Los paleontólogos desenterraron extraños especímenes en Terranova a inicios de la década pasada: gigantescos organismos con forma de frondas (hojas) de helecho, depositados en un antiquísimo lecho fosilizado. Los estudiosos ya conocían esas misteriosas criaturas extintas, llamadas rangeomorfos, cuya clasificación sigue suponiendo un quebradero de cabeza. Ahora creen que los fósiles de Terranova y sus iguales podrían ayudar a responder grandes incógnitas sobre la vida en la Tierra.
Interpretación artística de los rangeomorfos, organismos gigantes extintos, cuya forma recuerda a las frondas de un helecho. [REID PSALTIS]
Los rangeomorfos se remontan al período Ediacarense, que abarca desde 635 hasta 541 millones de años de antigüedad. Dotados de cuerpos alargados como un tallo del que brotaban ramificaciones fractales y de consistencia blanda como las medusas, se cree que adquirieron dimensiones inéditas entre la fauna coetánea, hasta dos metros de largo. Tras su extinción, la Tierra presenció una explosión de diversidad zoológica durante el Cámbrico. «Los rangeomorfos son parte del contexto más amplio de lo que en aquel momento estaba sucediendo en la Tierra», afirma uno de los autores del estudio, Jennifer Hoyal Cuthill, especialista en paleobiología del Instituto de Tecnología de Tokio. Descubrir cómo alcanzaron semejante talla y diversidad podría aportar pistas para saber qué factores propiciaron su aparición, así como el modo en que las condiciones ambientales en el planeta —en proceso de cambio en aquella época— pudieron influir en la evolución de la vida.
Para entender mejor tales conexiones, Hoyal Cuthill y el paleontólogo de la Universidad de Cambridge Simon Conway Morris analizaron varios fósiles de rangeomorfos. Ambos sometieron a una microtomografía a un espécimen bien conservado de la especie Avalofractus abaculus, desenterrado en Terranova, con el fin de examinar su estructura tridimensional con todo detalle. También efectuaron mediciones fotográficas de otros dos especímenes con fines comparativos.
Examinaron diversos aspectos de los tallos y las ramas de los rangeomorfos fósiles y, mediante modelos matemáticos, analizaron la relación entre su superficie y su volumen. Los modelos, junto con el examen de los especímenes, revelaron que el tamaño y la forma parecían depender de la cantidad de nutrientes disponible, según han descrito los investigadores en fecha reciente en Nature Ecology & Evolution. Esto podría explicar por qué alcanzaron semejantes dimensiones durante un período en el que la geoquímica de la Tierra estaba cambiando.
Pero otros expertos vacilan a la hora de generalizar. «Es un hallazgo interesante que refuerza el creciente consenso de que los rangeomorfos alteraron su crecimiento en respuesta a los cambios del entorno», comenta Jack Matthews, investigador del Museo de Historia Natural de la Universidad de Oxford, ajeno al estudio. Pero tal vez sea prematuro hacer extensivo ese descubrimiento a todos los rangeomorfos.
Con todo, si la explicación resultara acertada, Hoyal Cuthill cree que podría revelar el nexo de unión que vincula esa sorprendente aparición en el registro fósil de organismos voluminosos con lo que estaba sucediendo en la Tierra.
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