EDITOR Y PERIODISTA ESPECIALIZADO EN CIENCIA Y NATURALEZA
No son pocas las ocasiones en que los mitos o relatos religiosos tienen su origen en las estrellas. Por ejemplo, hoy en el hemisferio norte, principalmente durante los meses de enero y febrero, es posible observar un cúmulo de 7 estrellas cercanas entre sí, azules y muy brillantes, conocidas como Las Pléyades.
En la mitología griega, las pléyades fueron las 7 hijas del titán Atlas y la ninfa marina Pleione. Dícese que un día, mientras las Pléyades se encontraban en un lago, el cazador Orión se enamoró perdidamente de ellas y comenzó su implacable persecución. Al percatarse Zeus de tal cosa, para protegerlas de Orión, el dios del Olimpo las convirtió en palomas, con lo que estas volaron hacia el cielo hasta convertirse en las estrellas que hoy vemos en el firmamento.
Sin embargo, esto no iba a resultar un impedimento para Orión, quien en su obstinación por las jóvenes estaba dispuesto a perseguirlas más allá de la Tierra, por todo el cosmos. Fue entonces que Zeus, quien no podía permitirlo, decidió enviar un toro para que protegiera a las 7 muchachas del cazador.
Como decíamos, muchos de los mitos tienen su origen en las estrellas, y esta es la razón por la que a día de hoy, durante los meses de invierno en el hemisferio norte, podemos observar en el firmamento la constelación de Orión, seguida de izquierda a derecha por la constelación de Tauro y el cúmulo de Las Pléyades.
Del mismo modo que la mitología griega, la tradición cristiana tampoco está exenta de eventos que podrían tener una explicación astronómica, y quizá el más famoso de ellos sea el recogido por el evangelio de Mateo, en el que se narra la presencia de un astro en el cielo que guio a los Reyes Magos hasta el nacimiento del Salvador, Jesucristo: la conocida Estrella de Belén.
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