Además del enorme satélite natural de la Tierra, se han identificado al menos dos ‘mini lunas’ orbitando en las proximidades. Estas cuasilunas se encuentra tan lejos y son tan pequeñas que los astrónomos comenzaron a dar con ellas hasta hace menos de una década. Aunque generalmente se les considera meras curiosidades astronómicas debido a su escasa influencia en el planeta, uno de ellas podría proporcionar información valiosa sobre la historia caótica de la Luna.
2016 HO3 es una roca que mide entre 40 y 100 metros de diámetro y que danza en el espacio a una distancia de entre 100 y 30 distancias lunares . Fue descubierta gracias a la misión Tianwen-2 de China, dedicada al muestreo de asteroides, y desde entonces ha sido considerado la cuasiluna más estable conocida. Aunque tradicionalmente se ha pensado que procede del Cinturón de Asteroides, entre Marte y Júpiter, un estudio publicado en Nature Astronomy sugiere que podría tratarse de material expulsado por la propia Luna tras el impacto que creó uno de los cráteres más recientes del satélite, el ‘Giordano Bruno’.
La idea ha estado en la imaginación de los astrónomos durante años. Por ejemplo, las primeras observaciones espectroscópicas indicaban que 2016 HO3 posee una firma química similar a la de los silicatos lunares erosionados. Sin embargo, debido a su débil brillo y reducido tamaño, no ha sido posible confirmar esta hipótesis.
Un impacto directo, dice la ciencia
Un equipo de investigadores de la Universidad Johns Hopkins se propuso resolver el enigma de la cuasiluna. Analizaron datos relativos al tamaño, la velocidad de rotación y la órbita en relación con la Tierra y el Sol para determinar las circunstancias que pudieron haberla originado, bajo la premisa de que se trata de un fragmento del satélite natural. Concluyeron que sería necesario un proyectil de 1.5 kilómetros de diámetro para expulsar un fragmento de roca de 36 metros y, simultáneamente, generar un cráter de entre 10 y 20 kilómetros de ancho.
La expectativa de vida de un objeto como 2016 HO3 se estima en solo 10 millones de años. Por tanto, su origen debe ser relativamente reciente, en escalas de tiempo astronómico. Existen múltiples cráteres en la Luna que cumplen con esas dimensiones, pero solo unos pocos son considerados geológicamente “jóvenes”. La hipótesis más sólida del equipo investigador apunta al cráter ‘Giordano Bruno’, que mide 22 kilómetros de ancho y se ubica en el lado más alejado del satélite.
De acuerdo con los modelos teóricos, el impacto que formó el cráter ‘Giordano Bruno’ podría haber generado hasta 400 fragmentos de roca con tamaños comparables al de una cuasiluna. Tras analizar su trayectoria a lo largo de millones de años, se estima que solo tres de estos fragmentos podrían estar orbitando cerca de la Tierra actualmente. 2016 HO3 sería uno de esos sobrevivientes. De confirmase dicha teoría, la roca representaría el ejemplo más reciente de material procedente del interior lunar.
La roca está muy lejos como para que una misión acuda a verificar físicamente la hipótesis. En comparación, la Luna se sitúa a 384,000 kilómetros de la Tierra. En su aproximación más cercana, la cuasiluna excede en 30 veces esa distancia. Los investigadores consideran que una estrategia más efectiva para validar su idea sería el descubrimiento de más mini lunas en las proximidades.
Aunque la tecnología actual ha facilitado la identificación de algunos de estos cuerpos, se espera que misiones futuras como el Neo Surveyor de la NASA, que tiene como fin cartografiar los objetos cercanos a la Tierra en 2027, proporcionen la información necesaria para confirmar estas suposiciones.
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