En el
paso de la vida a la fosilización, las alas de un escarabajo primitivo
perdieron su color y, después, su forma. Al ser aplastadas y horneadas
lentamente por la arena, las brillantes alas verdes se oscurecieron; primero se
volvieron de color azul claro, después añil y finalmente negro.
La
historia de la vida, muerte y fosilización de un insecto suena muy sencilla,
pero la paleobióloga Maria McNamara tardó años de esfuerzos en recomponerla.
Esta investigadora de la Universidad de Bristol deseaba averiguar el modo en
que evolucionaron las señales de alerta, el camuflaje y los colores de cortejo
de los insectos primitivos. El estudio de los fósiles ordinarios solo revela
parte de la historia, ya que la mayoría de los insectos fosilizados muestran
hoy una apariencia negra, quizá por haber perdido sus colores al quedar
enterrados.
McNamara
y su equipo decidieron trabajar a la inversa. Envejecieron artificialmente alas
de escarabajos y gorgojos actuales para descubrir el efecto de la fosilización
en el color. Publicaron sus resultados en el número de febrero de la revista Geology.
La
fosilización no constituye un proceso apacible. Para simularlo, McNamara dejó
las alas de los insectos en el agua de un estanque durante 18 meses, después
las calentó hasta 270 grados centígrados, una temperatura superior a la de la
mayoría de los hornos domésticos, y las sometió a presiones de 500 atmósferas,
para reproducir el aplastamiento y el calentamiento que convierten los residuos
atrapados en el barro en fósiles pétreos. El equipo descubrió que el proceso
fragmentaba y adelgazaba los caparazones reflectantes de los escarabajos, lo
que hacía cambiar la longitud de onda reflejada por ellos. De este modo se
transformaban del verde al azul y luego al negro.
Lo que
es más importante, comprobaron que los gorgojos conservaban las estructuras de
coloración conocidas como cristales fotónicos [véase «Trucos cromáticos de la naturaleza», por
P. Ball; Investigación y Ciencia, julio de 2012], lo cual podría significar que los
fósiles que carecen de ellas probablemente nunca las tuvieron. McNamara
concluye que el desarrollo evolutivo de los cristales fotónicos debe de ser
reciente, al menos en los gorgojos, porque había examinado gorgojos de tres
millones de años de antigüedad que no los poseían.
Algunos
científicos discrepan de esa idea. Andrew Parker, entomólogo del Museo de
Historia Natural de Londres, señala que cada fósil sufre un proceso diferente,
de modo que resulta difícil obtener principios de aplicación general a partir
de una sola especie o de un solo fósil. Sin embargo, considera que la idea es
muy sugerente: «Podemos empezar a reunir información para recrear escenas de la
vida en color en esa época».
Laursen, Lucas
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