Las lagartijas terrestres (Anolis sagrei) de 16 islotes del archipiélago de las Bahamas vivían relativamente tranquilas hasta que un buen día aparecieron los invasores. Como salidos de la nada, en algunas islas aparecieron un buen día otros lagartos verdes que viven en los árboles(Anolis smaragdinus) y en otras islas aparecieron unos lagartos voraces y con la cola curvada (Leiocephalus carinatus) que se comían todo el alimento disponible. Y se produjo una guerra por los recursos y la supervivencia que se extendió durante seis largos años.
Aquella invasión formaba parte, en realidad, de un experimento diseñado por un equipo de investigadores coordinados por Robert Pringle, cuya intención era observar los diferentes efectos de las interacciones entre especies invasoras en un hábitat relativamente controlado. El resultado se detalla en un estudio publicado este miércoles en la revista Nature cuya principal conclusión es que la aparición de nuevos depredadores, lejos de fomentar la biodiversidad como se había afirmado hasta ahora, conduce en ocasiones a la extinción de especies y que esto podría estar sucediendo en los distintos ecosistemas en los que los humanos hemos introducido nuevas especies.
Observar este tipo de efectos en la naturaleza es difícil, dado que en cada escenario se producen diferentes variables que pueden alterar el resultado. Por eso la posibilidad de probar distintas combinaciones en 16 pequeñas islas era una oportunidad magnífica para comprender mejor la dinámica de poblaciones. Lo que observaron los autores del estudio es que cuando convivían solo las lagartijas marrones que ocupaban el lugar originariamente y los lagartos verdes arborícolas cada uno de ellos ocupaba su nicho alimenticio sin molestarse. Cuando aparecían los lagartos de cola rizada, sin embargo, desplazaban a las lagartijas marrones hacia los árboles y desplazaban a los lagartos verdes. tanto, que en dos de las cuatro islas en las que se introdujo la especie, los lagartos verdes se extinguieron por no poder competir por los mismos recursos.
Este resultado demuestra, a juicio de los investigadores, que al introducir una nueva especie predadora en un ecosistema aislado puede causar el colapso de nichos que en otros escenarios facilitan la coexistencia. Y pone en cuestión una afirmación ampliamente compartida en biología según la cual la presencia de más depredadores en un ecosistema contribuye a aumentar la biodiversidad.
Referencia: Predator-induced collapse of niche structure and species coexistence (Nature) DOI 10.1038/s41586-019-1264-6
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