Jack Tamisiea
Jejenero de corona castaña estudiado en la selva peruana. [IAN AUSPREY Y MUSEO DE HISTORIA NATURAL DE FLORIDA]
Ausprey ya había observado esta tendencia en los bosques nubosos de las montañas de Perú. En esos puntos calientes de biodiversidad, explica, «el tamaño ocular aparece estrechamente relacionado con la respuesta [de las aves] a las perturbaciones causadas por la agricultura». Las de ojos voluminosos tienden a desaparecer de las zonas agrícolas y desforestadas, con mucha luz; las de ojos chicos se adaptan. El nuevo estudio amplía las observaciones de Ausprey en Perú y aporta una mayor variedad de aves de otros lugares, entre ellos loros, pitos y pinzones.
Allison Shultz, ornitóloga en el Museo de Historia Natural del Condado de Los Ángeles, ajena a la investigación, lo alaba por subrayar la importancia que la exposición a la luz tiene para las aves. Ella misma ha descubierto un vínculo entre la coloración del plumaje y la luz ambiental, y espera que las futuras investigaciones analicen de qué modo la contaminación lumínica y la desforestación podrían estar modelando los ojos de las aves. «Me resultaría muy curioso comprobar si los ojos evolucionan para adaptarse mejor a los nuevos entornos, más luminosos», añade.
Ausprey cree que el estudio recalca la importancia de conservar los entornos con distintos niveles de luz, sobre todo los fragmentos de selvas densas, como medio para proteger de la pérdida de hábitat a las aves con ojos de cualquier tamaño
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