martes, 4 de enero de 2011

Enfrentarse al temor a sentir dolor físico puede disminuirlo

Los pacientes con ciertos trastornos psicosomáticos que les hacen sentir dolor y un miedo extremo hacia este dolor, pueden ser tratados con eficacia mediante la exposición repetida a ciertas situaciones en las que realicen movimientos físicos que les atemoricen por creer equivocadamente que van a provocarles un intenso dolor en la zona de su cuerpo con la que están obsesionados. Ésta es la conclusión a la que se ha llegado en una investigación concluida recientemente.

Sería posible, por tanto, que las personas que padecen dolencias tales como la distrofia post-traumática, que puede afectar a todos los tejidos y funciones de los miembros, pudieran beneficiarse de tratamientos basados en esta conclusión.
La terapia de exposición en vivo implica que los pacientes realicen de forma repetida actividades en las cuales deban hacer movimientos corporales que ellos consideran peligrosos y que, por tanto, evitarían si no estuvieran sometidos a la terapia.

En sus experimentos, el investigador holandés Jeroen de Jong descubrió que los pacientes sometidos a este tratamiento no sólo le tienen cada vez menos miedo al dolor, sino que en realidad hasta lo sienten menos. Sin embargo, el hecho más sorprendente fue que los síntomas fisiológicos de la distrofia post-traumática (edema, decoloración de la piel y exceso de transpiración) mejoraron significativamente. Además, los pacientes fueron capaces de hacer movimientos y desempeñar actividades que habrían considerado imposibles antes.

Se estima que en los Países Bajos, 20.000 personas sufren de distrofia crónica post-traumática.

Esta dolencia se caracteriza por una lesión relativamente leve que causa un dolor persistente en el miembro afectado, y puede finalmente llevar a que el paciente se vea incapaz de usar su brazo o pierna.

Muchos pacientes con dolor crónico tienen miedo a que algunos de sus movimientos les causen más dolor, ya que los han asociado con un aumento del dolor en ocasiones anteriores. Las personas que sufren de distrofia postraumática pueden, por ejemplo, dejar de usar una mano.

Los sujetos de estudio que participaron en la terapia de exposición en vivo acabaron convenciéndose de que podían hacer los movimientos sin sufrir efectos nocivos. Jeroen de Jong también invitó a personas con dolor crónico en la parte baja de la espalda, y a otras con dolor post-traumático de cuello, a someterse a este tipo de terapia. Todos los grupos se beneficiaron considerablemente con la terapia de exposición en vivo


Marga Parra

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