Según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, la ecología es la “ciencia que estudia las relaciones de los seres vivos entre sí y con su entorno”. Por lo tanto, si hablamos de ecología marina estaremos hablando de las relaciones que se establecen entre los individuos (plantas y animales) que habitan el mar y el hábitat que los rodea, en este caso, el agua salada.
Los organismos marinos se distribuyen de una forma determinada a lo largo de la inmensidad del mar y buscan las mejores condiciones ambientales para vivir y desarrollarse de la mejor manera posible. Dos de los factores ambientales clave son la profundidad y la presencia de luz, ambos muy relacionados, ya que cuanto más nos adentramos en las profundidades del mar, llega menos luz y es más difícil la realización de determinados procesos naturales vitales.
Estas características crean franjas de condiciones específicas que se denominan zonaciones, donde podemos encontrar ecosistemas y tipos de vida muy diversos. Eso, junto con la competencia por el espacio, determina la presencia de diferentes comunidades de organismos dispuestas en franjas horizontales.
Según las condiciones físicas del medio en que habitan se han definido cuatro zonas que delimitan las comunidades de organismos: la zona supralitoral, siempre emergida y que solo se moja por las olas cuando hay tempestades; el estadío mediolitoral, mojado constantemente por las olas; el estadío infralitoral, que se encuentra constantemente sumergido pero bien iluminado y, por último, el circalitoral, donde llega menos del 5% de la luz de la superficie del mar y que puede llegar hasta una profundidad de 100 metros.
Seguidamente definiremos las diferentes zonas de la cuenca marina, es decir, las que componen estrictamente el recipiente de las aguas marinas. Estas zonas son la plataforma continental, donde se localizan la mayoría de las zonas pesqueras y que tiene poca profundidad, el talud continental, la llanura abisal y la fosa oceánica. Para entenderlo mejor podéis estudiar el esquema adjunto.
En cuanto a los seres marinos, se dividen en plancton, bentos y necton, en función del tipo de vida que tienen.
Dentro del plancton encontraremos muchos tipo diferentes de organismos, tanto animales como vegetales, pero todos tienen en común que viven continuamente suspendidos en la columna de agua. Se pueden diferenciar dos tipos, el fitoplancton, formado por algas microscópicas, y el zoopláncton, animales pequeños que viven a la deriva.
El bentos lo forman los organismos que viven relacionados con el fondo marino. A poca profundidad encontraremos muchas algas, porque necesitan la luz del sol para hacer la fotosíntesis, pero a medida que vamos bajando encontraremos muchos más animales. Algunos cazan sus presas activamente, como el pulpo, otros viven fijos al sustrato, como las esponjas, incluso hay otros animales que viven medio enterrados y solo sacan la “cabeza” para filtrar los nutrientes que trae el agua, como por ejemplo los espirógrafos.
Por último encontramos el necton, formado por los animales que tienen un sistema activo de natación, es decir, que no se dejan llevar por las corrientes ni las mareas. Dentro el necton podemos clasificar la mayoría de peces, cefalópodos y mamíferos marinos.
Como podemos ver, la complejidad de la vida marina es muy alta, tanto por las redes alimentarias, como por la variedad de ambientes.
Ahora que sabemos algo más del entorno marino, debemos mencionar cómo el hombre es capaz de modificarlo. En los últimos años, todos hemos oído alguna vez en los medios de comunicación las quejas de pescadores por el bajo rendimiento de la pesca o por la disminución de las tamaños de las capturas, o conflictos por el acceso a las zonas pesqueras más importantes.
Es cierto que actualmente se está notando un descenso importante de las capturas en zonas donde antes eran abundantes. Las causas son diversas, pero se pueden apuntar las dos principales: la sobrexplotación y la contaminación de nuestros mares.
La sobrexplotación de los mares no da tiempo a las poblaciones de peces a recuperarse y la contaminación provoca todo tipo de desequilibrios y molestias a los animales marinos entre las que uno de los menores problemas es la dificultad para reproducirse.
Por otro lado tenemos la contaminación. Aunque pueda parecer un problema lejano, que no nos afecta y que no podamos hacer nada para solucionarlo, la verdad es que podemos hacer mucho más de lo que nos imaginamos. Tan solo hay que cambiar pequeños actos cotidianos para ayudar a mejorar la vida del mundo acuático. Por ejemplo, no debemos tirar cosas al suelo cuando vamos por la calle, especialmente plásticos, ya que estos materiales tienen una vida larga y una resistencia elevada; por lo tanto, si los tiramos al suelo, es muy fácil que vayan a parar al mar a través del alcantarillado. No olvidemos que no todo el agua pasa por las depuradoras. También debemos procurar no acumular basura en los cauces de ríos y torrentes porque, a parte de constituir un peligro en época de lluvias, tarde o temprano llegan al mar.
El mar siempre ha sido un gran vertedero; aunque es cierto que últimamente estamos cambiando esta tendencia, ahora debemos enmendar los errores del pasado.
Así pues, deberemos fijarnos, cuando vamos a la playa, en no dejar colillas de cigarrillos en la arena y depositar la basura en las papeleras; los habitantes del mar, tanto bentónicos como planctónicos, lo agradecerán.
© Sònia Cervià y Vanessa Lozano 2005
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