Un grupo de científicos de la Universidad de Copenhague (Dinamarca) ha realizado un estudio sobre el genoma de la rata de Maclear (Rattus macleari ), una especie endémica de la Isla de Navidad que se extinguió en los primeros años del siglo XX. Los investigadores eligieron esta especie por su proximidad genética con la rata parda o rata de Noruega (Rattus norvegicus ), frecuentemente usada como animal de laboratorio, de la cual los científicos ya tienen el genoma completo y saben cómo modificarlo. Puesto que una parte clave del proceso de des-extinción consiste en completar los vacíos que quedan en el genoma de la especie extinta con ADN de una especie viva , hay dos condicionantes: que tengan un antepasado común cercano y que el ADN de la especie extinta esté muy completo.
Rata de Maclear Foto: Joseph Smit / Proceedings of the Zoological Society of London 1887 (CC) Pero el resultado del estudio ha sido desalentador: incluso teniendo restos de piel de rata de Maclear y secuenciándolos varias veces para obtener un mapa del genoma lo más detallado posible, aún hay casi un 5% faltante, demasiado para completarlo con ADN de rata parda. El problema radica en que las partes que faltan desempeñan funciones importantes , pues se trata de genes relacionados con el sistema inmunológico y olfativo. Ciertamente, podrían crear un animal, pero este no sería ni una rata de Maclear ni una rata parda, sino una especie nueva y artificial.
Con estos resultados, resucitar especies icónicas como los mamuts o los tigres de dientes de sable parece un sueño imposible por dos motivos: el primero, la degradación del ADN, que es mayor cuanto más tiempo hace que murió un animal; y el segundo, que la distancia genética con sus parientes modernos más cercanos es mayor que la de las ratas usadas para este experimento. Por el contrario, otros científicos aseguran que sería posible recrear especies extintas en el caso de que, aunque no fueran exactamente iguales a las originales, el genoma faltante no estuviera relacionado con características exclusivas de esa especie.
Dilemas éticos
Una posibilidad que contemplan algunos científicos es crear lo que llaman “proxies”, es decir, híbridos lo más similares posible a la especie original y que ocupen el mismo nicho ecológico: en el caso de los mamuts, una especie de “elefantes lanudos”. Un candidato más probable sería el famoso tigre de Tasmania (Thylacinus cynocephalus ), extinto en 1936, que comparte gran parte de su genoma con los dunnarts o ratones marsupiales. Los científicos que trabajan en esta posibilidad sostienen que, aunque les falta alrededor de un 5% del genoma del tigre de Tasmania, se trata principalmente de “fragmentos repetitivos que seguramente no afectarían al aspecto o comportamiento del animal”. También existe la posibilidad de que en el futuro las técnicas de secuenciación del genoma mejoren y permitan obtener un mapa genético más preciso de estas especies extintas.
El mamut lanudo (Mammuthus primigenius) fue una de las especies de megafauna que se extinguieron al final de la última era glacial. Foto: iStock Por supuesto, la secuenciación solo es la primera parte del proceso. Para traer de vuelta un animal extinto, en las primeras generaciones habría que implantar los embriones en hembras de especies similares , hasta que hubiera una población suficiente para que la especie prosperase por sí misma. Y este es otro motivo por el que los animales nacidos no serían exactamente como sus ancestros, puesto que los comportamientos adquiridos durante la socialización y su relación con el ecosistema corresponderían a la especie “adoptiva”; sin olvidar que, aun editando al detalle el genoma, es imposible predecir con exactitud el aspecto y comportamiento de estos animales híbridos.
En cualquiera de los casos, existe un importante debate ético acerca de si es o no oportuno des-extinguir especies , especialmente aquellas que vivieron en unas condiciones ecológicas notablemente distintas de las actuales. Cabe preguntarse si sobrevivirían en un entorno actual, si romperían el equilibrio ecológico con las especies ya existentes o si, por el contrario, contribuirían al desarrollo de ciertos ecosistemas: por ejemplo, se sabe que los excrementos de mamut contribuían a fertilizar el suelo de la tundra. Así pues, aunque “la vida encuentre un camino”, resulta imposible predecir cuál.
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