Con cautelosas
maniobras, una nave espacial robótica se situó el pasado 30 de abril en una
órbita más cercana de un asteroide alrededor del cual ha dado vueltas durante
casi dos meses. La nave, NEAR Shoemaker,
guiada por suaves impulsos procedentes de pequeños cohetes, está ahora en una
órbita circular a sólo 50 kilómetros del centro del asteroide Eros, a 208
millones de kilómetros de la Tierra. Su objetivo es observar de cerca la rocosa
masa giratoria y plagada de cráteres que tiene debajo y conocer mejor los asteroides
y también los cometas, cuerpos celestes que no son tan fácilmente
diferenciables como se creía hasta hace poco. Los científicos suponen que
existen docenas de tipos distintos de asteroides.
Andrew F. Cheng, científico encargado del proyecto en la Universidad Johns Hopkins (Maryland, EE UU) que construyó la nave para la NASA y controla la misión, afirma: "Esto va a darnos la primera oportunidad real de entender la estructura de un asteroide. Creemos que hay muchos tipos diferentes de asteroides ahí fuera, quizá docenas de variedades. Si alguna vez queremos excavar alguno en busca de minerales o desviarlo, tenemos que conocer la estructura de estos objetos".
Andrew F. Cheng, científico encargado del proyecto en la Universidad Johns Hopkins (Maryland, EE UU) que construyó la nave para la NASA y controla la misión, afirma: "Esto va a darnos la primera oportunidad real de entender la estructura de un asteroide. Creemos que hay muchos tipos diferentes de asteroides ahí fuera, quizá docenas de variedades. Si alguna vez queremos excavar alguno en busca de minerales o desviarlo, tenemos que conocer la estructura de estos objetos".
Los científicos afirman que las naves han pasado
por alrededor de media docena de asteroides y que cada uno de ellos parece muy
diferente del resto. Algunos son negros como el carbón y reflejan poca luz,
mientras que otros tienen un aspecto brillante. Y algunos parecen roca sólida,
mientras que otros parecen conglomerados de estructuras más pequeñas y polvo
que se mantienen débilmente unidos por la gravedad.
Eros es uno de los asteroides más grandes, mide
unos 34 kilómetros de longitud y 13 kilómetros de diámetro. Se trata de una
roca con forma de patata cubierta de cráteres, largas ranuras todavía por
explicar y un gran boquete en el centro. Debido a su tamaño relativamente
pequeño, a su extraña forma y a que gira sobre los extremos en lugar de
alrededor de su largo eje, describir una órbita alrededor de este cuerpo es
complicado. El campo gravitatorio de Eros es tan ligero que la nave debe
reducir su velocidad hasta unos 4,8 kilómetros por hora para permanecer en
órbita. Los controladores han tardado tanto en bajar la NEAR Shoemaker hasta su altitud de estudio óptima porque antes
tuvieron que trazar el mapa de las variaciones en la densidad del asteroide y
las desviaciones gravitatorias resultantes que podrían afectar la frágil
órbita.
Minerales
Los resultados preliminares de NEAR Shoemaker y sus seis instrumentos
principales indican que el asteroide, lleno de cráteres, que se encuentra
actualmente a 208 millones de kilómetros de la Tierra, tiene cantos rodados,
rocas y una capa suelta de detritos unidos por la gravedad llamados regolitos.
El mes pasado, la energía procedente de tres inesperadas erupciones solares
rebotó contra el asteroide y permitió que el espectrómetro de rayos X y gamma
de la nave recopilase datos de los minerales de la superficie antes de lo
previsto. Los datos indican una superficie que contiene magnesio, aluminio, silicio,
calcio y hierro.
La misión, que durará un año, marca el principio
de la intensificación de estudios sobre asteroides en los próximos años
mientras los científicos que utilizan instrumentos desde la
Tierra y naves espaciales intentan revelar la naturaleza de las decenas de miles de cuerpos rocosos que giran alrededor del Sol en un cinturón entre Marte y Júpiter y en otros lugares.
Tierra y naves espaciales intentan revelar la naturaleza de las decenas de miles de cuerpos rocosos que giran alrededor del Sol en un cinturón entre Marte y Júpiter y en otros lugares.
El acentuado interés es tanto científico como
práctico. Se cree que los asteroides son material residual procedente de la formación
del sistema solar hace más de 4.000 millones de años. Y los científicos creen
que asteroides tempranos que chocaron con la Tierra primitiva pudieron traer
con ellos minerales, agua e incluso los bloques de construcción de la vida.
Los científicos creen que los cuerpos del cinturón
de asteroides son los restos de material que no llegó a formar un planeta en
los primeros años del sistema solar, quizá debido a las influencias
gravitatorias del gigante Júpiter. Se cree que los asteroides que colisionan en
esta región son una fuente primaria de meteoroides que bombardean
constantemente la Tierra, algunos de los cuales sobreviven al calor de
atravesar la atmósfera y alcanzan el suelo como meteoritos. Cheng comenta:
"Creemos que hay tantos tipos de asteroides como de meteoroides y hay
docenas de tipos de meteoroides. Y, evidentemente, hay muchos asteroides de los
que no se obtienen meteoroides".
A los científicos les interesan especialmente unos
800 o 900 que miden más de un kilómetro de diámetro y cuyas órbitas se cruzan
con la de la Tierra. Estos "asteroides cercanos a la Tierra", de los
que forma parte Eros, plantean la más evidente amenaza de una futura colisión
con la Tierra, aunque los científicos dicen que ese tipo de colisión no es
inminente.
El asteroide oscuro Mathilde, un cuerpo de 59,2
kilómetros junto al que pasó NEAR en
1997 durante su trayecto hacia Eros, parece un montón de escombros sueltos. Los
datos indican que el asteroide tiene una densidad sólo ligeramente mayor que el
agua y huellas de enormes colisiones en la superficie que deberían haber
destrozado un objeto sólido.
Donald K. Yeomans, del laboratorio JPL de la NASA,
comenta: "Las pruebas indican que Mathilde se traga los impactos, como si
disparásemos una descarga de plomo contra un montón de pelusa. Se mantendría
unido simplemente absorbiendo la energía". A pesar de su ligera densidad,
los científicos creen que un asteroide del tamaño de Mathilde causaría de todas
formas grandes daños si golpease otro cuerpo y hay indicios de que algunos
asteroides con aspecto sólido pueden estar fracturados en el interior como
consecuencia de colisiones o tensiones subyacentes provocadas por la atracción
gravitatoria de cuerpos más grandes .
William F. Bottke (Universidad de Cornell, EE UU)
dice: "Podría haber un montón de asteroides de escombros que se formaron
de diferentes maneras. Y esto cambia toda la idea de lo que hace falta para
volar un asteroide". H. Jay Melosh, un experto en cráteres de impacto
(Universidad de Arizona, EE UU), comenta que esto demuestra la necesidad de
proponer alternativas a las bombas nucleares para defender la Tierra de los
asteroides.
Según Melosh, "no hay una bomba lo
suficientemente grande en el arsenal de ninguna nación como para desviar un
asteroide de un kilómetro. Haría falta una bomba de un millón de megatones y no
creo que nadie quiera que una bomba así gire alrededor de la Tierra para
defenderla de los asteroides". Melosh sugiere que se exploren otras
opciones , y añade: "No creo que ninguna de estas tecnologías se
desarrolle hasta que veamos una amenaza clara, y tendrán que pasar varios años
de advertencia para hacerlo. Pero todo depende de que primero descubramos más
sobre los asteroides".
WARREN E. LEARY (NYT) , Nueva York ( 10-05-00)
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