Como astrobióloga que soy, me encantaría responder a tu pregunta con un rotundo sí, pero lo cierto es que, hoy por hoy, aún no tenemos ninguna evidencia irrefutable de la existencia de seres extraterrestres. Sin embargo, sí que hay varios avances científicos que apoyan firmemente la existencia de otros posibles escenarios para la vida en el universo.
El primero de estos avances se inició en el año 1953, cuando el químico Stanley Miller, a partir de una mezcla de gases a la que aplicó energía, sintetizó varias de las moléculas más simples que componen la materia viva. Este experimento marcó el inicio de la química prebiótica, una rama de la química que está teniendo gran éxito en sus intentos de entender cómo pudieron sintetizarse los ingredientes básicos de la vida en las condiciones que había en la Tierra primitiva. Hoy sabemos que muchas de esas moléculas también están presentes en los meteoritos, los cometas o las nubes de polvo interestelar, lo que sugiere que ni siquiera tendrían que haber sido sintetizadas en nuestro planeta, sino que podrían proceder del espacio exterior. Y, si eso ha pasado aquí, ¿por qué no podría suceder también en otro lugar del universo?
El hallazgo de estos microorganismos nos demuestra que la vida es muy robusta y podría prosperar en planetas con condiciones muy diferentes de las que consideramos óptimas
Nuestras esperanzas de que pueda existir vida fuera de la Tierra también han aumentado considerablemente gracias al descubrimiento de los microorganismos extremófilos, capaces de vivir en circunstancias ambientales aparentemente muy adversas: temperaturas de más de 100 grados centígrados, pH muy ácidos, elevada concentración de sal… El hallazgo de estos microorganismos nos demuestra que la vida es muy robusta y podría prosperar en planetas con condiciones muy diferentes de las que consideramos óptimas.
Por último, gracias al desarrollo tecnológico, hemos sido capaces de observar más allá del Sistema Solar, lo que le ha permitido descubrir varios miles de planetas extrasolares. Habiendo explorado solo una pequeña parte del cosmos, cabe esperar que en él existan cientos de trillones de planetas. Con esas cifras, ¿quién se atreve a asegurar que no hay vida en alguno de ellos?
Por tanto, y volviendo a la pregunta inicial, a medida que la ciencia avanza aumentan los motivos para creer que la vida podría ser abundante en el universo. Sin embargo, no es menos cierto que podría no ser nada fácil encontrarla. Por un lado, el hecho de que solo conozcamos una manifestación de la vida, la vida terrestre, hace que estemos muy sesgados respecto a las propiedades que esperamos encontrar en los posibles seres de otros mundos. Por otro, nuestras posibilidades de viajar en el espacio son todavía muy reducidas, lo que hace que actualmente la búsqueda de vida fuera de la Tierra se limite a nuestro Sistema Solar. Y lo que hasta ahora sabemos sobre él nos indica que no contiene vida superior, aunque existen algunos lugares que podrían permitir la existencia de microorganismos. Una mala noticia para los que sueñan con encontrar civilizaciones similares a la terrestre. Y no tan mala para los que estudiamos la vida, ya que sabemos que cualquier microorganismo puede contener infinitas sorpresas en su interior. ¿Cómo almacenarían la información genética los microorganismos extraterrestres? ¿En una molécula similar a nuestro ADN? ¿O utilizarían sistemas más parecidos a la forma en que se almacena la información en un ordenador? ¿Serían capaces de utilizar para su metabolismo energías no usadas por la vida terrestre, como el viento o las mareas? ¿Qué moléculas catalizarían sus reacciones químicas? Todas ellas son cuestiones fascinantes para las que nos encantaría tener una respuesta.
El planeta Marte; Europa, que es un satélite de Júpiter y Encélado y Titán, lunas de Saturno, son los lugares de nuestro Sistema Solar en los que tenemos más esperanzas de encontrar vida extraterrestre. En Marte, las bajas temperaturas y la reducida presión atmosférica impiden la existencia de agua líquida en su superficie. Tampoco tiene campo magnético, lo que lo deja sin protección frente a los rayos cósmicos que tan dañinos son para la vida. Pero su subsuelo es un lugar mucho más confortable: los rayos cósmicos no penetran y el agua tiene más facilidad para permanecer en estado líquido. Y la energía no sería un problema, una vez visto que en la Tierra hay organismos capaces de alimentarse de las reacciones que ocurren en los minerales de las rocas. La vida microscópica en el subsuelo también podría ser la que predominara en Europa, Encélado y Titán que presentan gigantescos océanos de agua líquida bajo la capa de hielo que los recubre, lo que los convierte en extraordinarios candidatos a albergar vida.
A modo de conclusión, mi respuesta es que hay grandes probabilidad de que en el universo puedan existir “otras vidas”. Lo que deberíamos comenzar a plantearnos como seres humanos es si estamos preparados para aceptar que esas vidas podrían ser muy diferentes de la nuestra y, sobre todo, en qué modo estableceríamos nuestra relación con ellas.
Ester Lázaro es investigadora científica en el Centro de Astrobiología (CSIC-INTA), donde dirige el grupo de “Estudios de evolución experimental con virus y microorganismos”.
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