Aunque no es el punto exterior más cercano al centro de la Tierra, la fosa de las Marianas es el lugar más parecido a las profundidades del infierno en el que hemos estado. ¿Qué puede habitar ahí abajo?
El punto más profundo registrado de esta sima está situado a más de 11.000 metros. Y el ser humano ha llegado casi hasta el final, ¡en tres ocasiones! Esto es lo que hemos aprendido de esta enorme y casi insondable fosa.
En las fauces del infierno
Más de mil atmósferas, apenas cuatro grados y una oscuridad total: si esto no se parece al averno más dantesco que podamos imaginar, nada lo hará. Y, aun así, hasta aquí encontramos vida. Al este de las islas Marianas, en Filipinas, se encuentra esta sima con forma de media luna.
Esta fosa ostenta el punto más profundo de la Tierra, aunque no el más cercano a su centro por la irregularidad de nuestro geoide. En concreto, con 11.034 metros bajo la superficie. Es tan hondo que, si pusiéramos el monte Everest en su interior, todavía le faltarían otros 2.000 metros para poder acercarse a la superficie.
En su lecho hemos estado, los seres humanos, hasta tres veces. La primera en 1960, cuando el famoso Aguste Piccard, junto a Don Walsh, un antiguo militar, alcanzaron los 10.911 metros a bordo de un batiscafo, en el "abismo Challenger". En 2012, el cineasta James Cameron consiguió descender, él solo, a los nada despreciables 10.908 metros, un poco por encima de la marca de Piccard.
No hace más que unos meses, el récord lo batía Victor Vescovo, alcanzando los 10.928 metros. Su impresión fue bastante contundente: "Fue muy decepcionante ver la contaminación humana obvia en el punto más profundo del océano", contaba para la prensa. Pero, además de la contaminación plástica, lo cierto es que el punto natural más profundo de la Tierra, un escenario yermo, casi helado, con un agua densa como en ningún sitio y una negrura absoluta, tiene más cosas que mostrar.
¿Qué o quién vive en lo más profundo del océano?
James Cameron describía su inmersión como un viaje a la más inmensa soledad. Pero no es cierto. Si bien pocos seres son capaces de sobrevivir a unas condiciones tan sumamente extremas, lo cierto es que los hay. En 2011 se descubrió que el fondo del abismo alojaba xenofióforos. Estos seres pueden parecer esponjas de mar u otros animales, a primera vista.
Pero, en realidad, son microorganismo organizados en "pseudoestructuras", es decir, formas con cierta organización que aparentan ser más complejas de lo que son. Estos seres están altamente especializados para vivir en condiciones imposibles. Son tremendamente delicados y no ha habido ni una sola recolección que no haya acabado con su vida. Por el momento, parece imposible estudiarlos "in vivo" de manera cómoda.
Mucho de lo que conocemos de estos organismos es por sus familiares. Xenophyophorea es una clase de protistas, organismos unicelulares entre las que se encuentran las amebas. Los xenofióforos están extendidos por todos los fondos hadales (por debajo de los 6.000 metros) que conocemos. En sí, esta clase de protistas son muy difíciles de manejar y continúan siendo un auténtico misterio en muchos aspectos.
Debido a su gran número, los biólogos marinos especulan que tienen un papel fundamental en el ciclo de sedimentos que se depositan en el fondo. Pero, además de los xenofióforos, ¿qué más hay? También se especula que deben existir otros microorganismos habitando el lecho, aunque es muy difícil obtener muestras de estos organismos, ya que no resisten a los cambios de condiciones tan bruscos. Pero subamos un poco.
A ocho kilómetros bajo el mar
En septiembre del año pasado, en la fosa de Perú-Chile, se encontraron las especies de peces más profundos halladas hasta la fecha. Estos animales tienen un tejido "gelatinoso" característico, poco consistente y que "se derrite" cuando la presión y la temperatura no son las de la fosa marina que habitan.
Aunque esto pertenece a otras fosas, lo cierto es que bien nos valdría para ilustrar algunas de las sorprendentes especies que pueden aparecer en lo profundo de las Marianas. No obstante, al contrario que en otras simas marinas, esta parece espectacularmente solitaria.
Tal y como contó Cameron, y confirmó Vescovo, al contrario que en otras inmersiones profundas, en la fosa de las marianas no se aprecian bioturbaciones. Estas consisten en modificaciones del terreno por parte de animales, como pudieran ser gusanos u holoturias. Sobre los 7.000 u 8.000 metros, en esta fosa, lo más grande son anfípodos, unos pequeños crustáceos parecidos a las gambas.
Probablemente, a estas profundidades lleguen algunas especies de cefalópodos, especialmente algunos calamares denominados gigantes, aunque no lo sabemos con seguridad, pues las condiciones aquí son extremas. Si seguimos subiendo, poco a poco, el desierto baldío se va habitando de diversos seres, a cual más extraño. Desde cnidarios (medusas e hidras) brillantes, a peces ciegos y dentudos, pasando por calamares lechón, crustáceos de patas alargadas y extravagantes pepinos de mar...
El elenco existente entre la zona hadal y la abisal, entre los 4.000 y los 6.000 metros, se parece a las ideas más locas que tenemos sobre los extraterrestres. Algunos de los monstruos más terroríficos en nuestro acervo cultural provienen de aquí. Si seguimos subiendo, el mar cada vez se encuentra más poblado. A partir de los 700 metros, donde la luz comienza a llegar (aunque apenas se ve), la vida es rica, especialmente al acercarnos al talud continental, aunque esto no lo veremos en la fosa de las Marianas, claro.
Hemos estado más veces en la Luna que en el fondo del mar
En concreto, hemos estado ocho veces más. La superficie de la Luna ha sido pisada por una docena de humanos más de los que han podido, siquiera, acercarse al fondo de la fosa. ¿Por qué razón?Tanto el espacio exterior como la profundidad del mar son lugares completamente inhóspitos para los seres humanos. Existen peligros ominosos y directos, aunque cada uno de estos entornos tiene el suyo en particular, simplificándolo mucho.
En el caso del fondo de la fosa de las marianas, el peligro más destructivo es la presión. En el caso del espacio, podría ser la radiación. En ambos casos, existen multitud de factores que pueden resultar fatales. Pero, sigamos la comparación ¿por qué hemos llegado a la Luna más veces que al límite de la fosa de las Marianas (que no hemos alcanzado)?
Gracias a la magnetosfera de la Tierra, las misiones a la Luna se han podido completar con cierto éxito, evitando una cantidad de radiación que podría haber resultado letal para los astronautas. Pero las más de 1.000 atmósferas de presión a la que se someten los batiscafos al bajar es impepinable. Meter una "burbuja" con gente dentro, protegida de esta acción, pudiendo respirar y que no sufra ningún tipo de accidente... es más difícil.
Eso no quiere decir que no se pueda, como ya hemos demostrado, y como se comprobó con increíble éxito en la última expedición de Vescovo, a bordo del DSV limiting factor. Este vehículo está reforzado en aluminio, tiene su propio sonar y un complejo sistema de propulsión y descenso, además de cámaras e instrumentos de análisis. Pero su mayor logro es la increíble resistencia que muestra, capaz de soportar, al menos en el laboratorio, más de 12.000 atmósferas.
Pero, además del apartado técnico, existe otra respuesta a la cuestión. Si no hemos llegado más veces, probablemente, sea porque el fondo marino nunca ha sido tan atractivo como el espacio o la Luna. Jamás hemos vivido una "carrera" como la espacial. Tal vez porque no sabemos qué hay bajo el mar. Se estima que solo entre el 1% y el 2% ha sido explorado. Por suerte, un poco de ese porcentaje está en lo más profundo del mar.
Santiago Campillo
Imágenes | Wikimedia, Unsplash
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