En el mes de junio del año pasado, un paseo por la playa de Matalascañas (Huelva) nos descubrió un escenario fantástico producido en este entorno hace más de 100 000 años. Los intensos temporales del invierno y la acción de unas mareas vivas dejaron al descubierto una extensa superficie pisoteada de algo más de 6 000 m². El yacimiento mostraba un enorme número de huellas fósiles muy bien conservadas (conocidas como “icnitas”) de grandes vertebrados, entre los que se identificaron uros, ciervos, jabalíes, elefántidos, cánidos y aves acuáticas (gansos, limícolas, entre otras). Sin embargo, este excepcional registro deparaba todavía otro gran descubrimiento, desapercibido entre tantas huellas de animales: la existencia de pisadas de origen humano.
La importancia de las icnitas de Matalascañas
Cuando no hay registros de huesos o de dientes, la presencia de icnitas humanas es fundamental para conocer aspectos relacionados con la biología y el comportamiento de nuestros ancestros.
Las pisadas nos muestran una ventana abierta a ciertos momentos de su existencia que han quedado congelados en el tiempo. De este modo, las huellas proporcionan datos inestimables sobre el número de individuos que las realizaron y, sobre todo, de sus características biológicas (estatura, edad, masa corporal, sexo) e incluso biomecánicas (postura, marcha, velocidad).
Sin embargo, en el registro mundial, el número de yacimientos con este tipo de huellas sigue siendo relativamente infrecuente en comparación con los yacimientos arqueológicos o paleoantropológicos, especialmente los relacionados con los homínidos neandertales.
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Este es el caso de la península ibérica, donde existen varias localidades con restos osteológicos (huesos) y tecnológicos (industria lítica) de neandertales. Por ejemplo, la costa de Arrábida en Portugal, las cuevas de Bajondillo y Abrigo 3 en Málaga y las cuevas de Vanguard y Gorham en Gibraltar. Solo una huella mal conservada ha sido citada en la Bahía del Catalánen Gibraltar, pero cuya atribución es dudosa, porque su edad (28 000 años) data de una época en la que los neandertales se habían extinguido en toda Europa.
Las pisadas de Matalascañas constituyen, por lo tanto, el primer registro indudable de huellas de homínidos neandertales encontradas en la península ibérica y que son, hasta la fecha, las más antiguas del mundo para el Pleistoceno superior (período comprendido entre 129 000 y 11 700 años). Las huellas tienen una edad anterior a 106 000 años, aunque estamos pendientes de las últimas dataciones porque probablemente serán muchos más.
¿Qué sabemos?
Aunque son muchas más, se han podido identificar con seguridad hasta 87 huellas que quedaron impresas en una zona pantanosa al borde de una zona encharcada muy poco profunda que se situaría probablemente cerca de la línea de costa y al abrigo de incipientes cordones de dunas, en un contexto muy similar al actual.
El estudio de la forma y las dimensiones (la morfometría) realizado con las huellas completas ha permitido comprobar no solo que se corresponden con las características de los pies de estos antiguos homínidos, sino también establecer las características biológicas y sociales del grupo.
Así, se ha podido estimar la estatura correspondiente a 31 de las pisadas, de las cuales 7 huellas están asociadas a niños, 15 a adolescentes y 9 a adultos. Las 2 huellas más pequeñas corresponderían a una edad de aproximadamente 6 años, mientras que 11 huellas se encuentran en el límite entre los niños y los adolescentes.
Además, 5 huellas corresponden a estaturas entre 140 y 155 cm y se asociaron a adolescentes según el modelo estudiado. Sin embargo, también podrían haber sido realizadas por hembras neandertales adultas o por machos pequeños.
¿Qué estaban haciendo?
Las pisadas se encuentran repartidas a lo largo de una franja en dirección NO-SE, al borde de lo que fue una zona inundada, probablemente estacional, y sin apenas adentrarse en el agua. Se orientan en su mayoría perpendicularmente a la dirección anterior, por lo que las hipótesis más factibles serían la caza, acechando animales en el agua. Probablemente no los grandes artiodáctilos (ciervos, jabalíes) o proboscídeos (elefantes), sino aves acuáticas o limícolas o incluso pequeños carnívoros, o bien la pesca o la búsqueda de moluscos y crustáceos.
La hipótesis de que fuera una zona de paso o formara parte de una ruta migratoria tampoco es descartable, si bien la posibilidad de un grupo transportando algún tipo de carga es difícil de identificar a partir de la sola morfología de las huellas.
Los análisis experimentales han mostrado que solo existe una pequeña variación en la longitud total de la huella (menos de un cm de media) cuando los individuos van con carga o sin ella. No obstante, la dirección dominante de estas huellas es SO-NE y no NO-SE, como cabría esperar si el grupo bordeara las zonas encharcadas y se moviera en paralelo a la costa.