Invisibilidad y teletransportación. Esos dos grandes anhelos de la humanidad, y que durante la Segunda Guerra Mundial militares y científicos intentaron llevar a cabo. Éxito o fracaso, sin duda ha pasado a formar parte de los cientos de misterios que envuelven a aquella bélica época. Libros, documentales y películas se han encargado de mantener viva esta leyenda. Pero, ¿en qué consistió dicho experimento?
El suceso de mayor gravedad tuvo lugar el día 28 de octubre de 1943 -pues se hicieron varias pruebas, desde el verano de ese mismo año-. El Experimento Filadelfia, llamado originalmente Proyecto Arcoíris, fue un supuesto ensayo secreto urdido por la marina de EE.UU. en los astilleros navales de Filadelfia, en el estado de Pensilvania. Con él se pretendía conseguir la invisibilidad total, tanto al ojo humano como a los radares, del destructor escolta de la Armada USS Eldridge.
Pero en ese día concreto -casualmente, una fecha en la que han sucedido diversos acontecimientos en la historia estadounidense: la inauguración de la Estatua de la Libertad, el Lunes Negro que desembocó en el Crack del 29 o el fin de la crisis de los misiles con Cuba, por ejemplo- ocurrió algo más, aunque no se sabe si de manera premeditada o por el efecto del azar. El gigantesco buque bélico no solo desapareció, sino que se teletransportó de un lugar a otro en cuestión de segundos. Dos potentes logros que, de haber salido bien, hubieran cambiado el curso de la contienda mundial casi dos años antes de su finalización.
Fue un único testigo quien develaría todo el entramado años más tarde. Un señor llamado Carlos M. Allende, quien dijo estar presente durante estas pruebas ultrasecretas aprobadas por Roosevelt, mandó una serie de cartas a un científico, experto en astronomía y matemáticas. Un tipo algo controvertido para la época, por sus estudios y libros sobre OVNIs: Morris Ketchum Jessup. Pero este profesor universitario también era un gran estudioso de la Teoría del Campo Unificado. Una teoría física, introducida por Einstein, que viene a ser como la búsqueda del santo Grial de la Física y según la cual explica, entre otras hipótesis, la posibilidad de volver invisible un objeto o teletransportarlo. De ahí que fuese el ‘elegido’ por el tal Allende.
En enero de 1956 este profesor recibió dos cartas en las que se hablaba del peligroso experimento. Aquel misterioso informante aseguraba que durante las investigaciones llevadas a cabo por la Marina al barco ni se le veía. Consiguieron de algún modo volverlo transparente a la vista de todos aunque, eso sí, envuelto en una espesa y tenebrosa niebla. Afirmaba que el destructor desapareció al instante casi por arte de magia tras lo que denominó como “un relámpago azul”, transportándolo ipso facto de un punto a otro de la geografía. Desde el puerto de Filadelfia al de Norfolk, en Virginia, situados a 450 kilómetros de distancia.
Tras un cuarto de hora, aproximadamente, la embarcación volvería a esfumarse del segundo emplazamiento para hacer de nuevo acto de presencia en su lugar de origen. Fue entonces cuando gran parte de la tripulación acabó muriendo o con horribles malformaciones. Aquellos que presenciaron el fenómeno, aseguraba el remitente, perdieron la cordura hasta tal punto de que jamás recordaron qué pasó realmente. Unos grotescos efectos que podemos ver con mucha precisión en la versión cinematográfica de 1984. Ese sería pues el último ensayo. Tras aquellos incidentes el proyecto se canceló por el temor de las autoridades a que se volvieran a repetir los malos resultados y, sobre todo, porque pudieran saltar a la luz pública.
“El experimento fue un completo éxito. Sin embargo, para los tripulantes, fue un rotundo fracaso”, decía la ‘garganta profunda’ del científico en su primera misiva.
¿Quién era verdaderamente el testigo del ‘Experimento Filadelfia’?
Poco se sabe de él. Fue un enigma viviente hasta el final de su vida. Nació en 1925 y se alistó al ejército en 1942. Acabó sus días como profesional en la marina mercante en 1952 y tras dejarla vivió como un vagabundo. Su verdadero nombre era Carl Meredith Allen y murió en un sanatorio –como la mayoría de testigos- de Colorado en 1994.
El día 28 de octubre de 1943, con 18 años, este marinero estaba embarcado en el buque SS Andrew Furuseth, que se encontraba en el puerto virginiano de Norfolk -recordemos, a cientos de kilómetros de donde estaba el USS Eldrige-. Tres décadas después, Allen le concedió un exclusivo vis a vis a los investigadores William Moore y Charles Berlitz, quienes acabarían escribiendo el libro The Philadelphia Experiment: Project Invisibility (Ballantine Books, 1979), y por el que se popularizó todo el fenómeno:
“Vi que el aire que rodeaba al Eldrige se volvía un poco más oscuro que el resto de la atmósfera. A los pocos minutos observé que se levantaba del agua una bruma verdosa, similar a una nube muy tenue. De pronto, el barco desapareció completamente y nosotros experimentamos una gran sacudida. Varios de nuestros hombres se desmayaron y a muchos comenzó a salirles sangre de la nariz. En pocos segundos el flamante barco de guerra ya no estaba en su sitio, pero en la superficie del mar podía verse claramente la marca de su peso al desplazar el agua. Sencillamente se había vuelto invisible y no quedaba rastro ni de él ni de los hombres que iban a bordo. Antes de que se esfumara del todo vi que un par de marineros que estaban en estribor se desintegraban por completo. Se podía escuchar un desagradable zumbido, que fue aumentando de volumen hasta convertirse en un silbido inaguantable, que culminó en una violenta explosión. En el puente donde yo estaba reinaba una confusión absoluta y las órdenes se sucedían unas tras otras (…) Transcurrieron varios minutos cuando aquella bruma verdusca comenzó a dispersarse y sin zumbidos ni manifestación alguna que lo anunciase, el crucero comenzó a materializarse de nuevo, desde la popa a la proa, como había ocurrido en el instante en que se hizo invisible. Pude observar que los hombres que estaban en cubierta padecían fuertes convulsiones (…) Lo más terrorífico fue ver a cinco miembros de la tripulación que se fundieron completamente con la estructura metálica del buque, mientras que otros sufrieron desmaterializaciones de algunas partes de sus cuerpos”.
Se sabe que tras los contactos mantenidos entre el científico Jessup y su informante, el Gobierno norteamericano interrogó al primero para interesarse por lo que el tal Allende le había contado. Como era de esperar dijeron que este marinero estaba loco y que había montado una gran farsa para sacar dinero, ya que vivía prácticamente en la indigencia. Al profesor universitario le dieron una simple razón para desmontar la mentira: tanto el USS Eldrige como el SS Andrew Furuseth no estaban por esas fechas en ninguno de los puertos mencionados. Ambos tenían unos destinos distintos a los comentados.
Lo inexplicable vino después. Jessup no cesó en su interés por el asunto e incluso, transcurrido un tiempo, llegó a comentar en sus círculos más cercanos que había conseguido evidencias físicas que corroboraban todo lo sucedido. Pero, de manera sospechosa, se suicidó en extrañas circunstancias en 1959. Fue hallado muerto en el interior de su coche, en una carretera perdida. Nada más se sabe al respecto.
Y hay más. Tanto las cartas de navegación como la bitácora del buque implicado en el Experimento Filadelfia se perdieron durante la Segunda Guerra Mundial. El Instituto Naval norteamericano no tiene apenas fotos en sus archivos de este barco y los tripulantes del mismo se esfumaron de la faz de la Tierra, al igual que sus fichas personales. Incluso 300 toneladas de instrumentos que llevaba a bordo el Eldridge también se evaporaron cuando el barco fue vendido a Grecia en 1951. La nave serviría en la Marina griega bajo el nombre de Leon HS hasta su desmantelamiento definitivo en 1992. Sería finalmente destruida para chatarra en el año 1999. Lo que nunca pudo ocultar la Armada norteamericana fue la existencia del denominado Proyecto Arcoiris, como un conjunto de experimentos bélicos secretos que no podían desvelarse y que buscaban la derrota de la Europa del Eje.
La última pregunta que nos hacemos es ¿se paralizó por completo el Experimento Filadelfia? Parece que no. Años más tarde comenzaría lo que muchos han denominado como la segunda fase de aquel: el Proyecto Montauk. Pero esa ya es otra historia.
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