espectroscópicas indicaban que 2016 HO3 posee una firma química similar a la de los silicatos lunares erosionados. Sin embargo, debido a su débil brillo y reducido tamaño, no ha sido posible confirmar esta hipótesis.


Plutón, el planeta enano.
Un modelado por supercomputadoras reveló cómo debió ser escenario en que Plutón obtuvo su cicatriz en forma de corazón.

Un impacto directo, dice la ciencia

Un equipo de investigadores de la Universidad Johns Hopkins se propuso resolver el enigma de la cuasiluna. Analizaron datos relativos al tamaño, la velocidad de rotación y la órbita en relación con la Tierra y el Sol para determinar las circunstancias que pudieron haberla originado, bajo la premisa de que se trata de un fragmento del satélite natural. Concluyeron que sería necesario un proyectil de 1.5 kilómetros de diámetro para expulsar un fragmento de roca de 36 metros y, simultáneamente, generar un cráter de entre 10 y 20 kilómetros de ancho.

La expectativa de vida de un objeto como 2016 HO3 se estima en solo 10 millones de años. Por tanto, su origen debe ser relativamente reciente, en escalas de tiempo astronómico. Existen múltiples cráteres en la Luna que cumplen con esas dimensiones, pero solo unos pocos son considerados geológicamente “jóvenes”. La hipótesis más sólida del equipo investigador apunta al cráter ‘Giordano Bruno’, que mide 22 kilómetros de ancho y se ubica en el lado más alejado del satélite.

Crter Giordano Bruno

Cráter Giordano Bruno

 
NASA/GSFC/ARIZONA STATE UNIVERSITY

De acuerdo con los modelos teóricos, el impacto que formó el cráter ‘Giordano Bruno’ podría haber generado hasta 400 fragmentos de roca con tamaños comparables al de una cuasiluna. Tras analizar su trayectoria a lo largo de millones de años, se estima que solo tres de estos fragmentos podrían estar orbitando cerca de la Tierra actualmente. 2016 HO3 sería uno de esos sobrevivientes. De confirmase dicha teoría, la roca representaría el ejemplo más reciente de material procedente del interior lunar.

La roca está muy lejos como para que una misión acuda a verificar físicamente la hipótesis. En comparación, la Luna se sitúa a 384,000 kilómetros de la Tierra. En su aproximación más cercana, la cuasiluna excede en 30 veces esa distancia. Los investigadores consideran que una estrategia más efectiva para validar su idea sería el descubrimiento de más mini lunas en las proximidades.

Aunque la tecnología actual ha facilitado la identificación de algunos de estos cuerpos, se espera que misiones futuras como el Neo Surveyor de la NASA, que tiene como fin cartografiar los objetos cercanos a la Tierra en 2027, proporcionen la información necesaria para confirmar estas suposiciones.

Nuevas investigaciones apuntan al origen violento de la enigmática ‘cuasi-luna’ de la Tierra

 Durante casi una década, un asteroide cercano a la Tierra llamado Kamo’oalewa ha suscitado especulaciones sobre cómo llegó a orbitar el Sol en total sincronía con la Tierra como si compartiera alguna relación especial con nuestro planeta. Un nuevo estudio del bicho raro puede haber identificado de dónde vino de: un cráter de impacto joven en la cara oculta de la Luna.

Un equipo de científicos planetarios de la Universidad Tsinghua en China creó un modelo de computadora para simular el impacto que pudo haber dado origen a Kamo’oalewa, un Asteroide que comparte una trayectoria orbital similar alrededor del Sol a la de la Tierra. El equipo concluyó que una colisión de asteroides en el sitio de el cráter de impacto Giordano Bruno pudo haber arrojado un trozo de Luna al espacio, formando el cuasi satélite. estudiar, publicado en Naturaleza Astronomía, sugiere que una próxima misión al asteroide podría reunir más evidencia para apoyar la hipótesis

Kamo’oalewa, que significa “fragmento oscilante” en hawaiano, fue descubierto en 2016 y se consideró único debido a su órbita similar a la de la Tierra. La roca espacial mide alrededor de 131 a 328 pies de ancho (40 a 100 metros) y es el cuasi-satélite más estable conocido. como tal porque Kamo’oalewa orbita alrededor del Sol en el mismo período de tiempo que la Tierra, y se prevé que lo haga durante millones de años, a diferencia de otros cuasi-satélites que sólo permanecen en sus órbitas similares a la de la Tierra durante unas pocas décadas. Como señalan los científicos en sus En papel, sólo “decenas” de asteroides entre los 30.000 asteroides cercanos a la Tierra conocidos orbitan alrededor del Sol a lo largo de la misma órbita que la Tierra. 

Anterior investigación sugirió que Kamo’oalewa podría haberse originado en la Luna, ya que está compuesta de material rocoso similar. Sin embargo, el nuevo estudio tomó Es un paso más. Al crear un modelo informático del tipo de impacto que habría creado Kamo’oalewa, los investigadores pudieron estimar el tamaño del asteroide que habría golpeado la Luna, así como el tamaño del cráter que tendría este asteroide han dejado a su paso.

Los investigadores también analizaron muestras de material lunar y descubrieron que los espectros de luz reflejados por las muestras y Kamo’oalewa eran muy similares. Kamo También se cree que ‘oalewa se formó hace entre 1 y 10 millones de años, lo que lo redujo a cráteres de impacto relativamente recientes. en la Luna.

Se cree que el cráter Giordano Bruno, ubicado en la cara oculta de la Luna y que abarca 21,9 kilómetros (13,6 millas) de ancho, se formó hace entre 1 y 10 millones de años. Se consideraba un candidato ideal para estudiar los orígenes de la cuasi-luna.

Los investigadores esperan que la próxima misión china Tianwen-2, cuyo lanzamiento está previsto para 2025, para recolectar muestras del asteroide Kamoʻoalewa , puede ayudar a proporcionar más evidencia para apoyar su hipótesis.

¿Qué es la fiebre hemorrágica Crimea-Congo y qué peligro representa?

 La Junta de Castilla y León, a través de la Dirección General de Salud Pública y su Servicio de Epidemiología, ha confirmado un caso de fiebre hemorrágica de Crimea-Congo (FCHF) en un paciente mordido por una garrapata en Salamanca.

Se trata de una enfermedad viral transmitida por garrapatas y causada por el virus de la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo, perteneciente al género Orthonairovirus. Fue descrita por primera vez en 1944, durante la Segunda Guerra Mundial, cuando un brote afectó a un grupo de soldados soviéticos en la península de Crimea. Veinte años después, en 1967, el virus fue finalmente identificado y recibió el nombre de virus de Crimea-Congo, basándose en las similitudes encontradas con el virus que afectó a un paciente febril en el antiguo Congo Belga en 1956.

Cuatro de cada diez afectados fallecen

La fiebre hemorrágica de Crimea-Congo es una enfermedad potencialmente mortal, con tasas de letalidad que pueden alcanzar el 40 %. El virus es transmitido a través de la picadura de varias especies de garrapatas del género Hyalomma, en especial la especie Hyalomma marginatum, que actúa como vector de la enfermedad, aunque otras especies de garrapatas, cómo algunas de los géneros Rhipicephalus y Amblyomma, pueden desempeñar un papel en la transmisión y el mantenimiento del virus en regiones endémicas. Algunas especies de nuestra fauna silvestre, como el ciervo, actúan como reservorios. Como consecuencia, el virus de la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo circula en un ciclo enzoótico silencioso garrapata-vertebrado-garrapata.

En España, donde los primeros casos identificados de paciente con fiebre hemorrágica de Crimea-Congo datan de algo más de una década, la tasa de mortalidad ha llegado al 30 %. El genoma del virus de la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo consta de tres segmentos: pequeño (S), mediano (M) y grande (L). El segmento S ha sido ampliamente utilizado en estudios filogenéticos, que han definido 6 de 7 linajes del virus, cada uno con un rango geográfico diferente. Desafortunadamente, ha sido demostrado que en España circulan, en animales salvajes, 3 genotipos diferentes (III, IV y V) del virus Crimea-Congo, incluso en la misma área geográfica, por lo que la población humana está expuesta al patógeno.

El cambio climático ha sido identificado como uno de los factores que impulsan la circulación del virus. 

Los camellos también tienen garrapatas

El virus de la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo ha sido identificado en África, Asia y Europa, en territorios ubicados al sur del paralelo 50º Norte, zona habitada por sus principales vectores competentes, las garrapatas Hyalomma marginatum y Hyalomma lusitanicum. Las dos especies generalmente no coexisten, porque Hyalomma marginatum prefiere hábitats abiertos de baja elevación, mientras que Hyalomma lusitanicum se encuentra en elevaciones más altas y en áreas más frías.

Hyalomma marginatum está bien adaptada a climas secos e incluso desérticos, y se caracteriza por buscar de forma activa a los potenciales hospedadores. Las fases inmaduras de la garrapata suelen parasitar micromamíferos y aves, mientras las fases adultas se hospedan en mamíferos de gran tamaño como ciervos, caballos, vacas, ovejas, jabalíes o camellos. Por supuesto, el ser humano también puede ser parasitado.

Demasiadas garrapatas infectadas en España

La fiebre hemorrágica de Crimea-Congo se considera endémica en zonas del suroeste de Europa. La situación actual es motivo de honda preocupación, porque un reciente estudio multidisciplinar centrado en el análisis de 12 584 garrapatas, analizadas cómo centinelas de la enfermedad, ha determinado que el virus responsable de la patología circula actualmente por España y que está distribuido por gran parte de la península ibérica, donde al parecer llegó a través de aves migratorias.

En España, la primera detección del virus fue en el año 2010 en garrapatas en Cáceres. Los primeros casos humanos se diagnosticaron en 2016 y desde entonces se han notificado casos esporádicos. Además, ha sido descrito en la literatura científica la identificación de otro caso de forma retrospectiva, correspondiente al año 2013, que constituiría el primer caso humano identificado hasta la fecha en España.

África y Asia también tienen problemas

La distribución de la enfermedad está en constante expansión. Varios estudios evidencian que el cambio climático ha contribuido a la dispersión de gran variedad de especies de garrapatas en África, Europa y Asia, aumentando el riesgo potencial de expandir la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo. 

También amplifican el riesgo las prácticas agrícolas, la modificación del uso del suelo y los desplazamientos del ganado y la caza. El abandono del medio rural y de los campos de cultivo ha llevado a la proliferación de liebres, conejos y pequeños roedores, con el consiguiente aumento de la población de garrapatas.

Un patógeno emergente prioritario con potencial epidémico

El virus de la fiebre hemorrágica Crimea-Congo (CCHFV) es considerado un patógeno de riesgo de bioseguridad de nivel 4 (el nivel más alto) por los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos, y un patógeno emergente prioritario con potencial epidémico. De ahí la importancia de entender cómo se contagia.

La forma de transmisión más frecuente al ser humano es a través de la picadura de una garrapata infectada. Pero también puede transmitirse entre personas en caso de contacto estrecho con sangre, secreciones, órganos u otros fluidos corporales de individuos infectados. Asimismo es posible el contagio al sacrificar y manipular animales infectados que en esos momentos tengan el virus en sangre.

Después de la picadura de garrapata, la fase de incubación es generalmente de uno a tres días, con un máximo de nueve días. El periodo de incubación tras el contacto con sangre o tejidos infectados es normalmente de cinco o seis días, con un máximo documentado de 13 días.

El espectro de manifestaciones clínicas de la enfermedad varía desde enfermedades subclínicas, que incluyen fiebre, dolor de cabeza, malestar general, mialgia, dolor de garganta, mareos, dolor abdominal, náuseas, vómitos, conjuntivitis y fotofobia, hasta infecciones agudas con hemorragia, insuficiencia multiorgánica y muerte. En el periodo hemorrágico aparecen hematomas pequeños (petequias) que luego pueden hacerse más grandes en la piel y las mucosas. También son frecuentes los sangrados por la nariz y las encías o la orina, vómitos de sangre o heces negras.

No existe tratamiento, vacuna o medicamento específico que cure la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo. El fármaco antiviral ribavirina se ha aplicado en el tratamiento de esta enfermedad en humanos en algunos países, pero los ensayos no han obtenido resultados concluyentes. El favipiravir ha mostrado efectos protectores significativos en algunos modelos animales infectados. Durante la fase aguda, la reposición de sangre y la gestión del equilibrio de líquidos son fundamentales para aumentar la supervivencia.

Precauciones al practicar senderismo

Las estrategias de control incluyen fundamentalmente evitar las picaduras de garrapatas y utilizar protección adecuada al sacrificar o acicalar a los animales. Por ello, cuando se transita por espacios naturales y zonas de abundante vegetación, así como al realizar senderismo fuera de pistas, en especial durante los meses de primavera y verano, conviene tomar medidas de precaución. 

Es aconsejable llevar calzado cerrado, calcetín alto, ropa de manga larga, pantalón largo e incluso aplicar repelentes tópicos en áreas de la piel no cubiertas. Además, la ropa de color claro facilita la localización de las garrapatas. 

Si paseamos con nuestras mascotas, es conveniente usar collares antiparasitarios y realizar tras la excursión una revisión concienzuda del animal, pero también de nuestra propia piel.

Gripe H5N1: ¿la próxima pandemia?

 Animales y humanos compartimos cerca de 300 enfermedades infecciosas, y cada año aparecen nuevas. Según datos de la Organización Mundial de Sanidad Animal, cerca del 75 % de las nuevas infecciones emergentes humanas son de origen animal. Entre los días 27 y 30 de abril se celebra en Barcelona el Congreso Mundial de la Sociedad Europea de Microbiología Clínica y Enfermedades Infecciosas (ESCMID). Uno de los temas que se van a tratar es la amenaza de una nueva pandemia.

Nadie duda de que ocurrirá, el problema es que no sabemos qué la causará ni cuándo. Hace años, la OMS ya definió una enfermedad X como amenaza de salud global. El microorganismo causante sería probablemente un virus fácilmente trasmisible por el aire, muy virulento y “nuevo” para nuestro sistema inmunitario. 

La inmensa mayoría de los científicos pensábamos que el candidato más probable sería un nuevo virus de la gripe, pero el coronavirus SARS-CoV-2 nos adelantó por la derecha. Aunque la amenaza de un nuevo coronavirus sigue latente, el virus de la gripe es aún el candidato más probable para causar la próxima pandemia.

El campeón de la variabilidad

El virus de la gripe o influenza pertenece a la familia de los Orthomyxovirus. En realidad, existen cuatro tipos (A, B, C y D), genéticamente distintos. En humanos, la gripe A es la más frecuente; la B aparece cada 2-4 años y suele ser menos problemática; la C es más rara y suele causar infecciones leves, y los virus de tipo D afectan al ganado.

El virus está rodeado de una membrana o envoltura y tiene un genoma contenido en ocho fragmentos de ARN con información para diez proteínas. En el virus de la gripe A, dos de esas proteínas son las denominadas hemaglutinina (que se abrevia con la letra H) y neuraminidasa (N). Hasta ahora se conocen 18 tipos distintos de H y 11 de N. El que lleva la H de tipo 1 y la N de tipo 1 se denomina H1N1; el que lleva la H de tipo 1 y la N de tipo 2, H1N2… y así hasta H18N11, según las combinaciones posibles.

Este virus varía de dos formas. Cuando replica su genoma puede sufrir errores o mutaciones en los genes de la H y de la N, lo cual origina subtipos o cepas que cambian con el tiempo. Son la causa de las epidemias de gripe estacionales y de que haya que renovar las vacunas cada uno o dos años. Por eso, estas se preparan con un cóctel de los virus que se trasmitieron en la población el año anterior. 

Pero, además, como su genoma está formado por varios segmentos, el virus se puede mezclar o recombinar cuando distintas cepas infectan a la vez a un mismo animal. Por ejemplo, esto puede ocurrir en un cerdo infectado por un virus de la gripe humana de tipo H2N2 y otro de aves de tipo H3N8. Dentro del cerdo, se produce la nueva estirpe H3N2 –que toma la H3 del virus de aves y la N2 del humano– y que podría infectar y multiplicarse en nuestra especie. 

El cerdo actuaría por tanto como un auténtico tubo de ensayo natural. Esto explica la aparición de nuevos tipos del virus, que pueden causar pandemias porque la población humana no ha estado nunca expuesta al nuevo patógeno, no tiene defensas contra él y se puede transmitir fácilmente.

La gripe son virus de aves

El hospedador natural de los virus de la gripe no es el ser humano, sino aves acuáticas como los patos o los gansos, el gran reservorio o almacén natural de la mayoría de subtipos de gripe A. Estas aves pueden propagar el patógeno y transmitirlo a aves domésticas, pero también puede infectar a cerdos, caballos, murciélagos, animales domésticos, mamíferos marinos… y, por supuesto, al ser humano. 

Normalmente, los virus de la gripe capaces de unirse a los receptores de las células humanas suelen ser de los tipos H1N1, H2N2 o H3N2. Es, por tanto, una zoonosis: una enfermedad de animales que pasa al ser humano.

Las pandemias de gripe

Según datos de la OMS, la gripe estacional puede llegar a afectar a unos mil millones de personas al año. Causa entre 290 000 y 650 000 muertes anuales por complicaciones derivadas de la infección viral, sobre todo en menores de cinco años.

Hasta ahora ha habido cuatro pandemias de esta enfermedad: la cepa de la gripe de 1918, que era del tipo H1N1 y de origen aviar y causó la mayor pandemia de gripe de la historia, con 20-40 millones de muertos en todo el mundo; la de 1957, originada a partir de la aparición de un nuevo patógeno del tipo H2N2 por recombinación entre virus de aves y humanos; la de 1968, que causó una nueva cepa H3N2 también originada por la mezcla de virus de aves y humanos, y la amenaza de pandemia en 2009 por una cepa H1N1 cuyo origen fue la recombinación entre virus de la gripe del cerdo, de aves y cepas humanas. En este caso, a diferencia del H1N1 de 1918, causó “solo” unas 200 000 muertes.

El virus H5N1: una pandemia de gripe en aves…

A finales de los 90 apareció en China el virus H5N1, causando una gran mortalidad en aves silvestres y casos puntuales en humanos. Posteriormente, llegó a Europa a través de las aves migratorias y empezó a circular de forma masiva y diversificarse. Desde 2020 se ha detectado una variante de H5N1 (denominada 2.3.4.4b) muy virulenta que ha infectado a muchas aves: patos, gansos, gaviotas, gallinas, pelicanos, cisnes, buitres, águilas, búhos, cuervos… Especies que antes no padecían la enfermedad han sufrido mortalidades nunca vistas

Además, no solo ha aumentado significativamente el número, sino también la extensión de los brotes en Asia, Europa, África y América. Se han sacrificado cientos de millones de aves en EE. UU. y Europa. El virus H5N1 se puede clasificar como una auténtica pandemia en aves, lo que se denomina una panzootía.

… que ha saltado a mamíferos

En los últimos meses, el H5N1 también se ha detectado en muchos mamíferos: tejones, osos, gatos, linces, nutrias, mapaches, delfines y marsopas, hurones, visones, zorros, leopardos, cerdos… En octubre de 2022 se identificó en Galicia (España) un brote en una granja de visones y hubo que sacrificar cerca de 50 000 animales. Unas semanas antes se había detectado en alcatraces y gaviotas, por lo que el virus pudo “saltar” de estas aves a los visones. El patógeno presentaba una mutación en un gen de la polimerasa que podría facilitar su replicación en mamíferos. 

En 2023 hubo brotes masivos en focas y leones marinos en Escocia, Perú, Brasil, Uruguay y Argentina, con mortalidades inéditas. También se han descrito brotes en gatos domésticos en Polonia y Corea del Sur. Incluso se ha detectado como causante de mortalidad en aves y mamíferos silvestres en la región antártica. 

Todo esto demuestra que no es un salto esporádico de aves a mamíferos, sino de transmisión sostenida. Se confirma así la transmisión del virus H5N1 entre mamíferos, algo inusitado. No solo puede suponer una amenaza de salud pública, sino un problema de preservación de la biodiversidad.

Y ahora también en el ganado vacuno

El pasado mes de marzo, las autoridades estadounidenses anunciaron que el virus H5N1 se había detectado por primera vez en ganado vacuno lechero en ocho estados. Se trata del mismo tipo 2.3.4.4b que se ha extendido por todo el planeta. Aunque, como hemos comentado, es altamente patógeno en aves, las vacas afectadas solo sufren falta de apetito y reducción en la producción de leche. Se ha confirmado la infección de un trabajador de una de las granjas, pero el único síntoma ha sido una conjuntivitis. Las pruebas no han encontrado cambios que harían el virus más transmisible a los humanos. También se ha informado de la presencia de fragmentos del virus en muestras de leche pasteurizada. 

En personas se han descrito casos muy esporádicos. Desde la primera detección, ocurrida en 1999 en China, se han registrado alrededor de 900 casos, siempre en individuos en contacto muy estrecho con aves u otros animales. Afortunadamente, este virus no es transmisible entre personas. Sin embargo, en determinadas situaciones, su letalidad en humanos puede llegar al 50 %. Recordemos que virulencia y transmisibilidad son cosas distintas.

Mucho tiene que cambiar para ser una amenaza real

El virus H5N1 se está extendiendo cada vez más en aves y mamíferos. Pero para que acabe siendo pandémico debería conseguir más capacidad de transmitirse por vía aérea entre humanos, mejorar su capacidad de entrar dentro de nuestras células y de multiplicarse y ser capaz de evadir el sistema inmunitario. 

Que ocurra toda esta combinación correcta de mutaciones es difícil… pero no imposible. Es un virus que nos viene avisando desde hace tiempo, se acerca cada vez más. El hecho de que cada vez se aísle de más especies de mamíferos y se empiece a transmitir aumenta las posibilidades de que cambie o se recombine.

A medida que la población humana se expande y el medio ambiente se deteriora, se altera la relación entre personas y animales y se crean nuevas oportunidades de contacto y transmisión de enfermedades. Todo esto pone de manifiesto la importancia de una estrategia de colaboración y comunicación entre todos los sectores que participan en el cuidado de la salud humana, animal y mediambiental: One Health, Una Salud o Salud Global. 

Es necesario seguir vigilando a los virus de la gripe de cerca y continuar desarrollando nuevas terapias y vacunas universales contra ella, porque sigue siendo una amenaza real.

De amores y desamores: no eres tú, es mi sistema límbico

 El cerebro es el encargado de iniciar y, si es necesario, atender cada emoción vinculada a los acontecimientos de nuestra vida. Emocionar, por tanto, garantiza nuestra supervivencia como individuos. Y eso incluye alertarnos del peligro, haciéndonos experimentar miedo, para que tomemos precauciones. 

Además, las emociones aseguran la perpetuación de la especie favoreciendo la reproducción. Lo hacen a través del impulso sexual, que anhela la gratificación. En cierto modo, la atracción puede ser entendida como el aumento de energía enfocada en una posible pareja e incluye la euforia que rodea al enamoramiento. Una euforia que pronto debe convivir con el “apego” que mantiene el contacto y la unión con el ser amado.

Miedo, enamoramiento, atracción, apego… Cada emoción está asociada con una constelación de eventos cerebrales en los que siempre entra en juego el sistema límbico. El término fue acuñado por Paul Broca, y se refiere a la zona limítrofe del cerebro situada junto a la parte inferior de la corteza. 

Esta estructura se encarga de dirigir las emociones, formar la memoria, generar la motivación y ayudar en la toma de decisiones. Está integrado por las áreas hipotalámicas (fundamentales para la integración neurohormonal que nos permite sorpresas, ira o amor), la amígdala (responsable de “etiquetar” cada emoción) y el hipocampo (que, como soporte de la memoria, consigue que lo que nos emociona permanezca en nuestros recuerdos). 

Las mariposas en el estómago

Empecemos por el apasionado enamoramiento. El deseo sexual, que garantiza la reproducción, se asocia con dos grupos de hormonas: los estrógenos y andrógenos. Ambas evolucionaron motivando a las personas a buscar la unión sexual. Y para activar al organismo en esa búsqueda, sobre todo al inicio de una relación, cuentan con el apoyo de la principal hormona del estrés, el cortisol. Que el cortisol aumente de forma generalizada cuando Cupido nos dispara su flecha explica que nuestro corazón lata con fuerza o que las mariposas revoloteen en nuestro estómago cuando nos enamoramos.

Además, que nos enamoremos activa la ruta “recompensadora” del cerebro: la vía dopaminérgica. Centrada en el área tegmental ventral y el núcleo accumbens, se ocupa de hacernos sentir placer. A la fiesta se suman también la corteza prefrontal, relacionada con hacer planes para el futuro o realizar acciones, y la corteza orbitofrontal, que está implicada en el procesamiento cognitivo de la toma de decisiones. Nuestra capacidad de valorar objetivamente al otro se altera. De ahí que digamos que “el amor es ciego”. 

Por cierto, sirva como aviso a navegantes que en la etapa inicial de enamoramiento intenso aparecen muchos síntomas similares a las adicciones. De hecho, experimentamos una alegría desmedida y percibimos un profundo deseo de estar con la persona amada. Y esto genera una dependencia emocional (e incluso física) que, no bien modulada, puede conducir a sufrir una auténtica “crisis de deprivación”.

La buena noticia es que este periodo no se eterniza sino que se estabiliza en una relación monógama. Es entonces cuando la revolución neuroendocrina del enamoramiento es sustituida por un estado menos tormentoso, basado en el apego. Este último se asocia, principalmente, a otras dos sustancias, la vasopresina y la oxitocina, cuya liberación sustenta el cariño. 

Desamor y rechazo

Según lo que acabamos de exponer, una ruptura amorosa puede provocar en nuestro cerebro algo parecido a un síndrome de abstinencia que convierte el desamor en una de las experiencias más traumáticas y desconcertantes. El fin de una “historia en común” duele incluso físicamente. 

Además, el desamor nos agota: estar tristes incrementa el consumo de energía en el cerebro y, precisamente por eso, es la emoción que más rápido se autolimita. Llorar desahoga pero, como efecto secundario, suele darnos hambre. Así que, por si sirve el consejo, ¡el desamor puede empezar a curarse con chocolate (que también libera dopamina)!

Aunque el rechazo puede provocar una profunda sensación de pérdida y desamparo, tras un tiempo de melancolía el cerebro se reorganiza. Igual que el enamoramiento tiene una función biológica obvia garantizando la reproducción, el cerebro humano cuenta con mecanismos para cortar el vínculo roto y poder, en el futuro, establecer uno nuevo.

A nivel cerebral, eso implica que las partes del cerebro que están activadas con el enamoramiento, como los circuitos de recompensa, vuelvan a la normalidad.

Una cosa más: si es usted quien va a romper, recuerde que es posible que ya esté en esa “nueva fase de activación cerebral”, pero no así su pareja. Y no es “culpa” de nadie, si acaso de las modificaciones de nuestras conexiones neurales. Así que nada de decir eso de “me duele más a mí que a ti”, porque no es cierto. La neurociencia lo demuestra.

jueves, 25 de abril de 2024

martes, 16 de abril de 2024

Beneficios y riesgos del inflamasoma, pieza clave de los procesos inflamatorios

 A escala molecular, el cuerpo humano es tan complicado como interesante y diverso. Entre las miles de moléculas existentes podemos diferenciar aquellas que aportan beneficios de las que causan daños, pero no siempre es fácil. 

Sin ir más lejos, el inflamasoma tiene una doble cara. Presente en el líquido interior de cada célula (el llamado citosol), este complejo multiproteico es capaz de detectar patógenos intracelulares e inducir la respuesta de defensa para eliminarlos. 

No obstante, y aunque normalmente nos defiende frente a infecciones, su activación crónica constituye un importante factor de riesgo para una gran variedad de enfermedades cuyos daños pueden ser irreversibles.

Un puzle que salva vidas

El inflamasoma está formado por tres tipos de componentes: un sensor (que “siente” el peligro), un adaptador (ensambla las piezas del inflamasoma, a modo de pegamento molecular) y un efector (el encargado de mediar la respuesta).

Los sensores identifican una amplia gama de patógenos y las señales de daño producidas por las propias células infectadas, que pueden atravesar las membranas celulares y alcanzar el citosol. 

Divididos en tres grandes grupos, todos los sensores poseen la capacidad de formar inflamasomas y desencadenar la activación de la respuesta inmune. En la actualidad, el más estudiado se llama NLRP3, pero otros están empezando a acaparar la atención debido a su importante papel en la regulación y desarrollo de diversas patologías.

El inflamasoma funciona así: cuando los sensores detectan un peligro, interaccionan con la proteína ASC, que tiene una función adaptadora y recluta otras proteínas con función efectora, las llamadas caspasas

Los distintos componentes del inflamasoma presentan dominios (las unidades básicas de las proteínas, que pueden plegarse, funcionar y evolucionar de forma independiente) que encajan entre sí como si fueran piezas de un puzle. De esta manera, la interacción es escalonada y específica. 

Por ejemplo, ASC presenta un dominio denominado PYD capaz de encajar con otro dominio PYD presente en el sensor. Y, a su vez, ASC presenta un dominio CARD que interacciona con el correspondiente dominio CARD de la caspasa.

Tijeras moleculares

Las caspasas se encuentran inactivas en el citosol, en lo que se llama “estado de zimógeno”. Pero cuando son incorporadas al inflamasoma, sufren cambios en su estructura que las convierten en proteínas efectoras y activas. 

Su función es proteolítica, es decir, actúan como tijeras que rompen las proteínas para activar otras proteínas llamadas gasderminas y las citoquinas proinflamatorias

Las gasderminas se ensamblan para crear poros en las membranas de las células. Esto permite la liberación de las citoquinas al exterior celular, induciendo más inflamación y, finalmente, la muerte de la célula

Sin embargo, la activación del inflamasoma no siempre desemboca en la muerte celular: también puede conducir a un estado de activación prolongada de las células inmunitarias. Y entonces empiezan los problemas.

Código rojo, algo va mal

Numerosas publicaciones científicas demuestran que la desregulación del inflamasoma está implicada en múltiples enfermedades. No sólo en patologías infecciosas o agudas, sino también en las dolencias inflamatorias crónicas.

Esta personalidad “oscura” de nuestro protagonista puede precipitarse por culpa del microambiente que se genera en el órgano enfermo y los tipos celulares implicados en el proceso inflamatorio.

Las enfermedades inflamatorias crónicas son aquellas que implican procesos inflamatorios lentos y prolongados, que duran desde semanas hasta años. Generalmente, su alcance y efectos varían según el origen de la lesión y la capacidad del cuerpo para reparar y superar el daño. 

Entre las causas más comunes destacan los trastornos autoinmunes o autoinflamatorios, la exposición recurrente a sustancias tóxicas y episodios recurrentes de inflamación aguda. Este proceso afecta a muchas enfermedades, como las cardiovasculares, las gastrointestinales, las metabólicas, las neurodegenerativas, las psicológicas y el cáncer.

Además, los hábitos poco saludables contribuyen al desarrollo de la inflamación. Su condición crónica es más frecuente en aquellas personas que consumen alcohol, fuman, presentan sobrepeso, llevan una vida sedentaria o, especialmente, experimentan estrés crónico, algo bastante frecuente en la sociedad actual.

Las enfermedades no transmisibles, entre las que se encuentran las inflamatorias crónicas, son la causa de muerte más frecuente en el mundo. Consideradas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como la mayor amenaza para la salud, 3 de cada 5 personas fallecen debido a estas patologías. 

Hábitos saludables para que el inflamasoma no se desmande

En general, la inflamación crónica no tratada tiene un pronóstico desfavorable. Su mortalidad y sintomatología dependen tanto de la causa específica como de factores externos.

El tratamiento precoz de la inflamación ayuda a prevenir o mejorar el pronóstico de multitud de enfermedades, pero también resulta fundamental la prevención: llevar una dieta saludable, realizar actividad física, dejar de fumar y disfrutar de una buena rutina del sueño ayudan a que el inflamasoma solo se active para cumplir su papel de eliminar agentes infecciosos. 

Es básico que nuestra sociedad conozca las enfermedades inflamatorias crónicas y cómo intentar prevenirlas. 


Ana María Conesa Hernández, del Departamento de Biología Celular e Histología de la Facultad de Biología de la Universidad de Murcia, ha colaborado en la elaboración de este artículo.