"Si colocamos ropa interior llena de sudor en un recipiente con trigo, al cabo de veintiún días el olor cambia y el fermento, surgiendo de la ropa interior y penetrando a través de las cáscaras de trigo, convierte el trigo en ratones". En 1667, el famoso naturalista belga Jan Baptiste van Helmont describía así lo que durante siglos el saber popular (y buena parte del académico) habían llamado "generación espontánea". Es decir, que ciertas formas de vida surgían de manera espontánea a partir de materia orgánica, inorgánica o de una mezcla de ambas.
Hoy por hoy sabemos que, como se suele atribuir ya a Parménides, "ex nihilo nihil fit"; o lo que es lo mismo, que de la nada, nada sabe. Pero hay que reconocer que muchas veces es muy difícil explicar según qué cosas. Por ejemplo, el asunto de los peces. Porque ¿cómo es posible que tanques o lagos de agua prístina (aislados físicamente de otras bolsas de agua) se llenen de peces al poco tiempo? ¿Dónde se escondían esos pezqueñines y cómo era siquiera posible?
A los peces no los trae la cigüeña, pero...
No penséis que se trata de una pregunta retórica. Al contrario, el enigma de los estanques vacíos que dejaban de estarlo fue un tema que tuvo intrigadísimos a los investigadores del siglo XIX. Sin embargo, aunque los más sagaces se percataron de que quizás la única opción con sentido eran las aves, nadie pudo encontrar una explicación satisfactoria.
De hecho, no hemos encontrado una explicación digna de ese nombre hasta finales del año pasado. Fue entonces cuando recogiendo las pistasque había sueltas por la literatura, un equipo de hispanohúngaro publicó en Proceedings of the National Academy of Sciences un estudio la mar de interesante: alimentaron a ocho patos silvestres con huevos fertilizados de dos tipos de carpas famosas por haber protagonizado episodios como los que hablamos.
En total, fueron unos 500 huevos por pato. De ellos, los investigadores fueron capaces de recuperar 18 huevos intactos, tres de los cuales eclosionaron dando lugar a tres carpas perfectamente funcionales. O sea, que es técnicamente posible. Improbable, de acuerdo; pero posible: los huevos de los peces pueden sobrevivir a un alucinante viaje a través del tracto digestivo de los patos
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